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Las Hermanas Messer

Demetry

¿Quién diría que encontraría una hermosa mujer en un lugar como este? Me gusta. Pensé que me iba a encontrar con una mujer solapada, cubierta de pie a cabeza, con ropas grises y desaliñadas, y un carácter amargado como las viejitas, pero no. Fue todo lo contrario, una pelirroja hermosa, con una piel blanca y pecosa, son esos ojos verdes que te hipnotizan y muy bien vestida. Además, tiene una picardía inocente que me atrae, hermosa. Definitivamente, ya vale la pena haber visitado este pueblo.

—Creo que encontré a la mujer que he estado buscando, la que se adueñara de mi dulce corazón.

—¿Hablando solo cariño? —Aparece mi tía como arte de magia. No sé cómo hace, pero aparece cuando uno menos lo espera.

—Pensando en voz alta. ¿Cómo está el abuelo?

—Bien, ya sabes que no hay quien lo detenga. Se está alistando para ir a la fiesta de los Messer y tú, deberías hacer lo mismo. —No es tanto lo que debo hacer, tía. Un buen traje, un buen peinado y un perfume que enloquezca a las mujeres. —Me golpea en la cabeza y me río.

—Cuidadito, jovencito. Las mujeres de este pueblo no son como las que estás acostumbrado a tratar en la ciudad. Aquí son recatadas, calladas, muy decentes, un poco sumisas y sobre todo señoritas — hace énfasis en la última palabra—. Por lo tanto, mantente tus hormonas bajo control.

—Quién te escuche dirá que soy un mujeriego.

—¿Y es que no es así? Yo viviré en este pueblo, pero no significa que no sepa lo que haces, al igual que el amargado y terco de tu hermano.

—Para tu información, somos todos unos caballeros. Mi corazón ha sido maltratado y pisoteado por las damas y no precisamente porque sea un patán con ellas, todo lo contrario.Al parecer, me toman como su juguete o su banco personal.

No es juego, ni mentira. Con cada mujer con la que he estado he creído que eran las indicadas, me he llevado cada decepción. La última fue hace un mes, creí que era la perfecta, apasionada, carismática, inteligente, muy hermosa y con un carácter sumiso y al mismo tiempo caprichoso, como me gusta. Estaba listo para pedirle que fuera mi esposa y presentársela a mi familia, pero la encontré con su supuesto primo en la cama. Solo recordar me siento un idiota, tonto y humillado por no darme cuenta.

—Lo sé, pero cariño, con esa vida de fiestas y viajes, ¿cómo te van a tomar en serio?

—Tía, salir con amigos, divertirme, tomar uno que otro trago y admirar a las mujeres bellas, no me hace un mujeriego que salta de cama en cama.

—Modera ese vocabulario, aquí no están acostumbrados a ser tan abiertos. —Ruedos los ojos y me vuelve a golpear —. Y deja de hacer eso, es grosero.

—Está bien, seré todo un caballero a la antigua. ¿Quién sabe y el objetivo de mi abuelo y el tuyo de traerme aquí este ocurriendo?

—Mm. ¿A qué te refieres? Demetry, ten cuidado, las mujeres de este pueblo…

—Sí, tía. Ya sé. Son castas, puras y sumisas, como las del siglo XX, y no me molestan. Dicen que detrás de una mujer sumisa se esconde el fuego de una mujer ardiente.

—¡Niño! Las cosas que tengo que escuchar. —Carcajeo de solo ver cómo se sonroja, pero igual se ríe conmigo.

—Hablo en serio. Es más, creo que ya vi a la víctima de mis encantos o tal vez, sea yo la víctima con mis antecedentes.

—Espera, ¿a quién viste? ¿De dónde vienes? ¿Qué estuviste haciendo, Demetry Koller?

—Nada malo. Fui a disculparme con la señorita Messer y me he llevado una grata sorpresa y satisfacción. No pensaba que una mujer tan bella, cálida y dulce se escondiera en estos rincones.

—¡Aa! Ya viste a Liah. Sí, mi niña es una joya entre las perlas. Muy hermosa, inteligente y cuidadito con ella. Lois la sobreprotege mucho y no lo culpo, pero esa joven no es para tomarla de juego.

—Y mucho menos por uno de mis nietos —. Nos interrumpe el abuelo, con una elegancia que me deja impresionado.

—Esta fiesta es digna de reyes. ¡Pero, qué pinta, abuelo! Creo que, en vez de ser yo quien salga con novia, este viejo me las va a quitar. — Mencionó y ambos se ríen.

