¿Cuál te gusta?

Demetry

Esta mañana, al despertar, me sentía feliz, alegre, lleno de vida, como hace mucho no me sentía, sobre todo en paz. Me gusta este pueblo, y la hacienda, se siente como cuando era niño y también sus mujeres, sobre todo las hermanitas Messer.

—¡Demetry! —Escuché a Guille y a mi abuelo que venían detrás de mí sobre sus caballos.

—Buen día, abuelo, pensé que dormías, pero me dijeron que habías venido a la hacienda desde muy temprano y aquí estoy, recorriendo todo. Han cambiado algunas cosas, pero me gusta y te trajiste al vago de Guille.

—Vago, pero sirve. Este muchacho me ha ayudado con todo esta mañana.

—Se siente mejor que estar encerrado en una oficina.— Responde.

—Dile eso a Leandro para que veas cómo te despide de una.

—El abuelo me contrata, ¿verdad, abuelo? Sus nietos me quieren despedir.

—Esta hacienda te abre las puertas, pero cuidado con tus actos, sobre todo con las mujeres de este pueblo, y esto va para los dos.

Ambos nos vemos, y luego al abuelo.

—No me miren de esa forma que ayer los vi bailando y de sonrisita con muchas de las jóvenes de este pueblo, y las mujeres de aquí no son como las que están acostumbrados a tratar en la ciudad.

Guille, me mira sin entender y ¿cómo explicarle a este mujeriego que las mujeres aquí son casi que intocables?

—Guille, no se acercará a ninguna mujer del pueblo, abuelo.— Me mira confundido.

—Eso espero, porque un mal paso, una mala jugada, una impertinencia o una acción indebida con una dama de este pueblo es una condena o un privilegio, pero salvado no sales.

—No entiendo.

—Te lo explico fácil, muchacho. Si tocas o miras a una mujer de este pueblo de forma indebida, incluso estar a solas con ella, significa que te comprometes con dicha dama. Es decir, nada de ver a las niñas.

—¿Bromea? —Niego. Mi abuelo le pega con la mano en la cabeza.

—No te quiero ver cerca de ninguna chica.

—Ya le había puesto los ojos a una mujer hermosa, de ojos cafés y cabello azabache, no puedo creerlo. ¿Ni siquiera puedo invitarle un café?

—No, nada. Demetry, controla a tu amigo y sus pantalones. Igual tú. Es más, ¿no deberían estar trabajando?

—Yo hice mi trabajo, analicé algunos documentos, firmé otros y ya me reporté con Aarón porque no tenía ánimos de hablar con Leandro, que conociéndolo debe estar o en el laboratorio o amargándole la vida a alguien.

—No hables de esa manera de tu hermano, todavía no creo que venga a fin de mes.

—Yo tampoco —opina, Guille.

—Dijo que iba a venir, y aunque está muy ocupado con el nuevo lanzamiento, no dudo de él. Quiere verte abuelo.

—Ya veremos si viene ese toro rabioso. ¿Ya tiene novia, candidata o alguien con quien quiera establecerse? Ya es hora de que se case.

—Anda buscando a una mujer que conoció hace unos años, pero quién sabe si la consigue. —Dice Guille mientras que lo golpeó por impertinente.

—¿Leandro tiene novia?

—No, abuelo. Somos jóvenes, y sé lo que piensan en este pueblo de que a nuestra edad ya están comprometidos incluso casados, y no digo que esté mal, pero en la ciudad es diferente primero se conviven, pasean, no tienen chaperones o necesitan permiso de sus padres para cortejar a una joven y pasan años en una relación antes del matrimonio.

—Sé que este siglo ha cambiado, que ahora viven en pecado antes del matrimonio, y no me voy a meter en la manera que llevan sus vidas, pero me preocupa que no le gusten las chicas — Guille se ríe.

—Le aseguro que ese no es el problema, abuelo. No ha estado presente en sus actos sexuales, pero le confirmo que le gustan las mujeres. —Recalca Guille.

—No quiero saber de su vida promiscua, ni la de ustedes. Pero, es hora de que empiecen a pensar en el futuro. ¿Y quién es esa mujer que busca?

—No tengo idea, pregúntaselo a él cuando venga y hablo en serio. —Dije y Guille afirmó —. Mejor dime cómo te ayudo en la hacienda, quiero ser útil.

