Capítulo 246
Cerró el agua, se puso la bata y, justo cuando la sombra estaba por tocar la puerta, giró rápidamente el picaporte. Al abrirla, se encontró cara a cara con Sofía, quien se había acercado sigilosamente.

—¿Quién te dio permiso de entrar? —rugió el hombre, con una furia incontenible en sus ojos—. ¡Te dije que tenías prohibido entrar a esta habitación! ¿No entiendes? ¡¿De dónde sacaste el valor?!

Sintiendo el frío que emanaba de él, Sofía se quedó helada: —Yo... yo vine a traerte algo para desper...

—¿Crees que no sé lo que estás pensando? —el hombre curvó sus labios con una crueldad extrema—. ¿Te crees especial porque te acostaste conmigo algunas veces? He conocido a tantas mujeres como tú... basta con hacerles una señal y vienen corriendo como perras en celo. ¿En qué te diferencias de ellas?

—Aunque te pararas desnuda frente a mí, ni siquiera te miraría.

Mateo la miró desde arriba con desprecio: —¿Sabes por qué?

Sofía temblaba incontrolablemente, cubriéndose los oídos y negando frenética
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