Capitulo 4

Flashback:

Llegué antes de lo previsto, porque el casero no había llegado todavía. Estaba en una ciudad totalmente desconocida, cansada, y las maletas me impedían moverme con facilidad.

Me quedé sentada en el portal, con la batería del móvil agotándose, y a la espera de que aquel hombre apareciera con las llaves de mi nueva casa.

Mi madre me había llamado como un centenar de veces, y gracias a ello se agotó la batería.

Una vez más la pantalla del teléfono se iluminó por una nueva llamada, pero al mismo tiempo, mi teléfono se apagó.

—¡Oh, mierda! ¡Mierda!

Me incorporé de las diminutas escaleras totalmente frustrada y con ganas de estampar en el suelo ese cacharro que se negaba a encenderse y concederme tan solo dos minutos para llamar.

—¡Estúpido teléfono!

Me giré con brusquedad y sin querer golpeé con mi codo a un chico, el cual exageró el golpe durante unos segundos para luego reírse de una manera divertida.

—¡Lo siento! Ha sido sin querer... Llevo dos horas esperando que un maldito gilipollas me traiga las llaves y por el colmo mi móvil acaba de morir.

—Vaya, lo siento mucho.

—¡No! La que lo siente soy yo, es culpa de ese idiota que llega tarde...

—Por eso mismo, lo siento —hace una mueca avergonzado. —Tuve un pequeño problema, lo siento, de veras.

—¿Mario?

El caso es que me esperaba a un señor, no a un chico joven como él. Mario no debía tener más de veinticinco.

—Soy el imbécil de la inmobiliaria. Uno de esos clientes pesados me hizo perder más tiempo de lo previsto.

Mario abrió la puerta del portal al mismo tiempo que tiró de una de mis maletas.

Por unos momentos me sentí fatal por todo lo que le había dicho, pero supongo que el cansancio y las ganas de llegar de una vez, sacaron mi parte más desagradable.

—Te va a encantar.

No había visto el piso en persona, no tenía tiempo que perder y me había conformado con ver las fotografías.

Aun así había hecho una buena elección, era mucho mejor de lo que había visto en las fotografías.

Después de enseñarme el piso y hacerme la entrega de llaves, Mario volvió a ser alguien encantador y adorable.

—Me encantaría enseñarte la ciudad para recompensar la tardanza, me gustaría dejar de ser el imbécil.

No pude negarme.

Fin del Flashback:

Ya totalmente vestida, con un horrendo pijama color rosa chicle, de lo más vulgar, salgo del cuatro de baño.

Me siento como un mono de circo exhibiéndose ante los espectadores. Solo me faltan las pelotas para hacer mi número y recibir numerosos aplausos. Por mi desgracia, no soy un mono, soy solo una estúpida que espera no morir tan joven.

Camino detrás de Alejandro cuando me hace una señal para seguirlo, y Oliver va detrás de mí. El gorila que custodia la habitación se hace un lado una vez que salimos de allí.

Miro a mi alrededor, aunque no hay mucho que ver, solo un largo pasillo con múltiples de habitación a ambos lados, todas ella enumeradas por orden.

13. Ese es el número de la habitación de Oliver. Para mí, el número de la mala suerte.

Hay un silencio absoluto, solo nuestros pasos retumbando el mármol.

Giramos hasta entrar en lo que parece un comedor bastante amplio. Barra americana con un mostrador de cristal exhibiendo todo tipo de comida, a lo que mi estómago responde con un breve quejido. Tengo hambre.

—Puedes servirte lo que más te guste.

Oliver no aprueba lo que dice su hermano, y lo demuestra con sus muecas interminables y su cara larga. Este chico debe vivir completamente amargado.

Tomo asiento en cuanto pongo algo de comida en mi plato, Alejandro me ofrece un jugo de naranja, y ambos se sientan delante de mí.

Sé que por mi manera de comer, estoy dando una imagen pésima, pero prefiero llenar mi estómago y luego hablar de mi muerte, el caso es estar saciada.

—Cruzaremos la frontera hacia México.

Suelto el tenedor, y trago sin terminar de masticar. No puedo ir a México.

—Antes de que digas nada, quiero que sepas que tu madre vive según tus decisiones, si decides montar un show en la frontera, tu madre muere. Si sigues las normas al pie de la letra, tu madre seguirá viva.

—¿Puedo hablar con ella?

Alejandro le hace un gesto a Oliver para que deje de hablar. Mi estómago vuelve a estar cerrado. Entrar en México me quita cualquier probabilidad de huir y ser rescatada.

—Lo que Oliver quiere decir, es que los tres vamos a viajar, como te he dicho antes, eres nuestra invitada, y solo queremos recuperar a Sandra.

Alejandro suprime las cosas, Oliver especifica mejor.

Dejo los cubiertos en el plato, y trato de no venirme abajo. No delante de ellos.

Mi rabia aumenta a cada gesto y palabra que hacen o dicen. Y mi cabeza está colapsada por miles de pensamientos.

—¿Puedo hablar con mi madre? —pregunto por segunda vez.

—No —responde tajante —, pero puedes hablar con tu padre.

Oliver saca su teléfono móvil, y me lo entrega. No recuerdo el número de mi padre, solo tengo memorizado el mío y el de mi madre.

Levanto la mirada de la pantalla del teléfono con disimulo. Y marco el de mi madre.

Mi miedo se muestra en forma de sudor, siento mi cuerpo calentarse como un motor viejo, y más sudor resbalando por mi espalda.

Mamá no responde. Ella y su maldita manía de dejar el teléfono olvidado en cualquier sitio.

—No contesta...

Aprieto mis dientes, mi pierna derecha tiembla de tal modo que se me hace incapaz controlarla. Y por unos segundos tengo muchas ganas de llorar. Pero simplemente me quedo mirando el teléfono, hasta que Oliver me lo arrebata de las manos.

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