—Señorita, hemos llegado —anuncia con tono suave una anciana.Sin embargo, aquella dulce voz no logra llegar a los oídos de la mujer a quien van dirigidas estas palabras.—No eres nadie, sólo una inútil cuyo único valor está entre sus piernas —espeta la voz masculina en su mente—. ¡Obedece Naia!Naia se sobresalta y abre los ojos tan amplio como le es posible, está nerviosa, desorientada y sus manos tiemblan mientras aferra con fuerza al bebé de cinco meses que lleva entre sus brazos.—Lo siento, no quise asustarla, pero ya todos han descendido del bus y como vi que estaba dormida, decidí despertarla—. Se excusa la mujer de cabellos blanquecinos, de pie al lado de su silla—: Hemos llegado a Pittsburgh.La joven mujer de cabellos negros y ojos marrones asiente sin atreverse a emitir un solo sonido. Lo único que hace es abrir la manta para confirmar que su bebé se encuentra a salvo.—Es un bebé precioso, no lloró en todo el trayecto, a pesar de que pensé que estaría intranquilo, soportó
A pesar de todas las advertencias y recomendaciones que Steve le había enumerado antes de marcharse, Matthew sabía que lo mejor era negociar con la mujer. Pensaba ofrecerle una cantidad de dinero satisfactoria que le hiciera olvidar cualquier intento de demanda, además correría con todos los gastos médicos. Por su ropa resultaba evidente que era pobre, así que suponía que este gesto sería suficiente para llegar a un acuerdo. — ¿Señor Matthew Garner? —preguntó un médico de mediana edad, con algunas hebras blancas entre su cabello rubio oscuro. —Soy yo. Al acercarse, el doctor empezó a leer una historia médica. — ¿Usted es el responsable de la señorita Ortega? — ¿Ortega? —cuestionó. —Sí, según los documentos que encontramos, la mujer que vino con usted se llama Naia Ortega. —Ahhh... sí, ella, ¿cómo está?, ¿es grave? —Bueno, no sé cómo responderle de forma adecuada. — ¿Por qué? —Según lo que leo en el ingreso de la paciente, ella fue golpeada levemente por un auto en movimiento
— ¿Cómo conoce mi nombre?, ¿Quién se lo dijo? —De repente se mostró a la defensiva. Matthew notó que el temblor de sus manos incrementó y ella evidenciaba un miedo que a él le resultaba incomprensible.—El doctor, fue él quien me lo dijo.— ¿Cómo lo supo?, ¿Quién habló con el médico?, ¿Quién tiene a mi bebé? —lo último fue preguntado en un hilo de voz.Matthew exhaló el aire que no sabía estaba conteniendo. Aquella mujer lo había dejado perplejo en menos de un segundo, atrás quedaron sus problemas y posibles demandas. Ahora parecía que era necesario decir algo para calmarla. El orden de prioridades había cambiado sin darse cuenta cómo.—Sus papeles, el médico dijo que encontraron sus documentos. Así fue como supo su nombre, tranquila, por favor.Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas una vez más, al tiempo en que ella intentaba secarlas con las palmas de sus manos. Matthew se quedó estático, intentaba no mover ni un músculo para no alterarla más de lo que ya estaba. Elevó poc
—Por favor, levántese, no está en condiciones de hacer eso, además que es extraño.Se apresuró a ayudarle a levantarse, pero ella se resistió, unió las palmas de sus manos y las elevó como si le estuviese rezando.—Señor, mi hijo es lo único que tengo, por favor déjenos ir cuando lo traigan, no quiero hablar con la Policía, ni con otra persona, sólo quiero irme de aquí.Sus ojos estaban inundados una vez más de lágrimas, pero él no lograba comprender el porqué de esta reacción.—No lo haré, no llamaré a la policía, ni la acusaré, pero por favor levántese del suelo y escuche lo que tengo que decir.Ella se dejó ayudar, pero por poco tiempo, porque tan pronto como sintió la cama tras suyo finalizó con cualquier contacto. No deseaba que la tocara, era notorio que establecía distancia. Matthew dio un par de pasos atrás. Por un momento, recordó aquella vez que encontró un animal herido, fue cuando apenas era un niño, y a pesar de querer ayudar al perrito en dificultades, él le rehuía e inc
