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2. Hoy Bailaremos

Estaba sentada detrás de la barra, mirando pasar a la gente; algunas caminan tan deprisa, como si sus vidas dependieran de su rapidez para llegar a su destino. Otros simplemente iban acompañados conversando, y algunos concentrados mirando la pantalla de sus móviles.

En fin, estoy tan metida en mis pensamientos que, no escucho cuando me llaman de la mesa del fondo, a lo cual mi amigo fiel y tan alegre compañero Anthony Ferrar, me saca de mis pensamientos.

 —¡Oye, Rubí!  Te están solicitando en la mesa ocho. —Lo miro sorprendida, agarro el cuaderno y mi lápiz, para dirigirme a la mesa.

Al llegar veo a las dos personas que esperan ser atendidas. 

—Disculpen la tardanza. ¿Puedo tomar su orden?

—Mmm…  Yo pediré el menú del día —ordena la joven, asiento en su dirección y anoto en mi libreta.  

—¿Y usted que pedirá? —le pregunto al joven.

Tras observar el menú un momento responde: 

—A mí me traes una Milanesa con una ensalada mixta y una jarra de agua de frutas,

por favor. 

—De acuerdo, enseguida les traigo su orden—menciono antes de retirarme.

Camino hasta la barra del chef y le entrego la nota, después anoto los pedidos en una planilla para llevar el conteo de mi servicio y regreso a mi lugar habitual para esperar la orden de la mesa. Mi móvil vibra, por lo que leo el mensaje que ha llegado de mi hermana:

«¡Hola, enana! ¿Vendrás a comer? Recuerda que Victoria espera por ti».

Respondo de inmediato:

«Por supuesto que sí».

Luego de guardar mi móvil, escucho la voz de Anthony decirme:

—¡Ya está lista la orden de la mesa ocho! —Recojo los platos y los cubiertos, y los llevo a la mesa ocho. Los coloco ante ellos y suelto una frase amable.

—¡Qué lo disfruten!

—Gracias —me agradecen.

Mientras que voy de regreso a mi lugar, cobro las otras mesas. De pronto, escucho el tintineo de la campana de la puerta y me fijo quién ha ingresado... veo que es mi compañera de trabajo

—¡Hola, Katia! —la saludo, y la beso en la mejilla.

—Hola, hermosa —me responde a la vez que me regresa el saludo. De nuevo corroboro la hora en mi móvil y me dispongo a ir a colgar mi uniforme, mi turno ha concluido.

—Nos vemos mañana, chicos —me despido de mis compañeros.

Salgo y me voy caminando por las calles de Nueva York, no hace más de tres años que me mudé aquí, tenía que dejar mi pasado tan oscuro en ese lugar e iniciar de nuevo en esta otra ciudad. Al recordar esos momentos me pone tan triste que se me resbalan unas lágrimas rebeldes por las mejillas, sin darme cuenta.

Llego al edificio donde vive mi hermana y subo por las escaleras; ya que veo que el ascensor está en reparación. Subo hasta el tercer piso, llego hasta la puerta y doy unos golpes y espero a que me abran. Un Minuto después veo que quien abre es Victoria que cuando ella me mira, grita:

—¡Tía! —Y luego, me abraza, la alzo para que nuestros rostros queden a la misma altura para decirle con ternura:

—¿Cómo estás mi pioja? —Victoria sonríe. Entro al departamento con ella en mis brazos todavía hasta donde se encuentra mi hermana. La miro y bajo a Victoria mientras que le digo —: Bien, Victoria déjame saludar a tu madre porque nos regañará otra vez. —Juliana mi hermana solamente ríe, la saludo. 

—¿Cómo estuvo tu día? —me pregunta.

 —Estuvo bien —respondo, entonces ella se pone en pie.

—Es hora de comer. Serviré…

—Está bien. ¿Te ayudo? —pregunto. 

—Deja yo lo hago, tú descansa. —En ese momento veo ingresar a mi cuñado.

—¡Vaya! ¡La desaparecida ha vuelto! —bromea y sonríe.

 —¡Oye, no seas malo! —le reclamo y lo saludo con un beso en la mejilla, seguido de esto, nos disponemos a comer entre risas y ocurrencias de Victoria.

Ya han pasado varias horas, por lo que verifico mi reloj de muñeca, y luego veo hacia la ventana está por oscurecer. Por lo que me despido y les digo que volveré otro día, salgo del edificio y me dirijo a mi departamento. 

Al llegar a mi departamento abro la puerta dejo mis cosas sobre la mesa y me dispongo a recostarme en el sofá cuando escucho el timbre, no verifico quién está detrás de la puerta simplemente abro; y veo a Katia.

—¿Qué pasa? —pregunto sorprendida.

—¡Tú, arréglate y ponte s*xy que hoy nos vamos a bailar!

—¿Yo bailar? No me apetece, muchas gracias —le digo. 

—Nada de eso, me la debes, recuerda que me habías dejado plantada.

— Está bien... Iré a darme un baño. —Ella tenía razón por lo que me veo obligada a aceptar. 

Luego de bañarme encuentro a Katia revisando mi armario, toma un vestido negro con detalles de encaje y otro de color rojo:

—El negro —le ordeno. Katia me lo pasa y entro al baño nuevamente para vestirme.

Cuando salgo del baño ya vestida, ella me observa detenidamente para después decirme: ¡Por Dios! ¡Qué hermosa estás, amiga! 

—Eres una exagerada—le respondo. Salimos de mi departamento y nos vamos, ninguna tiene auto por lo que nos subimos en un taxi, para llegar a la sofisticada discoteca, llamada: Disco London.  

—¿Cómo entraremos? —pregunto a Katia al percatarme de que hay demasiada gente esperando entrar. 

—No te preocupes ya lo tengo resuelto.

La miro sorprendida y veo que se acerca al guardia y le dice algo al oído, él la mira y la analiza, lo cual me pone un tanto nerviosa, después la veo que me llama y me acerco:

—¡Pasen! —ordena el hombre.

Yo solo asiento y luego miro a Katia, que simplemente sonríe, luego entramos al lugar. Estaba lleno hasta el punto que era imposible caminar sin dejar de chocar con la gente.

Cuando por fin llegamos a la barra.  Pido una bebida y el joven barman me ofrece un vodka a las rocas, no me pareció mala idea, ya que estaba sedienta, cuando giro a buscar a Katia ya no la veo y me digo «¡Genial! Me invita y me deja sola».

Pido otra bebida y la botella la cual me la llevo conmigo junto con mi vaso, voy en busca de un asiento. Cuando estoy por rendirme encuentro un asiento vacío y me dispongo a sentarme para seguir con mis tragos. Busco con la mirada a Katia y no la veo por ningún lado, pero en ese momento choco mi mirada con la de un joven que me estaba observando lo cual ignoro su mirada.

 Minutos después veo a Katia con un joven atractivo, de beso en beso lo cual no me parece y meneo la cabeza de un lado a otro en desaprobación al verla así. Ella deja de besar al chico para girar su rostro y mirarme.  Katia se acerca a mí.  

—Te presentaré a alguien —me dice.

—Rubí, te presento a James. Y James, te presento a Rubí—Nos saludamos con cortesía y luego ella me dice:

—¿No te molesta si te dejo un rato sola?

—No... No me molesta siempre que no te tardes —Le digo mientras ella solamente asiente, para después verla retirarse con su nuevo amor de unas horas.

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