La mañana se fue en un abrir y cerrar de ojos, eran las once cuando recibió la llamada de su amiga y ésta le hizo varios reclamos. Su teléfono había estado apagado por tres días y ella no lo había puesto a cargar, fue Alejandro quien lo hizo y lo dejó también sobre la encimera ya encendido, incluso, se mensajearon en dos ocasiones. La primera para decirle que Lucas la llevaría – cosa que ya sabía – y la segunda para quedar en almorzar en El Patio de Atocha, uno de los lugares más exclusivos de Madrid en el centro. A regañadientes aceptó porque no se sentía con el atuendo adecuado, aun cuando había escogido un vestido ceñido al cuerpo, color rosa palo, con cuello en uve y apenas un asomo de mangas; llegaba a las rodillas. Lo combinó con unas plataformas del mismo color.
¿Quién le habrá dicho a él que
Llegaron al ático y su teléfono no cesaba de sonar con advertencias de Google y otras redes como Twitter y Facebook. Todos y cada uno con el video del momento exacto cuando golpeó al imbécil. Lanzó la chaqueta al respaldo de un sillón y entró directamente a su estudio para tomar la llamada de su padre.—Papá…Solo dijo esa palabra mientras servía con la mano derecha un trago de whisky.—¡Alejandro! ¿Qué pasa contigo? ¡Por Dios! – Dijo su padre escandalizado —¡Nunca me habías dado problemas! Siempre fuiste un niño bueno, un joven tranquilo y te convertiste en un hombre intachable ¿Qué pasa hijo? ¡Cuéntale a tu padre! – se le caía la cara de vergüenza, reprodujo el video y solo se ve él golpeando al sujeto.&n
—¡Lo siento, por favor perdona! – sollozó de nuevo.—¡Perdóname tu a mí mi amor perdí… los estribos yo… no quiero que llores! – necesitaba encontrar las palabras correctas y luchaba con su cabeza echa un lío —¿Puedes esperarme en el auto? – Ella lo miró sin entender —¡No voy a obligarte a entrar! Me rehúso a ser un gilipollas malnacido como Marco Antonio – Tomó su rostro entre sus manos tan sutilmente que la abrumó y cerró los ojos —No voy a lastimarte, hablaré con ellos y lo comprenderán todo. Te aman y se… que lo harán – ella negó —¡Margarita mi amor, no te quiero obligar a nada! Necesito que todo entre nosotros fluya naturalmente – se paró en las puntas de los pies y besó sus labios, si
—¡Hola! – Ella se levantó y él la abrazó —¿Todo está bien Alejandro? – se obligó a preguntar sintiendo la tensión en cada músculo de su cuerpo. —¡Claro que sí mi amor! – Besó su nariz —Todo está bien – ella se retiró para mirarlo a los ojos y negó. —¡Algo sucede, pero no me lo dirás en este momento! ¿Cierto? – Afirmó con la cabeza —Está bien, esperaré entonces – sonrió tensa —sin mentiras ¿recuerdas? – afirmó de nuevo. —¡Tórtolos, el almuerzo está servido! – anunció Juliana. Durante el almuerzo, la actitud de Alejandro cambió por completo, lo que le hizo reconocer que su preocupación era algo exagerada. Se dedicó a disfrutar del momento entre risas y anécdotas de su niñez donde a veces éste le hacía reclamos por contarlas, su jovialidad y sonrisa natural habían vuelto desde que se sentó a la mesa para disfrutar de un merecido almuerzo familiar c
Las piernas de la castaña amenazaron con dejar de sostenerla, su cuerpo temblaba copiosamente y dudaba que fuese por el frío de la lluvia aunque el invierno ya estaba llegando, giró poco a poco y vio a Alejandro pegado a la reja gritando, pero no escuchaba nada dado el zumbido de sus oídos. Su mente solo reproducía sus últimas palabras “María Elena está embarazada”. Se acercó a la verja sin llegar a tocarlo, sus lágrimas se confundían con las gotas de lluvia, su novio temblaba por el frio y en ese momento solo podía pensar en protegerlo en abrazarlo para darle el calor que necesitaba, sus ojos enrojecidos lo hacían ver vulnerable y frágil. Tenía miedo. Ella lo sabía.—¡Rixio! – llamó al portero.—¡Esa criatura no es mía mi amor te lo juro! Pero no puedo permitirle
—¡Te lo advierto Emiro, las cosas pueden ponerse feas con Dionisio si descubro algún tipo de complicidad con María Elena! – El hombre se encontraba pegado a su sillón sin poder hablar o moverse ante el argumento de Alejandro —Necesito saber dónde está.—Alejandro, estoy avergonzado, pero no tengo idea de lo que hablas, Dionisio se encuentra en su casa o quizás en cualquier cama, no lo sé – dijo nervioso.—Entonces no creo que te importe si lo espero ¿no? – el hombre negó asustado.—¡Claro que no! – No era un hombre de amenazas, pero si Dionisio se encontraba detrás de esto lo iba a pagar —¿Quieres tomar algo, un café por ejemplo? – asintió.Emiro siempre ha sido un gran hombre, solo que su hij
—¡Con permiso! – Alejandro se levantó y tiró del brazo de su asistente bastante enojado —¿Qué coño estás haciendo Margarita? – Ella lo miró con ojos achinados mientras cerraba la puerta de la sala de juntas —¿Qué demonios te pasa? – se cruzó de brazos.—¿Qué coño hace él aquí? – Levantó las cejas ante su cabreo —Él era parte de su patraña ¿Qué te pasa a ti Alejandro? – Tiró de su codo y la dirigió a los aseos —¡Suéltame! ¿Qué haces? – ingresó con ella y echo el pestillo.—¡Primero, mala elección de vestido! Eres una total distracción para esos descarados – llevaba un vestido de mangas tres cuartos color beig
La rueda de prensa se dio lugar en el salón de conferencias de la empresa y se encontraba abarrotado de representantes de los medios, nacionales e internacionales. La mayoría eran mujeres, bellas, elegantes y resbalosas según la perspectiva de Anna. Estaba malhumorada, celosa y desencajada por el trabajo y la cantidad de especulaciones que se hacían de su persona acusándola de meterse en medio del romance novelístico entre Alejandro y María Elena.—¡Todo es la misma mierda amiga, no les prestes atención! – su humor no se suavizaba y el que tuviese un aleteo de abejas en el estómago no ayudaba.—¡Quiero que esto termine de una vez, que se sepa de una vez! – su voz fue un susurro.—¡Vamos ya estás lista y preciosa! Debes estar a su lado – Alicia guardó el maquillaje y las cosa
—¡Cariño, me alegra que hayas llegado! – su madre lo abrazó y besó en la mejilla.—¿Qué hace esta gente aquí mamá? ¿Quién los llamó? – Alicia se acercó y Alex la miró a los ojos.—Fue esa mujer, les informó que Anna estaba aquí y a los reporteros – este suspiró y sacudió la cabeza.La madre de Anna, Estela Buendía era una mujer con un amplio sentido de la moneda. Siempre vio a su hija como una transacción y pensó que con Marco Antonio estaría a nivel de las riquezas que siempre soñó, al equivocarse ya no había tiempo de recapacita y por es