Lo miro furiosa al igual que él me mira a mí, aunque parece que él lo hace con asco.
Me incorporo y vuelvo a la sábana que él ha arrojado al suelo para poder taparme.
—¡Se te va a infectar!
—¿Cuál es tu nombre y cuánto hace que estás aquí?
Mi labio superior tiembla, mis piernas parece que van a fallar, él es imponente, y yo un saco de huesos.
—¡Tengo que llamar a mi madre! Debe estar muy preocupada.
Se esfuerza por sonreír de medio lado, lo que hace que una gota de sangre penetre su boca. Se limpia asqueado.
Localizo la puerta, la cual esta cerrada. Solo se me ocurre la idea de correr, aunque esté descalza. Necesito salir de aquí y volver a casa.
Recojo la sábana colocándola bien alrededor de mi cuerpo, dispuesta a correr como si no existiera un mañana, su mano agarra mi brazo con fuerza.
—¿Qué necesitas?
Frunzo el ceño algo confusa, paso la lengua por mis labios resecos, los cuales duelen cada vez que abro la boca. Clavo mis ojos en él y suelto lo primero que se me pasa por la cabeza.
—Llamar a mi madre.
—Me refiero a curarme la herida.
Trago en seco, nunca he suturado una herida real, solo en las prácticas, y eso me pone muy nerviosa, ¿por qué habré dicho esa estupidez?
—Guantes, gasas, jeringuilla con aguja del 25, pinza...
—¡Aprobada, Cassy! —me interrumpe—. Dejaría que practicarás conmigo, pero aprecio demasiado mi rostro.
Entonces no entiendo por qué ambos estamos perdiendo el tiempo hablando de esto, ni que fuera un maldito examen.
La puerta se abre, Mario, el motivo por el cual he llegado hasta aquí, clava sus ojos en mí y luego en el hombre herido.
—Me la voy a llevar.
—Puedes explicarme cómo coño ha llegado hasta mi cama.
—Tenía fiebre, muchas chicas llegaron enfermas, no había más camillas y tuve que traerla aquí, pensé que no estrías.
Me aferro a la sábana, mi labio superior vuelve a cobrar vida, me encantaría saltar sobre Mario y molerlo a golpes, pero creo que no es una buena idea.
—¡Vamos, camina!
Trago en seco, lo que sea que haya allí fuera sé que no será nada bueno, y que prefiero mil veces quedarme dónde estoy y no ver el resto de lo que me espera.
Mario camina hasta mí en cuánta se da cuenta de que no pienso obedecer.
—He dicho que camines.
—Iba a curarme la herida.
—Esto no le va a gustar a tu hermano, Oliver.
Oliver, primer dato, tengo otro nombre aparte de Mario.
—Que la llamen Cristal no significa que la vaya a romper...
¿Cristal? ¿Cómo puede saberlo?
—En tus manos todo se rompe, Oliver.
—Esta vez procuraré ser cuidadoso.
—Alejando dice que esta chica es muy importante para cerrar el trato.
¿Qué trato? No sé qué es mejor, quedarme a ser rota o irme con Mario a descubrir el trato. O simplemente volver a acomodar la sábana y salir corriendo y que sea lo que Dios quiera.
—No voy a tocarla —clara Oliver.
Respiro hondo al igual que lo hace Mario, y de nuevo aparto mis ojos de ese mentiroso indeseable.
Oliver hace una mueca y le indica la salida a Mario. En cuanto cierra la puerta, vuelve la mirada hacia mí.
—¿Por qué lo has hecho?
Vuelvo a lamer mis secos labios, lo que me hace pensar en que agradecería algo para hidratarlos.
—Toma asiento, Cristal.
—Mi nombre es Casandra.
Asiente aprobando para luego fruncir el ceño y acercar su rostro a tan solo unos centímetros del mío.
—Alejando va a venderte a uno de esos jeques del petróleo que llevan turbante y mueren por chicas como tú.
Se me eriza la piel con cada palabra que sale de su boca.
—¿Ese es el trato?
—No, vamos a ponernos cómodos y a conocernos un poco. ¿Sabes quién soy?
—No...
Camina hasta llegar a su vestidor, busca entre la ropa y saca una camiseta holgada, la cual me la tira a la cara.
—Puedes ponerte mi ropa hasta que te pueda conseguir otra cosa.
Asiento. Pero no me la voy a poner delante de él.
—Gracias —murmuro, para no parecer una maleducada.
