Una Disculpa

Liah

No podría creer la mala suerte que tenía el día de hoy. Acabo de pelearme con este hombre y ahora lo tengo detrás de la puerta buscándome.

—Espera un momento, ¿por qué ese hombre vendría a buscarte? —Menciona Emma.

—No tengo idea. Ya suficiente tengo con lidiar a ese engreído por vía telefónica para que también lo deba hacer en persona.

—¿Cómo sabe que estás aquí? ¿Qué es tu tienda, nuestra tienda? No entiendo nada.

—Emma, deja de hacer preguntas, que sabes que no tengo respuestas, es molesto.

—Tu molestia no es que haga preguntas, es que estás de pésimo humor desde anoche cuando casi pasas a mejor vida. ¡AAA!

Termina gritando para luego cubrirse la boca con sus propias manos mientras Myla y yo la observamos.

—¿Estás bien?

—Por eso está aquí, Liah —mencionó corriendo hacia mí —. De seguro se enteró de que estuvo a punto de mandarte a ver a San Pedro y se vino a disculpar. Porque si lo pensamos bien, no podría saber que somos las publicistas.

—¿Casi la mata? —Nos interrumpe Myla.

—Me atropelló anoche o su chofer, no es para tanto —, si lo era, pero tampoco le iba a dar más importancia de la que ya tenía.

—¿Qué le sucede? ¿Acaso no ve por dónde camina? Debería ir al médico. —Menciono más para sí misma con una expresión molesta.

—Ustedes están muy extrañas hoy. —Aclare mientras Emma no dejaba de arreglarme. —Ya, deja. ¿Qué haces?

—No vas a salir a conocer a ese bombón sin dar una buena expresión.

—¡Basta! Mejor termina esa presentación mientras voy a atender al señor gruñón.

Al salir, veo varias mujeres embobadas, incluyendo a mi tía, observando y escuchando la voz de un hombre que está desbordando carisma en la mitad de la tienda.

¿Cómo es que este hombre hace un momento estaba en modo “soy todopoderoso y mandón”, y ahora está como si nada?

— ¿Qué sucede aquí? —pregunte una vez termino de hablar y todas respondían con un suspiro tonto de niñas ilusionadas. Por Dios.

—Se amable, —me susurra mi tía.

—Buenas tardes, señorita —me volteé al escuchar la voz aguda del caballero.

Me bastó verlo una vez para entender porque qué todas estaban suspirando como si hubieran visto al príncipe soñado. Estaba en frente de uno de los hombres más guapos que había conocido.

Alto, piel blanca, ojos color miel, nariz perfilada, rasgos finos, sonrisa cautivadora, cabello castaño, casi rubio, fuerte y con un porte de hombre elegante que destila dinero y poder.

—Buenas tardes, señor. —Respondí.

—Demetry Koller —me extendió su mano, la cual recibí sin titubear para luego ser besada en el dorso.

Movimiento que hizo a más de una suspirar, menos a mí, porque estaba asombrada de tanta caballerosidad. No es que aquí no hubiera hombre de buena educación, solo que no se atrevían ni siquiera a extender un saludo o a mirarnos si no era de su interés. Eso les costaría muy caro.

—Déjame decirle que tiene una tienda muy linda.

—Muchas gracias —recupere mi mano y mire a todos lados observando las miradas de las mujeres presentes —. Liah Messer, pero eso ya debe saberlo cuando pregunta por mí.

—Efectivamente, señorita Liah. Aunque no esperaba encontrar a la misma Cleopatra en persona. —¿Cleopatra? Veo a mi tía y me sonríe con complicidad.

—Se encontró con miles de ellas —le susurró señalándole a todas las mujeres que tenían invadido el local. Su respuesta fue una simple sonrisa.

—Ya me estoy dando cuenta.

—¿Qué se le ofrece?

—Primero que nada, pedirle unas disculpas por lo sucedido anoche; en mi defensa veníamos de un largo viaje y el chófer no se dio cuenta cuando iba cruzando la calle, espero que me perdone por ese incidente.—Entonces, si fue él.

—No hay problema, pero a la próxima sería educado y propio que la disculpa viniera en el mismo momento. — Mi tía me pellizca dándome una advertencia.

—Tiene toda la razón, no fue de caballeros tan descuidada acción.

—Tenga más cuidado la próxima vez, o por lo menos dígale eso a su chofer.

—Se lo diré. Ahora, ¿será muy atrevido de mi parte si le invito a un café como disculpas? —¿Qué?

—Claro que puede, niño —responde mi tía por mí mientras le pide a Myla que traiga mis cosas. — Eso sí, me la cuidas mucho, espero que sigas siendo el mismo niño cuidadoso que eras cuando eras niño.

