Margaret debía reconocer que tenía razón, que debía sacarse aquella ropa que continuaba escurriendo hasta formar un charco a su alrededor; más en cambio apenas podía moverse y ni pensar en ponerse en pie para ir a su habitación. Sin embargo, el solo pensar en desvestirse frente a él le resultaba impensable.—¿Qué es lo que esperas? — interrogo apenas volteo a verla y la encontró justo en el mismo lugar.—No puedo hacerlo aquí frente a ti —explico, consciente de que sería un gran error. —No seas tonta, no veré si es lo que te preocupa —aseguro, dirigiendo la vista de nueva cuenta hacia la chimenea.Apenas se aseguró de que en efecto no la veía, comenzó a quitarse la ropa. El suéter fue difícil, pero al final logró deshacerse de este dando algunos tirones. En cambio, la blusa fue una historia muy diferente ya que tenía las manos tan entumecidas que el intentar desabotonarlas resulto una tarea imposible; aunado a que no dejaba de temblar sin control. Habían pasado algunos minutos y so
Los siguientes minutos fueron de lo más incomodos para ambos, ya que, aunque eran conscientes de que no era la primera vez que se veían en ese estado o incluso más desnudos, no podían evitar sentirse intranquilos. Deseaban alejarse lo antes posible el uno del otro y aun así ninguno de los dos se movió o siquiera hizo el intento de hacerlo. Fue de ese modo hasta que poco a poco fueron recuperando el calor perdido y mucho más que eso. El sentir la respiración de Lucas en su cuello le hizo sentir cada vez más nerviosa, tanto que sentía como si su corazón estuviese a punto de salírsele del pecho y su piel no paraba de erizarse. Apenas podía creer lo que Lucas estaba haciendo, que se comportase de una forma tan tierna y protectora; pues eso era algo que jamás habría esperado de él. Era tan de ese modo que incluso llego a pensar que se trataba solo de un sueño o que quizás no fuese él; así que deseando comprobarlo volteo a sus espaldas con lentitud para verle. Al hacerlo, su rostro quedo
Tres semanas atrás…Lucas sabía bien lo que debía hacer. Necesitaba ser honesto con su novia en cuanto a su situación y lo que estaba a punto de hacer. El tiempo se terminaba, era consciente de que no podía esperar más; así que le pidió que se vieran en su apartamento. La conversación que se encontraban a punto de tener no sería nada fácil y necesitaba privacidad. Se encontraba perfectamente consciente de que habría gritos e incluso insultos, mismos que prefería no fuesen escuchados por nadie. Esperaba pacientemente a su llegada, repasando en su cabeza una y otra vez la conversación que tendrían. Trato de prepararse para cualquiera que fuese su reacción, misma que estaba dispuesta a aceptar sin importar que; pues sabía que cualquier cosa que le dijese lo tenía bien merecidoApenas escucho el timbre de la puerta, se apresuró a abrirla y es que deseaba acabar con el asunto antes de que perdiese el valor para hacerlo; algo nada característico en él.Sarah entro al apartamento como un
Deseaba poder decirle la verdad de lo que ocurría, pero en el fondo era consciente de que eso solo sería peor. Revelarle la razón por la que debía dejarla, seguramente solo le causaría un mayor daño; así que optó por mentir.—No puedo casarme contigo, no podemos seguir juntos —reveló al fin.—¿De que estas hablando? —parecía confundida, aterrada y es que no era para menos.—Ese anillo no es para ti —admitió de pronto.—¿Entonces para quién es?, ¿quién demonios es ella? —le cuestiono presa de la furia y es que se acababa de dar cuenta de lo que eso significaba.—Sarah, lo siento mucho en verdad. No quería que las cosas pasaran de este modo, te lo aseguro; es solo que... —quiso justificarse, pero resultaba en vano.—¿Que?... Solo dime qué fue lo que pas&
