"La esperanza es lo que hace que sigas respirando, aún cuando la presión de una vida, te esté asfixiando". Frases encantadoras.
***
Dos meses después.
Hugo se encontraba en la oficina de su parroquia, preparando una charla para jóvenes, luego de haber visitado a un grupo de chicos, en un hospital, debido a que habían intentado quitarse la vida.
Sin poder evitarlo la imagen completamente abatida de su sobrina se vino a su mente. Luego de que viajó a la ciudad de Guadalajara; debido a una llamada que recibió de la madre superiora, explicándole que su sobrina no se encontraba nada bien, que temían por su integridad.
El corazón de Hugo se estrujó de solo recordar el estado en el que la encontró en aquella pequeña habitación y la gran tristeza que embargaba su alma. Fue como si todo se le viniera como una película en su cabeza, mientras pensaba en alguna iniciativa para apoyar a aquellos jóvenes:
***
Guadalajara, Jalisco.
La castaña mirada de Hugo, se llenó de lágrimas al observar a Clarissa, recostada sobre aquella sencilla cama, sin ánimo de nada; poco a poco, se fue aproximando a su sobrina, buscando hacer contacto con la mirada color esmeralda de la joven.
Tomó asiento acercándose, para llamar su atención y que supiera que estaba ahí, junto a ella e intentará ayudarla y cuidarla, antes de hablarle se aclaró la garganta para pasar el nudo que tenía instalado en su interior.
— ¡Clarissa! —exclamó bajito—. Sor Inés me ha llamado muy preocupada por ti, han transcurrido semanas y no sales, no te alimentas… esto no puede seguir así —la voz de su tío se escuchó alarmado—; necesito que te levantes y vuelvas a ser aquella chica, alegre que inunda de felicidad este lugar — externó con preocupación.
Clarissa, suspiró profundo, al tiempo que sus ojos liberaron un par de lágrimas, sin poder responder a nada, permaneció en completo silencio, tratando de contener el nudo que sentía atascado en su garganta, entonces se abrazó a sus piernas colocándose en un ovillo.
Las palabras de su tío, aunque para todos era el sacerdote, se tornaron aún más suaves de lo que ya eran:
—Hija por favor, necesito que comas algo. —Colocó su mano sobre su mejilla y la rozó con ternura.
En ese momento ella no pudo más, se desbordó sollozando. Su tío se acercó más a la cama para abrazarla y reconfortarla como cuando era pequeña y tenía miedo de la oscuridad.
—Llora hija, desahógate —comentó tratando de darle consuelo.
Clarissa rompió en un largo llanto, sintiendo la calidez del abrazo del hombre que era como un padre para ella.
—Ya no deseo sufrir más —expresó sollozando—, no debí confiar, no debí ilusionarme, perdóname tío, por favor —suplicó.
Hugo pasó saliva con dificultad al escucharla hablar.
—¿Perdonarte de que? —indagó con preocupación—. Dime por favor qué fue lo que te ocurrió —solicitó mirándola con aflicción.
Clarissa negó con la cabeza y se cubrió con una almohada.
—No quiero hablar, no lo voy a hacer —dijo sollozando una vez más.
—Está bien, no te voy a presionar ya llegará su momento —expresó, sin decir más y permaneció en silencio acompañándola.
***
Inhaló profundo, luego de recordar lo que pasó cuando la visitó sin imaginar lo mal que se encontraba, pero ahora que se la había traído a vivir con él, podía estar al pendiente de sus cambios de humor, porque esto aún no se acababa, tenía días con altas y bajas.
Bebió un poco de agua natural y prosiguió con el proyecto que estaba decidido a echar a andar, justo en ese momento, una idea se le vino a la mente para no permitir que su sobrina se viniera abajo. Tomó su agenda y empezó a buscar a algunos amigos empresarios o que sabía que podían ayudarla para mantenerla el mayor tiempo posible ocupada.
