3. Tus ojos

"Las palabras nunca alcanzan, cuando lo que hay que decir desborda el alma". Julio Cortázar.

***

Después de esperar en el tráfico de la hermosa ciudad queretana, llegaron a la residencia de Carlos, para beber un tragó él y Fernando. Aquel maduro hombre se encontraba satisfecho de la manera en la que su hijo, después de que él habló, tomó el control de la junta y logró que los accionistas apoyaran sus iniciativas. Se dirigieron al despacho y sirvieron un par de copas con whisky para celebrar.

—No esperaba menos de ti —indicó Carlos con orgullo. 

Fernando se aclaró la garganta, para poder hablar.

—No fue nada sencillo. —Lo miró con seriedad—, debes colaborar conmigo y moderarte con tus gastos —indicó.

Carlos Ponce bufó y rodó los ojos.

—Ya vas empezar con tus cantaletas —dijo y bebió de golpe su trago.

Fernando resopló.

— Me pediste que regresara hace tres años para apoyarte con la empresa, y lo hice, no es posible que no hagas nada para mejorar —inquirió.

Carlos presionó con fuerza sus dientes.

—Te hice un favor, al sacarte del estado en el que te encontrabas, luego de que Monte… —guardó silencio unos segundos—. No puedes negar que cambiar de aire te ha favorecido —reclamó.

Fernando observó el móvil de su padre timbrar, al notar que era ‘Alicia’, negó con la cabeza y salió del lugar.

—Estaré en la sala —comentó.

Carlos resopló.

—Saliste a tu madre, no hay duda. —Presionó sus puños, molesto y respondió aquella llamada, sonriente. —¿Cómo estás muñeca? —cuestionó con su gruesa voz y prosiguió hablando con esa mujer.

***

Clarissa se encontraba preparando la cena, después de haber regresado de dar las clases en la casa hogar, mientras picaba algunas verduras, a su mente viajó aquella profunda mirada color chocolate. Fue como sí un extraño imán la atrajera, para conectarse con algo a lo que no le encontró explicación alguna. Sin poder evitarlo emitió una sonrisa discreta.

¿Ya está la cena?  —Lucy ingresó sin hacer ruido, haciendo que la joven se sobresaltara.

Me asustaste —respondió sin dejar de sonreír.

Lucy frunció el ceño, y fijó su mirada en el rostro de la joven.

—Te ves extraña.

Clarissa se sonrojó sin saber por qué.

—Debe ser por el calor —mencionó y abrió por completo la ventana. —¿Me ayudas con el guacamole? —solicitó, para que la dejara de mirar.

—Si tu lo dices —Lucy no se quedó convencida, ya que su rostro por lo regular estaba cargado de cierta melancolía; sin embargo, se alegró por ella.

Minutos después los tres se reunieron para cenar, Hugo les contaba sobre algunas cuestiones con las que lidió como párroco, como de costumbre la  mente de Clarissa, viajó a otro lugar, pero esta vez no a su pasado, sino a su presente; entonces, verla así hizo que su tío imaginara que estaba en un  lugar al que no deseaba que se enganchara su sobrina.

—Clarissa —palmeó con sus manos.

La joven presionó sus párpados y sacudió su rostro al escuchar el sonido de sus palmas.

—Dime . —Alcanzó a escuchar que la nombró.

 —A los problemas hay que enfrentarlos, para poder superarlos —Hugo comentó con firmeza—. Me gustaría que tomaras una terapia, creo que te ayudará.  ¿Qué piensas? —le dedicó una mirada sutil, deseando una respuesta.

Clarissa se aclaró la garganta para poder responder.

 —Te importa si lo medito, tío. — Tomó aire de manera pausada.

 —Está bien, hija—. Dime Clarissa ¿Qué tal te ha ido con las niñas?

 —Son unas pequeñas encantadoras. —Sonrió y su rostro se iluminó.

Hugo exhaló aliviado, sabiendo que su sobrina se recuperaría y que cualquier cosa que vivió lo dejaría en el pasado, por lo que prosiguió cenando con tranquilidad.

*****

Fernando salió al jardín, para tomar aire fresco al percibir cómo su pecho ardía al saber que su papá tenía amoríos con esa mujer, a la que no toleraba, debido a que tenían historia juntos, además, que la conocía también, que sabía que solo buscaba a su padre por interés.

—No está equivocado del todo —dijo mientras y presionó en una línea sus labios—, de no ser porque regresé a este país a vivir, me hubiera vuelto loco de dolor —refirió, recordando cuando volvió tres años atrás:

Luego de haber viajado, cruzando el continente Fernando, regresó a la casa de su padre, la cual no pisaba desde hacía casi diez años; en cuanto sus pies dieron algunos pasos, por el jardín. Su garganta se comenzó a sentir reseca.

Suspiró profundo, antes de que sus manos tocaran la manija, su mente viajó al momento en el que salió de ese lugar, prometiéndose no volver jamás. Sin poder evitarlo una sensación de nostalgia lo abatió, su frente se cubrió de una fina capa de humedad.

Tuvo que inhalar y exhalar durante algunos minutos antes de tomar valor y atravesar la puerta. Luego de tener la valía necesaria, sus dedos presionaron el botón para abrir la palanca; una vez dentro su profunda mirada color chocolate, comenzó a observar  los cuadros sobre los fríos muros, que tanto le gustaban a su padre. Respiró profundo apreciando el olor tan peculiar a madera debido a los elegantes muebles que tenía. Dirigió su mirada al amplio jardín, entonces rememoró los años en los que fue muy feliz, cuando solía correr ahí hasta los cálidos brazos de su madre.

Fijó su vista hacia la chimenea y tomó un portarretratos, caminó dejando su maleta en la estancia. Sonrió con ternura al ver aquella imagen en la cual se encontraban él y su mamá, abrazados, demostrándose lo mucho que se amaban. Suspiró profundo admirando la belleza de aquella hermosa mujer. Sin poder evitarlo, reconoció el gran parecido que le heredó y se sintió regocijado. Tomó asiento sobre uno de aquellos finos sillones de piel, en color negro, recorriendo con su dedo índice, la silueta de ella.

—Gracias al cielo, salí a ti —mencionó con nostalgia—. Te extraño mucho —pronunció bajito.

Fernando se puso de pie, entonces, comenzó a prestar atención con escrutinio al interior de la mansión; sabiendo de la nueva remodelación que hizo su padre, distinguió perfecto un lugar elegante, pero no dejaba de sentirse la frialdad en el ambiente. 

Suspiró profundo al pensar que en alguna época fue tan feliz ahí, hasta que su mamá murió, luego se acentuaron los conflictos con su papá. Reconoció que su rebeldía e inmadurez no ayudó con la relación entre ambos. De no ser por la intervención de un gran amigo, su vida se habría perdido. 

—Que difícil es vivir sin ustedes —refirió abatido.

***

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