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Un Romance de Verano

LEANDRO

Luego de repasar horas de presentaciones, propuestas y documentos, decepcionantes, decidí hacer una rutina de ejercicios, la cena y darme un buen baño; para encontrarme dos horas después en la terraza de mi departamento con mi whisky, de la mejor cosecha que está por lanzarse pensando en Carlota y España.

Flashback

Estaba en Inglaterra por un asunto de negocios, teniendo un pésimo día, el negocio no había salido como esperaba, las esencias que estaba creando no tenían el olor que deseaba y, si no fuera suficiente había recibido una llamada de Suiza informándome que papá estaba enfermo y a Demetry se le ocurrió la brillante idea de aconsejarme que me tomara las dos próximas semanas de vacaciones para relajarme y aunque al principio lo había ignorado.

Mi vieja amiga, Isabel, me convenció de distraer mi mente ayudándola en su trabajo de medio turno. Según ella, me ayudaría a mirar la vida de otra perspectiva, buscar inspiración y, sobre todo, aplacar las pesadillas que habían regresado y me tenían sin dormir durante días.

—Recuérdame, ¿cómo me va a inspirar ayudarte a repartir café? —le había dicho una vez término de amarrarme el delantal y darme una libreta para anotar.

—Aquí puedes ver transitar a miles de personas en un día, por lo que tendrás acceso a miles de aromas, imagen, problemas y peticiones. Así, que, si eres inteligente y, ambos sabemos que lo eres, sabrás sacarle provecho.

—Puedo sentarme en una mesa y observar.

—La gente sentada no interactúa con el pueblo.

—Tengo la impresión de que solo me utilizas para hacer tu trabajo más fácil.

—Solo un poco. Los dos ganamos con esto.

Me entrega dos cafés y me señala la mesa que está afuera con dos señoritas.

—Acércate, sonríe, y busca información.

—¿Sobre qué?

—Sobre lo que deseas saber para tu negocio, no sé, aromas, lo que les gusta, lo que desean en su próxima vida. Algo que te ayude.

¿Por qué no? Ya estaba aquí y podría sacar provecho. No puedo negar que después de cuatro horas de un lado para el otro, había conseguido algo, nada a lo que buscaba, pero tengo más de seis servilletas con números telefónicos, una amenaza de dos caballeros, y había querido matar a unos cuantos clientes y a otros le daba uno que otro consejo.

Sin embargo, pensaba que era un día perdido hasta que me tropecé con una señorita. Era elegante, atractiva, altanera y a simple vista se notaba que era caprichosa.

—¿Tienes problema de visión? Me has tropezado y ensuciado mi traje con tu ineptitud —qué lengua tan afilada.

—Es usted quien está abriendo la puerta, por lo tanto, debió verme al entrar si no estuviera entretenida con su celular.

—Y tiene el atrevimiento de contestar. ¿Sabe qué puedo hacer que lo despidan?

—Con esa actitud de niña caprichosa y malcriada, no me extrañaría, pero no cambia el hecho que tengo razón.

—Es un atrevido por hablarme de esa manera.

—Y usted es una malhumorada, para ser tan hermosa. —Sí, soy un hombre que sabe admirar la belleza y ella era una.

Mujer alta, cabello castaño, liso y largo, ojos como la miel, piel blanca y tostada por el sol, labios gruesos, mirada desafiante y atrevida. Sí, me gustó, y mucho más después que me mostró su sonrisa coqueta.

—Ah, sí, tiene una sonrisa. Así se ve más bonita que estar peleando por unas cuantas gotas de café en su vestido, que le queda muy bien. —Le guiño un ojo y paso por su lado para seguir con mi trabajo de último momento.

Regresé a la barra sin perder de vista a la chica guapa de mal genio.

—Gracias por ayudarme, y no estás aquí para conquistar chicas, sino para buscar inspiración.

—Tal vez la inspiración provenga de una chica, aunque no sé de qué hablas.

—Hablo de la mujer que está en la esquina con la otra chica, la pelirroja. —Volteé hacia la mesa y me percaté que estaba acompañada de otra chica que apenas y le prestaba atención. —¿Qué hay con ellas?

—Desde que llego, no te ha quitado la mirada de encima, y tú a ella, y hablo de la morena. Sé por demás que tienes una alergia hacia las pelirrojas.

—Eso no es cierto, simplemente no me parecen atractivas.—Enarca una de sus cejas.

—Voy a venir creyendo que Aarón tiene razón cuando dice que una mujer te rompió el corazón y de seguro era pelirroja.—Mejor cambiemos el tema.