—Pensé que estabas de vacaciones.

—Conmigo puedes contar, abuelo,—menciona Guille.

—No se te olvide que tienes trabajo que cumplir con la empresa y, sin falta —, le recuerdo.

—Ya está en plan, jefe.

—Si quieres ayudar, Demetry. Ve a ver al don Juan, para que te ponga al día con los asuntos administrativos, y mejor regresemos al pueblo, que ya es tarde.

Una hora después íbamos camino al pueblo en carros diferentes ya que el abuelo no quiso esperarnos.

—¿Es en serio lo de las mujeres de este pueblo? Porque me gustaron mucho dos bellezas, en especial una morena de ojos cafés.

—Sí, es verdad. Así que ten cuidado, porque puedes terminar atrapado en un matrimonio no deseado.

—¿Eso no va para ti? Porque bien que te vi con las hermanitas Messer, ¿cuál te gustó?

—Son diferentes, ambas son muy guapas, amables y educadas. Liah es muy dulce, con esos ojos verdes, piel blanca como la nieve, se ve tan delicada, inocente y con esas pequitas en sus mejillas que se sonrojan fácilmente y es pelirroja, aunque nunca se lo he visto suelto. Se puede tener una conversación agradable y con sentido, tiene un sarcasmo muy sutil. Pero es muy seria, callada, manipulable y eso, no sé, me incomoda un poco.

—Pero si esas son las mujeres que a ti te gustan, ¿o algo tiene la otra hermana que esta no?—Buena pregunta.

—Liah no tiene pasión, va con la corriente, no parece una mujer que lucha por lo que quiere, sino que hace lo que los demás dicen. Kira se ve diferente.

—Eso se nota a distancia, se ve que sabe mantener a un hombre entretenido, pero creo que estas juzgándolas sin conocerlas.

—Kira es más sociable, tiene esa picardía que te enloquece, es muy graciosa, coqueta y ha viajado mucho, por eso tiene carácter y se ve que tiene pasión en las venas, o eso dicen.

—No te aburriría con ella, pero ya hemos pasado por esto y ya escuchaste, aquí no puedes jugar con las mujeres.

—Yo no juego con las mujeres y lo sabes Guillermo.

—Demetry, piensa lo que vas a hacer, escoge bien antes de que te metas en graves problemas. Estas son hermanas, amigas de tu familia y socias. Ten cuidado.

—Siempre soy cuidadoso, son ellas las que hieren mi corazón.

—Porque eres impulsivo para escoger, debes ser como yo, que ya puse mis ojos en unas cuantas y pienso conocerlas antes de hacerme una idea de cómo son.

—No lo intentes, viniste conmigo y si haces algo mal, mi familia saldrá perjudicada. Eso no está permitido. Te metes en problemas y te la verás conmigo y con Leandro.

—Ya lo entendí, pero lo mismo te digo yo. Esta vez no tendrás a Leandro o a mí para sacarte de tus líos amorosos.

—Ya veremos en el transcurso de los días quién gana esté corazón.—Me burlo, pero si pienso bien porque Liah me gusta, y mucho, pero algo tiene Kira con esos ojos de miel que me atraen.

—No cambias, pretencioso.

—Hablando de otra cosa. Hable con Aarón. Leandro aún no escoge la agencia, al parecer ha tenido problemas con la dueña de la publicidad anterior.

—Él es exigente, pero le doy la razón. Ninguno de los proyectos llama la atención, ni tiene creatividad, son aburridos.

—La campaña anterior fue muy buena, creí que llamarían a esa agencia, pero con Leandro uno nunca sabe. Además, Nio me llamó muchas veces; dice Aarón que tiene algo importante que decirme. Trataré de llamarlo más tarde.

Una vez llegamos a la casa, mi tía nos esperaba en la sala con la noticia de que las Messer venían a cenar, algo que me agrada: ver a Liah de nuevo.

—¿Escuchaste Demetry? Te quiero ver aquí.

—Escuché, tía. Ahora, me voy a descansar un rato porque debo salir a ver a Don Juan para ponerme al día con las cosas de la hacienda.


