Semanas después.
Fernando se encontraba a algunas calles de la empresa, esperaba la luz verde, para poder continuar en su automóvil, entonces, observó andar a aquella joven, que fungía como su asistente personal, por el paso peatonal, descendiendo de la estación de autobús; desde donde estaba sus ojos la escudriñaron con detenimiento, con aquel pantalón de vestir ajustado que llevaba y ese saco, que la hacía lucir su pequeña cintura, entonces esa familiaridad con ella, lo hizo recordar en dónde la había visto justo caminando, por un cruce similar, distinguió con claridad que traía sus auriculares puestos, sin poder evitarlo sintió una extraña sensación hacia aquella chica, a la que observaba sonrojarse cuando se llegaba a equivocar, haciendo notar su timidez.
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Durante el camino Fernando, la miró a discreción un par de veces, intentando indagar si el dolor había cesado por completo, observando que la joven, iba con los ojos cerrados, frunciendo el ceño, bastó esa acción para saber que aún tenía malestar.Justo cuando llegaron al domicilio, donde la chica vivía.Fernando reconoció aquel lugar, que le era muy familiar; observó la vieja fachada de la casona quedándose boquiabierto.— ¿Está viviendo en casa de Hugo? —preguntó sorprendido.—Así es… —respondió algo intrigada ante su asombro.
Días después.Era sábado, el día esperado para Hugo, días atrás buscó quien lo pudiera asistir. Sin poder evitarlo, tarareaba una canción, lleno de optimismo se acercó a la habitación de su sobrina en punto de las 8:00 am, para despertarla.—Hija— Hugo tocó a su puerta.—Sí, tío —la joven, pronunció con pesadez.— Solo para recordarte que tenemos un compromiso a las 2:00 pm en punto y dicen que las mujeres suelen tardar siglos en arreglarse, no me gustaría llegar tarde a la fiesta de Fer &
Luego de aquel momento incómodo, Fernando volvió al presente escuchando la conversación.—Que gusto me da volverte a saludarlo padre Hugo, bienvenido —Carlos comentó extendiendo su mano.—El placer es mío —respondió el sacerdote, quien observó a la mujer que lo acompañaba sonriendo viendo a Fernando.—Clarissa, me alegra verte por aquí —el licenciado externó, recorriéndola con discreción con la mirada.—Muchas gracias— expresó amable.—Les presento a mi novia &mdas
Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, no encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. Víctor Frankl **** Desde el día que pasó la fiesta de Fernando, comenzó a visitar la casa de su amigo el sacerdote, una o dos veces a la semana
Un momento después, Hugo y Fernando se dirigieron a la sala, llevaron consigo café, que Luz, con gentileza les preparó, tomaron asiento viéndose de frente. — ¿Qué sucede Fernando? —Hugo lo miró con esa calidez que su personalidad ya tenía impregnada. —Se trata de la relación con mi padre, me ahogo cuando estoy cerca de él, es un hombre tan sínico. Lleva un par de meses con Alicia y ya está planeando casarse con ella— Fernando tocó con las manos su cabeza, frustrado. — ¿Por qué tiene que hacer las cosas de esa manera? —cuestionó—. No soporto a esa mujer, estuvo un tiempo trabajando para mí, y ella… —Se quedó en silencio durante unos segundos. Ordenó sus palabras, para poder continuar hablando—. Es una mujer provocativa, seductora, insistente. Salí con ella un par de veces ¡Me arrepiento tanto! —inhaló profundo—. Después tuve
A la mañana siguiente. Fernando, se levantó para salir a correr, necesitaba tanto despejar su mente. Justo cuando estaba comenzando a trotar, escuchó que empezó a sonar «Caer, by Trágico ballet», en el salón donde daban pláticas, la curiosidad le llamó. Sabía que era muy raro que ocuparan ese lugar tan temprano y menos que escucharan música de ese género. Se acercó discretamente, entonces lo que sus ojos vieron, lo dejaron si palabras, sacudió su rostro ya que ‘no podía creer lo que sus ojos veían’, se quedó paralizado al verla ahí moviéndose de la forma en la que lo hacía. Sus pupilas se dilataron, ya que se meneaba con fuerza y a la vez con cierto dolor por todo el lugar, se recostaba en el suelo, tocaba con sus manos su pecho, se ponía de pie para dar grandes saltos, algunos giros, arqueando su espalda de manera delicada, pero al final el piso se hizo dueño de sus movimientos, tal como de
Tengo ganas de tres cosas: Verte, abrazarte y besarte. Anónimo Luego de informar sobre su salida a Hugo, ambos se dirigieron a su habitación para prepararse y salir. Clarissa, se colocó un pantalón de mezclilla desgastado en azul claro, además de una blusa a los hombros estampado con flores rosas, se calzó sus converse en color negro. Aplicó protector solar, maquilló su rostro con un poco de polvo, rizo sus pestañas y agregó rímel además de gloss en tono lila, dejó su rubia cabellera suelta, tomó su bolso y sus gafas de sol. Fernando salió con un pantalón oscuro desgastado, con una camisa casual three color (azul marino, negro y blanco), manga corta con cuello, un par de botas en tono miel, agregó su loción favorita, protector solar y se arregló el cabello con un poco de gel, tomó las llaves de su auto, su billetera y sus gafas de sol. Cinco minuto
Corregidora, Querétaro. Hugo finalizó de terminar el sermón que domingo a domingo daba a sus feligreses, en la iglesia en la que él era el párroco. Sonreía satisfecho de haber podido traspasar con sus palabras los corazones de los asistentes, ya que observó como algunas personas se limpiaban las lágrimas, además, que unos jóvenes se acercaron a él para pedir consejo. Luego de finalizar su hermosa labor y retirarse su sotana, salió hacia el lugar donde dejó estacionado su auto para regresar a su hogar a almorzar, miró con impaciencia su reloj, sintiendo como su estómago se retorcía de lo hambriento que se encontraba. Justo abría la puerta, cuando la voz de un hombre lo hizo girar en su eje, para indagar de quien se trataba. —Espero no llegar tarde —Carlos Ponce externó con seriedad. Hugo inhaló con tranquilidad, intuyó cuál era el motivo por el que lo estaba visitando