Luego de algunos intentos encontró quien le tomó la llamada de inmediato.
Carlos: ¿Cómo estás, qué gusto me da escucharte?
Hugo: El placer es mío.
Carlos: Hace mucho tiempo que no nos vemos, deberíamos reunirnos para cenar.
Hugo: Yo encantado, avisame con tiempo qué día puedes para hacer un espacio —sonrió con emoción.
Carlos: No se diga más, voy a checar mi agenda con mi asistente y te llamó, pero dime a qué se debe el motivo de tu llamada.
Hugo: No le voy a dar vueltas al asunto, necesito pedirte un favor. —Suspiró profundo.
Carlos: Sabes que lo que sea que me solicites, desde ya, la respuesta es sí. No se me ha olvidado lo mucho que ayudaste a Fer, cuando su madre… murió.
Hugo: No fue nada, ese muchacho es muy especial, muy noble, aunque hace años no lo veo, estoy seguro que sigue siéndolo.
Carlos: No hablemos de cosas tristes. ¿En qué te puedo ayudar?
Hugo: Verás, mi sobrina se vino a vivir a la ciudad y está buscando trabajo, me preguntaba, sí tendrás algo.
Carlos: ¿Qué estudios tiene?
Hugo: Estaba a mitad de su carrera en Guadalajara, estudiaba administración de empresas. Es una joven muy lista, noble, no tendrás quejas de ella.
Carlos: Creo que tengo algo para ella, envíala el lunes a la oficina para que se entreviste y decido si lo que pienso es lo indicado o sino vere en donde ubicarla.
Hugo: ¿En verdad? —cuestionó con emoción.
Carlos: Por supuesto, para eso somos los amigos. —Ladeó los labios y elevó una ceja ante la idea que se le acababa de ocurrir.
Hugo: Estará el lunes ahí sin falta está ahí, muchas gracias.
Carlos: Gracias a ti —sonrió y ambos cortaron la llamada.
***
A la mañana siguiente.
Clarissa se encontraba trotando por los alrededores del amplio jardín, sus mejillas se encontraban sonrojadas, ante el cansancio que sentía. Finalizó en el momento en que timbró a la alarma de su app, indicando que había concluído con los siete kilómetros que se había propuesto.
Se detuvo un momento para estirar e inhaló profundo para dirigirse a la cocina por un poco de agua. Justo cuando ingresó escuchó a su tío hablar por teléfono.
Al acercarse distinguió con claridad que cambió el tono de su voz.
—No requiero dinero, me encuentro muy bien, gracias por preguntar —dijo de manera más tajante—. Sabes muy bien qué es lo que necesito y si no estás dispuesta a reflexionar sobre el tema, es inutil que sigamos hablando —señaló mirando a su sobrina—, por si deseas saberlo, ella está bien —refirió cortando la llamada.
Clarissa inhaló profundamente y contuvo el aire por unos minutos al reconocer con quién estaba hablando.
—Era… Perla ¿verdad? —cuestionó sintiendo un pinchazo en su pecho.
Hugo afirmó moviendo su cabeza.
—Así es —expresó con pesar.
—No te preocupes por mí, aprendí a vivir sin ella —mencionó y se giró en su eje para ir por algo para beber.
—Lo lamento mucho —dijo Hugo, sin poder evitar que doliera saber que su hermana la abandonó cuando se enamoró de un hombre que vivía en Estados Unidos, prometiéndole volver por ella y nunca lo hizo, además, de que poco a poco fue perdiendo comunicación con la familia en general.
—¿Deseas que prepare el desayuno de una vez? —cuestionó para no seguir hablando de su madre.
—Yo te ayudo —mencionó—, sirve que charlamos un poco —indicó.
Clarissa tomó un par de huevos para batirlos y preparar un par de omelettes, mientras su tío picaba finas rebanadas de queso y sacaba un poco de pimientos.
