Llegados a este punto no tenía idea si Anna quería estar con él o solo estaba descubriendo su sexualidad de nuevo.
— ¡Joder! ¿Dónde estaba yo hace cuatro años? Que esta mujer se encuentra sedienta de sexo – hizo el comentario en voz alta, mientras la miraba recostado al marco de la puerta — Me está volviendo loco – sonrió negando con la cabeza.
El pitido del ascensor llamó su atención y apareció el chico del supermercado que traía su pedido, decidió que cocinaría para ella, ya que esta mañana no desayunó y se sentía culpable por eso. Recibió el encargo y pago al mensajero. Se puso manos a la obra, sacó la carne del refri y lavó todas las verduras y legumbres que iba a utilizar en su estofado, el cual acompañaría con puré de patatas y una ensala
Al Toro de Madrid literalmente le estaba saliendo humo de la nariz. Anna dio un paso atrás mientras este se restregaba la cara con exasperación.< Ese hijo de puta esta aliado con la morena, eso es un hecho > pensó con rabia.—¿Y lo vas a matar por? – lo miró antes de sonreír por lo que le parecía una payasada —Deberías deshacer tu noviazgo con “María Elena” en lugar de estar pensando en matar a nadie, ella si me preocupa – dijo con voz calmada —Las mujeres solemos ser imprudentes a la hora de un engaño Alejandro de Jesús – la miró a los ojos y sonrió ladeado.—¡Así me dice mi madre por qué me ama! – Sonrió malicioso —¿me amas Margarita? – ella puso los ojos en blanco.&m
Estaba enojada con él, no había querido decirle nada de nada. Sin embargo la ropa, los zapatos e incluso la lencería le quedaba perfecta. Siempre la desconcertaba y la enojaba, pero terminaba con una sonrisa bobalicona en el rostro. Era posesivo, berrinchudo y mandón. Sin embargo, su dulzura la derretía y todos los detalles que tenía con ella además de protector y muy atento. El hombre perfecto.—¡No le des más vueltas mujer! – le hizo un mohín y él sonrió.Su mano derecha se mantenía en la espalda baja de Anna y el cuerpo de ella temblaba por la anticipación de estar en este restaurante que, aunque había estado muchas veces, nunca lo había hecho de noche, ni como invitada. La actitud posesiva de Alejandro la desconcertaba, ella era su asistente; todo el mundo la conocía como tal, incluso la chica que cumpl&
Ella se irguió como un resorte y sus ojos se llenaron de miedo a lo que pudiese pasar.—¡No, no, no Margarita vamos a resolverlo! – asintió con el labio mordido para no llorar.—¡Llama a Amanda! – se le escapó un sollozo.—Sí, claro – corrió a la sala por su celular y marcó —¿Mandy?... ¡hola cariño! – su respiración no le permitía hablar, ella le pidió el teléfono y luego se dio cuenta de que no podía y negó —Nena, yo… eh… acabo de tener sexo sin condón y la chica no se cuida – escuchó atento —Si… yo… ella… si es importante, es Margarita – Anna se tapó la boca y cayó falsamente desmayada en la cama, escuchó su risa —¡Esto&hellip
La mañana se fue en un abrir y cerrar de ojos, eran las once cuando recibió la llamada de su amiga y ésta le hizo varios reclamos. Su teléfono había estado apagado por tres días y ella no lo había puesto a cargar, fue Alejandro quien lo hizo y lo dejó también sobre la encimera ya encendido, incluso, se mensajearon en dos ocasiones. La primera para decirle que Lucas la llevaría – cosa que ya sabía – y la segunda para quedar en almorzar en El Patio de Atocha, uno de los lugares más exclusivos de Madrid en el centro. A regañadientes aceptó porque no se sentía con el atuendo adecuado, aun cuando había escogido un vestido ceñido al cuerpo, color rosa palo, con cuello en uve y apenas un asomo de mangas; llegaba a las rodillas. Lo combinó con unas plataformas del mismo color.¿Quién le habrá dicho a él que
Llegaron al ático y su teléfono no cesaba de sonar con advertencias de Google y otras redes como Twitter y Facebook. Todos y cada uno con el video del momento exacto cuando golpeó al imbécil. Lanzó la chaqueta al respaldo de un sillón y entró directamente a su estudio para tomar la llamada de su padre.—Papá…Solo dijo esa palabra mientras servía con la mano derecha un trago de whisky.—¡Alejandro! ¿Qué pasa contigo? ¡Por Dios! – Dijo su padre escandalizado —¡Nunca me habías dado problemas! Siempre fuiste un niño bueno, un joven tranquilo y te convertiste en un hombre intachable ¿Qué pasa hijo? ¡Cuéntale a tu padre! – se le caía la cara de vergüenza, reprodujo el video y solo se ve él golpeando al sujeto.&n
—¡Lo siento, por favor perdona! – sollozó de nuevo.—¡Perdóname tu a mí mi amor perdí… los estribos yo… no quiero que llores! – necesitaba encontrar las palabras correctas y luchaba con su cabeza echa un lío —¿Puedes esperarme en el auto? – Ella lo miró sin entender —¡No voy a obligarte a entrar! Me rehúso a ser un gilipollas malnacido como Marco Antonio – Tomó su rostro entre sus manos tan sutilmente que la abrumó y cerró los ojos —No voy a lastimarte, hablaré con ellos y lo comprenderán todo. Te aman y se… que lo harán – ella negó —¡Margarita mi amor, no te quiero obligar a nada! Necesito que todo entre nosotros fluya naturalmente – se paró en las puntas de los pies y besó sus labios, si
—¡Hola! – Ella se levantó y él la abrazó —¿Todo está bien Alejandro? – se obligó a preguntar sintiendo la tensión en cada músculo de su cuerpo. —¡Claro que sí mi amor! – Besó su nariz —Todo está bien – ella se retiró para mirarlo a los ojos y negó. —¡Algo sucede, pero no me lo dirás en este momento! ¿Cierto? – Afirmó con la cabeza —Está bien, esperaré entonces – sonrió tensa —sin mentiras ¿recuerdas? – afirmó de nuevo. —¡Tórtolos, el almuerzo está servido! – anunció Juliana. Durante el almuerzo, la actitud de Alejandro cambió por completo, lo que le hizo reconocer que su preocupación era algo exagerada. Se dedicó a disfrutar del momento entre risas y anécdotas de su niñez donde a veces éste le hacía reclamos por contarlas, su jovialidad y sonrisa natural habían vuelto desde que se sentó a la mesa para disfrutar de un merecido almuerzo familiar c
Las piernas de la castaña amenazaron con dejar de sostenerla, su cuerpo temblaba copiosamente y dudaba que fuese por el frío de la lluvia aunque el invierno ya estaba llegando, giró poco a poco y vio a Alejandro pegado a la reja gritando, pero no escuchaba nada dado el zumbido de sus oídos. Su mente solo reproducía sus últimas palabras “María Elena está embarazada”. Se acercó a la verja sin llegar a tocarlo, sus lágrimas se confundían con las gotas de lluvia, su novio temblaba por el frio y en ese momento solo podía pensar en protegerlo en abrazarlo para darle el calor que necesitaba, sus ojos enrojecidos lo hacían ver vulnerable y frágil. Tenía miedo. Ella lo sabía.—¡Rixio! – llamó al portero.—¡Esa criatura no es mía mi amor te lo juro! Pero no puedo permitirle