Deseaba poder decirle la verdad de lo que ocurría, pero en el fondo era consciente de que eso solo sería peor. Revelarle la razón por la que debía dejarla, seguramente solo le causaría un mayor daño; así que optó por mentir.—No puedo casarme contigo, no podemos seguir juntos —reveló al fin.—¿De que estas hablando? —parecía confundida, aterrada y es que no era para menos.—Ese anillo no es para ti —admitió de pronto.—¿Entonces para quién es?, ¿quién demonios es ella? —le cuestiono presa de la furia y es que se acababa de dar cuenta de lo que eso significaba.—Sarah, lo siento mucho en verdad. No quería que las cosas pasaran de este modo, te lo aseguro; es solo que... —quiso justificarse, pero resultaba en vano.—¿Que?... Solo dime qué fue lo que pas&
Presente…Aun cuando aquel recuerdo lo carcomía por dentro, no pudo evitar sentir como sus cuerpos encajaban a la perfección, como estos eran perfectos el uno para el otro. Jamás se había sentido tan cómodo con nadie, incluido Sarah y eso le daba mucho en que pensar.No podía dejar de repasar en su mente una y otra vez ese hecho, cuando de pronto la sintió moverse. Margaret comenzó a incorporarse, dándose la vuelta tan rápido como pudo para cubrirse. Tomó su blusa que descansaba en el piso casi seca, para ponérsela como si se tratara de un vestido corto y es que prácticamente lo era. Solo una vez se aseguró de que estaba cubierta se puso en pie y comenzó a caminar hacia su habitación.Lucas no tenía la menor idea de lo que había pasado, pues se acababan de entregar como jamás lo había hecho, con tanta confianza
Lucas se encontraba parado justo en el centro de un gran salón, decorado con grandes cuadros de paisajes; mismos que evocaban en el de forma inevitable la libertad que estaba a punto de perder. Aquella tarde se vistió con un traje negro, color que más que pretender elegancia representaba el luto; sentía como si estuviese asistiendo a su propio sepulcro. La corbata que se ceñía a su cuello, bien se le antojaba como una cuerda. A su lado se encontraba el juez de paz y los testigos, solo faltaba la novia. Una mujer a la que apenas había visto en una ocasión y por la cual no sentía absolutamente nada. Todos esperaban que apareciese y aunque en un inicio los nervios lo corroían; después de la conversación que acababa de tener con Margaret, estaba seguro de que no tendría nada que temer. Que esa roca que pendía de su cabeza no caería. Solo necesitaba preocuparse de que tanto debía esperar, que tanto era lo correcto antes de marcharse pareciendo solo un novio abandonado y sobre todo qu
Margaret no alcanzaba a comprender lo que pasaba, aun cuando entendía el significado de sus palabras. —¿Cómo...? —deseo poder comprender, pues no encontraba forma posible en que su abuelo pudiera obligar a un hombre como él a hacer algo que no deseaba. —El motivo no importa ahora, solo basta decir que estoy bajo su control; que ha encontrado la forma de obligarme a hacer lo que quiera y que lo que desea es que me case con usted —reconoció. —No quiero eso, no pienso atar mi vida a la tuya —continuó sin reparo alguno. —¿Entonces cancelará esta boda? —preguntó con la esperanza de que fuera de ese modo. —No, lo que quiero es que lo haga usted —reveló para su mayor sorpresa. —¿Yo...? —quiso asegurarse de que era lo que decía. —Thomas me tiene justo en la palma de su mano, pero tú situación es muy diferente. Eres su nieta, tienes opciones; puedes negarte si así lo deseas y estarás bien. Solo te pido que nos saques a ambos de esta situación —le dijo volviendo su trato hacia ella much
