El hombre quedó petrificado a causa de la noticia, Anna Margarita llevaba con él veinte años laborales y desde que llegó a la empresa se comportó como toda una señora casada - porque ya lo estaba por supuesto - nunca había hablado acerca de su matrimonio, lo que él sabía era porque la secretaria de Administración era la amante de su esposo o lo fue, y le dijo a alguien donde se veían y como siempre había tenido interés en ella lo había investigado pero nada más por chismoso, ya que Margarita nunca le había dado un motivo acertado para acercarse más que ahora. Mientras esta llora entre sus brazos, disfrutaba como un pervertido de su maravilloso olor a frutas, una mezcla dulce y cítrica que llenaba de vida sus fosas nasales y deleitaba sus papilas gustativas al solo pensar en tenerla para si mismo.
< El marido es un enclenque – pensó >. Ya era hora de que se diera cuenta pero, como aún lo ama no puede ser tan obvio, proponiéndole nada. Eso quiere decir que necesita tiempo.
— Margarita ¿estás segura de querer eso? - ella lo miró con lágrimas aún en los ojos y asintió.
— ¡Sí, es lo que quiero! no puede ser posible que durante los veintitantos años de casados ese holgazán haya trabajado tres - Alejandro respiró profundo pero, hizo silencio — Todos los fines de semana se va de farra con sus amigotes y ¿quién se gana el dinero que él se gasta? ¡yo! la pendeja que le presta pero que no le paga y adicional a eso tengo que lavar la ropa con la que disfruta con sus zorras - el Jefe apretó los labios en actitud reprobatoria — Aparte de lo mal que me trata ¡ya no aguanto esta situación! - se percató de que había hablado más de la cuenta.
Su rostro se tornó de un rojo carmesí bastante escandaloso, lo cual encendió las alarmas de Alejandro ya que pensó que se estaba asfixiando.
— ¿Te encuentras bien, estás respirando? - ella tapó su rostro y afirmó con un movimiento de cabeza — ¿Y por qué cubres tu rostro? - preguntó ahora divertido.
— ¡Pues porque me siento una chismosa! perdone usted por favor es que, este día ha sido... ¡horrible! - sonrió. No se considera un hombre muy sensible pero, Anna Margarita le hace sentir las cosas de diferente manera.
La puerta de la oficina se abre con un ruido estruendoso e ingresa una despampanante rubia ojiazul como una exhalación demoníaca.
— ¿Ahora te tiras a la sucre? - expresa sonriendo ponzoñosa con los brazos cruzados — ¡Qué asco! - Alejandro respira profundo casi mordiendo su lengua al apretar la mandíbula con una fuerza elíptica.
En todas las historias donde la protagonista es una chica buena, inocente, desinteresada y humilde; hay personajes malvados que desean lo peor para ella y tratan de separarlas de los chicos buenos... Bueno aquí es la representación activa del demonio, aunque vestido elegantemente de mujer. Marina Uzcátegui es el ser más malo y perverso que puede existir en el mundo ¡ok, le siguen su madre y su hermano! que aunque no son tan maliciosos ya que la mente maestra es ella, son sus secuaces.
— Buen día Marina ¿en qué te ayudo? - pregunta amablemente aunque por dentro desea sacarla por un brazo de la oficina. Anna se separaba de Alejandro como si éste le quemara.
— ¿Pensé que desayunaríamos juntos? pero veo que estás ocupado con una de tus... chicas - puso expresión de asco y sonrió con hipocresía.
— ¿Ah sí? ¿y por qué pensarías eso? ¿lo de desayunar... digo? y Margarita es una señora respetable, eso quiere decir que no te admito ligerezas con ella - exclamó con toda la intención de molestarla. Anna mantenía la boca cerrada y la mirada en el piso.
— Pues porque tu padre lo dijo ayer y...
— A menos que sea un desayuno de negocios, mi padre no puede imponerme absolutamente nada. Te recuerdo que si tuvimos algo, ya se terminó Marina y la única razón por la cual tú y tu hermano trabajan aquí es precisamente la amistad que une a nuestros padres: no por mí - explicó con una tranquilidad única y que ni siquiera sabía que poseía.
