Flashback:
Llegué antes de lo previsto, porque el casero no había llegado todavía. Estaba en una ciudad totalmente desconocida, cansada, y las maletas me impedían moverme con facilidad.
Me quedé sentada en el portal, con la batería del móvil agotándose, y a la espera de que aquel hombre apareciera con las llaves de mi nueva casa.
Mi madre me había llamado como un centenar de veces, y gracias a ello se agotó la batería.
Una vez más la pantalla del teléfono se iluminó por una nueva llamada, pero al mismo tiempo, mi teléfono se apagó.
—¡Oh, mierda! ¡Mierda!
Me incorporé de las diminutas escaleras totalmente frustrada y con ganas de estampar en el suelo ese cacharro que se negaba a encenderse y concederme tan solo dos minutos para llamar.
—¡Estúpido teléfono!
Me giré con brusquedad y sin querer golpeé con mi codo a un chico, el cual exageró el golpe durante unos segundos para luego reírse de una manera divertida.
—¡Lo siento! Ha sido sin querer... Llevo dos horas esperando que un maldito gilipollas me traiga las llaves y por el colmo mi móvil acaba de morir.
—Vaya, lo siento mucho.
—¡No! La que lo siente soy yo, es culpa de ese idiota que llega tarde...
—Por eso mismo, lo siento —hace una mueca avergonzado. —Tuve un pequeño problema, lo siento, de veras.
—¿Mario?
El caso es que me esperaba a un señor, no a un chico joven como él. Mario no debía tener más de veinticinco.
—Soy el imbécil de la inmobiliaria. Uno de esos clientes pesados me hizo perder más tiempo de lo previsto.
Mario abrió la puerta del portal al mismo tiempo que tiró de una de mis maletas.
Por unos momentos me sentí fatal por todo lo que le había dicho, pero supongo que el cansancio y las ganas de llegar de una vez, sacaron mi parte más desagradable.
—Te va a encantar.
No había visto el piso en persona, no tenía tiempo que perder y me había conformado con ver las fotografías.
Aun así había hecho una buena elección, era mucho mejor de lo que había visto en las fotografías.
Después de enseñarme el piso y hacerme la entrega de llaves, Mario volvió a ser alguien encantador y adorable.
—Me encantaría enseñarte la ciudad para recompensar la tardanza, me gustaría dejar de ser el imbécil.
No pude negarme.
Fin del Flashback:
Ya totalmente vestida, con un horrendo pijama color rosa chicle, de lo más vulgar, salgo del cuatro de baño.
Me siento como un mono de circo exhibiéndose ante los espectadores. Solo me faltan las pelotas para hacer mi número y recibir numerosos aplausos. Por mi desgracia, no soy un mono, soy solo una estúpida que espera no morir tan joven.
Camino detrás de Alejandro cuando me hace una señal para seguirlo, y Oliver va detrás de mí. El gorila que custodia la habitación se hace un lado una vez que salimos de allí.
Miro a mi alrededor, aunque no hay mucho que ver, solo un largo pasillo con múltiples de habitación a ambos lados, todas ella enumeradas por orden.
13. Ese es el número de la habitación de Oliver. Para mí, el número de la mala suerte.
Hay un silencio absoluto, solo nuestros pasos retumbando el mármol.
Giramos hasta entrar en lo que parece un comedor bastante amplio. Barra americana con un mostrador de cristal exhibiendo todo tipo de comida, a lo que mi estómago responde con un breve quejido. Tengo hambre.
—Puedes servirte lo que más te guste.
Oliver no aprueba lo que dice su hermano, y lo demuestra con sus muecas interminables y su cara larga. Este chico debe vivir completamente amargado.
Tomo asiento en cuanto pongo algo de comida en mi plato, Alejandro me ofrece un jugo de naranja, y ambos se sientan delante de mí.
Sé que por mi manera de comer, estoy dando una imagen pésima, pero prefiero llenar mi estómago y luego hablar de mi muerte, el caso es estar saciada.
—Cruzaremos la frontera hacia México.
Suelto el tenedor, y trago sin terminar de masticar. No puedo ir a México.
—Antes de que digas nada, quiero que sepas que tu madre vive según tus decisiones, si decides montar un show en la frontera, tu madre muere. Si sigues las normas al pie de la letra, tu madre seguirá viva.
