19.-

Anna se giró, en la perfecta cama mullida y deliciosa, la recibieron unos brazos fuertes, además de un suculento aroma a hombre que atavió sus fosas nasales, con lo que se deleitó por cierto. Unas grandes manos se deslizaron por la parte de atrás de sus muslos haciendo estremecer su cuerpo y las delicadas yemas de unos dedos acariciaron su piel deslizando la camisa hasta que ella levantó los brazos sobre su cabeza para retirarla con facilidad, se encontraba extasiada. Solo con el aroma que despedía este hombre tenía para excitarse al máximo. Se sentía húmeda en su entrepierna y una punzada de dolor se le reflejaba ahí mismo.

Alejandro la miraba hambriento, ávido del deseo que sentía por esa ella, lo enloquecía. Quería disfrutarla poco a poco, pero su cuerpo traicionero la necesitaba más de lo que creía.

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