2. Recuerdos

“Que tus sueños sean más grandes que las montañas y que tengas el coraje de escalar sus cumbres.”

Harley King

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Semanas después.

Desde la llegada de Clarissa a vivir con su tío, no había día que se levantara a las 5:30 am para ir a la huerta, salir a hacer compras, limpiar, entre otras cosas, así el tiempo se fue pasando volando.

¿Qué sería de la joven, sin el apoyo de su tío? Clarissa estaba consciente que parte de la pequeña mejoría que tenía se la debía a todo el amor que Hugo le brindaba, haciéndola ocuparse para mantener la mente enfrascada y el cuerpo agotado.

A tempranas horas del día acudieron a colaborar en la Casa Hogar, por lo que desde 5:30 am con el apoyo de Luz, prepararon el desayuno para las 70 niñas, que albergaba el sitio; además, de que contribuyeron en las labores del lugar. 

Justo cuando ingresaron a aquellas instalaciones. Caminaron por los amplios pasillos, pasando por algunas de las villas, en donde tenían los dormitorios, hasta llegar al comedor. La mirada de Clarissa, se llenó de ternura al observar a las pequeñas, tan bien arregladas, formadas en una línea, esperando ingresar para tomar asiento y poder desayunar.  

Luego de un tiempo oportuno mientras Hugo, jugaba en el patio con algunas pequeñas, Clarissa estaba presionada preparándoles unas bolsitas con un poco de golosinas, para que las disfrutaran, después de pasar la mayor parte del día con ellas. 

Claudia, la directora de la casa cuna, se acercó a saludarlos, y agradecer todo lo que hicieron durante ese día además de brindarles gran alegría. Mientras charlaban y les explicaba el calendario de las niñas, después de las clases, mencionó que les hacía falta apoyo por las tardes para que tuvieran alguna actividad extra.

El padre Hugo volteó a ver a la joven, con esa sonrisa que ya conocía y le dio un codazo. Clarissa, se quedó en silencio sin saber qué decir, entonces, él intervino:

—Mi sobrina estudió danza clásica, estoy seguro que podrá venir encantada a darles clases, ¿verdad hija? —volteó  divertido observándola.

—S-si, claro —Clarissa, externó luego de unos segundos, sintiéndose nerviosa, ya que no estaba segura de poder hacerlo. Que su cuerpo respondiera ante los estímulos.

 Al sentirse comprometida acordó que de cinco a siete de la tarde asistiría, dos veces por semana. Distinguió perfecto la gran sonrisa que su tío, externó al haber logrado salirse con la suya.

****

Después de llegar a casa, se retiraron a recostarse un rato, estaban tan cansados de andar corriendo tras las pequeñas, que ambos decidieron tomar una siesta.

Clarisa se arrojó sobre la cama, cayendo como piedra, quedándose dormida con profundidad.

… De pronto se observó así misma; estaba con él, ‘con Armando’, besándose. En un inicio una caricia tierna y después fue más acelerado, queriendo más… Ella le solicitó que parara, pero el sujeto prosiguió, comenzando a asustarla.

Entonces, se despertó sobresaltada con una fina capa de sudor que perlaba sobre su frente, y con una gran cantidad de lágrimas  acumuladas en sus ojos. Se puso de pie y tomó un vaso y sirvió agua, buscando pasar a aquel doloroso nudo, instalado en el interior de su garganta. 

Colocó una de sus manos en su acelerado pecho, intentando tranquilizarse. Sin poder evitar reconoció que él siempre dejó en claro sus intenciones verdaderas, para con ella, y no supo reconocerlas a tiempo; ya que desde un inicio pretendió llevarla demasiado a prisa, cuando ella, solo deseaba que esperara, al ser su primera ilusión; su primer amor. 

Su corazón no cesaba de palpitar de forma acelerada, de pronto los recuerdos comenzaron a surgir:

Uno de esos días después que cenaron en su apartamento, él se puso de pie, extendió su mano para invitarla a bailar, escogiendo música tranquila. Clarissa se sentía tan emocionada al estar entre sus brazos. Sonreía llena de emoción, pero todo cambió cuando Armando, comenzó a descender sus manos buscando otros lugares de su cuerpo. 

La joven lo detuvo, dirigió a su cintura sus brazos, entonces aquel hombre, la miró con seriedad; tomó sus labios y la besó de manera más candente. La acercó a él, para que pudiera sentir su dureza. 

La dulce mirada de Clarissa, se llenó de temor, pasó saliva con dificultad y colocó ambas manos sobre su pecho, separando su cuerpo del de él; intentó explicarle que no estaba lista para dar un paso como ese, que no deseaba hacerlo, al menos en ese momento.

Armando ladeó los labios y sonrió con malicia.

—Eso debiste pensar, antes de venir a cenar con un hombre a solas —refirió acercando sus labios a su cuello.

***

Al rememorar aquel tortuoso recuerdo, que deseaba olvidar, soltó el vaso que sostenía en sus manos, por lo que el sonido de aquel objeto al fragmentarse, luego de chocar en el piso, la hizo regresar al presente.

—Maldito —pronunció con resentimiento—, ojalá que la vida te cobre muy caro, lo que me hiciste. —Se inclinó a recoger los pedazos de aquel vaso.

****

Cuatro meses después.

 Fernando viajaba en el Ferrari convertible de su padre, regresaban de comer con él. Hablaban de las cuestiones que trató Carlos Ponce, en la junta, que tuvieron con algunos empresarios en la inmobiliaria. Aunque la charla era tranquila, su papá hacía mucho énfasis en tener su apoyo total, ya que  continuaba con algunos asuntos pendientes desde hacía un buen tiempo.

 Al detenerse en el alto que indicó el semáforo, sobre avenida Constituyentes. Carlos sacó su móvil, para checar algunos correos, ladeó sus labios al ver en específico un mensaje y suspirar.

El joven por su parte desvió su mirada, hacia el paso peatonal, observando como algunas personas atravesaban por ahí, dirigiéndose al paradero del autobús.

Inhaló profundamente algo aburrido al solo poder hablar de negocios o trabajo con su padre; entonces, sus ojos se clavaron en una joven, que caminaba frente a ellos, para tomar el autobús. Sin poder evitarlo la escaneó con lentitud. Distinguiendo su vestimenta casual: pantalón desgastado azul fuerte y una sudadera deportiva, además de unos vans en negro. No pudo evitar percibir lo hermosa que lucía con aquel moño alto y su caminar erguido.

Pareciera que aquella chica que se dirigía a tomar el autobús, en ese preciso instante, se sintiera observada; por lo que giró su dulce rostro hacia donde los autos esperaban la luz verde, cruzando por unos segundos su mirada con la de él. Desvió su cabeza cuando un chico pasó a su lado corriendo, golpeando uno de sus hombros, por instinto sujetó el bolso deportivo, que llevaba consigo y prosiguió su andar.

En cuanto ingresó al autobús, tomó asiento cerca de la ventanilla, sus hermosos ojos color esmeralda, volvieron a encontrarse con la de ese misterioso hombre. Ambos presionaron sus párpados y ladearon sus labios, sin poder comprender la necesidad que tuvieron de encontrarse de nuevo con sus miradas.

¿Será que el destino les demostraría que ambos podrían darse una nueva oportunidad, para amar una vez más?

***

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