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3. Una noche de placer

Han pasado dos horas, supongo que... todavía estoy sentada aquí, después de beber y sin rastro de Katia.  Decido volver al bar, para pedir una botella de vino y simplemente sentarme a degustarla. El chico de la barra me mira desde el otro lado y se acerca en cuanto se desocupa con un cliente: 

—Creo que tu amiga te ha dejado.

 —¡Sí, creo que sí! —contesto —¿Me puedes dar otro vaso de la misma bebida?

—¡Por supuesto, ya vuelvo!

Lo veo alejarse. Unos minutos más tarde, regresa con la botella.

—¡Mi nombre es Cristóbal! ¿Cuál es tu nombre? —No veía nada de malo presentarme.

—Me llamo Rubí. 

Él me sonrió en respuesta.

—¡Lindo nombre!

Después de esto, comienzo a beber y a seguir recordando mi pasado, una completa tortura. Pero, de repente siento una mirada puesta sobre mí. Giro la cabeza lo más disimuladamente que puedo y veo a un chico mirándome. Él está inclinado hacia la barra, sentado a mi lado, pidiendo whisky en las rocas, obviamente, todavía mirándome. No sé si coqueteo con él porque estaba bajo el efecto del alcohol o porque es muy guapo. Sin embargo, su actitud es un poco misteriosa, tal vez eso fue lo que me atrajo de él. Se me acerca un poco más con esa mirada seductora que tienen los hombres decididos. 

—¿Estás bien? 

Mi respuesta es—: ¿Porque no lo estaría?—Seguida de una sonrisa. ¡Este chico es tan guapo!

—¿Te gusta bailar?

—Sí.

—¿Quieres bailar?

Así que bajamos a la pista de baile y nos ponemos a bailar. Para ser honesta, tengo que decir que baila muy bien. Bailamos durante mucho tiempo, entre risas y miradas coquetas y hasta curiosas. De repente, suena una balada, él sin pedir permiso me agarra y me pega más hacia él.  Siento su cuerpo completamente y eso me incomoda un poco al principio. Y luego… su mirada me encierra en un mundo en el que solo estamos nosotros dos bailando, como si nos conociéramos de mucho tiempo, como si fuéramos una pareja de amantes. Sonrío por mi tonta imaginación. 

Cuando vuelvo de mis pensamientos mi cara ligeramente hacia la suya, se acerca a mi oído y susurra:

—¡Vamos a un lugar más tranquilo!

—Si me ayudas, voy contigo. Porque si me dejas ir, me puedo caer aquí mismo. 

—¡Claro que te ayudo! —me responde con una sonrisa ladeada. Creo que él también está pasado de copas.

Llegamos a su carro, claro yo con mucha ayuda. Me mete en él y se dispone a conducir. Siento que me da vueltas la cabeza, sin embargo, no digo nada. Cuando el auto se detiene miro por la ventanilla, es un hotel. Sigo manteniéndome en completo silencio. Él me ayuda a bajar y caminamos hacia las dobles puertas, empuja y entramos.

Él me conduce hasta la recepcionista. Pide una habitación y luego de pagar y recibir la llave me conduce al elevador. Ahí me mantiene todavía firme, luego salimos de la caja metálica y pronto encontramos nuestra habitación. Abre y luego de que entramos, cierra la puerta con un pie, pues creo que teme soltarme. En esta posición puedo oler su rico aroma. Todo lo que quiero hacer es estar entre sus brazos y enterrar mi rostro en su pecho. Pero luego noto que acerca su rostro al mío. Pronto sus labios tocan los míos. El comienza a besarme con tanta pasión que no puedo resistirme a su avance. El beso es tan rápido e intenso que un calor comienza a invadir todo mi cuerpo. Solo nos separamos un momento y eso por la falta de oxígeno, luego continuamos con el beso.