—Sé quién es tu padre, y tiene algo que es muy valioso tanto para mi hermano como para mí.
—Mi padre está muerto.
Oliver tensa la mandíbula y vuelve a mirarme.
—Ambos sabemos que está vivo.
—Mi padre murió cuando yo todavía era un bebé.
—Dime algo Cristal...
—¡Cassy o Casandra! —lo corrijo de inmediato, sintiéndome muy nerviosa.
—Vives por encima de tus posibilidades, acudes a la mejor universidad, y tienes el teléfono móvil más caro del mercado, no te puedes permitir eso con la miseria que gana tu madre. Pero Albert se encarga de mantenerte, ese hombre al cual quieres más que a nada, al cual llamas casi a diario, le mandas fotos hasta de lo que comes, pero solo lo ves en navidad...
Flashback:
Mamá me miró más preocupada de lo habitual. Mis maletas ya estaban puestas en el maletero y ella todavía no estaba preparada para que yo me fuera.
—Nunca hables de él, Cassy. Ni con nadie que diga conocerlo, ni te fíes de cualquier extraño que quiera llevarte con tu padre. Él está muerto, y jamás digas lo contrario.
Papá seguía vivo y coleando, aunque jamás pude disfrutar de una relación fraternal como otra chica normal. Cuando era niña no conseguía entenderlo, siempre le extrañaba, verlo una semana al año no era suficiente. Con el paso del tiempo lo fui entendiendo, papá tenía un trabajo peligroso, y yo debía estar al margen de su vida.
—Nunca permitas que nadie sepa quién eres.
A mamá la consumía esa incertidumbre en la que vivía, aunque durante el tiempo que estábamos juntas ella vivía más tranquila, pero una vez que me fui, sé que jamás volvió a conciliar el sueño con la misma tranquilidad.
Fin del Flashback.
Debo negarlo hasta el final.
Mi padre está muerto.Mi padre está muerto.Me repito esa frase una y otra vez para convencerme a mí misma. Para que Oliver me crea.—Tengo tu documentación, Cristal. La original —confiesa erizándome la piel. —Sé perfectamente quién eres.
Flashback:Llegué antes de lo previsto, porque el casero no había llegado todavía. Estaba en una ciudad totalmente desconocida, cansada, y las maletas me impedían moverme con facilidad.Me quedé sentada en el portal, con la batería del móvil agotándose, y a la espera de que aquel hombre apareciera con las llaves de mi nueva casa.Mi madre me había llamado como un centenar de veces, y gracias a ello se agotó la batería. Una vez más la pantalla del teléfono se iluminó por una nueva llamada, pero al mismo tiempo, mi teléfono se apagó.—¡Oh, mierda! ¡Mierda! Me incorporé de las diminutas escaleras totalmente frustrada y con ganas de estampar en el suelo ese cacharro que se negaba a encenderse y concederme tan solo dos minutos para llamar.<
Hay una parte de mí que tiene fe en que todo va a salir bien. Por eso no tengo miedo, pero también tengo una mala sensación sobre todo esto.Nunca había pensado en la muerte, hasta hoy. Incluso durante el viaje no había barajado la idea de morir. No sé qué es peor, morir o vivir lo que pueda venir.Es extraño que solo me preocupe mi madre, que no esté pensando solo en mí.Miro la habitación en la que Alejandro me ha instalado y no puedo evitar pensar que es un lugar hostil y frío, casi inhabitable.Pienso tanto que me duele la cabeza, aunque supongo que es por llorar demasiado. Llorar por algo que todavía no ha sucedido.Me sobresalto cuando la puerta se abre de golpe, Oliver y su fea cicatriz hacen presencia. El imbécil no se ha suturado la herida.—¿Sabes qué es lo que más odio en esta vida? —
Lo miro fijamente antes de dar una respuesta, aunque lo único que quiero decir es que su hermano está totalmente desequilibrado. Pero creo que en la condición que estoy no me conviene protestar demasiado.—¿Tendré ropa para el viaje o voy en pijama a todos lados?Alejandro sonríe de medio lado, aunque no es una broma ni mucho menos, es algo muy serio.—Buena respuesta a mi pregunta.—No quiero discutir el tema contigo.—Muy bien, Cassy. ¿Te gusta más que Cristal?—Cassy es el nombre de mi madre, y por el cual me conocen todos mis amigos, Cristal es como mi padre decidió llamarme.Alejandro vuelve a tenderme la mano para levantarme. La acepto sin poner pegas y me incorporo.—Ojalá nuestro encuentro no se haya dado en esta fea situación.—Ojalá no hicieras lo que haces para conseguir dinero.
