Hola mis amores, aquí el nuevo capítulo de hoy. Espero que les guste. Saben que pueden dejar su me gusta, seguirme, comentar, calificar y compartir la historia con sus seres queridos. Saben que los amo y nos leemos mañana, bye!
Me dan un puño en el estómago. M****a, todo esto por tomar en cuenta los consejos de mis padres y hermanos. Rechacé tomar clases para sacar a "mi loba" en el sur, ya que cuando me gradué voy a estar tiempo demás ahí. Ya saben cosas de padres de que no quieren que sus hijos dejen el nido. —Vamos sácalo. — manda mi maestra gruñéndome dándome otro puño. Escupo sangre, respiro con dificultad y niego logrando que la maestra caiga al suelo derrotada. Observo el salón en el que estamos y creo que sigue intacto desde hace siglos. Hay cadenas de plata, instrumento para tortura y otras cosas. La sala es oscura, solo la mayoría de luz entra por la ventana que esta sobre me cabeza. —Tres días. — susurro dándome cuenta que no hemos descansado en tres días. Todos las alfas, menos Anastasia, estan encantado con el grupo de Max, Jafet y yo. Es lo mejor que han hecho en siglos, somos el grupo más eficiente dentro de las cinco naciones. Pero dentro de todo lo bueno hay algo malo
—¡Iris ya basta! — manda Max enojado pero ni me inmuto a mirarlo. Ignoro la situación y analizo donde me encuentro al sentir una brisa fría. Me encuentro afuera... noto como la pared de la sala en la que me encontraba está derrumbada. Me giro para enfrentarme al monte verde lo cual ahora tiene arboles caídos en el suelo. No otra vez... Anastasia respira con dificultad en el suelo y algunos lobos la acompañan en esa situación. Por lo menos no he matado a nadie. Miro nuevamente hacia donde se encuentra Sahara la cual respira como si se le estuviera yendo la vida. —Sahara... — susurro su nombre caminando hacia donde ella, pero Max se interpone agarrando mi brazo. —Es una orden de la alfa, no debes de intervenir. — me empuja un poco, pero yo lo tomo por su camisa mirándolo a los ojos. —Aléjate. — mando con tal autoridad que ni tan siquiera me mira dejándome a mi algo sorprendida. Noto como unos lobos se acercan a Sahara que respira con dificultad y chil
Observo los ojos sin vida de mi bisabuela y acaricio su hocico y orejas con delicadeza. Ni mamá ni Mía estarán más conmigo… Lágrimas empiezan a correr por mi rostro. Cada una que cae de mis ojos es un recordatorio del odio que siento por el mundo que ella me enseñó. ¿Realmente vale la pena esforzarse tanto en la vida para esto?La luz de la luna se debilita mientras el sol se asoma en el horizonte. Escucho pasos acercándose. No quiero mirar, soy demasiado cobarde.—Así que aquí estás… —dice una voz a través de la comunicación mental, revelando que es un licántropo. —Solo tenías que dejar de esconderte.—No… —respondo en un susurro, negando repetidamente. —Solo seguí lo que me dijo la alfa.—Pues has hecho que la alfa muera y que yo tome su lugar —comenta con autoridad.Abro los ojos y me encuentro mirando el techo de mi cuarto, sin ninguna emoción. He tenido tantas pesadillas que ya no me afectan. Por eso odié ver cómo Max intentaba levantarse durante nuestro duelo. Podía morir intenta
Horas después: Observo como amanece en la desértica tierra del sur desde el avión. Un gran desierto y partes de la selva es el hogar de esta nación. Grandes culturas vivieron en este extenso terreno desértico desde hace millones de años. —Favor de abrocharse, descenderemos en unos minutos. — notifican las azafatas a cada persona que está en el avión. Me abrocho el cinturón con manos temblorosas. Odio ir en avión, siento como la turbulencia se empieza a sentir haciendo que me aguante del asiento. Puedo imaginarme sin mucho problma cayendo y muriendo como en las películas de terror. —¿Nerviosa? — cuestiona mi padre al ver cómo me aguanto del asiento. —Algo... — le contesto sin dejar que vea mi miedo de ir en avión. Escucho como mi padre ríe, creo que mi cara delata lo que de verdad siento. Cierro mis ojos cuando siento que estamos descendiendo. Canto en mi mente para alejar el hecho que estoy en un avión. —Primero iremos a la universidad, ¿no am