— ¡Con permiso! - se disculpó Anna.
— ¿A dónde vas Margarita? - su voz salió demandante y fuerte. Anna se detuvo de inmediato, se sentía incómoda a causa de la situación.
— ¡Déjala que se vaya! de ese modo podemos conversar tu y yo - le dijo Marina como si nada.
— ¡No Marina! estoy ocupado con Margarita y necesito que regreses a tu puesto de trabajo si eres tan amable - esto último lo dijo dejando notar la molestia en su voz. La rubia suspiró y sonrió apretando los puños pegados a sus costados.
— ¡Está bien, vuelvo luego! - y se encaminó hacia la puerta mirando de forma asesina a Anna y dando un portazo.
— No quise causar molestias a...
— No molestas Margarita, tu siempre has cuidado de mí y lo agradezco, ahora déjame ser tu apoyo en este momento duro para ti - su petición fue genuina, como ya dijimos Alejandro Del Toro no es todo sensibilidad pero, es un hombre justo y le otorga a cada quien el valor que tiene.
— ¡Gracias de nuevo Sr. Del Toro, pero como ya dije: no hay marcha atrás, me divorcio porque no deseo estar más a su lado! - le dijo ahora con más firmeza.
— Y yo te repito: quiero apoyarte - sonrió para darle ánimos.
Aunque sabe por su mala experiencia que no debe influir en este tipo de decisión, algo lo empuja insistir para estar a su lado. Anna sonrió nerviosa y asintió de nuevo para satisfacer su entusiasmo pero en el fondo se sentía aterrada de tener que continuar hacia adelante con su vida... sola.
— Sé que debo sonar un poco paranoica pero, no deseo molestar y mucho menos causar problemas con sus... amigas - explicó restregando sus manos en actitud nerviosa.
— Bueno debo aclararte que Marina está muy lejos de ser mi "amiga" en realidad ella, es el tipo de mujer que prefiero tener lejos para evitar problemas - expuso, para que ella lo entendiera mientras se encontraba recostado al escritorio cruzado de brazos y piernas.
No se consideraba un mujeriego, necesitaba mucho tiempo para lidiar con las empresas y los Concesionarios además de su hija que le exigía demasiado y la madre de su retoño a quien también mantenía. Y no tenía nada que ver con que tuviese una situación económica baja sino que en lo personal su tiempo era limitado. Por otro lado se encontraba el hecho de que sus padres eran mayores y él debía tomar el mando de toda la ruta Empresarial incluyendo la Inmobiliaria, pero era un hombre soltero y como tal, de vez en cuando necesitaba algo de compañía que prefería buscar en algún bar como un encuentro casual; y de ese modo, no llegar a intimar con nadie. No lo hacía todo el tiempo, sin embargo últimamente se había sentido más solo que en semanas anteriores, a sus cuarenta y siete años creía que ya era tiempo de casarse pero, no encontraba la mujer correcta. Su teléfono personal sonó y respondió sin mirar.
— ¿Hola? - contestó sin dejar de mirar a Anna, a quien le pidió un minuto para atender la llamada.
— ¿Papi? - era su hija — ¿Dónde estás? - fruncía el ceño intrigado.
— ¿Alejandra mi amor? me encuentro en la oficina ¿necesitas algo? - su asombro era evidente y Anna lo notó.
— Estoy bien papito, solo quiero almorzar contigo ¿Puedes? - se rascó la nuca.
— ¡Claro mi niña! ¿a dónde quieres ir? - pregunta destilando dulzura.
Alejandra Del Toro es su retoño, una hermosa chica que a sus diecisiete años ya se mostraba como toda una hermosa, pero pequeña arpía con uñas y dientes afilados por su señora madre que era considerada una Hidra Venenosa y que además poseía mil cabezas, su "Capullo" como la llamara cariñosamente es perversa y manipuladora como nadie y no obstante es una grosera. Sin embargo Alejandro respira profundo y con la paciencia que solo tenía para ella le dejaba pasar por debajo de la mesa las cosas mal hechas ya que según el psicólogo quien resultó ser el amante de su esposa por alrededor de diez años dice que sufrió mucho la pequeña con lo del divorcio.