En la tarde decidí dar una vuelta por el pueblo hasta llegar a casa de don Juan. Cuando doblo en la esquina, me tropiezo con una joven, muy linda; recuerdo haberla visto anoche.

—Usted otra vez. —Menciona mientras recoge algunos diseños esparcidos en el piso.—¡Por Dios, qué desastre! Me van a matar.

—Tranquila, solo son papeles.

—Para usted de seguro, para mí es el motivo de que mi cabeza ruede.—Se va sin decirme su nombre.

—Qué niña más extraña.

Entro a la casa de don Juan y espero que su joven de servicio le diga de mi visita. Mientras admiro su casa, no ha cambiado en nada.

—¡Muchacho! Qué gusto tenerte de nuevo por aquí — nos abrazamos con mucho cariño, él es como un padre para nosotros después del abuelo.

—Don Juan, qué placer verlo, veo que se conserva.

—Estoy viejo, pero gracias por eso, a ver, siéntate. Cuéntame, ¿qué te trae por aquí? No podía creer cuando Nelio me dijo que vendrían.

—Fue toda una sorpresa. Ayer no lo vi en la fiesta.

—No me sentía bien, además hay mucho trabajo que atender. Me alegra que estés aquí porque ese viejo terco no se cuida.

—Lo he notado, hoy se fue muy temprano a la hacienda.

—A veces se va con Lois y conmigo, pero otras veces se va solo. Le va a hacer bien tu visita, ¿y Leandro?

—En la capital, ese sí está difícil que venga, estoy tratando de convencerlo.

—Sí, este pueblo guarda muchos recuerdos para él, sobre todo ligados a tu madre y a una hermosa niña. ¿Sigue amargado como siempre?

—Tal cual o más, de cuando nos visitó la última vez.

—Ese chico necesita una vida y dejar de ser tan amargado. ¿Cuánto tiempo te piensas quedar?

—Por ahora, un mes. De hecho, esa es una de las razones por las que estoy aquí. Quiero ayudar al abuelo con la hacienda y vine para que me ponga al día del papeleo.

—Para mí será un placer. ¿Cómo te ha tratado el pueblo? Imagino que las jóvenes ya estarán haciendo filas por ti; pero conoces las reglas de este pueblo prehistórico.

—No se preocupe por eso, las reglas de este pueblo me agradan, aunque podríamos cambiar algunas cosas —reímos. —No soy un santo, pero me gusta la idea de que la mujer debe ser únicamente de su esposo y del hogar, aunque también pueden tener una vida social lejos del libertinaje.

—Me gusta que pienses de esa manera, aquí esas mujeres abundan y tu abuelo debe estar feliz con eso.

—No sé, creo que no me cree mucho. A Leandro y a mí nos gustaría que se mudara con nosotros a la capital.

—No creo que sea buena idea, tu hermano y tú viven en casas distintas y cada uno con su vida. ¿Crees que se adapte?

—No lo había pensado hasta que Liah me dijo: que pensaba en mi comodidad y no en la de él; aquí lo tiene todo, en la ciudad se deprimiría aun cuando nos tiene a nosotros — lo veo sonreír

—¿Liah Messer? — afirmé —. Veo que conociste a la chica más sabia y hermosa del pueblo.

—La conocí, es muy hermosa e inteligente. Se ve que es bastante dócil.

—No tanto, recuerda que no es bien visto en este pueblo que las mujeres den sus ideas con respecto a asuntos importantes o familiares, mucho menos a extraños, pero hazla enojar y verás cómo esa tierna y dulce señorita saca su carácter.

—Gracias por el dato, Don Juan; lo invito a cenar a la casa, los Messer van a ir y nos gustaría su presencia.

—Encantado, voy a decirle a mi hija que me acompañe.

—Por supuesto. ¿Y a quién vas a cortejar?

—Nada de cortejo por ahora, estoy disfrutando del pueblo, de la hacienda y del abuelo.

Empezamos a hablar durante unas horas mientras me ponía al día de los asuntos de la hacienda. No es tan complicado, pero sí lleva su tiempo. Cuando vimos que se nos hacía tarde, me retiré a casa junto a Don Juan, quien le envió un mensaje a su hija por teléfono para qué nos alcanzará, pero al parecer tenía mucho trabajo porque trabaja con Liah. Buen dato.

