—¡Ya te dije que vas conmigo Margarita y no lo voy a repetir! – ahogó un jadeo frustrado y respiró profundo, Alejandro no se preocupó en subir la mirada.
— ¡Si señor! – se giró caminando malhumorada, su jefe la observó por encima de las gafas disfrutando de su bonito trasero.
— ¡No te pierdas Margarita, nos vamos en diez minutos! – la mujer cerró la puerta más fuerte de lo normal debido a su molestia y Alejandro sonrió negando con la cabeza.
Bajaron en el ascensor, ella no le cruzó palabra ya que se sentía en desventaja obligándose a obedecer porque era su jefe. Alejandro sonreía encantado ante la renuencia de la mujer que tenía a su lado con los brazos cruzados y labios apretados, le pareció más bella que nunca, se dejaba la vista en sus rasgos finos y delicados que se endurecían por momentos cuando tomaba una respiración violenta. Al abrirse las puertas del aparato el hombre colocó sus dedos en la parte baja de la espalda de Anna y la empujó suavemente a lo que ella respondió con un estremecimiento y un gruñido que desató una carcajada en su jefe y en ella por el contrario causó un enojo desconocido y profundo.
— ¡No considero que obligarme a salir en un almuerzo familiar sea apropiado! – resoplo molesta deteniéndose en la puerta del edificio — ¡Y menos que se burle de mí… jefe! – le miró con seriedad. Alejandro se percató de su error y se acercó a ella tomando sus manos entre las suyas.
— Margarita… disculpa si he sido un atrevido – sonrió de lado — Mi única intención es que te distraigas, no me gusta verte triste – la miró con tanta intensidad que ella bajo la guardia junto con sus hombros ante la galantería. La dejó completamente noqueada al mirar la sinceridad en sus ojos color ámbar.
— ¡De acuerdo, pero es solo por complacer y no se acostumbre! No es apropiado – él acepto con rostro angelical, que ella no creyó porque lo conocía muy bien.
Si bien su jefe no era un hombre deshonesto, sabía de buena fuente – o sea, ella misma – que era un hombre de artimañas para poder lograr sus propósitos. Alejandro del Toro derrochaba elegancia y desenvoltura, era todo lo que una mujer soñaba y deseaba. La gracia con la que se movía acentuaba su atractivo, además de ese corpachón que tenía lleno de musculo y bien formado, el cual le proporcionaba un aire aristocrático y distinguido aun cuando se trataba de hacer cualquier negocio o simplemente invitar a alguna mujer a cenar. Abrió la puerta del auto para ella sin dejar que el chofer lo hiciera, impidiéndoselo con un movimiento de la cabeza, Anna pasó primero y se acomodó en el asiento de una forma elegante y él disfrutó de lo provocativa que se le veía la falda y al sentarse erguida no pudo evitar perderse en la línea de sus pechos. Definitivamente ¡Margarita era un mujerón!
Nada más llegar al restaurante el dueño lo abordó cariñosamente y este le siguió con gusto la confianza ya que sus padres compartían historia, Anna se quedó a unos pasos rezagada y los hombres se abrazaron dándose unas palmadas en la espalda a modo de saludo.
— ¡Alejandro Del Toro, mi amigo! – una cámara se coló entre las mesas y los Magnates posaron para la fotografía que de seguro saldrá en primera plana mañana por la mañana.
— ¡Ramón, un placer verte y más aún disfrutar de tu comida! – esto último lo dijo en un susurro — No vengo muy a menudo porque aumentaría mucho de peso y a mi edad no es conveniente - expresó Alejandro con una sonrisa mientras el dueño del local se desternillaba de risa — Ramón – golpeó su pecho cariñosamente — Quiero que conozcas a esta hermosa mujer, es Anna Margarita, mi asistente – el hombre puso cara de asombro y extendió su mano hasta la mujer que sonreía evidentemente incómoda sin embargo le dedicó una sonrisa sincera y ella se relajó un poco.
Les terminó de dar la bienvenida y se dirigieron a la mesa, Alejandro colocó de nuevo la mano en la espalda baja de Anna, ella se estremeció y él se sintió ganador hasta que llegaron al encuentro con Alejandra y se fijó que quien la acompañaba era la mujer que entraba como el diablo en sus pesadillas: Marina Uzcátegui.
— ¡Papitooooo, gracias por venir! – el abrazo de su hija hizo que tropezara con Anna y esta casi cae despatarrada en el piso a no ser por un mesonero que lo impidió.
— ¡Mi Capullo, te quiero tanto! – la chica besó sin parar toda la cara de su padre, acción que le hizo reír, Ana se sostuvo del espaldar de la silla sobando su cadera — ¡Cariño! ¿qué hace Marina aquí? – ella sonrió mirándolo a través de sus pestañas.
— ¡Ella es mi amiga papi! ¿Qué hace la fursia contigo? – lo miró con un puchero.