—Nadie me ha roto el corazón, y creo que las pelirrojas carecen de actitud, elegancia, porte, belleza, y todo lo que me atrae de una mujer.

—Sí tú lo dices, solo resuelve esa tensión, porque si sigue mirándote como postre en Navidad, voy a vomitar.

—¿Las conoces?

—No, pero sé que son extranjeras. Vienen a la misma hora, piden lo mismo y después de una o dos horas se van.

—Bien, vamos a ver qué tan productivo puede ser este nefasto día que me has dado.

Me acerco a la mesa de las señoritas con mi atención en la morena.

—¿Desean algo más?

—No gracias. —Contesta su amiga.

—Yo quisiera que te despidieran por atrevido, pero tengo la impresión de que necesitas mucho el empleo. Por lo tanto, seré caritativa y no diré nada.

—No sé si agradecer tan alta generosidad.

—Déjalo ya, solo hace su trabajo. —Responde su amiga.

—Solo trato de cumplir con mi deber y atender sus necesidades, si es posible. —Le dije con picardía y entendió mis palabras, lo sé por el brillo de su mirada.

—No creo que un simple mesero tenga lo suficiente para cumplir mis necesidades.

—Este simple mesero puede sorprenderla.

—Suficiente, —nos interrumpe la pelirroja —. Hora de irnos.

Su amiga se levanta dejándonos a solas.

—Su amiga se molestó.

—Es mi prima, y es así de amargada.

—Es de familia lo del mal humor.

—No tengo mal humor, pero no soporto a las personas que no saben hacer su trabajo. Procura mañana ser mejor y tal vez te deje una propina.

Sale del restaurante, dejándome con la sangre, hirviendo del deseo. Esta mujer debe ser mía.

Asistió varias veces al café y yo decidí pasar mi tiempo libre esperando a la señorita y jugando a esto de ser camarero. Me llevó tres días para que aceptara salir conmigo a solas, mostrarme su amabilidad, sus ganas de comerse el mundo, sus sueños, sus miedos, contarme su vida y, cinco días más, para tenerla entre mis sábanas.

—No quiero que pienses que soy una chica fácil.

—No pienso eso. Creo que eres la mujer más hermosa, seductora, y valiente que conozco.—Se quedó pensativa por unos momentos, como si su mente hubiera viajado a otro lado, muy lejos de aquí —. Carlota.

—¿Lo soy? Nadie me había dicho eso —, mencionó —en mi casa todo es tan diferente.

—Sí ya me lo has contado y sigo sin entender. ¿Por qué tu padre no te deja estudiar?

—Mucho he logrado con que me dejara salir del pueblo y vivir con mis tíos hasta que me casé con el hombre que han escogido para mí.

—¡Casarte! ¿Estás comprometida?

—Desde que soy niña, con un señor que podría ser mi abuelo.

—¿Bromeas?

—No, sé que estás enojado, pero mi familia es a la antigua. Cree que las mujeres solo son para estar en casa, atender al marido y tener hijos como conejas. Lo que yo piense o sienta no tiene importancia, mucho menos cuando no soy nadie.

—No vuelvas a decir eso, jamás te quiero volver a escuchar decir eso.

—Yo no soy lo que ves. Es decir, esta ropa, mi actitud, no soy rica; parece que lo soy porque mi prima sí lo es, y me deja usar la ropa que ya no desea. Dice que si pretendo acompañarla, debo tener su misma actitud y parecer una niña de sociedad.

—Eso es estúpido.

—Puede ser, pero es la verdad. Mis padres son humildes, apenas tenemos para comer. Mis tíos no se llevan nada bien con mis padres y aceptaron que viviera con ellos este mes solo porque me están “entrenando” para cuando me case con su amigo, el viejo rico, y sacarnos de la pobreza.

No podría creer lo que estaba escuchando, era imposible imaginar esta historia con solo verla.

—Debes estar pensando que soy un fraude, pero eres lo más real que he tenido y siento que te quiero, aunque es una locura, pero prefiero tener voz y hacer lo que deseo ahora, aquí contigo y llevarme algo hermoso antes de que mi vida cambie y me entierre en vida.

—No tienes por qué casarte —no lo va a hacer.

—Claro que me casaré, no puedo negarme. Mi familia depende de mí.

—Carlota, eres mía, mi mujer, y no serás de nadie más. ¿Está claro?

—Me gusta cómo suena eso —. Sonrió y me dio un beso.

Fin del flashback

Carlota, Carlota, ¿Dónde estás? ¿Por qué no me esperaste?

Llevo preguntándome eso y muchas cosas más desde la última vez que nos vimos.