Vestida; si es que se le puede llamar así a lo que llevo puesto.Tiro del maldito vestido, con la intención de que al menos mi trasero no quede al descubierto. ¿Para quién han diseñado esta mierda? ¿Para una Barbie?—Necesito unos pantalones —protesto. —Parezco una prostituta y de las que se paran en las esquinas.Oliver sonríe, lo sé, demasiado divertido para su mente enferma. En cuanto a Alejandro, él solo asiente.—Procuraré encontrar algo más decente.Alejandro saca lo que deduzco es mi pasaporte. Pero en cuanto lo abro, lo único que reconozco es mi fotografía.María Thomson López.—No te alarmes, los billetes están a ese nombre...—¡Es un pasaporte falso!—Nadie tiene por qué saber que has viajado a México, a la vuelta, podrías tene
¡Oh, Dios mío! Todo era mentira. En el fondo sabía que mi padre no sería incapaz de hacer algo tan perverso.Retrocedo apartándome de María con la intención de salir corriendo. Tengo que alejarme de este lugar.—¿Está bien, señorita?Niego.—¡Necesito salir de aquí!Sea lo que sea, no es bueno. Tal vez vayan a usarme para extorsionar a mi padre, o para algo peor.En cuanto llego a la puerta, Alejandro asoma por ella.Me quedo totalmente asustada, con los ojos clavados en los suyos. Sin más preámbulos lo empujo con todas mis fuerzas y echo a correr. Pero no llego demasiado lejos. Alejandro me atrapa del brazo y me inmoviliza contra su pecho.Tengo mi espalda pegada a él. Me sujeta con tanta fuerza que se me dificulta respirar. Y por el colmo, Oliver está presente.—Tranquila... &mdash
—¿Cuánto tiempo llevas haciéndote pasar por él?No puedo creer que le haya estado contando a un desconocido tantas cosas sobre mí, ni que le haya mandado fotos de casi todo lo que hacía.—¡Lo que has hecho es enfermizo! —le reprocho.—¿Recuerdas lo del piso? —asiento. —Yo mandé a Mario. Parecía encantador, ¿verdad? —se regocija. —En realidad lo hacía porque me daba pena lo sola que te sentías. Yo escogí tu bonito piso. El mejor que pude encontrar. ¿Sabes que habría hecho tu padre? —pregunta sin esperar una respuesta. —Tan solo te habría mandado el dinero, pero yo me encargaré personalmente de verlos uno por uno.—¡Oh, Dios mío! Esto tiene que ser una puta pesadilla.—Es tan real como yo. ¡Y vas a devolverme lo que tu padre me quito!&nbs
OliverLa primera vez que vi a Cassy no sabía quién era, Alejandro jamás me mostró unas de esas decenas de fotografías que ella le había mandado, no a él, sino a su padre.Pero cuando la vi en mi habitación, me pareció graciosa, ¿Quién en su sano juicio se preocupa por una cicatriz de la persona que pretende dañarte? Aunque en ese momento pensé que era una ingenua, luego me di cuenta de que solo quería ganar tiempo.A pesar de que mi hermano no me había permitido ver sus fotos, fui el primero en verla completamente desnuda. Entiendo a Alejandro, a mí también me impresionaron sus enormes ojos azules, pero tengo que decir que desnuda gana mucho más.Disfruté haciendo mi papel de malo, acosando a Cassy, haciéndola creer que era un depredador que pretendía devorarla. ¿A qué viene todo
Alejandro tira del pañuelo que cubre mis ojos, pero el haber estado cegada, no quiere decir que también haya estado sorda. Sé que hablaba con alguien más...Hace una mueca, y yo tiro de mis atadas manos, provocando un daño severo en mis muñecas.—Suéltame, por favor.—Si no te suelto, ¿qué puedes hacer?Patalear, gritar, insultar... Nada que pueda sacarme de la situación en la que estoy.—Por favor —suplico una vez más.—No sé lo cómoda que estés, pero espero que sea lo suficiente como para pasar la noche.Niego. No puede dejarme desnuda y atada, es humillante.Él cubre mi cuerpo con una fina sábana y se dispone a marcharse.—¡No! ¡Desátame, por favor!—Buenas noches, Cassy.El muy bastardo besa mi frente antes de irse