—¿Lo conociste de niño? —pregunté, una pregunta boba a la cual yo misma me di respuesta al segundo que la formulé.

Obviamente, lo conocía, es el nieto de don Nelio e hijo del viejo amigo de mi padre.

—Claro que lo conozco, al igual que su hermano —¿hermano?

—Para mí es un placer volver a ver a tantas personas, sobre todo si son mujeres tan bellas como las presentes.

Mi tía se sonroja por sus halagos, parece adolescente. Definitivamente, es un coqueto que sabe muy bien usar sus encantos.

—Lo galante no lo perdiste, eso me alegra. Bueno, ya váyanse a disfrutar del café o un helado, pero no me la lleve tarde a la casa porque quien aguanta a su padre.

—Tía…

—No te preocupes por la tienda, yo me encargo —, me guiña un ojo mientras me saca prácticamente a empujones de la tienda junto al señor Koller.

Increíble.

Salimos de la tienda y empezamos a caminar por la calle bajo las miradas de todos a mi espalda, con lo que odiaba ser el centro de atención.

—Parece enojada. —Escucho decirle —, de verdad lamento lo de anoche y si le molesta mi compañía, no se vea obligada a acompañarme.

—No se preocupe por lo de anoche, después de todo solo fue un susto. Y no es su presencia lo que me molesta, sino la mirada curiosa de las personas de este pueblo que no dejan de mirarlo como si fuera un extraterrestre.

—Lo puedo notar, aunque no creo que sea por mí, sino por usted. Ellos no deben perder la oportunidad de admirar su belleza.

Sentí cómo mis mejillas se enrojecieron de la pena, no era la primera vez que me decían algún halago, pero con él se sentía diferente y extraño.

—Muchas gracias.

Seguimos caminando hasta la heladería de la plaza del pueblo mientras me iba contando un poco de su viaje y cómo encontró al señor Nelio.

La verdad es que no lograba entender cómo en un minuto era un gruñón autoritario por teléfono y en el otro un hombre encantador, un poco presumido y bastante coqueto, pero agradable.

Una vez sentados en nuestra mesa y a la espera de nuestro pedido, volvimos a ser el objeto de muchas miradas.

—¿Debo acostumbrarme a que te vean tanto?—sonreí.

—No me ven a mí ¾ lo sé con seguridad —. Usted es la sensación del momento, la novedad que acaba de llegar o regresar al pueblo.

—Según tengo entendido, su hermana también acaba de llegar. —Aquí la información corre como el agua del río.

—Hace dos noches, pero a ella ya la conocen y han tenido dos días para indagar en su vida.

—¿Le molesta la gente que vive aquí?, lo pregunto por su tono al expresar su molestia.

—No me molesta. El problema es que este pueblo tiene la mala costumbre de convertir algo inofensivo y pequeño, en algo inmenso y hacer que todo el mundo lo sepa. Es incómodo.

Para la noche sé que voy a estar en boca de todo el mundo, preguntándose: ¿quién es el caballero que me fue a buscar a la tienda? O lo que es peor, que el señor Koller ya tiene sus ojos en mí y que no pierdo el tiempo.

Debería abrirse la tierra y tragarme, o mejor que se lo trague a él.

—Quiero volver a disculparme por lo de anoche. —Me entrega mi bebida y continúa después de darle un sorbo a la suya —.Mi chófer fue un incompetente al volante, y si no me bajé fue porque... —Se queda callado y me imagino lo que está pensando.

—Déjeme adivinar. ¿Cree que me lance a propósito para conocer al recién llegado? —Hace un gesto de que sí, egocéntrico.Ya estoy notando al hombre del teléfono.

—No me malinterprete, pero es que mi abuelo se ha empeñado en ser de cupido que no pude evitar pensarlo.

—No lo defenderé, pero no todas estamos detrás de un hombre para casarnos. — afirma apenado—. Puedo preguntar: ¿Cómo supo que fue a mí a quien casi atropellaba?

Estoy segura de que nadie lo sabía, excepto mi familia, y ninguno sabía con seguridad que fue él.

—El señor Messer —¿Papá? Debí imaginarlo—. Me encontré a su padre esta mañana desayunando con el abuelo y me comentó del accidente que había sufrido y creo que fue para asegurarse que hubiera sido yo el que casi lo dejaba sin su preciosa rosa.

¿Rosa? Hace mucho que papá no me decía de esa manera. Cuando de repente me vi de frente con la vista de un hermoso jardín, parecía que flotara en el aire y escuché una voz:

«Tú eres la rosa más hermosa del jardín y de mi vida».

—Liah…—volví a mi realidad, junto al señor Koller en la heladería.

—Lo siento, me distraje por un momento. ¿Qué me decía?