                                                                            -*-

Flashback

— Hay algo que no entiendo. Si tu familia es tan estricta que apenas te deja salir de casa y te va a obligar a casarte con alguien que no quieres, ¿cómo es que tu padre te dejó viajar con tu prima?, ¿cómo puedes verte conmigo?

—Mi tío es un hombre inteligente y como regalo de cumpleaños le dio a mi prima un viaje, pero no la iba a mandar sola, así que prácticamente le suplico a papá que me diera permiso. Ella tiene sus secretos y yo puede ser que me esté aprovechando de eso para escaparme y verte.

—¿Y si les dice a tus tíos o a tu hermana? Me has dicho que se llevan muy bien.

—No lo hará, por lo menos no a mis tíos. Y mi hermana está en casa, de seguro, buscando cómo hacer de mi vida un infierno. Me odia.

—No sé cómo alguien tan sensible, inocente y maravilloso como tú puede tener una familia tan horrible. Es difícil de creer.

—¿Crees que te miento? Después de todo lo que te he contado sobre mi familia y de mí, ¿crees que lo invento?

—¡No, claro que no! Solo que no lo entiendo. ¿En qué cabeza cabe que a una hermana le hagan pasar un infierno y a la otra la tratan como una princesa, dentro de lo que pueden?

—Mi hermana, es una manipuladora con experiencia, es envidiosa y coqueta, tiene una fama nada agradable en el pueblo, pero mis padres parecen ser sordos. No los culpo, hace el papel de sumisa, callada y obediente frente a ellos, pero apenas se descuidan, no pierde la oportunidad de hacerme sentir mal.

—¿Nadie se da cuenta, ni tu tía?

—Mi tía es su cómplice; ambas le dieron la idea a mi padre de que me casara, porque las chicas hermosas e inocentes como yo son para formar una familia.

—En eso estoy de acuerdo, —la abrazo colocándola sobre mis caderas —, te vas a casar conmigo. No regresarás a tu casa, quédate conmigo, te voy a dar la vida de reina que te mereces.

—Suena muy bonito, ojalá fuera verdad; pero papá nunca permitiría que me casara con un humilde mesonero argentino por muy guapo y dominante que sea. —Me río y sé que es el momento de decirle la verdad.

Mañana cierro el contrato y regreso a casa, me la llevaré conmigo y sabrá quién soy y no saldrá corriendo.

—Carlota, tengo un pésimo carácter, ya te has dado cuenta de eso, no me gusta que me digan qué hacer, tampoco que me controlen la vida, mucho menos que me celen. Por eso las mujeres no me soportan, contigo es diferente, me gustas como nadie lo hace desde hace mucho tiempo, hasta siento que puedo enamorarme de ti.

—Me alegra escuchar eso porque yo te amo, estas tres semanas han sido las mejores de mi vida.

—Y las mías. Hace mucho que no me sentía a gusto con ninguna mujer y mucho menos me planteaba la idea de casarme.

—¿Quién iba a decir que en este viaje conocería al hombre de mis sueños?

—No voy a dejar que nadie te menosprecie, te trate mal y te obligue a hacer lo que no deseas. Me importa si es tu familia.

—Cuando hablas de esa manera, me haces pensar que podemos tener un futuro.

—Podemos. Sé que ahora no me entiendes, pero mañana te lo explicaré todo. Acepta casarte conmigo y te haré la mujer más feliz del mundo.

—Me pides que deje a mi familia, mi reputación quedará manchada en bocas de todos. Seremos una familia humilde con defectos, pero son mis padres y me duele.

—Lo entiendo, pero no les debes nada. Te han tratado como un objeto, no te valoran y no voy a permitir que vivas en ese infierno. ¿No me amas?

—Claro que te amo.

—Entonces, vente a vivir conmigo. Vámonos mañana juntos, te juro que no te arrepentirás.

—¿Hablas en serio? —afirmé —. Dios, está bien. Me iré contigo, me casaré contigo y me olvidaré de mi familia.

—Esa es la respuesta que esperaba.

Me besa y le hago el amor, sellando mi promesa, una promesa que no le pude cumplir porque ella nunca llegó.

Fin del flashback

¿Por qué no llegaste? ¿Qué te sucedió? ¿Tu familia te habrá hecho algo? ¿Te habrás casado con ese viejo que no querías? Debiste esperarme, solo me dejaste una nota. “Gracias por el mejor verano de mi vida, siempre seré tuya”.

Te encontraré y te daré la mejor vida que puedas tener, tu familia se arrepentirá por haberte vendido como mercancía.

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