—¿Puedo hablar con ella?
Alejandro le hace un gesto a Oliver para que deje de hablar. Mi estómago vuelve a estar cerrado. Entrar en México me quita cualquier probabilidad de huir y ser rescatada.
—Lo que Oliver quiere decir, es que los tres vamos a viajar, como te he dicho antes, eres nuestra invitada, y solo queremos recuperar a Sandra.
Alejandro suprime las cosas, Oliver especifica mejor.
Dejo los cubiertos en el plato, y trato de no venirme abajo. No delante de ellos.
Mi rabia aumenta a cada gesto y palabra que hacen o dicen. Y mi cabeza está colapsada por miles de pensamientos.
—¿Puedo hablar con mi madre? —pregunto por segunda vez.
—No —responde tajante —, pero puedes hablar con tu padre.
Oliver saca su teléfono móvil, y me lo entrega. No recuerdo el número de mi padre, solo tengo memorizado el mío y el de mi madre.
Levanto la mirada de la pantalla del teléfono con disimulo. Y marco el de mi madre.
Mi miedo se muestra en forma de sudor, siento mi cuerpo calentarse como un motor viejo, y más sudor resbalando por mi espalda.
Mamá no responde. Ella y su maldita manía de dejar el teléfono olvidado en cualquier sitio.
—No contesta...
Aprieto mis dientes, mi pierna derecha tiembla de tal modo que se me hace incapaz controlarla. Y por unos segundos tengo muchas ganas de llorar. Pero simplemente me quedo mirando el teléfono, hasta que Oliver me lo arrebata de las manos.
Hay una parte de mí que tiene fe en que todo va a salir bien. Por eso no tengo miedo, pero también tengo una mala sensación sobre todo esto.Nunca había pensado en la muerte, hasta hoy. Incluso durante el viaje no había barajado la idea de morir. No sé qué es peor, morir o vivir lo que pueda venir.Es extraño que solo me preocupe mi madre, que no esté pensando solo en mí.Miro la habitación en la que Alejandro me ha instalado y no puedo evitar pensar que es un lugar hostil y frío, casi inhabitable.Pienso tanto que me duele la cabeza, aunque supongo que es por llorar demasiado. Llorar por algo que todavía no ha sucedido.Me sobresalto cuando la puerta se abre de golpe, Oliver y su fea cicatriz hacen presencia. El imbécil no se ha suturado la herida.—¿Sabes qué es lo que más odio en esta vida? —
Lo miro fijamente antes de dar una respuesta, aunque lo único que quiero decir es que su hermano está totalmente desequilibrado. Pero creo que en la condición que estoy no me conviene protestar demasiado.—¿Tendré ropa para el viaje o voy en pijama a todos lados?Alejandro sonríe de medio lado, aunque no es una broma ni mucho menos, es algo muy serio.—Buena respuesta a mi pregunta.—No quiero discutir el tema contigo.—Muy bien, Cassy. ¿Te gusta más que Cristal?—Cassy es el nombre de mi madre, y por el cual me conocen todos mis amigos, Cristal es como mi padre decidió llamarme.Alejandro vuelve a tenderme la mano para levantarme. La acepto sin poner pegas y me incorporo.—Ojalá nuestro encuentro no se haya dado en esta fea situación.—Ojalá no hicieras lo que haces para conseguir dinero.
