Capitulo 2

Margaret no alcanzaba a comprender lo que pasaba, aun cuando entendía el significado de sus palabras. 

—¿Cómo...? —deseo poder comprender, pues no encontraba forma posible en que su abuelo pudiera obligar a un hombre como él a hacer algo que no deseaba.

—El motivo no importa ahora, solo basta decir que estoy bajo su control; que ha encontrado la forma de obligarme a hacer lo que quiera y que lo que desea es que me case con usted —reconoció.

—No quiero eso, no pienso atar mi vida a la tuya —continuó sin reparo alguno.

—¿Entonces cancelará esta boda? —preguntó con la esperanza de que fuera de ese modo.

—No, lo que quiero es que lo haga usted —reveló para su mayor sorpresa. 

—¿Yo...? —quiso asegurarse de que era lo que decía.

—Thomas me tiene justo en la palma de su mano, pero tú situación es muy diferente. Eres su nieta, tienes opciones; puedes negarte si así lo deseas y estarás bien. Solo te pido que nos saques a ambos de esta situación —le dijo volviendo su trato hacia ella mucho más familiar, mismo que no le pasó desapercibido, al igual que no lo hizo lo que pedía. 

Margaret hubiese deseado que aquella fuera la verdad, que tenía esa opción; pero lo cierto es que su situación era quizás incluso peor que la suya.

— ¿En verdad crees eso?

—Por supuesto, niégate a este matrimonio y te daré lo que desees —ofreció con confianza. 

—¿Hablas en serio? —le cuestionó, pues aquella podría ser la salida que tanto había deseado.

Tan solo necesitaba un poco de ayuda, pues sabía que una vez la obtuviera podría ser libre al fin del yugo de Thomas. 

—Por supuesto. No te presentes siquiera a esta farsa, yo mismo le diré a todo el mundo que has cambiado de opinión, que me has dejado plantado y ambos seremos libres. ¿Aceptas? — pregunto con la profunda esperanza de que lo hiciese y es que eso sin duda era lo mejor que podría pasarle.

—Sí —respondió luego de pensarlo por un momento y es que, aunque aquel plan resultara un tanto peligroso, era lo mejor que podía hacer.

—Muy bien, entonces saldré antes de que alguien me vea aquí. Búscame cuando estés lista, cumpliré con mi palabra y te daré lo que desees —afirmo de camino hacia la puerta. 

Presente

Margaret por su parte se sentía terriblemente nerviosa y culpable, pues había deseado más que nada poder cumplir con el trato que tenía con Lucas. Quería decirle que lo sentía mucho; pero no podía, no sintiendo a su abuelo solo un par de pasos atrás suyo y sobre todo el dolor sordo en su rostro. 

No era tan valiente como para enfrentarle, nunca lo había sido y eso lo sabía muy bien, por lo cual solo le restaba continuar. Lo conocía lo suficientemente bien como para saber que sería capaz de cumplir con su amenaza y no pensaba dejar que lo hiciera.

Lo cierto es que ninguno de los dos fue consciente de las palabras pronunciadas por el juez. Llegado el momento ambos dijeron que si y firmaron el acta sin otra opción. 

Luego de eso, solo resto un pequeño brindis para celebrar su unión; en el cual Lucas bebió un trago tras otro. Lo hizo deseando poder olvidar al menos por un momento lo que vivía y es que esa parecía ser su única salida. 

Margaret aunque nerviosa, se le acercó deseando poder hablar con él; intentar explicar el motivo que tuvo para incumplir el trato. Esperaba decirle que se encontraba tan obligada a aquel matrimonio como él lo estaba o incluso más. Deseaba que lo entendiese, que perdonase su cobardía. 

—¿Podemos hablar un momento? —le cuestionó entre temerosa y esperanzada porque fuera así.

—No, ahora mismo no deseo escuchar tu voz. Solo aléjate de mí —ordenó, terminándose de una vez la copa que tenía en sus manos para dirigirse al otro extremo del salón. 

Algunas horas después tenía su maleta lista para marcharse, a donde sea que fuesen; cuando de pronto su abuelo se le acercó. 

