—Señorita, hemos llegado —anuncia con tono suave una anciana.
Sin embargo, aquella dulce voz no logra llegar a los oídos de la mujer a quien van dirigidas estas palabras.
—No eres nadie, sólo una inútil cuyo único valor está entre sus piernas —espeta la voz masculina en su mente—. ¡Obedece Naia!
Naia se sobresalta y abre los ojos tan amplio como le es posible, está nerviosa, desorientada y sus manos tiemblan mientras aferra con fuerza al bebé de cinco meses que lleva entre sus brazos.
—Lo siento, no quise asustarla, pero ya todos han descendido del bus y como vi que estaba dormida, decidí despertarla—. Se excusa la mujer de cabellos blanquecinos, de pie al lado de su silla—: Hemos llegado a Pittsburgh.
La joven mujer de cabellos negros y ojos marrones asiente sin atreverse a emitir un solo sonido. Lo único que hace es abrir la manta para confirmar que su bebé se encuentra a salvo.
—Es un bebé precioso, no lloró en todo el trayecto, a pesar de que pensé que estaría intranquilo, soportó muy bien las cuatro horas y media de viaje.
Naia volvió a observar a la mujer, no comprendía por qué le estaba hablando cuando si ni siquiera la conocía, mucho menos lograba comprender por qué estaba siendo amable con ella. Se levantó de su silla, tomó la pequeña maleta para acomodarla en su espalda y procedió a descender del autobús dejando atrás a la anciana.
— ¿Tu hermano te dijo por qué no llegó a tiempo para viajar con nosotras? —preguntó otra mujer mayor a quien parecía ser su hija.
—Dijo que un hombre estaba desesperado buscando a su hijo, al parecer una loca se lo robó y entonces hizo un gran escándalo porque estaba buscándola, con todo ese alboroto Tom se distrajo y no alcanzó a llegar a tiempo —respondió la joven mujer—, pero abordará el siguiente bus.
Naia empezó a temblar, aquellas palabras no iban dirigidas a ella, pero sin que se lo confirmaran sabía que era la protagonista de aquel comentario. Elevó la capucha de su chaqueta acolchada intentando ocultar su rostro. Caminó sin un lugar al cual ir, lo único que deseaba era alejarse lo máximo posible de Detroit, el único problema es que el poco dinero que tenía en sus bolsillos sólo le había alcanzado para pagar un pasaje hasta Pittsburgh. No tenía información de esta ciudad, ni nadie con quien pudiera contar, pero era igual con cualquier ciudad en Estados Unidos, un país que no era el suyo. Sólo abordó el primer bus que le permitiera alejarse lo más pronto posible.
Notó que un hombre la miró con curiosidad, así que intentó cubrir más su rostro, una mujer de origen latino como ella resaltaba más de lo que deseaba. Decidió salir de la central de autobuses en busca de algo de leche tibia para su bebé. Llevaba días sin comer bien y sus senos ya no producían la cantidad suficiente para saciar a su pequeño Leo.
Frente a una cafetería rebuscó entre los bolsillos, contó los escasos billetes y monedas que atesoraba, lo único que le restaba eran siete dólares con cincuenta centavos. Sus ojos se llenaros de lágrimas, dio la vuelta para alejarse mientras atravesaba la calle sin percatarse que un auto se acercaba con un conductor distraído.
—Diablos Steve, ese es tu maldit0 trabajo, eres quien debe encargarse de ese tipo de problemas, no pretendas que yo solucione todo —vociferó Matthew con evidente enfado al tiempo en que golpeó el manubrio de su auto—. Esos empleados, despídelos, son unos holgazanes, ¡sólo despídelos! —gritó enfadado mirando a su acompañante sin percatarse de lo que había delante de su camino.
— ¡Detente! —exclamó Steven, el abogado que le acompañaba, cuando notó que alguien estaba cruzando la calle por el lugar incorrecto.
Matthew giró su cabeza tan rápido como le fue posible evidenciando el porqué de aquella advertencia. Su pie presionó rápido el freno mientras sus manos intentaron desviar el automóvil, pero a pesar de sus esfuerzos alcanzó a golpear a un transeúnte.
