Amor Impuesto del CEO
Amor Impuesto del CEO
Por: Laura Neri
Capitulo 1

Lucas se encontraba parado justo en el centro de un gran salón, decorado con grandes cuadros de paisajes; mismos que evocaban en el de forma inevitable la libertad que estaba a punto de perder. 

Aquella tarde se vistió con un traje negro, color que más que pretender elegancia representaba el luto; sentía como si estuviese asistiendo a su propio sepulcro. La corbata que se ceñía a su cuello, bien se le antojaba como una cuerda.

A su lado se encontraba el juez de paz y los testigos, solo faltaba la novia. Una mujer a la que apenas había visto en una ocasión y por la cual no sentía absolutamente nada. 

Todos esperaban que apareciese y aunque en un inicio los nervios lo corroían; después de la conversación que acababa de tener con Margaret, estaba seguro de que no tendría nada que temer. Que esa roca que pendía de su cabeza no caería. 

Solo necesitaba preocuparse de que tanto debía esperar, que tanto era lo correcto antes de marcharse pareciendo solo un novio abandonado y sobre todo que no había tenido nada que ver con el asunto.

El juez comenzaba a impacientarse, tenía otro compromiso al cual acudir; así que Thomas, el abuelo de su prometida se ofreció a buscarla y asegurarse de que estuviera lista al fin. 

Lucas en cambio sabía muy bien lo que encontraría, que ella había desaparecido y el matrimonio por tanto no se podría realizar.

No se molestó siquiera en voltear cuando escuchó como la puerta volvía a abrirse, después de todo se encontraba seguro de lo que estaba a punto de pasar o al menos así lo había creído. 

Fue en ese momento que el sonido de unos tacones se escuchó resonar por el piso del salón, atrayendo su atención; justo cuando estos llegaban a su lado, revelando a Margaret. 

Una mujer que no media más de 1.60 metros, piel ligeramente morena, cabello castaño claro y grandes ojos verdes. Usaba un sencillo vestido en un tono de azul muy pálido. Este tenía un largo bastante conservador, un par de dedos abajo de la rodilla, sus mangas eran larga y amplias para ajustarse a sus muñecas; su escote discreto, apenas dejando ver un poco de su cuello. La falda de este caía fluida y amplia desde la parte baja de su pecho donde se ataba de forma delicada con una cinta de igual color.  La cual prometía poner su mundo de cabeza.

—Ya que están ambos novios aquí, podemos comenzar al fin —anuncio el juez con notable alivio.

Lucas no tenía la menor idea de lo que estaba pasando. Había creído que tenía un trato con ella; aunque claramente se había tratado de un error. Confió en ella y se equivocó, lo cual solo demostraba lo desesperado que se encontraba; al igual que lo estúpido que había sido. 

Se encontraba más que furioso por su engaño y en especial porque eso lo dejaba sin posibilidad alguna de escapar.

Una hora antes…

Hacia algunos minutos que Lucas había arribado a la mansión de la familia Patel.

Llego con antelación de forma deliberada, pues deseaba ver a Margaret antes de la ceremonia, hablar con ella. Por desgracia, no estaba en el salón y al darse cuenta de que no aparecería hasta que la boda diera inicio, no le quedo otra opción más que buscarla. 

Apenas tuvo la oportunidad, se escabullo sin que nadie se diese cuenta. No creía que le resultase fácil encontrarla, por fortuna lo fue y es que una de las empleadas atribuyo su deseo de hablar con Margaret al amor que sentía por esta, llevándolo justo hasta su puerta. 

Apenas toco a la puerta, una voz al otro lado le permitió el paso.

—¿Ha llegado ya? —preguntó Margaret apenas escucho como tocaban, dando por hecho que se trataba de alguna de las empleadas que había ido a avisarle que el novio había arribado al fin.

Se trataba del momento que más temía, por ende, no pudo evitar pensar al respecto de forma inevitable. 

—Si, ya estoy aquí —decidió responder para atraer su atención y valla que funciono.

El escuchar una voz masculina, misma que le resultaba desconocida la hizo voltear sin demora, tratando de descubrir de quien se trataba. Lo hizo, aun cuando muy en el fondo ya lo sabía.

Apenas giró, se encontró con un hombre más apuesto de lo que hubiese creído posible. Era tan alto y sus hombros tan anchos que prácticamente cubría toda la puerta; lo que le hizo sentir atrapada. Fue de ese modo, especialmente cuando aquellos grandes ojos cafés la miraron fijamente.

—¿Quién es usted? —decidió preguntar, aun conociendo la respuesta.

—Mi nombre es Lucas Pierce, su futuro esposo —respondió justo lo que más temía.

—Lo siento, yo no… —intentó disculparse, pero apenas pudo pronunciar palabra.

Su aura resultaba tan poderosa, que le hacía sentir intimidada sin que pudiese evitarlo. 

—Descuide, no me conocía. Al igual que yo no la conozco a usted y aun así estamos a punto de casarnos, lo cual resulta toda una peculiaridad —admitió sin medir sus palabras en lo más mínimo.

—Si el juez está listo, entonces podemos ir —sugirió, deseando salir de aquella habitación lo antes posible.

El estar los dos solos la había comenzado a poner terriblemente nerviosa, y no solo por el hecho de que jamás había estado sola con un hombre, además de su abuelo. Su inquietud radicaba más bien en aquel hombre en particular, y es que tenía algo que le intranquilizaba y le hacía sentir en peligro. Lo cierto es que teniendo en cuenta que estaba a punto de convertirse en su esposo, eso no era una buena noticia. 

—No. De hecho, he venido a hablar contigo — le detuvo cuando apenas había dado un paso en dirección a la puerta, haciendo que se detuviese abruptamente.

—¿Conmigo? —no podía creerlo. 

—Sí, se trata de algo muy importante —admitió.

—Dígame entonces —le instó, deseando saber de lo que se trataba y poder salir de ahí lo antes posible.

—Creo que lo mejor es ser totalmente honesto con usted, antes de que hagamos algo irreversible. No deseo casarme con usted —afirmó sin más, sin andarse con ningún tipo de rodeo.

Margaret habría esperado muchas cosas, pero no algo como eso. Sin embargo, lejos de molestarla o entristecerla, lo cierto es que no habría podido recibir una mejor noticia que esa.

—¿Qué está diciendo? —trato de asegurarse de entenderlo bien, especialmente pues estaba obligada a lo contrario.

—No deseo este matrimonio, no quiero casarme contigo y no creo que haya una mejor forma de decirlo —admitió sin el menor miramiento.

—Mi abuelo… —deseo revelarle que ella tampoco lo deseaba, que este la estaba obligando; por desgracia Lucas no se lo permitió.

—Tu abuelo me está obligando a este matrimonio —se adelantó a declarar.

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