Esa noticia, lejos de sorprender a Margaret o entristecerla, lo cierto es que le hizo sentir mucho mejor y es que la sola idea de tener que pasar cada noche a su lado en aquella habitación le resultaba insoportable. Se sentía lo suficientemente arrepentida por lo ocurrido entre ambos como para arriesgarse a repetirlo; estaba por dirigirse a la puerta, cuando se vio detenida por su voz. —Haznos un favor a ambos y mantente tan alejada de mi como te sea posible. Acabemos con esta absurda luna de miel y una vez regresemos a la ciudad, haré mi mejor esfuerzo para terminar con este matrimonio lo antes posible —le advirtió mientras le daba alcance. Margaret deseo poder marcharse lo antes posible de ahí, más pronto se vio detenida de nuevo por este. —Lo que ocurrió entre nosotros no se repetirá, fue un error que no pienso volver a cometer jamás— sentencio, viéndola de cerca. Aquello le hizo notar las marcas moradas en también había en sus brazos y lo que parecían ser mordidas en su cuello.
A la mañana siguiente; Lucas despertó bastante tarde, luego de haber conciliado el sueño de madrugada. No deseaba verla, mas también era consciente de que debían hablar de lo ocurrido, que era necesario tener aquella conversación por muy difícil que fuese. Una vez se sintió lo suficientemente listo salió de la habitación, dispuesto a tocar a la puerta de Margaret; más apenas se encontró en el pasillo, escuchó un sonido que venían desde la cocina. Parecían tratarse de cacerolas y platos chocando entre sí; además de que un delicioso aroma lo envolvía todo. Alguien estaba cocinando, sin duda; así que se dirigió hacia ahí sin demora. Apenas llego, quedo un tanto sorprendido por lo que encontró y es que Margaret se hallaba frente a la estufa. Se encontraba de espaldas a él, mientras daba vueltas a un sartén. Vestía un amplio pantalón de color crema, una larga camisa blanca que le quedaba como mínimo dos tallas más grandes de lo que debería y se hallaba descalza. Su cabello se encontraba p
Un par de semanas después… Lucas había pasado gran parte del día encerrado en su habitación en una interminable conferencia con miembros de la empresa, con los que trataba de encontrar una salida para el problema en el que se encontraban. No era nada sencillo; mas no pensaba rendirse, ya que si había aceptado aquel matrimonio había sido solo para intentar ganar algo de tiempo. Se encontraba tan concentrado en el asunto, que apenas había sido consciente de la gran tormenta que en aquellos momentos se suscitaba en el exterior. Había sido de ese modo hasta cerca de dos horas después; cuando la electricidad falló, desconectando el internet. Aquello le hizo perder la conexión y con ella la conferencia. Decidió entonces tomar su teléfono para seguir por medio de una llamada normal, más pronto se dio cuenta de que este se había quedado sin carga y no tenía idea desde hacía cuánto. —¡Genial! — exclamó con sarcasmo, ya que lamentaba no poder continuar con su trabajo. Sin otra cosa que ha
Lucas llevaba algún rato buscándola sin encontrar rastro alguno de ella, lo cual le hacía sentir cada vez más frustrado y sobre todo molesto con ella. No entendía cómo pudo haber salido con un clima como ese. Pero sobre todo se sentía furioso consigo mismo, pues no había sido consciente del momento en que salió de la casa y de no haberse cortado la electricidad, sin duda no lo habría notado hasta el día siguiente. Le aterraba el solo pensarlo, pues eso bien pudo causar una verdadera desgracia; más eso aun podía pasar, por lo cual no pensaba rendirse. No tenía idea de adonde pudo haber ido, de a donde iba cada tarde y es que jamás se había molestado en siquiera tratar de averiguarlo. Estaba por volverse loco cuando vio algo, una pequeña figura en el piso. No podía verla con claridad, pero debía tratarse de ella y es que no podía ser de otra forma; así que se apresuró a acercársele. No fue sino hasta que se encontró a un par de metros, que comprobó que en efecto era ella. No perdió