— ¡Alejandra! – susurró el padre ante la grosería — ¡Jamás digas eso de nuevo, te lo prohíbo! – esta vez su tono subió un poco y se sentía malhumorado, la niña asintió y bajó la vista con arrepentimiento.
El Sr. Del Toro ayudó a sentar de nuevo a su hija y sacó la silla para que su asistente tomara asiento, el puesto de él quedó frente al demonio de sus pesadillas, sin embargo como es un caballero saludó formalmente.
— ¡Marina, que placer! – ella sonrió coqueta y él lo hizo por educación.
— ¿No pudiste dejar la marusa? – expresó la arpía sin dejar de inyectar su veneno.
— ¿Disculpa? – mascullo con la mandíbula apretada. Anna tocó su brazo y él lo ignoró a pesar del corrientazo que sintió — ¡Cuidadito Marina, no le faltes el respeto a mi invitada! – puso los ojos en blanco.
— ¡Invitada soy yo Alejandro, ella está de más aquí! – hervía de rabia, estaba a punto de ser un grosero cuando vio el rostro de su asistente suplicándole que se calmara. Lo cual hiz que respirara hondo y se lo pensara mejor.
— Cuando Ale llamó no tenía idea de que eras tú la amiga – observó a su hija con reproche — De haberme dicho no estaría aquí – la miró de frente y respiró profundo.
— Nunca pensé que te atrevieras a sacar a pasear a tu zorra – palmeó la mesa con fuerza y se levantó de súbito.
— ¡Alejandra, no me puedo quedar! – la niña lo miró ofendida, pero él sabía que era un teatrito — No soy quien a estas alturas para prohibirte nada, sin embargo sería una excelente idea depurar tu círculo de amistades – Marina ofendida decidió defenderse.
— ¡Ay Alejandro por favor! – subió su tono — ¡No hagas comparaciones, ella jamás estará a tu altura! Yo no soy mala influencia para tu hija – miró a la castaña con asco — En cambio esta es mala influencia para ti – el hombre cerró las manos en puños deseando estar en un lugar cerrado.
Anna Margarita Buendía respiró profundo y se levantó de la silla frente a seis pares de ojos con toda la elegancia que ese momento le dejó a su dignidad. Alejandro se levantó de un salto, avergonzado y buscando su rostro para disculparse y ella levantó su mano para acallar cualquier cosa que se dispusiera decir.
— ¿Sabe que Sra. Marina? – esta negó con una sonrisa maliciosa — ¡Váyase a la m****a usted y su puto dinero! – dijo con toda tranquilidad — Prefiero ser pobre y sin tener donde caer muerta a ser una arribista buscona y lame zapatos como usted – miró a su jefe y sonrió — Agradezco la invitación aunque desde el principio sabía que era una mala idea ¡Disfrutad de su almuerzo! – giró de manera elegante y caminó hacia la salida sin dejar de recibir miradas de los presentes, escuchó un golpe y volteó a ver cuando una mujer abofeteaba a su compañero por mirar su trasera, pidió al dueño que le consiguiera un taxi.
— ¡Margarita! – giró y negó con la cabeza — No me puedo quedar – se acercó a ella — No después de esto – dijo con los brazos abiertos y el rostro compungido.
La vergüenza lo azotaba con fuerza ya que la escena que se suscitó por parte de Marina le humilló y la mujer tuvo que responder a su ataque, sin embargo las dejó en el restaurante a ambas porque no resistió mantenerse cerca de esa mujer tan desagradable.
— ¿Dejó la niña con esa mujer? – asintió con labios apretados.
— ¿Qué puedo hacer Margarita? ¡ella no vive conmigo! – susurró cabizbajo con las manos en los bolsillos de su pantalón.
— ¡Pues trate de recuperarla! Y descuide, regresaré sola a la empresa – expresó decaída — Y por favor… mantengamos las distancias, no es apropiado irnos con ligerezas ¡jefe!
—¡Me fui de la cagada! – Confiesa a su amigo Carlos Andrade —la situación se me escapó y al parecer choqué de frente con la maldita pared – dice molesto antes de saborear el último trago al whisky que queda en el vaso y el hielo tintinea haciéndole cosquillas en los labios.—¡No entiendo! ¿Cómo se te ocurrió llevarla a ese almuerzo? – pregunta éste confundido.—¡Porque soy un idiota que aún piensa en su hija como una niña! – contesta a su amigo mientras este sube la mano llamando la atención de alguien, a quien reconoce como Humberto Larrazábal el Magnate hotelero.—¡Coño tío, pero que bien te ves! – expresa emocionado Alejandro, abrazando a su amigo que estuvo a punto de perder la vida. 