—¿Qué si se lastimó de alguna manera? Su padre y mi abuelo ya quieren guindarme de un árbol por mi torpeza y falta de cuidado.

—Estoy bien, no podría decir lo mismo de mi ropa, en estos momentos debe estar inservible. Y no tome a personal los reproches de mi padre, él es muy sobreprotector.

—Cómo todo padre debe ser, y lo entiendo conociendo las costumbres del pueblo.

De repente veo entrar al grupo de amigas insoportables de mi hermana, las encargadas de hacerle la vida un infierno a cualquier persona en este pueblo solo por ser hijas de grandes familias. Es cuestión de segundos antes de que lleguen a… ya me vieron.

—¿Cree que dejarán de verme como un forastero? —pregunta.

—No es un forastero, es el nieto del hacendado más importante del pueblo, más bien, acostúmbrese a ser abordado por muchos, empezando por las jóvenes de alta sociedad que tendrá a su disposición, y le ayuda a subir su ego.

—¿Mi ego?

—Buenas tardes —nos interrumpe la voz chillona de Erika.

La princesa líder sin corona, como la llama Emma, desde que mi hermana se fue y le cedió su puesto, aunque desde que éramos niñas siempre las apodó el grupo de las medusas por su poca inteligencia y sobre todo porque vivían para picar o atrapar a cualquier buen caballero con sus tentáculos.

—Liah, qué gusto en saludarte.

—Hola, Erika—, observó detrás de ella y está su grupo completo a excepción de mi hermana.

—Íbamos camino a la tienda de modas que maneja tu tía, para ver si encontrábamos algo digno que ponernos para la fiesta, porque por la premura nuestro vestuario de alta costura no podrá llegar a tiempo.

—Qué pena, de seguro, fue muy difícil salir de la crisis de nervio por no saber qué ponerse.

—Sí, fue un caos, pero estaremos hermosas como siempre, —menciona Ruth, otra de las chicas. Luego se concentra en el señor Koller —. Buenas tardes, señor. ¿Es nuevo en la ciudad?

—No del todo. Tenía muchos años que no venía, está muy bonito— respondió.

—Si tenemos una ciudad pequeña, pero nos llevamos bien entre todos —replicó Kira para recuperar el control, y estaba de acuerdo con ella con la diferencia de que eso solo ocurría, mientras que no se mezclaran los ricos con los pobres.—¿Usted de dónde viene? ¿Dónde se está quedando?

—De la capital. Me hospedo en la casa al final de la calle sur. —Hasta ahí llega su paz.

Empiezan a susurrar entre ellas mientras Erika está sorprendida sin quitar su mirada de él.

—¿En la mansión Koller? ¿Es el nieto del señor Nelio Koller?— Afirma.

—Demetry Koller, para servirles.

—Yo soy Erika Muzzet. Lo esperábamos al final del mes —él me mira y le sonrió.

—Yo soy Ruth Heth, ella es Soleth y ella Fabiana— terminan de presentarse con entusiasmo, a excepción de Soleth, que apenas y hace una afirmación.

Aún no entiendo como siendo tan parecida a Emma y a mí, se junte con este trío de víboras, Emma insiste que es por la presión de su padre de codearse con la elite, antes solía ser la mejor amiga de mi hermana, eran inseparables hasta que Kira la amigable empezó a ser Kira, la pretenciosa insoportable y ya no eran tan amigas.

—Es un gusto conocerlas, señoritas —me quedo observando la escena burlándome de la situación.

—¿Va a asistir a la fiesta de esta noche? —le pregunta Erika si supiera que mi hermana ya le puso el ojo encima al hombre y aún no lo conoce.

—Ahí voy a estar.

—Cómo ven, señoritas, tienen que correr para arreglarse, les queda poco tiempo para la fiesta.—les recordé para terminar con el calvario.

Todas huyen observando a Demetry, quien se queda pensativo.

—Estas disculpas se han convertido más bien en un momento de incomodidad de interrupciones para usted.

—Es divertido verlas tan ansiosas, pero yo como usted me preocupo un poco. Mi hermana va a estar un poco molesta por opacar su fiesta.

—Es imposible opacar a su hermana si tiene la misma belleza que usted. Espero que me conceda un baile.

Escuchamos el sonido de su teléfono y lo contesta con mala gana.

—Discúlpame, debo contestarle a este amargado o si no me mata.—Afirmo sin problema —¿Qué sucede? Sé que no puedes vivir sin mí, pero inténtalo.

Me guiña un ojo mientras escucha atentamente por la bocina de su móvil y aprovecho para analizar cada detalle de él y no sé por qué, pero sus ojos y facciones me recuerdan a alguien, pero ¿a quién?

—Leandro.

Leandro…

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