—Permíteme un momento para despedirme de mi nieta —le pidió a Lucas, quien para ese momento estaba más bien completamente ebrio.

—Claro, estaré en el auto —accedió, mientras se alejaba tambaleante.

Thomas entonces se acercó a Margaret, lo suficiente como para que nadie pudiera escuchar lo que tenía para decirle. 

—Ni se te ocurra decirle una palabra a Lucas sobre lo ocurrido. No le dirás la forma en que te amenazó; guardaras en secreto todo eso si es que deseas que tu madre esté sana y salva, ¿entiendes? —le intimido una vez más, lo cual era más que innecesario 

—Sí, lo entiendo —acepto con dolor y es que le enfurecía darse cuenta de lo mucho que le conocía o quizá de lo fácil de leer que era; lo que hizo que un par de lágrimas escapasen de sus ojos. 

—Cuando salgas de aquí, recuerda que es gracias a mi caridad que has tenido todos estos años comida en tu mesa y un techo sobre tu cabeza; porque de lo contrario, no habrías podido sobrevivir. Después de todo, solo eres una inútil sin remedio— le recordó, lo mismo que había escuchado desde que era muy pequeña y que con el tiempo había aprendido a creer.

 —Se buena chica y obedece —le ordeno mientras golpeaba con suavidad su mejilla ya herida, mismo que le hizo recordar.

4 horas atrás…

Margaret apenas podía creer lo que estaba pasando, una salida se le acababa de presentar por sí misma. Era casi un sueño y es que cuando se creía perdida, de pronto ocurrió algo que lo cambió todo. 

Una sonrisa pronto apareció en sus labios y es que la ayuda de Lucas era lo único que necesitaba para escapar del control de su abuelo. 

Se dio la vuelta entonces con rapidez para tomar su bolsa y disponerse a salir de aquella casa tan rápido como pudiera. Contrario a lo que Lucas parecía pensar, no podía simplemente ir donde su abuelo y decirle que no podía casarse con él; hacerlo sería simplemente una estupidez de su parte y sobre todo una condena. 

Por ende, su mejor opción para cumplir con el trato que tenía con Lucas era salir huyendo; esconderse hasta poder hablar con él. Después de todo, sin novia no había boda e incluso su abuelo no podía cambiar ese hecho. 

Para su desgracia; apenas volteó a la puerta para escapar, se encontró de frente con su abuelo. Tal visión lo cual le aterrorizó hasta lo más profundo, se sintió paralizada justo en su lugar.

—¿A dónde vas? —le cuestionó con aparente calma, pero ella no se dejaba engañar por eso. 

—Yo iba a... —pretendía explicarse, idear una mentira para distraerlo.

Para su desgracia no pudo emitir ni media palabra más, cuando vio como Thomas levantaba la mano con rapidez. Ocurrió solo un segundo antes de que le golpeara el rostro con tanta fuerza que la tiró al piso, dejándola aturdida y terriblemente dolorida.  

—No permitiré que arruines esto por ningún motivo, ¿me escuchaste bien? —le cuestionó mientras se agachaba a su lado para verla directo a la cara, tomándola por la barbilla con firmeza para que le viera directo a los ojos. 

—Te casarás con Lucas y ya que tu vida no parece importarte mucho, entonces te digo esto; me encargaré de destruir a tu madre. Haré de su vida un infierno, are que desee estar muerta —le amenazó con crueldad.

—Se lo suplico, no haga eso —rogo en verdad aterrada, pues le sabía perfectamente capaz de hacerlo.

—No tengo por qué hacerlo. Bien puedo olvidarme siquiera de que existe y todo lo que tienes que hacer a cambio es decir que sí —reconoció. 

—Él no lo desea —revelo en un intento probablemente vano de salvarse.

—No me importa lo que él o tú quieran, aras esto o te atendrás a las consecuencias —afirmo poniéndose en pie para verla desde arriba, desde una posición de poder.

—Ahora levántate y ponte presentable. Cubre tu cara con algo de maquillaje, que no deseamos que nadie se dé cuenta de lo que pasó —le aconsejo.

—Regresaré por ti en unos minutos y más vale que estés lista para ese momento —advirtió de forma severa.

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