— ¡Sorpréndeme papito! - se carcajeó, cosa que hizo sonreír a su padre, Anna pensó que se veía súper bueno con esa sonrisa ladeada seguida por la expresión de ternura, más desechó ese pensamiento al instante.
— Bien mi Capullo, te llamo a eso de las once y treinta ¿te parece? - informó.
— ¡Claro que si papi! te amo ¿puedo llevar a alguien?
— Siempre y cuando no sea tu madre... claro que sí.
— ¡Que gracioso! jajaja.
Se despidió de su hija y colgó el teléfono pidiéndole a Margarita que hiciera una reservación para cuatro en el Restaurante Ramón Freixa, es el restaurante de uno de los hoteles más exclusivos de Madrid Hotel Único. Es un espacio elegante que puede albergar hasta veinticinco comensales en sus siete espaciosas mesas, poseyendo un techo de espejos ornamentados, anidados entre dos candelabros, con vista a un mural de paisaje urbano. Éste exclusivo local es famoso por sus exquisiteces y sus salsas. Por su comida mediterránea y la especial atención de sus empleados.
Su asistente acatando la orden de inmediato quiso salir de la oficina ya que se sentía incomoda porque le parecía estar usurpando el lugar de alguien.
— Tu y yo no hemos terminado Margarita, puedes hacer la reservación desde este teléfono - quería poner los ojos en blanco, mas no lo hizo por respeto al jefe y porque ya estaba bastante mayorcita para eso.
— ¡Sí señor Del Toro! - se dirigió hasta el escritorio y por su altura tuvo que encorvarse un poco mostrando un poco de la parte trasera del muslo por debajo de la falda, Alejandro se deleitó observando su piel que aún se veía cremosa y cuidada, quería saber más de su pronto divorcio y si ella iba a llorar, él estaría ahí para consolarla. Por lo pronto, hoy era el momento de almorzar juntos en ese Restaurante que le encanta y que es muy cómodo.
—¡Ya te dije que vas conmigo Margarita y no lo voy a repetir! – ahogó un jadeo frustrado y respiró profundo, Alejandro no se preocupó en subir la mirada.—¡Si señor! – se giró caminando malhumorada, su jefe la observó por encima de las gafas disfrutando de su bonito trasero.—¡No te pierdas Margarita, nos vamos en diez minutos! – la mujer cerró la puerta más fuerte de lo normal debido a su molestia y Alejandro sonrió negando con la cabeza.Bajaron en el ascensor, ella no le cruzó palabra ya que se sentía en desventaja obligándose a obedecer porque era su jefe. Alejandro sonreía encantado ante la renuencia de la mujer que tenía a su lado con los brazos cruzados y labios apretados, le pareció más bella que nunca, se dejaba la vista en sus rasgos fi
—¡Me fui de la cagada! – Confiesa a su amigo Carlos Andrade —la situación se me escapó y al parecer choqué de frente con la maldita pared – dice molesto antes de saborear el último trago al whisky que queda en el vaso y el hielo tintinea haciéndole cosquillas en los labios.—¡No entiendo! ¿Cómo se te ocurrió llevarla a ese almuerzo? – pregunta éste confundido.—¡Porque soy un idiota que aún piensa en su hija como una niña! – contesta a su amigo mientras este sube la mano llamando la atención de alguien, a quien reconoce como Humberto Larrazábal el Magnate hotelero.—¡Coño tío, pero que bien te ves! – expresa emocionado Alejandro, abrazando a su amigo que estuvo a punto de perder la vida. 