—Deja la tontería y verte a cambiar, no quiero llegar tarde porque esta fiesta también es por tu bienvenida, lástima que el terco de Leandro no vino.

—Me tienes a mí, ¿para qué lo quieres a él? Sí, nada más mencionarle este pueblo, y parece que le fuera dar una trombosis.

—Qué Dios, no te escuche, muchacho —se persigna mi tía, espantando los males.

—¿Todo bien con Liah? Te escuché decir que te disculpaste. —Sí. Todo bien. Me disculpé, la llevé a comerse un helado en la plaza, estuvimos conversando y luego la acompañé hasta su casa, pero no pude saludar a sus padres porque había un gran alboroto.

—¡Mi madre! ¿Estuviste por el pueblo con ella? —dice mi tía asombrada, y mi abuelo niega con su cabeza para recibir otro golpe, pero esta vez del abuelo, y pega fuerte.

—¿Eso a qué se debió?

—No puedes salir a dar un paseo por las calles de este pueblo con una joven soltera. Estarás en la boca de todos. ¡Este niño nos meterá en graves problemas!

—Ya me di cuenta de que soy el tema de este pueblo, y fui muy respetuoso con la dama, abuelo.

—Con esa sonrisa de picardía que llevas dibujada en el rostro, lo dudo. Estos dos con sus costumbres.

—Miren, no hay de qué preocuparse. Liah y yo solo fuimos a la heladería de la plaza, con el permiso de su tía, y nada más. Aunque, no diré que no me pareció una mujer atractiva y muy dulce.

—Liah, es una niña de buenos valores. Lois jamás ha permitido que salga más allá de las fronteras de este pueblo. Muchos han estado detrás de ella, pero ninguno ha tenido la suerte de tener su atención. Es muy callada, tranquila, educada para ser una perfecta esposa y es tan dócil y obediente.

—Y de seguro tiene un carácter fuerte, escondido detrás de tanta pulcritud. — Mencioné más para mí que para ellos. ¾Cuidado con las hermanas Messer. Demtery, es la hija de nuestro socio y un buen amigo, no quiero nada que perjudique nuestra amistad una vez más.

—¿Una vez más? —Ambos se miran y luego a mí. ¿Qué ocurre aquí?

—Vete a cambiar, ya. —Ordena mi tía. —Y te informo que en la habitación de huésped está ese amigo tuyo, de aventuras.

—¿Guillermo? ¿Qué hace aquí?

—Según él, vino porque tu hermano lo envió a vigilarte, y yo lo dudo. Ese nieto mío no es de supervisar lo que haces.

—Leandro no estaba contento de que viniera. Realmente, no está contento con nada que esté relacionado con este pueblo.—Y conociendo a Guille, vino buscando aventura y vacaciones.

—Ya vete a cambiar, apura ese amigo tuyo, y dile las reglas con las mujeres de este pueblo.

—Lo haré, y para que lo sepan. Me gusta este pueblo, había olvidado cómo era. Podría enamorarme del lugar y quedarme. —No juegues con eso, jovencito.

—No lo hago, abuelo. Siempre me ha gustado el campo, la tranquilidad y, aunque no lo creas. Las reglas de este pueblo no me disgustan, no del todo. Le cambiaría algunas cosas, pero no en cuanto se refiere a la educación y crianza de una mujer. ¿Quién sabe, y encuentre lo que quiero aquí?

—¿En las hermanas Messer? —pregunta mi abuelo.

—Una Messer —interrumpe mi tía —. Aquí no puedes saltar de una a la otra como seguro hacen en la ciudad. Además, que son muy diferentes.

—Qué concepto nos tienen. Ya les dije que no saltó de mujer en mujer y Leandro, menos. Ese se volverá monje si no consigue a la santa que le robó el corazón.

—Explica, ¿tu hermano está saliendo con alguien? —Ay, Dios.

—No. Tal vez. Es una mujer que conoció hace uno o dos años en uno de sus viajes, se enloqueció por ella y ahora la está buscando por todos lados, y no me pregunten más.

—Pero…

—Nada. No sé nada. En cuanto a las Messer, solo tengo el placer de conocer a una, y esa me gusta. Ya veremos la otra. Me voy a cambiar para la dichosa fiesta.

Vamos a ver qué nos traerá esta fiesta y las hermanitas Messer, o, mejor dicho. La señorita Liah Messer, y tenía que ser pelirroja. —Sonrió como estúpido.

—Leandro la va a odiar si le digo que será su posible próxima cuñada.

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