Capitulo 7

Vestida; si es que se le puede llamar así a lo que llevo puesto.

Tiro del maldito vestido, con la intención de que al menos mi trasero no quede al descubierto. ¿Para quién han diseñado esta mierda? ¿Para una Barbie?

—Necesito unos pantalones —protesto. —Parezco una prostituta y de las que se paran en las esquinas.

Oliver sonríe, lo sé, demasiado divertido para su mente enferma. En cuanto a Alejandro, él solo asiente.

—Procuraré encontrar algo más decente.

Alejandro saca lo que deduzco es mi pasaporte. Pero en cuanto lo abro, lo único que reconozco es mi fotografía.

María Thomson López. 

—No te alarmes, los billetes están a ese nombre...

—¡Es un pasaporte falso!

—Nadie tiene por qué saber que has viajado a México, a la vuelta, podrías tener problemas si utilizas el original, podrían relacionarte con tu padre.

Niego una vez más. 

—¿Dónde está el mío? 

—¡Mira, niñata! Estamos haciendo todo lo posible para que no tengas ningún problema, deja de poner tantas trabas y colabora, que esto es culpa de tu padre.

Las palabras de Oliver me golpean con la verdad, a la vez me hacen sentir culpable.

Pero aun así, no pienso salir con este vestido a la calle.

—Necesito unos pantalones.

Alejandro camina hacia la puerta y no puedo evitar tener ganas de seguirlo. No quiero quedarme sola con su hermano.

***

El viaje hasta al aeropuerto se me hace demasiado corto. 

Alejandro consiguió unos leggins negros, lo que hace que esté algo cómoda.

De camino he memorizado los detalles del pasaporte por si me hacen alguna pregunta. 

Pronto llegaremos y todo acabará. 

Desconecto de la realidad durante el viaje, y de nuevo mis pensamientos se llenan de recuerdos insignificantes, pero que por alguna razón, hoy, son más importantes de lo que pensaba.

Cuando aterriza el avión me invade una sensación extraña. Cómo de abandono. Pero me concentro en no ponerme nerviosa mientras las autoridades revisan mi pasaporte sin percatarse de que es totalmente falsificado.

Camino en medio de ambos sin mencionar palabra alguna. 

En cuanto salimos del aeropuerto, un coche espera por nosotros. Alejandro ha sido atento y gentil durante todo el viaje, incluso ofreciéndome un libro en el avión para no aburrirme.

Oliver es un caso perdido para mí. Solo evito no hablar con él, y así no tener problemas.

Alejandro abre la puerta del vehículo invitándome a entrar. Todo lo que me rodea es desconocido.

Me siento acorralada en cuanto me veo sentada en medio de ellos. 

—¿Cuánto queda?

No sé qué postura adaptar para no rozar mis piernas con las de ellos. Y más cuando el idiota de Oliver está sentado como si estuviera completamente solo. ¡Maldito egoísta!

Mi rabia y la frustración que siento me llevan a pegar mi pierna a la de él, intentando invadir su espacio, como hace él en todo el trayecto. 

Empieza casi una guerra de empujones, a lo que él responde con una sonrisa burlona.

Pierdo los papeles en cuando golpea con fuerza su estómago, supongo que he estado demasiado tiempo queriendo hacerlo.

—¡Estás loca!

Gruñe al mismo tiempo que arruga su cara en señal de dolor. ¡Que le jodan!

Oliver me empuja, impacto contra Alejandro, y lo miro furiosa. 

—¿Podéis comportaron como adultos?

—Le exiges demasiado —me burlo.

No lo he podido evitar, lleva dos días buscándome, y al final va a obtener lo que buscaba. Alejandro arroja el libro a mis muslos. 

—Deberías haberle comprado uno para colorear.

—¿Por qué no te callas de una maldita vez? —le grito molesta.

Sinceramente me gustaría arrancarle los ojos y hacerme un bonito collar con ellos, pero queda mucho para Halloween.