Presente… —Una cosa más; tu marido te llevará fuera de la ciudad durante un par de semanas a su casa de campo. Cuando regresen, más te vale que estés embarazada —dijo para su mayor desconcierto. —¿Que...? —no pudo evitar preguntar, aunque escuchó a la perfección. Thomas no la dejó completar la pregunta, sino que la abrazó con fuerza para hablarle al oído. —Deseo un descendiente y tú me lo darás, ya sabes las consecuencias de no hacerlo —le recordó. Aquello era algo que Margaret nunca habría esperado, y le tomó tan por sorpresa que la hizo sentir mareada. Aun así, se controló para no llorar, gritar y armar un verdadero escándalo, aun cuando lo deseaba; tan solo salió de ahí y entró al auto de Lucas. Este se encontraba sentado en la parte de atrás, profundamente dormido.Un par de horas después, habían llegado a su destino, una casa de campo en medio de la nada, o al menos así es como ella lo sentía. Habían viajado por un par de horas; primero por la autopista, luego carreteras se
A pesar de encontrarse ebrio, Lucas no fue ajeno a la expresión de su rostro; así que comenzó a acercársele con lentitud. —¿Hay algún problema con eso? —quiso constatar. —No, solo me tomo por sorpresa esta decisión —mintió mientras retrocedía un poco y es que no se sentía nada cómoda con tenerlo tan cerca. —Una exigencia más de tu abuelo y ya que eso me mantendría alejado suyo, decidí aceptar —admitió, continuando con su trago. —Entiendo —aseguro de forma vana, pues la verdad es que no se encontraba para nada convencida de aquello. —¿En verdad lo haces?, ¿en verdad entiendes la clase de furia que me embarga en estos momentos? Thomas apareció de pronto frente a mí para arrebatarme todo el legado de mi familia, aquello que mi abuelo construyó; pretendía quedarse con nuestra empresa a menos que me casara contigo, no me dio opción— grito, apresurando su paso para acercársele.Dos meses atrás… Hacía casi un mes que había fallecido Nicolas, el abuelo materno de Lucas y el cual siemp
En su interior se encontraban 5 pagares fechados hacia poco más de 30 años, con solo unas semanas de diferencia entre ellos. Todos con la misma cantidad y condiciones de pago. Estaba a punto de argumentar lo ridículo de estas, cuando reparo en la firma de su abuelo; misma que podría reconocer donde fuera y para su pesar era autentica. Le basto hacer un cálculo rápido para darse cuenta de que la deuda era impagable. No tenía idea de cómo es que su abuelo había permitido que la situación llegase a ese extremo. —No tenemos la liquidez necesaria para hacer algo como eso —admitió, bien consciente de lo peligroso que podían resultar sus palabras y aun así era verdad. —¿Acaso se niega a pagar su deuda? —sugirió con actitud calmada. Sin embargo, eso no engañaba a Lucas en lo más mínimo. Conocía a hombres de negocios como él y sabía que no podía fiarse de lo que sus expresiones revelasen, pues estas eran solo mascaras para ocultar la verdad. En su lugar decidió actuar con precaución. —
Presente… Margaret era perfectamente consciente de lo alterado que se encontraba, de la clase de furia que lo embargaba. La verdad es que ella no se encontraba feliz con la noticia de aquel matrimonio; mas no por eso pretendía hacérselo pagar a él, no sería justo y deseaba que lo viese de igual modo. —Cálmate, estás ebrio —intento tranquilizarlo y es que parecía tan alterado que no pudo evitar sentirse aterrada; más también le llevó a entender su motivación, el punto débil que su abuelo había encontrado en él. —Justo eso es lo único que ha evitado que cometa alguna clase de locura, así que mejor da gracias que estoy borracho —le aconsejo, terminándose de una vez el trago para arrojar el vaso a un lado. Cuando este se estrelló contra el suelo esparció vidrios por todos lados, causando un fuerte estruendo. Aquello le asustó mucho, llevándole a recordar uno de los muchos arranques de su abuelo. En la mayoría de los cuales solía resultar herida, así que trató de escapar; más este rep