Luego de salir del hermoso lugar en donde residía la familia de la joven, Fernando se dirigió a su auto y le abrió la puerta como el caballero que era, le ayudó a subirse. Condujo hasta llegar al hotel. Durante el camino tomó un par de veces el dorso la mano de su chica y lo besó.
Después de que aparcó el auto y descendieron ella se dejó guiar por él, tomando el ascensor, en donde no se resistió y la acercó.
—Te amo, te necesito tanto. —La besó de forma apasionada.
—Y yo a ti —Clarissa correspondió, sin dudarlo un segundo, ancló sus brazos al cuello de él.
Hasta que las puertas del elevedor se abrieron y fueron descubiertos por uno vacacionistas, quienes sonrieron al ver su demostración de afecto.
Ambos se sonrojaron y siguieron su camino, hasta llegar a la habitación.
—Pasa —expresó con suavidad.
Fernando se quedó observánd
Estamos a casi nada de cerrar con estos chicos, que me han dejado con una grata experiencia y un gran aprendizaje. Agradecida en el alma con FerIssa, por su ejemplo de resiliencia y crecimiento personal. No olvides dejar tu comentario en las reseñas. De igual forma te invito a conocer Entre Sombras y Tormentas (ESyT), una historia con algunos tintes de realidad y dolor.
Después de pasar dos semanas en compañía de la familia de Clarissa, regresaron a la ciudad de Querétaro. El vuelo fue de lo más divertido, escuchando a Lucy quejarse por temor. Fernando llevó a su tío y a Lucy a su respectiva casa. Luego se dirigió con Clarissa a su departamento, sintiendo gran emoción de volver a estar juntos en su hogar. Al llegar al apartamento la chica observó a detalle cada lugar del espacio que compartían. Sonrió con emoción, al sentirse en casa —Extrañé tanto tu piso. —Suspiró profundo. —No era lo mismo sin ti. —Acarició su mejilla. Fer tomó de la mano a su chica, recorriendo cada rincón como si fuese la primera vez que ingresaban al apartamento. —Me siento tan dichoso— Ambos tomaron asiento en la sala. Permitiendo que la luz de la luna ambientara el interior. Clarissa dio una mirada hacia el ventanal
Fernando y Hugo esperaban a Clarissa, charlando un poco, se les comenzó a hacer extraño que no bajara. Le llamaron en un par de ocasiones, pero no respondía. Así que decidieron subir al departamento, para buscarla, ingresaron al ascensor, extrañados de que no llegara. Al salir del elevador escucharon gritos, de inmediato Hugo y Fernando corrieron en dirección de este… Todo lo que vieron fue en cámara lenta: Alicia soltándole golpes a Clarissa, intentando llevarla hacia las escaleras de servicio. Fernando logró darse cuenta que no faltaba mucho para que lo hiciera. Un fuerte escalofrío lo recorrió al ver en peligro a Clarissa, notó como su mujer trataba de proteger su vientre, sin importa que Alicia la golpeara por otras partes del cuerpo. Escuchó como se quejó aquella mujer cuando su chica, la mordió —Estúpida esta mordida te va a costar muy caro. —Le proporcionó un par de bofetadas, de las que Clarissa no p
Un par de horas después. La observaron salir. Fernando sintió un descanso al verla caminar sana y salva, no la imaginaba encerrada con verdaderos criminales. Lucy giró su cabeza y observó a Fer parado viendo hacía la puerta que estaba atravesando. Sonrió con timidez. Él correspondió a ese gesto. —Listo licenciado, se han levantado los cargos en contra de la señora Luz Reyes. Fernando lo miró y agradeció, despidiéndose del abogado. Caminaron hacia el auto de Fernando, él le abrió la puerta para ayudarla a entrar. Una vez dentro, se quedó mirándola, esperando una explicación. — ¿Cuánto te debo por haberme sacado? —Lucy preguntó. Fernando ladeó los labios sonriendo. Volteó a verla, no pudo negar que sentía gran afecto hacia ella, además que lo que hizo, fue por el cariño a Clarissa.