Siento mi cuerpo cansado, mi trasero dolorido por permanecer tanto tiempo sentada, y mis párpados se cierran en contra de mi voluntad.

Sueño. Tengo mucho sueño, y procuro no dormirme...

Despierto con la cabeza apoyada sobre el hombro de Alejandro. Lo que hace que me sienta totalmente avergonzada y la retiro de inmediato.

—Lo siento...

Él sonríe. Ojalá Oliver fuera tan amable como su hermano, todo sería más llevadero.

Me doy cuenta de que Oliver se ha trasladado al asiento delantero, respiro hondo. Al menos tengo espacio para no sentirme ahogada.

Me acerco a la ventanilla, y miró a través de ella; la carretera se encuentra casi vacía, y no se visualiza más que la nada.

Hacemos una parada de veinte minutos, en la que aprovecho para ir al servicio y comer algo.

—Queda muy poco.

A lo que Alejandro llama poco, pasan a ser tres horas más.

En las cuales intento no volver a dormirme... Sin éxito, llevo una dormilona dentro de mí.

Cuando se detiene el vehículo, me despierto de manera automática.

Alejandro me mira fijamente y sonríe.

—Ya hemos llegado.

Podría decir que la casa por fuera es espectacular, y que solo he visto casas parecidas en mis millones de búsquedas por internet.

Tal vez hacia esas búsquedas de casas porque siempre soñé en vivir en una gran mansión. Tardes y horas mirando y soñando con casas con esta. Rodeadas por un impresionante jardín.

Boquiabierta, salgo del vehículo. Dejo de mirar a mi alrededor para concentrarme en una joven, vestida por completo con uniforme, pelo perfectamente peinado,  una amplia sonrisa, de piel morena y ojos rasgados. Hermosa en todos los sentidos.

—Vamos... —Alejando me motiva a caminar.

Oliver aprieta a la joven algo efusivo. Lo que parece totalmente fuera de lugar, y más viniendo de él.

—Bienvenida, señorita.

—Gracias... —murmuro.

Debería estar tranquila, porque estoy ya a la mitad de todo el proceso. Solo me queda hablar con mi padre, hacer el intercambio, volver a mi casa, y abrazar a mi madre.

En cuanto pongo un pie en la casa, me sorprende lo bien colocado y organizado que está todo. Incluso me da pena pisar el suelo con mis zapatos sucios.

—María, acompaña a Cassy a su habitación.

¿A mi habitación? Dirá a la de invitados, porque se ha pasado dos días repitiendo y dejando claro que solo era una invitada.

Aún confusa por las palabras de Alejandro, camino detrás de la muchacha sin decir nada.

Recorremos la impresionante casa, decorada con mucha elegancia, hasta que María abre la puerta de una enorme habitación. 

—Acabo de poner toallas en el baño por si deseas bañarte.

Es muy luminosa, ya que hay un enorme ventanal. María camina hasta correr la enorme puerta del vestidor. 

Alucino por unos segundos por la cantidad de ropa, zapatos y complementos. 

—¿Era la habitación de Sandra? —Pregunto toqueteando todo, todo demasiado caro para mí.

—¿Sandra? —cuestiona con el ceño fruncido.

—La hermana de Alejandro...

—¡Oh, no! El señor Alejandro lo mando  comprar todo para usted. De hecho los señores no tienen ninguna hermana.

Se me eriza la piel por uno segundos. Miro fijamente a la empleada y siento que todo gira a mi alrededor.

—¿Estás segura de lo que dices? 

—Llevo tres años trabajando con los señores, y que yo sepa, ellos no tienen más familiares.

Mi respiración se vuelve irregular, mi pecho sube y baja de manera exagerada. Y por un instante me doy cuenta de que no he hecho caso a nada sobre las advertencias que me hacía mi madre.

Una y otra vez me repetía que no me fiara de nadie que dijera saber algo sobre mi padre, de nadie que lo conociera... De nadie que esté relacionado con él para bien o para mal. Ahora estoy metida en problemas con un destino incierto en manos de dos perturbados.

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