Capitulo 6

Presente…

Margaret era perfectamente consciente de lo alterado que se encontraba, de la clase de furia que lo embargaba. La verdad es que ella no se encontraba feliz con la noticia de aquel matrimonio; mas no por eso pretendía hacérselo pagar a él, no sería justo y deseaba que lo viese de igual modo.

—Cálmate, estás ebrio —intento tranquilizarlo y es que parecía tan alterado que no pudo evitar sentirse aterrada; más también le llevó a entender su motivación, el punto débil que su abuelo había encontrado en él.  

—Justo eso es lo único que ha evitado que cometa alguna clase de locura, así que mejor da gracias que estoy borracho —le aconsejo, terminándose de una vez el trago para arrojar el vaso a un lado.

Cuando este se estrelló contra el suelo esparció vidrios por todos lados, causando un fuerte estruendo. Aquello le asustó mucho, llevándole a recordar uno de los muchos arranques de su abuelo. En la mayoría de los cuales solía resultar herida, así que trató de escapar; más este reparó en su intención y se apresuró a moverse para detenerla. La tomo por los hombros con firmeza, colocándola contra una pared cercana con mucha más fuerza de la necesaria.

—Lucas, por favor —rogó, intentando que la liberase y es que le había lastimado al colocarla contra la pared. 

—Cállate, que lo único que deseo escuchar de tus labios es una explicación válida de porque me has traicionado de la forma en que lo hiciste. Tenías mi palabra de que te ayudaría en lo que sea que deseases con tal de evitar este matrimonio. Creí que lo habías entendido, que nos ayudaríamos el uno al otro; pero ahora es que me doy cuenta de que estaba en un error, que eres igual que tu abuelo —le reprocho con enojo.

Margaret deseo decirle todo, explicar las razones que tuvo no solo para no cumplir con el trato que tenían, sino para acceder desde un principio a casarse con él; pero no podía. Recordaba muy bien las amenazas de su abuelo y por lo poco que conocía a Lucas, algo le decir que si supiese la verdad no se quedaría de brazos cruzados. Tenía el presentimiento de que iría directo a confrontar a Thomas, lo cual solo sería peor. Su mejor opción era guardar silencio y acetar los reclamos de este, sus acusaciones; después de todo era lo que tenía que hacer, permanecer en silencio.

Mes y medio atrás…

Margaret se encontraba disfrutando de un libro en la soledad de la biblioteca, tal como siempre. Estaba acostumbrada a estar sola entre aquellas cuatro paredes y estaba bien con eso. Prefería encerrarse en su ahí o en su habitación, estaba más segura de ese modo y es que el mayor placer de su abuelo parecía ser el torturarla. 

Había aprendido que el único modo de evitarlo era salir de su vista, ser invisible para él y se había vuelto realmente buena en eso. 

No salía nunca de casa, Thomas no se lo permitía. No tenía más familia que él; su padre había muerto cuando ella tenía 5 años y su madre, bueno, ella no estaba. No tenía más opción que atenerse a sus órdenes. 

Por fortuna no todo era tan malo, pues había encontrado pequeños placeres como el cuidando del jardín, cocinar o hasta solo leer un buen libro. 

Se encontraba concentrada en su lectura; cuando de pronto la puerta se abrió de forma intempestiva, causando que se sorprendiera. 

—Abuelo, debiste llamar me has asustado —le reprocho sin pensarlo y es que estaba sorprendida; más apenas las palabras abandonaron sus labios se arrepintió profundamente de ellas y es que sabía muy bien lo que le costarían.

—Esta es mi casa y yo puedo hacer lo que quiera en ella. No eres más que una arrimada, y harías bien en recordarlo —respondió con la crueldad típica en él. 

—Lo sé, abuelo, perdón —trato de disculparse, bien consciente del error que acababa de cometer. 

—Basta ya de tonterías; vine aquí para informarte que te casarás este mismo fin de semana —reveló sin preocuparse en lo más mínimo por la forma en que lo hizo o prepararla para tal revelación. 

El escuchar aquello le hizo pensar que era una locura, una que rayaba entre una broma de mal gusto y una verdadera crueldad; teniendo en cuenta la clase de vida que había llevado hasta ese preciso momento. No sabía si reír o más bien molestarse por sus palabras, así que solo le volteo a ver; permaneciendo un momento en silencio, mientras trataba de afrontar lo que acababa de escuchar. 

—No puede estar hablando en serio. ¿Verdad? —pregunto, convencida de que era de ese modo, que tan solo se trataba de una nueva forma que encontró para torturarla.  

—Jamás había hablado más en serio. Te casarás con Lucas Pierce, el nuevo presidente de una de las empresas más importantes del país —le aseguró. 

En ese momento, Margaret se dio cuenta de que hablaba muy en serio y no solo era una de esas ocasiones en que había amenazado con obligarla a hacer ese tipo de cosas, lo cual le aterrorizo terriblemente.

—¿En verdad pretende que me case con un hombre al que no conozco? —deseo asegurarse. 

—Sí, así es —reconoció. 

—No, no puede pedirme que haga algo como eso. ¡No lo haré! —negó por primera vez en su vida.

Si bien siempre había estado dispuesta a hacer lo que sea que le ordenaran con tal de evitar una confrontación. Acceder a lo que le pedía iba sin duda más allá de lo que era capaz y no es que pretendiera encontrar al amor de su vida, con el que llevar una vida feliz y plena. Lo que si deseaba era que al menos para variar, esa fuese su decisión; aquella parte de si era lo único que tenía bajo su control y pretendía mantenerlo de esa forma. 

—No pienses ni por un segundo que tienes decisión en esto. Te casarás con Lucas, ya sea que lo quieras o no. Esa boda sucederá —sentencio. 

—No, no lo haré —reiteró. 

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