Matthew rompió el documento que antes Steve llevaba en sus manos, así ratificó su decisión.—Haz lo que te dije.—Suponía que lo sabías, pero no puedes meter a un desconocido a tu casa.— ¿Por qué?—Porque no la conoces —le dijo con expresión de obviedad— podría ser una asesina en serie, una ladrona o una fugitiva, te podrías meter en problemas.—Sólo será por un corto tiempo, ella mencionó dos semanas, no creo que pueda ser un gran problema en tan pocos días, además, mírala es una mujer sola con su bebé, lo único que desea es que él esté bien, así que no digas tonterías y ve a hacer lo que te dije.—No te entiendo, de verdad que no lo hago...—...Mientras tanto, en la habitación Naia observaba con dulzura la sonrisa más hermosa que había visto en su vida.—Mi amor, tú eres mi ángel de la guarda, mi más hermosa rosa que no permite me lastimen las espinas, gracias por existir y por cuidarme, te prometo que yo haré lo mismo por ti. Te cuidaré, te protegeré y jamás permitiré que alguie
—Señora Ortega, el médico Roberts me ha solicitado venga a hablar con usted. — ¿Para qué? —Soy Trabajadora Social y me gustaría saber si quisiera contarme algo. — ¿Sobre qué? Resultaba evidente que Naia estaba a la defensiva, por lo que la mujer de unos treinta y seis años a su lado exhibió su más amable sonrisa. —Las lesiones que usted presenta podrían indicar algún tipo de abuso, así que si desea hablar conmigo al respecto y hacer la denuncia respectiva, podemos... —No, yo no sé sobre qué está hablando —Se apresuró a responder antes de que la mujer continuara esa línea de ideas—. Mis lesiones son por el accidente —aseveró. —Señora Ortega, sé que es difícil hablar sobre el tema, pero. —Pero nada, no hay nada sobre lo que hablar porque no sé a dónde quiere llegar, yo sólo tengo a mi bebé, no tengo familia en este país, lo único que quiero es salir ya del Hospital. —Tal vez el padre del bebé. —Mi bebé no tiene papá, Leo sólo me tiene a mí, así que por favor váyase, salga de aq
—Ya deja de maldecir, y acepta negociar por lo menos dos puntos de las demandas —expresa Steve entregando los documentos recién impresos a su jefe y amigo.—Es ilógico, ya accedí a sus pretensiones anteriores, pero para ellos nunca es suficiente. Sólo atenderé a un punto y que sea el más razonable.El abogado frotó el puente de su nariz e inspiró aire para llenar sus pulmones como una acción en busca de relajación, aunque le resultaba inútil.—Matthew es una lista bastante larga, por lo menos acceder a dos puntos es algo razonable.—Pero lee, ¿si lo has leído? dicen que quieren contratos por tiempo indefinido y que no sean subcontratados, también habla de no cambiar a los trabajadores, lo cual es imposible, sabes que es necesaria la rotación, también por cuestiones de salud, lo que ellos también están demandando.—Lo sé, pero es George quien los ha ilusionado a pedir todo, para ganar lo que más desean.— ¿Y qué es eso?, ¿Mi cabeza?, porque no la tendrán, George me fastidia más que un
— ¿Señor Garner?— ¿Quién me llama? —preguntó aunque ya sabía la respuesta.—Soy la mujer que atropelló.—La recuerdo, Naia Ortega.Ella apretó los ojos, se suponía de acuerdo con su fantasía de escape que se cambiaría el nombre tan pronto llegara a la nueva ciudad. Sin embargo, no contaba con que su identidad fuese revelada a causa de este hombre.—Sí, señor Garner, soy Naia.—Muy bien señorita Ortega, si me llama es porque supongo que ya le han dado el alta.—Dígame Naia, por favor, sólo Naia.—Está bien, ¿entonces?—Aún no puedo salir del hospital, pero la enfermera acaba de decirme que saldré mañana, por eso lo llamo.—Muy bien, cuando sepa la hora me la envía en un mensaje y alguien irá por usted.—Bueno, vera... —Se sentía incómoda—. No sé si pueda llamarlo de nuevo, no tengo teléfono, éste me lo prestó una de las enfermeras. Si usted me da la dirección de su casa y un número de teléfono yo llegaré ahí por mi cuenta.Naia se mordisqueó los labios esperando le diera aquella infor