Al llegar encontramos a todos los Messer en la sala, saludamos a la señora Bailey, el señor Lois y a Kira, pero por ningún lado estaba Liah. ¿Dónde está mi dulce pecoso?

—Bienvenidos — le dice mi abuelo.

Observo la sonrisa inocente de Kira a mi lado, estaba hermosa con su vestido de rosa, un sutil escote que resalta su piel y sus ojos tan bellos.

—Señorita Kira, está muy linda el día de hoy —le digo con cariño mientras aparta su mirada un poco avergonzada.

—Gracias, señor Koller.

—¿Dónde está Liah? — pregunta mi tía. Y es algo que yo quisiera saber.

—Ya la conoces, no sabe estarse quieta —menciona la señora Messer.

—Aún no había llegado de la tienda, es más lo que se la pasa en ese lugar que en casa—menciona Kira.

—Liah, conoce sus límites y sus responsabilidades, le avisaste de la cena, por lo tanto, en cualquier momento ha de venir. —Eso espero.

Nos sentamos a conversar un poco de todos los acontecimientos de la fiesta y algo sobre los problemas del país, donde las mujeres no opinaron en lo absoluto hasta que suena la puerta y es Guille. ¡Qué decepción!

—¿Dónde está Liah? —pregunté sin que nadie escuchará.

—No va a venir, —me susurró Kira —, me dijo que tenía mucho trabajo y no iba a perder su tiempo en otra cena. Así es ella, pero mis padres serían muy severos si les digo su respuesta.

¿Perder su tiempo? ¿Cómo que perder su tiempo? ¿Acaso no quiere verme? Tal vez sí tiene carácter después de todo.

—Espero que no se moleste por el desaire de mi hermana, ella es un poco rebelde.

—Ya veo. Volvamos a la sala con charlas de políticas y temas aburridos, —mencioné.

—Realmente son interesantes.

—No la veo opinando en la conversación.

—No está bien visto que una dama interrumpa una conversación de caballeros. Si lo hago, terminaría encerrada en casa por días.

—¿Pasamos al comedor? —dice mi tía. — ¿O esperamos un rato más a Myriam y a Liah?

—Si me lo permiten, creo que debemos pasar. Mi tía y mi hermana, cuando están en la tienda, se olvidan del mundo.— Kira me observa pidiendo apoyo.

—Opino lo mismo, ya es tarde y posiblemente no vengan —mencioné algo decepcionado.

—Liah no suele evadir compromisos, —aclara don Juan

—Déjala, aquí todos conocemos a esa preciosura. Si no llegó, tendrá sus razones. —Menciona mi abuelo.

No puedo creer que Liah no haya venido y despreciado una cena con mi familia. ¿Quién se cree?

—Señor Koller, ¿no viene?

Bueno, sí una hermana no vino, por lo menos está la otra, ya mañana hablaré con la pecosa.

Iniciamos una conversación donde todo giraba al viajes, política y negocios, una que otra mirada hacia Kira Messer, para ser de este pueblo, pero no es tan tímida.

—Me han dicho que ha viajado mucho, señorita Kira. —Pregunté.

—Dígame, Kira, por favor. Somos casi como una familia y sí. He estado en algunas partes de Suiza, Londres, Francia y España. Suelo acompañar a mi prima y a mis tíos en sus viajes porque vivía con ellos, y son países hermosos.

—¿Le gustaría seguir viajando?

—Claro —escuchamos una tos de la señora Bailey—, pero esta vez, me gustaría que fuera acompañada de mi esposo. Es hora de enseriarse.

—¿No cree que sea muy joven todavía para el matrimonio?

—En este pueblo, las niñas de la edad de Kira ya tienen hasta dos hijos, más bien está atrasada.¾ Interviene don Lois.

—Brindo porque consiga al caballero que se adueñe de su corazón.—Todos levantan su copa y beben —. ¿Liah, también ha viajado?

—No, mi hermana, lo mucho que ha llegado es a la capital.

—¿Por qué? Pensé que viajaban juntas.

—Liah se de trabajar con su tía en la tienda de moda. No es bien visto que anden viajando. —Comenta señor Messer.

—Disculpe que intervenga, pero no tiene sentido —opina Guille—. Si está mal visto que las señoritas anden viajando, ¿por qué permitir que una de sus hijas viaje y la otra no?