Vestida; si es que se le puede llamar así a lo que llevo puesto.Tiro del maldito vestido, con la intención de que al menos mi trasero no quede al descubierto. ¿Para quién han diseñado esta mierda? ¿Para una Barbie?—Necesito unos pantalones —protesto. —Parezco una prostituta y de las que se paran en las esquinas.Oliver sonríe, lo sé, demasiado divertido para su mente enferma. En cuanto a Alejandro, él solo asiente.—Procuraré encontrar algo más decente.Alejandro saca lo que deduzco es mi pasaporte. Pero en cuanto lo abro, lo único que reconozco es mi fotografía.María Thomson López.—No te alarmes, los billetes están a ese nombre...—¡Es un pasaporte falso!—Nadie tiene por qué saber que has viajado a México, a la vuelta, podrías tene
¡Oh, Dios mío! Todo era mentira. En el fondo sabía que mi padre no sería incapaz de hacer algo tan perverso.Retrocedo apartándome de María con la intención de salir corriendo. Tengo que alejarme de este lugar.—¿Está bien, señorita?Niego.—¡Necesito salir de aquí!Sea lo que sea, no es bueno. Tal vez vayan a usarme para extorsionar a mi padre, o para algo peor.En cuanto llego a la puerta, Alejandro asoma por ella.Me quedo totalmente asustada, con los ojos clavados en los suyos. Sin más preámbulos lo empujo con todas mis fuerzas y echo a correr. Pero no llego demasiado lejos. Alejandro me atrapa del brazo y me inmoviliza contra su pecho.Tengo mi espalda pegada a él. Me sujeta con tanta fuerza que se me dificulta respirar. Y por el colmo, Oliver está presente.—Tranquila... &mdash
—¿Cuánto tiempo llevas haciéndote pasar por él?No puedo creer que le haya estado contando a un desconocido tantas cosas sobre mí, ni que le haya mandado fotos de casi todo lo que hacía.—¡Lo que has hecho es enfermizo! —le reprocho.—¿Recuerdas lo del piso? —asiento. —Yo mandé a Mario. Parecía encantador, ¿verdad? —se regocija. —En realidad lo hacía porque me daba pena lo sola que te sentías. Yo escogí tu bonito piso. El mejor que pude encontrar. ¿Sabes que habría hecho tu padre? —pregunta sin esperar una respuesta. —Tan solo te habría mandado el dinero, pero yo me encargaré personalmente de verlos uno por uno.—¡Oh, Dios mío! Esto tiene que ser una puta pesadilla.—Es tan real como yo. ¡Y vas a devolverme lo que tu padre me quito!&nbs
OliverLa primera vez que vi a Cassy no sabía quién era, Alejandro jamás me mostró unas de esas decenas de fotografías que ella le había mandado, no a él, sino a su padre.Pero cuando la vi en mi habitación, me pareció graciosa, ¿Quién en su sano juicio se preocupa por una cicatriz de la persona que pretende dañarte? Aunque en ese momento pensé que era una ingenua, luego me di cuenta de que solo quería ganar tiempo.A pesar de que mi hermano no me había permitido ver sus fotos, fui el primero en verla completamente desnuda. Entiendo a Alejandro, a mí también me impresionaron sus enormes ojos azules, pero tengo que decir que desnuda gana mucho más.Disfruté haciendo mi papel de malo, acosando a Cassy, haciéndola creer que era un depredador que pretendía devorarla. ¿A qué viene todo
Alejandro tira del pañuelo que cubre mis ojos, pero el haber estado cegada, no quiere decir que también haya estado sorda. Sé que hablaba con alguien más...Hace una mueca, y yo tiro de mis atadas manos, provocando un daño severo en mis muñecas.—Suéltame, por favor.—Si no te suelto, ¿qué puedes hacer?Patalear, gritar, insultar... Nada que pueda sacarme de la situación en la que estoy.—Por favor —suplico una vez más.—No sé lo cómoda que estés, pero espero que sea lo suficiente como para pasar la noche.Niego. No puede dejarme desnuda y atada, es humillante.Él cubre mi cuerpo con una fina sábana y se dispone a marcharse.—¡No! ¡Desátame, por favor!—Buenas noches, Cassy.El muy bastardo besa mi frente antes de irse
OliverMe sirvo una taza de café, mientras observo a María, es tan rápida preparando las cosas que me canso con solo verla.—¿Te hago huevos rancheros?Tengo el estómago cerrado, y demasiado sueño, no he podido pegar ojo en toda la noche. Pero asiento, solo porque a ella me cuesta decirle que no quiero algo.—¿Cassy tomará el desayuno en la habitación?Arqueo una ceja. No puedo tomar decisiones por Cassy, tampoco me importa saber dónde va a desayunar esa niñata que me perturba por la noche, y que gracias a ella he amanecido más cansado de lo habitual.—Deberías preguntarle al señor de la casa.Ella pone los ojos en blanco y niega.—Tú también lo eres, Oliver. Deberías dejar esa actitud, Alejandro y tú sois hermanos y debéis cuidar el uno del otro.Ma