Margaret debía reconocer que tenía razón, que debía sacarse aquella ropa que continuaba escurriendo hasta formar un charco a su alrededor; más en cambio apenas podía moverse y ni pensar en ponerse en pie para ir a su habitación. Sin embargo, el solo pensar en desvestirse frente a él le resultaba impensable.—¿Qué es lo que esperas? — interrogo apenas volteo a verla y la encontró justo en el mismo lugar.—No puedo hacerlo aquí frente a ti —explico, consciente de que sería un gran error. —No seas tonta, no veré si es lo que te preocupa —aseguro, dirigiendo la vista de nueva cuenta hacia la chimenea.Apenas se aseguró de que en efecto no la veía, comenzó a quitarse la ropa. El suéter fue difícil, pero al final logró deshacerse de este dando algunos tirones. En cambio, la blusa fue una historia muy diferente ya que tenía las manos tan entumecidas que el intentar desabotonarlas resulto una tarea imposible; aunado a que no dejaba de temblar sin control. Habían pasado algunos minutos y so
Los siguientes minutos fueron de lo más incomodos para ambos, ya que, aunque eran conscientes de que no era la primera vez que se veían en ese estado o incluso más desnudos, no podían evitar sentirse intranquilos. Deseaban alejarse lo antes posible el uno del otro y aun así ninguno de los dos se movió o siquiera hizo el intento de hacerlo. Fue de ese modo hasta que poco a poco fueron recuperando el calor perdido y mucho más que eso. El sentir la respiración de Lucas en su cuello le hizo sentir cada vez más nerviosa, tanto que sentía como si su corazón estuviese a punto de salírsele del pecho y su piel no paraba de erizarse. Apenas podía creer lo que Lucas estaba haciendo, que se comportase de una forma tan tierna y protectora; pues eso era algo que jamás habría esperado de él. Era tan de ese modo que incluso llego a pensar que se trataba solo de un sueño o que quizás no fuese él; así que deseando comprobarlo volteo a sus espaldas con lentitud para verle. Al hacerlo, su rostro quedo
Tres semanas atrás…Lucas sabía bien lo que debía hacer. Necesitaba ser honesto con su novia en cuanto a su situación y lo que estaba a punto de hacer. El tiempo se terminaba, era consciente de que no podía esperar más; así que le pidió que se vieran en su apartamento. La conversación que se encontraban a punto de tener no sería nada fácil y necesitaba privacidad. Se encontraba perfectamente consciente de que habría gritos e incluso insultos, mismos que prefería no fuesen escuchados por nadie. Esperaba pacientemente a su llegada, repasando en su cabeza una y otra vez la conversación que tendrían. Trato de prepararse para cualquiera que fuese su reacción, misma que estaba dispuesta a aceptar sin importar que; pues sabía que cualquier cosa que le dijese lo tenía bien merecidoApenas escucho el timbre de la puerta, se apresuró a abrirla y es que deseaba acabar con el asunto antes de que perdiese el valor para hacerlo; algo nada característico en él.Sarah entro al apartamento como un
Deseaba poder decirle la verdad de lo que ocurría, pero en el fondo era consciente de que eso solo sería peor. Revelarle la razón por la que debía dejarla, seguramente solo le causaría un mayor daño; así que optó por mentir.—No puedo casarme contigo, no podemos seguir juntos —reveló al fin.—¿De que estas hablando? —parecía confundida, aterrada y es que no era para menos.—Ese anillo no es para ti —admitió de pronto.—¿Entonces para quién es?, ¿quién demonios es ella? —le cuestiono presa de la furia y es que se acababa de dar cuenta de lo que eso significaba.—Sarah, lo siento mucho en verdad. No quería que las cosas pasaran de este modo, te lo aseguro; es solo que... —quiso justificarse, pero resultaba en vano.—¿Que?... Solo dime qué fue lo que pas&