Golpeo a Guille por debajo de la mesa por su impertinencia, algo debo hacer con este hombre, aunque yo también quisiera saberlo.

—Liah, es una niña muy inteligente, inocente y se dedicó a estudiar.—Menciona don Juan —, es una niña llena de sorpresas.

—¿Estudiar? Pensé que eso era un delito para las mujeres de este pueblo.

—No exageres; no es un delito —dice mi tía — simplemente no están acostumbrados a que las mujeres hagan lo mismo que los caballeros.

—Eso es absurdo, tía, en pleno siglo XXI, las mujeres pueden hacer lo mismo que nosotros, incluso algunas son mejores en ciertas áreas y viceversa.

—Esté pueblo es diferente y amamos nuestras costumbres.—Recalcó el señor Lois.

—No me malinterprete. Algunas costumbres de este pueblo son aceptables y deberían mantenerse en la sociedad, pero hay otras que son muy excesivas, incluso injustas. No me parece justo que a la mujer se le prive de opinar, de viajar, de estudiar, incluso de trabajar, siempre y cuando conozcan sus límites.

—¿Usted busca una dama así? —pregunta Kira.

—Esa clase de preguntas no se hacen, Kira —intervino su padre.

—No hablo de la mujer que yo deseo como compañera. Solo dije lo que pienso con respecto a cómo ven a las mujeres de este pueblo, no se debe juzgar y condenar a una persona solo por decir lo que piensa o desea. En este caso, a las mujeres de este pueblo.

—Mejor cambiemos el tema —menciona mi tía.

—¿Usted también estudió? —le preguntó Guille a Kira.

—Estudie diseño digital en la capital, eso me encanta.

—¿Y su hermana estudio lo mismo? —Esté ¿qué tanto pregunta por Liah?

—No, Liah es una chica a la que no le gusta la aventura ni salir de su confort, es muy estricta con todo, y miedosa, por lo tanto, estudio aquí donde papá podría vigilarla y con algo relacionado con los negocios familiares.

—¿Trabaja en la empresa? —Pregunté.

—No. Liah, estudio administración de empresa, y me ayuda de vez en cuando a tomar decisiones, nada del otro mundo.— Responde el señor Messer.

—Ahora que lo pienso, tienes dos niñas muy inteligentes en casa, Lois — interrumpe mi abuelo —. Sé que tienes un lanzamiento dentro de unos meses, porque no dejas que Kira te haga los diseños y la campaña del producto, ya que es experta, conoce los gustos de los jóvenes y de la capital, así interviene en los asuntos de la empresa, ejerce su carrera y se entretiene en este pueblo tan aburrido.

—No lo había pensado, pero tienes razón, Nelio. Liah, ya me había sugerido un cambio de diseño más original. ¿Qué te parece, Kira? ¿Quieres hacer los diseños del producto? Obviamente, tienes que pasar por supervisión, pero ¿quién mejor que mi hija?

—No lo sé, es decir, es mucha responsabilidad y tú eres bastante exigente.

—No veo nada de malo en participar en la empresa familiar, mucho menos si es haciendo lo que más te gusta —. La incité porque vi esa chispa de felicidad en sus ojos.

—Acepto, haré el diseño, solo necesitaré algunas cosas y te lo muestro, pero es más que todo digital, es fundamental para la publicidad.—Menciona con emoción.

—Tal vez, puedas hacer uno más para nuestra empresa, —dije. —Déjala con su padre, Demetry —interviene Guille, y lo ignoro.

—Mi hermano ha estado con dolores de cabeza porque no consigue un buen diseñador y publicista para el lanzamiento que tenemos, si haces un boceto se lo puedo enviar.

—Demetry…—insiste Guille.

—Para mí será un placer ayudarlo. Puede pasarme la idea y yo hago mi magia.

—Así será.

—Estás metiéndote en problemas con Leandro, —me susurra Guille.

—Él dijo que vine a perder el tiempo, tal vez le consiga los diseños de la campaña de una vez por todas y en manos de una Messer.

—Piensa con la cabeza que está sobre tus hombros.

—Ya déjame disfrutar de la cena con la morena, ya que la pelirroja no quiso venir.

—Entonces, ¿te gusta la morena?

—Aún no me decido.

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