Anna Margarita salió de la empresa en su Peugeot 207 sport que aún no termina de pagar, pero es prácticamente lo que considera suyo, ya no entiende lo que quieren de ella y resopla enojada por la actitud tan extraña de su jefe ¿Qué problema tenía con ella? ¡La gente sufre todo el tiempo joder! Él lo tiene todo y no debería sufrir, aunque el divorcio o más bien el engaño de su ex esposa lo martirizó bastante. Bebió, se revolcó y tuvo mil caídas. Ella lo ayudó en lo que pudo tomando en cuenta su situación de casada y de pobreza por supuesto ¡ya estaba cansada de que le jodieran la vida! Se acabaron los hombres para ella.Sumida en sus pensamientos llega al frente de su casa en el barrio Amposta, al sur de Madrid, en el distrito de San Blas. Una zona no tan peligrosa, pero sí de cuidado, Anna había hecho buenas migas con l
—¡Joder! – su cuerpo cayó con un golpe seco sobre la cama, agotado por el esfuerzo físico del que fue objeto al pasar casi toda la noche teniendo sexo con esta chica atlética y vigorosa —¿Qué hora es? – escucha un gemido y luego un ronroneo. Sonríe —Por lo menos te di la talla hasta las… ¡oh mierda son las cuatro de la mañana – debía dormir un poco antes de irse a casa para salir al trabajo.La noche había estado tan movida y salvaje que no recordaba la última vez que había tenido un sexo tan bueno y satisfactorio, definitivamente esta chica sabía lo que era complacer al sexo opuesto de una manera primitiva y prosaica. Se sumió en un sueño profundo y placentero.Salió del baño cubierto con el albornoz a las siete con diez de la mañana, aún con su
—¡Buen día Margarita! – sus ojos se fueron detrás del culo más atractivo que nunca vio, su respiración se abarrotó en la garganta y su hombría despertó instantáneamente.La mujer saltó en el sitio asustada por la voz que no esperaba y casi cae al piso, se giró y lo miró inmóvil, se encontraba atontado, un poco alejado y… tembloroso.—¡Dios mío, buen día Sr. Del Toro, qué susto! – la vista del hombre cayó directo en el canalillo entre sus senos, no entendía cómo podía ser posible que estuviera tan buena y mucho menos entendía como se podía excitar después de la noche que tuvo con…< Mierda olvidé su nombre > Pensó.—¡Lo siento Margarita, no fue a prop&
Alejandro ingresó a la habitación de aquel hotel aspirando el aroma delicioso a hierbas aromáticas y sándalo, no era de sus aromas preferidos, pero había algo más delicioso en el ambiente, algo muy sensual que despertaba todos sus sentidos al darle un aire de seducción al sitio. María Elena salió del baño embutida en un camisón de seda transparente color negro, que le llegaba a los tobillos abierto a cada lado mostrando sus bellas piernas, debajo del cual había un precioso conjunto de lencería a juego en encajes, lo que la hacía lucir deliciosamente provocativa y sexy hasta más no poder.—¡Joder! – exclamó impresionado por lo hipnótico de la imagen.—¡Me alegra que te guste! – esa mujer no lo perdonaría en este momento y más aún cuando su cuerpo reaccionaba
A las seis con treinta y cinco de la tarde se encuentra Alejandro Del Toro esperando frente al edificio donde vive María Elena Castro con sus padres, un sitio de bien en una zona de excelente estatus social, llena de edificios de lujo y parques temáticos donde los niños tienen todo tipo de recreación y diversiones. Suspira recordando a su Capullo cuando era solo una bebé y dejaba su vida para darle el tiempo que ella necesitaba de él. Hoy en día es una copia de su madre y aunque ya no siente nada al respecto, su corazón sigue sin funcionar para el amor aunque no se niegue a ello.Mira el reloj y rueda los ojos por la tardanza de la chica. Decide llamarla, pero no contesta; no es amigo de la puntualidad y le desagrada esperar. En su familia siempre ha reinado la puntualidad y si comienza con este tipo de irresponsabilidades su madre no lo tomará en serio con esta chica. Resopla y decide irse cuando un
—¡Margarita! – ella atendió a la voz conocida y resonante de su jefe. Lo miró a los ojos por un momento y se fijó en el brillo que tenían, al igual que se fijó en como lo miraba la preciosa morena que caminaba detrás de él.—¡Sr. Del Toro, qué sorpresa! – Sonrió cortes, un tanto fría —¡Es un placer verle por acá! ¿Señorita? – el hombre giró y casi tira al piso la chica. Anna sintió un apretujón en el estómago y no entendía el por qué.—¡Ah! – Suspiró —Ella es María Elena Cortés…—¡Su novia! &
La gente se retiraba, ya eran más de las tres de la mañana y Alberto Del Toro decidió que era buena idea volver a casa. Ya habían cumplido con su deber de amigos con la familia Duque, pero su esposa se sentía agotada por el trasnocho y Juliana debía ir a la universidad al día siguiente.—Alejandro ¿te quedas? – su primogénito negó. Observó a Margarita cuchicheando con su hermana y la imaginó con una niña en los brazos un domingo de asado en su casa.< Mierda debo dejar de divagar. Pensó incomodo >—¡Me voy con ustedes papá, me quedo en casa para desayunar tortitas con beicon hechos por Eneida – sonrió consentido y su padre negó con la cabeza.—¡Anita, querida! – Anna fue directo a los brazos de Alberto y su hijo