Un par de días después. Clarissa fue dada de alta del hospital, llegaron a la casa donde se encontraba viviendo Hugo, ahí se quedarían, para que no estuviera sola en ningún momento. Entre Lucy y su tío la cuidarían mientras Fer salía a la oficina. Fernando se encontraba en la empresa que había sido de Carlos, con Memo, recién llegaban de presenciar el juicio en contra de su padre, al cual debido a los elementos reunidos, lo encontraron culpable de homicidio de cuatro personas, dentro de ellas Montse, por lo que no le alcanzaría la vida para pagar por lo que hizo, además de comprobarse los fraudes que realizó. El joven no pudo evitar sentir gran tristeza al saber que su padre, era el peor de los hombres, sobre la faz de la tierra. Estaba revisando algunos documentos cuando encontró algunos expedientes que lo dejaron helado. —No lo puedo creer —expresó aterrado, mirand
Días después. Cientos de pétalos de rosas, rojas se encontraban esparcidos enmarcando un camino desde la entrada de uno de los más exclusivos restaurantes de la hermosa ciudad queretano, guiando a la pareja hasta la cúpula que se encontraba forrada de hermosas flores. Gran cantidad de adornos de cristal con velas en el interior, fueron colocadas sobre todas las mesas, haciendo que la tenue luz, hiciera del momento algo más íntimo y especial. Clarissa pasó sobre los pétalos de aquel camino trazado, con los ojos vendados. Fernando la guiaba sosteniendo de su mano, pendiente de que no fuera a tropezar, al llegar a aquella bóveda; descubrió sus hermosos ojos color esmeralda. La joven separó los labios, sorprendida al ver cada detalle de aquel lugar. Su mirada se cristalizó ante la emoción. —Es hermoso —susurró. —Me emociona que te guste —comentó, sin poder
“La emoción que puede romper tu corazón, es a veces la misma que la sana”. Nicholas Sparks **** Guadalajara, Jalisco. Clarissa descendió hacia el comedor del convento en el que vivía, su rostro reflejaba una alegría especial, ya que en unos minutos Armando, su novio pasaría a recogerla. Su corazón latía agitado lleno de emoción después de un par de semanas de no verlo. Caminó hacia donde se encontraba Sor Carmela, quien estaba limpiando la mesa y mientras lo hacía movía los labios, como si estuviese hablando sola. Clarissa se aclaró la garganta. — ¿Te interrumpo un momento? —cuestionó. —No, claro que no —la mujer respondió, entonces dirigió su mirada hacía la chica y sonrió con ternura—. Luces hermosa —indicó recorriendo con su apacible mirada el lindo vestido en tonó beige, con cuello en V, de manga corta y lindos botones al frente. — ¿No se te hace muy corto? —Clarissa cuestionó dudosa. Sor Carmela sonrió y se acercó a ella. —Ay niña, la monja aquí soy yo —expresó divertid
«Una gota de amor, puede curar un mar de tristeza». Anónimo *** Querétaro, Querétaro, México. Eran las 8:00 de la noche Fernando, iba regresando de su trabajo, moría de ganas de ingresar a su apartamento, en cuanto puso un pie dentro un olor inundó el sentido de su olfato, supo de inmediato que una deliciosa paella los esperaba. Presionó con fuerza el ramo de flores que traía consigo, sintiendo como se le iba secando la boca, al observar a esa flamante española, enfundada en aquel vestido negro entallado, que lo hacía perder la razón. La escaneó de forma pausada, recorriéndola con lentitud de abajo hacia arriba, con aquella profunda mirada color chocolate. Enloqueció al distinguir las hermosas zapatillas en tono vino que sostenían ese par de torneadas y largas piernas, cubiertas por unas pantimedias negras que tanto lo atraían. Entreabrió con ligereza sus labios jadeando con discreción; deseando acercarla a él y hacerla sentir la pasión que despertó. Su mirada se detuvo a mitad
«Una gota de amor, puede curar un mar de tristeza». Anónimo. *** Por la madrugada. Después de un largo rato llorando, logró quedarse dormida, sin darse cuenta que comenzó a amanecer. De pronto unos golpes en la puerta la despertaron… —Buenos días, hija ya son las 5:30 am, ¿Clarissa, me oyes? ¿Ya te levantaste? — ¿Cómo? —la chica, respondió arrastrando la voz, sorprendida de escucharlo tan temprano. — ¿Te quedaste dormida?, acuérdate que acordaste de ir a ayudar al huerto, se nos hace tarde. La voz de Hugo se escuchó divertida. —Ah, sí ya voy —respondió—. Lo que me faltaba ‘levantarme cuando no tengo ganas’ —Clarissa, susurró enfadada y se cambió con rapidez. Desde que salió de su habitación, sintió el viento correr, de inmediato percibió cómo su cuerpo se estremecía ante el frío. Cerró la cremallera de su chamarra; mordió sus labios, sabiendo que nada lo haría desistir de aquella idea, a la cual, la joven no le puso atención el día anterior. Caminaron con tranquilidad hac