Para cuando me doy cuenta de lo que pasa, ya estoy semidesnuda en la cama, porque vamos estoy un poco ebria y hay momentos en los que mi mente se pierde, es cuando me percato que él me ha soltado, levanto la mirada para verlo desnudarse. No soy capaz de articular palabra alguna. Él simplemente es hermoso con su cuerpo escultural. Ni siquiera soy capaz de decir nada cuando se coloca sobre mí. 

—¡Me gustas desde el primer momento en que te vi! —dice mientras que se acomoda y…  No respondo a ninguno de sus comentarios y cuando lo siento dentro de mí recuerdo que aún era virgen. Al parecer él también lo nota porque se detiene, se levanta un poco y mirándome a los ojos me pregunta entre sorprendido y horrorizado:

—¡¿Eres virgen?!

Dicho esto, solo atino a asentir con la cabeza. Pues el dolor agudo que me sacude en el bajo vientre no me deja decir nada. Cierro mis ojos mientras que tomo con mis manos las sábanas y las aprieto. 

—¡No te preocupes, lo haré lentamente para que no sufras tanto! —Al primer movimiento que hace, vuelvo a sentir el mismo dolor que antes. Me hace gemir, y arquear el cuerpo. Este movimiento lo aprovecha para besar mi cuello. Poco a poco, con cada movimiento que hace el dolor disminuye y pronto pasa de mí. No sé si ha sido por la ternura con la que me ha tratado, por sus besos apasionados o sus caricias licenciosas. 

—¡Es mi turno! —le digo, luego de que nos hago girar dejándolo debajo de mí. Al parecer, el alcohol me hace ser osada. Me mira con cara de sorpresa. Pero lo ignoro y comienzo a moverme.

—¡No puedo resistir más! —Se queja, por lo que comienzo a moverme más rápido. Por un lado, sabía que esto estaba realmente mal, pero por otro él me hace perder mis sentidos.

— ¡Hagámoslo juntos!

Cuando todo termina me recuesto a su lado y me quedo totalmente dormida. 

Al día siguiente me despierto con un dolor de cabeza, de esos que ni siquiera se puede uno mover. Cuando levantó las sábanas y me veo desnuda, mis ojos se abren como platos, empiezo a recordar todo y no sé si maldecirme por estúpida o felicitarme por el hombre que dejé que me hiciera esto.

—¡Por Dios, ¿qué he hecho?! —  No puedo creer lo que había hecho. Yo le había dado lo único que era precioso para mí que era mi virginidad y lo peor que a un hombre que ni siquiera sé su nombre, me visto y salgo de la habitación.  Me dirijo a la recepción.

—¿Cuánto es lo que debo por una noche? —mientras que rebusco en mi bolsa mi cartera para pagar. 

—¡Lo siento, señorita, el hombre ya pagó antes de retirarse, pero le dejó esta tarjeta! —Me pasa un sobre, la agarro y sin leer el remitente o ver lo que tenía dentro, me retiro. Más por vergüenza que por mala educación.

Al salir del hotel busco un taxi, subo y doy la dirección de mi casa. Al llegar, tomo mis llaves de la bolsa y abro la puerta. Al entrar a mi departamento, me dirijo directamente hacia la ducha. Todavía no he asimilado la locura que hice la noche anterior, luego me voy a trabajar sin tomar primero un analgésico para que pase este dolor de cabeza. 

Llego al trabajo y comienzo mi día como todos los días, pasan las horas, solo espero que termine mi jornada ya que no me siento bien. Hoy comenzaría mi curso de defensa personal, cuando termine aquí me iré a descansar para poder estar bien de cara, al curso. Faltando unos minutos para terminar mi trabajo, llega Katia 

—¡Fui a buscarte y ya no te encontré!¿Qué pasó? —La miro y en silencio quiero responderle: «¡Si supieras lo que he hecho!». 

—Te cuento los detalles otro día ya me voy a descansar ya que estoy agotada. —Dicho esto, me retiro a mi apartamento, entro y me voy directamente a dormir, solo quiero dormir y recuperarme de mi aventura.

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