—Gracias. — agradezco al entrar a la oficina, la mujer sigue concenrada en la computadora. Suspiro y me concentro en la oficina a lo que ella termina. Papeles hay por doquier, específicamente de animales que no he visto en mi vida. Mas algunos cuadros que tienen dibujados las esfinges de Upuaut. Solo hay dos ventanas circulares en la oficina dejando que pase un poco de luz. —Estan fuera de las cinco naciones. — comenta la mujer que me da la espalda, viro un poco la cabeza sin entender a que se refiere. —Los animales, bestias, seres... algunas son antiguas y otras han evolucionado. —¿Y no te han descubierto el gobierno? Depues de todo es contra las leyes investigar cosas fuera de las cinco naciones, — pregunto acercándome a los papeles, escucho como ríe. —Creo que es lo bueno de no ser parte de esas idiotas manadas. — contesta sin mirarme. Olfateo y siento un olor parecido de un licántropo pero me arde olfatearla. Frunzo mi ceño ante tan raro olor, me recue
Mi madre me abraza má fuerte, asomo mi cabeza por su hombro esperando que me suelte. Los miro esperando que se vayan para hacer mi trabajo, pero ni tan siquiera me miran. Solo se observan emocionados por encontrarse, carraspeo mi garganta para que despierten de su sueño feliz. —Tengo que admitir que te ha hecho bien tener cachorros, Yolanda. — mi tía le hace un tipo de cumplido a mi madre, la cual la misma le sonríe agradecida y mi padre me guiña un ojo. Mi madre me deja libre de su abrazo asfixiante, a lo que doy unos pasos hacia atras alejandome de mis padres. La mano de mi tía se apodera de mi hombro y me hala a su lado. Mis padres la miran con celos. —Quiero que la cuides bien, Paula. — comenta mi padre con autoridad la cual esta lo mira seria y le asiente. —Así lo hare. — le contesta esta seria. —Eso te aplica también a ti, Iris. — habla mi padre caminando hacia mí y me da un abrazo cariñoso. —Oh, vamos. Sabes que soy una excelente hija, n
Me encuentro en el desierto de noche, no se ve ninguna estrella o la luna. Bajo mi mirada encontrandome con dos chacales y un gato. El gato y un chacal me dan la esplada, el otro chacal me mira atento. Lo único que se ven son sus ojos color dorado, junto a tatuajes dorados que decoran su cuerpo. Escucho como algo se acerca, me giro para encontrar como una tormente de areana se acerca. Doy unos pasos hacia atrás para luego intentar correr, pero caigo, me congelo al ver la gran tormente. El chacal emite su sonido caracteristico haciendome despertar para correr por mi vida. Mientras corro siento como mis piernas son jaladas hacia la profundida de la arena, miro hacia abao y son muertos tratando de llevarme con ellos. —¡No! — exclamo tratando de escapar, escuho como el chacal aulla. —Ayudame— pido alzando mi mano, pero el animal solo me mira sentado. —Por favor. — suplico, este sacude su cabeza para eljarse haciendo que el otro chacal y el gato lo sigan. Siento como los muert
—Espero que estés tranquila, ahora que los encontré. — susurro refiriéndome a Sahara. —Lo está, lo siento en mí ser. — comenta mi tía dándome un beso en la frente. —Gracias, por buscarnos. Tras media hora de caminata veo a lo lejos una aldea que brilla gracias a las antorchas. Esta es todo lo contrario del pueblo deshabitado, no tienen nada que atraiga la atención. Hasta siento como su intención es esconderse. —Nuestra manada no puede ser encontrada. Tenemos una cultura muy diferente a las otras naciones. Creemos en la libertad, no todo tiene que seguir las leyes de Luna. —explica Adom mientras pasamos por la entrada humilde de la aldea. —Sabemos que existieron grandes dioses antes que ella y otros seres que fueron héroes que van por encima de ella. Adom pasa su mano por una tela que decora un hogar. Puedo ver como una loba blanca aúlla a la luna, pero la rodea un aura azul. Debajo de ella hay maquinas gigantes corrompidas y detrás de ella varios seres. —Mamá.