Presumida

LEANDRO

No puedo creer lo que estoy haciendo. En mi vida me imaginé estar rogándole a alguien por un trabajo; es que si no fuera porque todos los proyectos son mediocres y tengo el tiempo en contra, no pensaría en volver a llamar a esta mujer.

—Es que está loca, ¿cómo se le ocurre colgarme? Y no una, sino tres veces.

Debería mandarla al diablo, pero es la única posibilidad que tengo a la mano.

—¡Demonios!

Vuelvo a llamar, si esta vez no me contesta, se lo pierde y veré qué hago.

—Buenas noches, —, ahí está esa voz melodiosa. No sé qué tiene que me causa algo extraño.

—Señorita, dueña de L&E. Necesito hablar con usted.

—Señor Koller, una vez más, ¿cómo consiguió mi número personal?—Unas cuantas amenazas y unos cuantos francos suizos.

—Tengo mis mañas, señorita. Me urge hablar con usted.—Uso mi tono más amable antes de perder la paciencia.

—Me imagino, si ya le he dicho que no es horario de oficina y aun así insiste en llamar. Creí que habíamos dejado claro toda esta tarde—ese to
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