Anna Margarita salió de la empresa en su Peugeot 207 sport que aún no termina de pagar, pero es prácticamente lo que considera suyo, ya no entiende lo que quieren de ella y resopla enojada por la actitud tan extraña de su jefe ¿Qué problema tenía con ella? ¡La gente sufre todo el tiempo joder! Él lo tiene todo y no debería sufrir, aunque el divorcio o más bien el engaño de su ex esposa lo martirizó bastante. Bebió, se revolcó y tuvo mil caídas. Ella lo ayudó en lo que pudo tomando en cuenta su situación de casada y de pobreza por supuesto ¡ya estaba cansada de que le jodieran la vida! Se acabaron los hombres para ella.Sumida en sus pensamientos llega al frente de su casa en el barrio Amposta, al sur de Madrid, en el distrito de San Blas. Una zona no tan peligrosa, pero sí de cuidado, Anna había hecho buenas migas con l
—¡Joder! – su cuerpo cayó con un golpe seco sobre la cama, agotado por el esfuerzo físico del que fue objeto al pasar casi toda la noche teniendo sexo con esta chica atlética y vigorosa —¿Qué hora es? – escucha un gemido y luego un ronroneo. Sonríe —Por lo menos te di la talla hasta las… ¡oh mierda son las cuatro de la mañana – debía dormir un poco antes de irse a casa para salir al trabajo.La noche había estado tan movida y salvaje que no recordaba la última vez que había tenido un sexo tan bueno y satisfactorio, definitivamente esta chica sabía lo que era complacer al sexo opuesto de una manera primitiva y prosaica. Se sumió en un sueño profundo y placentero.Salió del baño cubierto con el albornoz a las siete con diez de la mañana, aún con su
—¡Buen día Margarita! – sus ojos se fueron detrás del culo más atractivo que nunca vio, su respiración se abarrotó en la garganta y su hombría despertó instantáneamente.La mujer saltó en el sitio asustada por la voz que no esperaba y casi cae al piso, se giró y lo miró inmóvil, se encontraba atontado, un poco alejado y… tembloroso.—¡Dios mío, buen día Sr. Del Toro, qué susto! – la vista del hombre cayó directo en el canalillo entre sus senos, no entendía cómo podía ser posible que estuviera tan buena y mucho menos entendía como se podía excitar después de la noche que tuvo con…< Mierda olvidé su nombre > Pensó.—¡Lo siento Margarita, no fue a prop&
Alejandro ingresó a la habitación de aquel hotel aspirando el aroma delicioso a hierbas aromáticas y sándalo, no era de sus aromas preferidos, pero había algo más delicioso en el ambiente, algo muy sensual que despertaba todos sus sentidos al darle un aire de seducción al sitio. María Elena salió del baño embutida en un camisón de seda transparente color negro, que le llegaba a los tobillos abierto a cada lado mostrando sus bellas piernas, debajo del cual había un precioso conjunto de lencería a juego en encajes, lo que la hacía lucir deliciosamente provocativa y sexy hasta más no poder.—¡Joder! – exclamó impresionado por lo hipnótico de la imagen.—¡Me alegra que te guste! – esa mujer no lo perdonaría en este momento y más aún cuando su cuerpo reaccionaba
A las seis con treinta y cinco de la tarde se encuentra Alejandro Del Toro esperando frente al edificio donde vive María Elena Castro con sus padres, un sitio de bien en una zona de excelente estatus social, llena de edificios de lujo y parques temáticos donde los niños tienen todo tipo de recreación y diversiones. Suspira recordando a su Capullo cuando era solo una bebé y dejaba su vida para darle el tiempo que ella necesitaba de él. Hoy en día es una copia de su madre y aunque ya no siente nada al respecto, su corazón sigue sin funcionar para el amor aunque no se niegue a ello.Mira el reloj y rueda los ojos por la tardanza de la chica. Decide llamarla, pero no contesta; no es amigo de la puntualidad y le desagrada esperar. En su familia siempre ha reinado la puntualidad y si comienza con este tipo de irresponsabilidades su madre no lo tomará en serio con esta chica. Resopla y decide irse cuando un
—¡Margarita! – ella atendió a la voz conocida y resonante de su jefe. Lo miró a los ojos por un momento y se fijó en el brillo que tenían, al igual que se fijó en como lo miraba la preciosa morena que caminaba detrás de él.—¡Sr. Del Toro, qué sorpresa! – Sonrió cortes, un tanto fría —¡Es un placer verle por acá! ¿Señorita? – el hombre giró y casi tira al piso la chica. Anna sintió un apretujón en el estómago y no entendía el por qué.—¡Ah! – Suspiró —Ella es María Elena Cortés…—¡Su novia! &