Presente…Aun cuando aquel recuerdo lo carcomía por dentro, no pudo evitar sentir como sus cuerpos encajaban a la perfección, como estos eran perfectos el uno para el otro. Jamás se había sentido tan cómodo con nadie, incluido Sarah y eso le daba mucho en que pensar.No podía dejar de repasar en su mente una y otra vez ese hecho, cuando de pronto la sintió moverse. Margaret comenzó a incorporarse, dándose la vuelta tan rápido como pudo para cubrirse. Tomó su blusa que descansaba en el piso casi seca, para ponérsela como si se tratara de un vestido corto y es que prácticamente lo era. Solo una vez se aseguró de que estaba cubierta se puso en pie y comenzó a caminar hacia su habitación.Lucas no tenía la menor idea de lo que había pasado, pues se acababan de entregar como jamás lo había hecho, con tanta confianza
Lucas se encontraba parado justo en el centro de un gran salón, decorado con grandes cuadros de paisajes; mismos que evocaban en el de forma inevitable la libertad que estaba a punto de perder. Aquella tarde se vistió con un traje negro, color que más que pretender elegancia representaba el luto; sentía como si estuviese asistiendo a su propio sepulcro. La corbata que se ceñía a su cuello, bien se le antojaba como una cuerda. A su lado se encontraba el juez de paz y los testigos, solo faltaba la novia. Una mujer a la que apenas había visto en una ocasión y por la cual no sentía absolutamente nada. Todos esperaban que apareciese y aunque en un inicio los nervios lo corroían; después de la conversación que acababa de tener con Margaret, estaba seguro de que no tendría nada que temer. Que esa roca que pendía de su cabeza no caería. Solo necesitaba preocuparse de que tanto debía esperar, que tanto era lo correcto antes de marcharse pareciendo solo un novio abandonado y sobre todo qu
Margaret no alcanzaba a comprender lo que pasaba, aun cuando entendía el significado de sus palabras. —¿Cómo...? —deseo poder comprender, pues no encontraba forma posible en que su abuelo pudiera obligar a un hombre como él a hacer algo que no deseaba. —El motivo no importa ahora, solo basta decir que estoy bajo su control; que ha encontrado la forma de obligarme a hacer lo que quiera y que lo que desea es que me case con usted —reconoció. —No quiero eso, no pienso atar mi vida a la tuya —continuó sin reparo alguno. —¿Entonces cancelará esta boda? —preguntó con la esperanza de que fuera de ese modo. —No, lo que quiero es que lo haga usted —reveló para su mayor sorpresa. —¿Yo...? —quiso asegurarse de que era lo que decía. —Thomas me tiene justo en la palma de su mano, pero tú situación es muy diferente. Eres su nieta, tienes opciones; puedes negarte si así lo deseas y estarás bien. Solo te pido que nos saques a ambos de esta situación —le dijo volviendo su trato hacia ella much
Presente… —Una cosa más; tu marido te llevará fuera de la ciudad durante un par de semanas a su casa de campo. Cuando regresen, más te vale que estés embarazada —dijo para su mayor desconcierto. —¿Que...? —no pudo evitar preguntar, aunque escuchó a la perfección. Thomas no la dejó completar la pregunta, sino que la abrazó con fuerza para hablarle al oído. —Deseo un descendiente y tú me lo darás, ya sabes las consecuencias de no hacerlo —le recordó. Aquello era algo que Margaret nunca habría esperado, y le tomó tan por sorpresa que la hizo sentir mareada. Aun así, se controló para no llorar, gritar y armar un verdadero escándalo, aun cuando lo deseaba; tan solo salió de ahí y entró al auto de Lucas. Este se encontraba sentado en la parte de atrás, profundamente dormido.Un par de horas después, habían llegado a su destino, una casa de campo en medio de la nada, o al menos así es como ella lo sentía. Habían viajado por un par de horas; primero por la autopista, luego carreteras se