— ¡Con permiso! – Alejandro se levantó y tiró del brazo de su asistente bastante enojado — ¿Qué coño estás haciendo Margarita? – Ella lo miró con ojos achinados mientras cerraba la puerta de la sala de juntas — ¿Qué demonios te pasa? – se cruzó de brazos.
— ¿Qué coño hace él aquí? – Levantó las cejas ante su cabreo — Él era parte de su patraña ¿Qué te pasa a ti Alejandro? – Tiró de su codo y la dirigió a los aseos — ¡Suéltame! ¿Qué haces? – ingresó con ella y echo el pestillo.
— ¡Primero, mala elección de vestido! Eres una total distracción para esos descarados – llevaba un vestido de mangas tres cuartos color beig
La rueda de prensa se dio lugar en el salón de conferencias de la empresa y se encontraba abarrotado de representantes de los medios, nacionales e internacionales. La mayoría eran mujeres, bellas, elegantes y resbalosas según la perspectiva de Anna. Estaba malhumorada, celosa y desencajada por el trabajo y la cantidad de especulaciones que se hacían de su persona acusándola de meterse en medio del romance novelístico entre Alejandro y María Elena.—¡Todo es la misma mierda amiga, no les prestes atención! – su humor no se suavizaba y el que tuviese un aleteo de abejas en el estómago no ayudaba.—¡Quiero que esto termine de una vez, que se sepa de una vez! – su voz fue un susurro.—¡Vamos ya estás lista y preciosa! Debes estar a su lado – Alicia guardó el maquillaje y las cosa
—¡Cariño, me alegra que hayas llegado! – su madre lo abrazó y besó en la mejilla.—¿Qué hace esta gente aquí mamá? ¿Quién los llamó? – Alicia se acercó y Alex la miró a los ojos.—Fue esa mujer, les informó que Anna estaba aquí y a los reporteros – este suspiró y sacudió la cabeza.La madre de Anna, Estela Buendía era una mujer con un amplio sentido de la moneda. Siempre vio a su hija como una transacción y pensó que con Marco Antonio estaría a nivel de las riquezas que siempre soñó, al equivocarse ya no había tiempo de recapacita y por es
Por orden del médico debía estar tranquila y sin presiones, decidió que en la Mansión estaría acompañada y bien atendida, le preguntó si deseaba que contratara una enfermera y ella puso los ojos en blanco negándose en rotundo, él resopló enojado, pero n quiso llevarle la contraria para no incordiarla. Carlos dijo claramente que debía descansar y no sería él quien la haría rabiar, además tenía mil cosas que hacer; mandó a redactar el documento del divorcio a su grupo de abogados – ahora con Dionisio en el equipo – para enviárselo a Marco Antonio, también decidió que por haberse comportado en estas últimas dos semanas le enviará una bonificación que espera no se le vaya a la cabeza.No ha sabido nada de María Elena, espera que se haya retractado de su tontería. Han pasado ya casi
Anna se encontraba en la enorme cocina de la Mansión y estaba contenta de poder preparar la cena. La boloñesa le quedó exquisita y su futura suegra la elogió por ello, se disponía a encender de nuevo el fogón para ubicar la olla con el agua de la pasta cuando escuchó la voz de su novio desde lejos. Su respiración entrecortada y el pulso enloquecido eran síntomas de que se encontraba muy cerca, siempre lo sentía antes de que apareciera en su campo de visión ya que su presencia era poderosamente atrayente para ella. Sostenía el paquete de pasta entre las manos cuando sintió su cuerpo pegado a la espalda y luego sus manos abrazar su cintura dirigiéndose hacia el vientre que ya con doce semanas se empezaba a notar un pequeño bulto.—¡Hola, huele delicioso por aquí! – Alex depositó un húmedo beso detrás de
Al llegar a la empresa ya los reporteros han menguad en su insistencia, ya no hay noticias nuevas y el interés cayó ya que no hubo más inconveniente.—¡Alejandro, aquí tienes las copias del divorcio de Anna! – comunicó Alicia al verlo llegar.—¡Gracias Alicia! – trató de ser cordial. Ella solo sonrió.No le agradaba esa mujer, pero era amiga de Anna y tendría que aguantárselo. Decidió que sacaría de su cabeza la paranoia divirtiéndose un poco con el idiota de Marco Antonio ya que le llevaría el documento del divorcio él mismo para que se enterara de una vez por todas quien era Alejandro Del Toro. Se tomó el café que le trajo Alicia y estaba asqueroso por cierto, lo dejó pasar porque una vez más se dijo que era amiga de su mujer.
—¡Te expusiste! – Cubrió su rostro con las manos —No lo hagas, no quiero que lo hagas ¡tengo miedo! – Alejandro abraza con fuerza a Anna que llora desconsolada ante la sola mención de su pistola. —¡Mi amor todo está bien, el sujeto ni siquiera supo en lo que se metió! – levanto su rostro entre las manos y besó sus carnosos labios. —¡Pero me mentiste! – él negó —¡Si lo hiciste! Dijiste que no te pondrías en peligro y… lo hiciste y yo… tengo miedo – sus palabras lo conmueven de una manera que su corazón se hincha. —¡Margarita! Sabes que nunca haría nada para lastimarte, eres el amor de mi vida – besó de nuevo sus labios y ella abrazó su cuello escondiendo la cara en su pecho sin poder dejar de llorar. El Toro de Madrid hizo un esfuerzo sobre humano para no llorar también, esa mujer lo hace fuerte, pero también es su debilidad en cuanto a sentimientos y emocio
—¡No quiero entrar en ese maldito apartamento! – dijo Alejandro Del Toro con los puños y la mandíbula apretada.—¡Jefe, esa fue su condición! – Refirió Andrés —Hacerlo de otro modo es exponerla a los medios y caerán personas importantes y hasta usted mismo por la fuerza de la gravedad.—¡Tiene que haber otra forma, no sé qué me puedo encontrar allá! – por primera vez en su vida el riesgo lo asustaba porque Anna estaba en medio.—¿Entonces cuál es el plan? – pregunta Juan.—Ninguno niño, no hay otro. Hay que seguir – expuso resignado —¡Lucas, dame un arma! – exigió a su Jefe de Seguridad.—¡Alejandro! Yo creo…
El Toro de Madrid salió del apartamento y al llegar al ascensor esperó unos segundos para calmarse. Se sentía agobiado por tanto veneno, no entendía como esa chica con tan bellos atributos podía simplemente… ser una delincuente, no le interesaba ella, pero casi se lo lleva por delante con su maldad y su falta de conciencia. Agradecía a Dios haber encontrado a Anna, ella era una buena mujer y lo amaba, ella se lo había demostrado siempre. Su teléfono sonó, era el “pequeño Juan”, respondió al instante.—¡Pequeñín! – dijo aun con voz temblorosa.—¡Jefe, la jefa está aquí! Quiere entrar – se puso las manos en la cabeza exasperado y miró al cielo.< ¡Jesús, esta mujer va a matarme, la voy a azotar fuertemente! > pensó sacudi