—¿De que deseas hablar? —cuestionó deseando que no fuera preguntar nada de su pasado.
Hugo se aclaró la garganta.
—Estaba pensando que no te caería mal buscar un trabajo, que te genere tus propios ingresos —sugirió—, ya que la paga por las clases no es mucho —señaló.
Clarissa frunció el ceño y se quedó pensativa por unos minutos.
—No es mala idea —mencionó—, aunque sabes bien que no he concluído la carrera —mencionó dubitativa.
—No te preocupes por eso, lo importante es que lo desees y nos pongamos en marcha, para que comiences a trabajar cuanto antes —dijo Hugo.
Clarissa ladeó su rostro.
— ¿Qué estás tramando? —cuestionó conociéndolo muy bien.
Hugo ladeó los labios divertido, al saber que no se equivocaba.
—No tramo nada, solo le solicité una ayudita a un viejo amigo —confesó—, está dispuesto a apoyarte —comentó—, tienes una entrevista con él —sonrió—, el lunes a las 9:00 am —informó—. Más vale que vayas buscando lo que te vas a poner, porque es una empresa de renombre, no solo en el estado, sino en el país —puntualizó—, además de tener presencia en el extranjero.
Clarissa pasó saliva con dificultad al escucharlo.
—Tengo un par de trajes en mi closet —respondió con nerviosismo—. Estaré puntual en donde me indiques —señaló.
La mirada de Hugo se iluminó.
—Esa es mi niña —dijo con orgullo y luego se quedó pensativo. — Han pasado dos meses desde que te propuse tomar terapia y no me has dado respuesta, aún. ¿Qué has pensado? —inquirió sin dejar de mirarla.
Clarissa bebió un poco de agua.
—Está bien, tomaré terapia —informó y sonrió con dulzura.
—No se hable más, estoy seguro que cosas muy buenas vienen para ti —manifestó con seguridad, luego de eso tomaron asiento para desayunar—. Te invito al cine. ¿Qué dices? —indagó.
Clarissa sonrió con emoción.
—Muchas gracias por apoyarme tanto —comentó y sonrió—. Acepto tu invitación, yo pago las palomitas —indicó.
—Trato hecho. —Hugo extendió su mano y dio un apretón a la de su sobrina, pactando su compromiso.
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“La tristeza y las decepciones del pasado, te harán más fuerte en el futuro”. Anónimo. *** Después de que pasaron un par de horas, divertidos. Hugo invitó a cenar a su sobrina, salieron del cine y se dirigieron a un restaurante de la misma plaza, luego de que tomaron asiento y ordenaron un par de ensaladas, Hugo tomó la palabra. —Tengo algo para ti —expresó y sacó un sobre y se lo entregó. Clarissa frunció el ceño y lo miró con extrañeza. —¿Y eso? —cuestionó con intriga. —Abrelo —solicitó. Clarissa destapó el sobre y sus ojos se abrieron de par en par al ver el contenido. —No puedo aceptarlo —estiró su mano, devolviéndoselo. Hugo frunció el ceño. —Ni que fuera tanto dinero —dijo sonriente—. Solo es una ayudadita, para que te compres algo de ropa y puedas ir a trabajar bien presentable —mencionó con ternura. La mirada de la joven se cristalizó al escucharlo. —Haces tanto. —Esbozó una ligera sonrisa—. No sé cómo pagarte—, eres como un padre para mí. El corazón de Hugo se hin
Sierra Gorda, Querétaro, México.Fernando, se preparaba para trotar, por la ruta de Pinal de Amoles, eran las 5:00 am al momento que un auto se estacionó frente a la cabaña, en la que solía hospedarse cuando deseaba desconectarse del mundo. Desde hacía tres años que la sierra gorda queretana, se convirtió en su lugar predilecto, entre el hermoso bosque de pinos, las cascadas y la exuberante vegetación que había.En cuanto escuchó a su amigo llegar, Fernando salió de inmediato, percibió la neblina que cubría el hermoso paisaje lleno de pinos. Se estremeció un poco ante el frío que se sentía; abrochó su sudadera deportiva; para luego colocarse su mochila de hidratación, observó a Memo descender, acompañado de dos pers
