El lunes llegó muy temprano a trabajar, arreglo todo lo concerniente a la reunión de la Federación de Pescadores, lo que es más una labor social que otra cosa. Aunque la empresa se lucraba a sí misma, existían muchos ejecutivos que invertían “una gotita marina” en ayudar a las personas que vivían de este trabajo. Ya arreglada la sala de conferencias, con las trece carpetas sobre la mesa y sus respectivas libretas y bolígrafos, se dedicó a preparar el café para llevarle el desayuno a su jefe como siempre, como todos los días. Preparó la bandeja y se dispuso a tomarla en sus manos hasta que escuchó el estruendo de la puerta, puso los ojos en blanco ya que supo al instante de quien se trataba.
Marina se presentó delante de ella con su vestido azul impecable de diseñador y sus zapatos altísimos de Dior. La miró con asco y so
Al mediodía Anna invitó a almorzar a su ingrata amiga que ni siquiera pasó por el apartamento a cambiarse de ropa y no tiene idea de dónde sacó la que llevaba puesta. —¿De quién es esa ropa Ali? – preguntó Anna observándola por encima del vaso de limonada que estaba saboreando, esta se encogió de hombros. —¡Ni idea amiga! Debe ser de algún de sus ligues usuales, pero me queda como un guante – Ana no aguantó y se rió a carcajadas —¿Qué? No podía llegar aquí con el mini vaquero y el top, además llegué sobre la hora – Anna negó sonriendo casi ahogada con la limonada. —Te dormirías muy tarde, ni siquiera te vi ayer – le riñó. —Juraba que te habías quedado con Rixio – la castaña abrió tanto los ojos que pensó se le saldrían de las órbitas. —¡Claro que no Alicia! Es un niño – le espetó escandalizada. —¿Hasta cuá
Observó a Anna recostado al marco de la puerta, no le permitió a Alicia llevársela a su casa. Su cama gigante era mucho más cómoda y de ese modo él podría mantenerse al pendiente. Su teléfono no ha dejado de sonar ya que su padre se enteró de la paliza que le propinó al sinvergüenza de Marcel y necesita hablar con la policía, no puede dejar ese acto impune.—¡Papá! – contestó con un gruñido, no quería hablar. Solo quería tumbarse al lado de ella para cuidarla y cubrirla de mimos —Me encuentro en el ático, Margarita está… aquí, con Alicia. Me doy un cambio de ropa y nos vemos en la casa – ni siquiera se preocupó de escucharlo, colgó y se internó en el baño de huéspedes.—¿Alejandro? – La chica llam&o
Alejandro respira profundo antes de marcar el código para ingresar al ático donde tiene prácticamente secuestrada a su asistente y a la secretaria de la misma. Compró chocolates, galletas y unas flores. Algunos otros dulces, después de haber investigado por internet como amansar las fieras más antiguas de la humanidad: las mujeres.Margarita va a asesinarlo lentamente por haberle hecho esto, dejarla encerrada con Alicia y sin posibilidad de salir ya que ni siquiera les dejó escrito el código. Resopla, ahora su plan no se veía tan bien como al principio. Observa la bolsa con la cantidad ridícula de chocolates que compró, las rosas rojas, blancas y amarillas ahora se ven pálidas. Tenía que haber hablado con ella, debió pedirle que se quedara y luego ser un macho para confesarle que…—¿Qué vas a confesarle macho? &n
Miró el techo, gimió arrepentida por haberlo tratado tan despectivamente. Siempre había sido una mujer inteligente y llena de energía, quizás su autoestima estaba un poco estrangulada, pero lo que si tenía en cuenta y sabía de sobra era que Alejandro Del Toro no era un sinvergüenza. No podía negar que se sentía muy cómoda, pero claro, ha trabajado para él por veinte años, lo vio en una situación confusa, embarazosa y muy triste cuando sucedió lo de su esposa, ella estuvo ahí levantándolo cuando se caía de la borrachera y cuando se sentía tan triste que no deseaba ni hablar. Esos días fueron duros.Y ahora ella con su frustración y dolor por haber sido engañada lo lastimó, ahora no puede dormir porque necesita disculparse. Se siente como una mala persona ya que él es su jefe y lo ha juzgado como si n
Anna se giró, en la perfecta cama mullida y deliciosa, la recibieron unos brazos fuertes, además de un suculento aroma a hombre que atavió sus fosas nasales, con lo que se deleitó por cierto. Unas grandes manos se deslizaron por la parte de atrás de sus muslos haciendo estremecer su cuerpo y las delicadas yemas de unos dedos acariciaron su piel deslizando la camisa hasta que ella levantó los brazos sobre su cabeza para retirarla con facilidad, se encontraba extasiada. Solo con el aroma que despedía este hombre tenía para excitarse al máximo. Se sentía húmeda en su entrepierna y una punzada de dolor se le reflejaba ahí mismo.Alejandro la miraba hambriento, ávido del deseo que sentía por esa ella, lo enloquecía. Quería disfrutarla poco a poco, pero su cuerpo traicionero la necesitaba más de lo que creía.—&
Se estiró sintiendo un dolor delicioso en la entrepierna y en los músculos de todo el cuerpo. Así se sentía: dolorida y deliciosa.—¡Joder, ese hombre es… un semental! – tomando en cuenta que no tenía con que compararlo porque simplemente no tenía comparación, sonrió al techo y mordió su labio inferior.Después de dos sesiones m&
Llegados a este punto no tenía idea si Anna quería estar con él o solo estaba descubriendo su sexualidad de nuevo.—¡Joder! ¿Dónde estaba yo hace cuatro años? Que esta mujer se encuentra sedienta de sexo – hizo el comentario en voz alta, mientras la miraba recostado al marco de la puerta —Me está volviendo loco – sonrió negando con la cabeza.El pitido del ascensor llamó su atención y apareció el chico del supermercado que traía su pedido, decidió que cocinaría para ella, ya que esta mañana no desayunó y se sentía culpable por eso. Recibió el encargo y pago al mensajero. Se puso manos a la obra, sacó la carne del refri y lavó todas las verduras y legumbres que iba a utilizar en su estofado, el cual acompañaría con puré de patatas y una ensala
Al Toro de Madrid literalmente le estaba saliendo humo de la nariz. Anna dio un paso atrás mientras este se restregaba la cara con exasperación.< Ese hijo de puta esta aliado con la morena, eso es un hecho > pensó con rabia.—¿Y lo vas a matar por? – lo miró antes de sonreír por lo que le parecía una payasada —Deberías deshacer tu noviazgo con “María Elena” en lugar de estar pensando en matar a nadie, ella si me preocupa – dijo con voz calmada —Las mujeres solemos ser imprudentes a la hora de un engaño Alejandro de Jesús – la miró a los ojos y sonrió ladeado.—¡Así me dice mi madre por qué me ama! – Sonrió malicioso —¿me amas Margarita? – ella puso los ojos en blanco.&m