Capitulo 3

Presente…

—Una cosa más; tu marido te llevará fuera de la ciudad durante un par de semanas a su casa de campo. Cuando regresen, más te vale que estés embarazada —dijo para su mayor desconcierto.

—¿Que...? —no pudo evitar preguntar, aunque escuchó a la perfección.

Thomas no la dejó completar la pregunta, sino que la abrazó con fuerza para hablarle al oído.

—Deseo un descendiente y tú me lo darás, ya sabes las consecuencias de no hacerlo —le recordó.

Aquello era algo que Margaret nunca habría esperado, y le tomó tan por sorpresa que la hizo sentir mareada. Aun así, se controló para no llorar, gritar y armar un verdadero escándalo, aun cuando lo deseaba; tan solo salió de ahí y entró al auto de Lucas. 

Este se encontraba sentado en la parte de atrás, profundamente dormido.

Un par de horas después, habían llegado a su destino, una casa de campo en medio de la nada, o al menos así es como ella lo sentía. Habían viajado por un par de horas; primero por la autopista, luego carreteras secundarias y los últimos 40 minutos por terracería. 

Era de noche y no veía ninguna luz alrededor, lo cual comenzaba a ponerle cada vez más nerviosa. 

De pronto, el auto se detuvo y no tenía ni la menor idea de dónde se encontraba.

—¿Dónde estamos? —preguntó, esperando este despejara la incógnita.

—Ya lo verá señora —respondió justo antes de bajar del auto, llamándola con tanto respeto y con un título que le sorprendió mucho.

Vio entonces como abría la cajuela para sacar de ella un par de maletas, una de las cuales le pertenecía, y luego se alejó. Lucas había dormido durante todo el trayecto, mismo que había evitado que fuese objeto de su furia, lo que sin duda le alegraba. Por desgracia no podía seguir rehuyéndole, así que se armó de valor y se le acercó.

—Lucas —le llamó con cuidado, pero este no pareció escucharla.

—Lucas, hemos llegado —repitió, pero en esa ocasión con un poco más de fuerza y tomándolo por el hombro para moverlo un poco. 

Aquello causó que comenzase a despertar poco a poco hasta al fin abrir los ojos y voltear a su alrededor, intentando ubicarse; pero apenas lo hizo la volvió a ver con severidad.

—¡Baja! —le ordenó antes de hacerlo el mismo, alejándose del auto en medio de la obscuridad.

Margaret no tuvo más opción que salir del auto e ir tras este y es que no pensaba quedarse sola en medio de aquella obscuridad. Apenas salió, no pudo ver nada a su alrededor; pues todo se encontraba en completa obscuridad. No tenía la menor idea de a dónde ir, Lucas y el chofer habían desaparecido, dejándola completamente sola y eso le aterraba.

Se encontraba a punto de gritar por ayuda, cuando de pronto las luces se encendieron, dejando al descubierto una bella cabaña de madera. Esta era de una planta con techo de dos aguas; en su interior todas las luces parecían estar encendidas, al igual que la que iluminaba el porche. Esta dejaba a la vista un bello jardín que se encontraba en floración y en el centro del cual había un camino de piedra. Este iba desde la puerta principal hasta la balla que había en la parte delantera. 

Aun cuando era de noche, la belleza del lugar era notoria; pero tenía importantes asuntos que atender como para detenerse a contemplar tal belleza. Así que, teniendo cuidado de no resbalar y caer debido a la humedad de las rocas, comenzó a caminar hacia la casa. 

La puerta se encontraba abierta, así que no tuvo problema para entrar y al hacerlo descubrió una hermosa sala de estar con rústicos muebles de madera y una chimenea, misma que ya se encontraba encendida. Todo parecía muy limpio y ordenado.

Por desgracia no tuvo tiempo de pensar al respecto, cuando escuchó como el coche arrancaba y se alejaba con rapidez por el camino. Aquello le hizo correr sin demora de vuelta hacia la puerta, solo para ver como el auto se marchaba con rapidez. Eso solo podía significar dos cosas y ninguna de las dos le agradaba en lo más mínimo.

Creía que Lucas había decidido abandonarla ahí sin más, en cuyo caso se encontraría sola a la mitad de la nada y sin modo de regresar a la ciudad. Otra opción era que el chofer se hubiera marchado, dejándolos a ambos; lo cual no le reconfortaba en lo más mínimo.

Si bien, era difícil tener que estar a solas con un hombre al cual no conocía; lo era aún más el hecho de estar en medio de la nada y que aquel hombre fuese su esposo.  Alguien que tenía pleno derecho sobre ella, lo cual le aterraba.

Por desgracia no tuvo oportunidad de pensar al respecto, cuando escuchó un ruido a sus espaldas; haciendo que volteara para ver de quien se trataba. Lo hizo solo para encontrarse con Lucas, quien aparecía desde una puerta contigua con un vaso de licor en la mano.

—¿A dónde ha ido el chofer? —cuestionó angustiada.

—De regreso a la ciudad, volverá dentro de un par de semanas —respondió con calma.

—¿Por qué? —se encontraba desesperada por escuchar que solo se trataba de un error, que volvería enseguida.

—Esta es nuestra luna de miel, así se suponen que deben ser las cosas —contesto en su lugar.

—¿Así que estaremos solos durante dos semanas enteras? —intento cerciorarse.

—En efecto —admitió, disfrutando de su trago mientras se acercaba a la chimenea. 

Su respuesta no le gustó para nada a Margaret y es que la perspectiva de tener que estar completamente sola con él durante tanto tiempo, no le gustaba en lo más mínimo.

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