"Es usted, lo sé… Desde hace muchos sueños atrás". Joel Montero. *** Lunes La joven se colocó un traje sastre, recien adquirido, en tono azul marino, con una blusa blanco, además, de un par de zapatillas, en color negro. Se arregló en un moño su rubia cabellera y maquilló un poco su rostro. Después de tomar dos autobuses, llegó puntual a la empresa, preguntó un par de veces por ‘Ponce y Asociados’. Al observarla, frente a ella, se sorprendió al ver el inmenso edificio cubierto por cristales. Separó los labios en una gran ‘O’ al darse cuenta que ni siquiera se había imaginado como era, si era pequeño, grande o mediano. Subió por la escalinata para llegar a la entrada principal y caminó hacia la recepción, en donde la chica encargada, la anunció por lo que le indicaron que subieran a la oficina de juntas al nivel 10. Permaneció un par de minutos sentada en la elegante sala de espera. Elevó su rostro, al ser llamada por un hombre de edad madura, alto, corpulento, de tez
Semanas después.Fernando se encontraba a algunas calles de la empresa, esperaba la luz verde, para poder continuar en su automóvil, entonces, observó andar a aquella joven, que fungía como su asistente personal, por el paso peatonal, descendiendo de la estación de autobús; desde donde estaba sus ojos la escudriñaron con detenimiento, con aquel pantalón de vestir ajustado que llevaba y ese saco, que la hacía lucir su pequeña cintura, entonces esa familiaridad con ella, lo hizo recordar en dónde la había visto justo caminando, por un cruce similar, distinguió con claridad que traía sus auriculares puestos, sin poder evitarlo sintió una extraña sensación hacia aquella chica, a la que observaba sonrojarse cuando se llegaba a equivocar, haciendo notar su timidez.<
Durante el camino Fernando, la miró a discreción un par de veces, intentando indagar si el dolor había cesado por completo, observando que la joven, iba con los ojos cerrados, frunciendo el ceño, bastó esa acción para saber que aún tenía malestar.Justo cuando llegaron al domicilio, donde la chica vivía.Fernando reconoció aquel lugar, que le era muy familiar; observó la vieja fachada de la casona quedándose boquiabierto.— ¿Está viviendo en casa de Hugo? —preguntó sorprendido.—Así es… —respondió algo intrigada ante su asombro.
Días después.Era sábado, el día esperado para Hugo, días atrás buscó quien lo pudiera asistir. Sin poder evitarlo, tarareaba una canción, lleno de optimismo se acercó a la habitación de su sobrina en punto de las 8:00 am, para despertarla.—Hija— Hugo tocó a su puerta.—Sí, tío —la joven, pronunció con pesadez.— Solo para recordarte que tenemos un compromiso a las 2:00 pm en punto y dicen que las mujeres suelen tardar siglos en arreglarse, no me gustaría llegar tarde a la fiesta de Fer &
Luego de aquel momento incómodo, Fernando volvió al presente escuchando la conversación.—Que gusto me da volverte a saludarlo padre Hugo, bienvenido —Carlos comentó extendiendo su mano.—El placer es mío —respondió el sacerdote, quien observó a la mujer que lo acompañaba sonriendo viendo a Fernando.—Clarissa, me alegra verte por aquí —el licenciado externó, recorriéndola con discreción con la mirada.—Muchas gracias— expresó amable.—Les presento a mi novia &mdas
Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, no encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. Víctor Frankl **** Desde el día que pasó la fiesta de Fernando, comenzó a visitar la casa de su amigo el sacerdote, una o dos veces a la semana