Luego de una maldición y el susto golpeando su pecho, se apresuró a ver si había matado a alguien.
— ¡Dios mío! La demanda de los empleados del sindicato será lo de menos comparado con esto.
—Si no vas a ayudar es mejor que te calles —espetó Matthew mientras se acercaba a aquella persona en el suelo.
— ¡Dios mío es una mujer! y ¿ese es un bebé? —sollozó el abogado llevando sus manos al rostro, mientras una nueva gran maldición surcó los labios carnosos del otro hombre alto, de cabello castaño con tonos rojizos y ojos azules que observaba muy asustado la escena. —No sólo perderás la licencia, deberás atravesar una demanda y tal vez varios años de cárcel —agregó.
—Ya te dije que si no vas a ayudar no digas nada, eres mi abogado ¿no?, se supone que te pago para defenderme, ese es tu trabajo, ahora ayúdeme a subirla al auto, debemos llevarla al hospital.
—Pero...
—El golpe no fue tan fuerte, tal vez está así más por la impresión que por algo peor.
—Si tú lo dices, pero no te salvas de una fuerte demanda y esto trascenderá a los medios, ahora sí vas a estar jodido porque es el peor momento, todos los ojos están sobre ti.
—Te voy a despedir Steven, te juro que lo haré si no haces lo que te digo.
—Tú siempre amenazando a todos con despedirlos —murmuró el hombre de cabello rubio oscuro, quien se acercó a la mujer para tomar el pulso de su cuello—. ¡Está viva! —gritó asombrado.
—Por supuesto que está viva, ahora mueve esos brazos que nunca ejercitas y toma al bebé, yo la cargaré a ella.
—Dios mío, lo que me pagas no es suficiente Matthew...
A pesar de refunfuñar obedeció, quitó la manta que cubría al bebé, lo desenganchó de un canguro adherido al pecho de la joven mujer y lo cargó entre sus brazos, el niño pronto empezó a llorar.
— ¿Si un bebé llora después de ser atropellado es porque está bien o porque es algo malo? —preguntó Steve con semblante angustiado.
—Él debe estar bien, su madre lo tenía muy bien protegido, pero eso lo dirán los doctores en el hospital.
Fue lo único que dijo Matthew antes de tomar entre sus brazos a la joven mujer. El rostro se veía demacrado, y era demasiado ligera pareciendo que no había mayor peso en ella, pero aparte de eso notó que bajo el cabello que ocultaba parcialmente su rostro el tono de piel era un poco canela y sus rasgos la hacían ver bonita. La dejó sobre la parte trasera del auto, mientras Steve cargaba al bebé intentando que no llorara más, pero sin éxito. Pronto llegaron al hospital.
— ¿A quién estás llamando? —indaga Matthew a su acompañante luego de ver cómo se llevaban a la mujer y al bebé en una camilla.
—A tu secretaria, es necesario que invente algo para justificar por qué su jefe no llegó a la reunión con los empleados del Sindicato.
— ¿No te parece suficiente el haber atropellado a alguien con un bebé en brazos?
—Para ser sincero, ¡me parece demasiado!, en especial para que esos hombres se convenzan que eres un ser malvado, así como afirman.
—Eso no me importa, no entiendo para qué quieren hablar conmigo si no han resuelto sus demandas contigo, quien se supone no sólo es mi mejor amigo, sino también mi abogado y por tanto vela por mis intereses.
—Eso es lo que hago, te juro que es lo que hago, pero tú no colaboras.
— ¿Qué dices?, estoy trabajando, haciendo que la siderúrgica funcione a pesar de que un grupo de empleados decidió dejar de trabajar para hacer reclamos injustificados.
—Están en el sindicato, es evidente que sucedería en algún momento.
—Eso lo sé, pero podrían seguir trabajando mientras hablamos de qué es lo que quieren, el tiempo es dinero y si no fuera por mi habilidad en los negocios la fábrica cerraría y todos quedarían en la calle. Eso es lo que ellos no ven.
—Está bien, no tienes por qué enojarte conmigo, hablemos de ese asunto en otro momento, ahora lo más importante es que esa mamá con su hijo estén bien. Tendré que hablar con ella para minimizar la demanda.
—No, tú ve a la reunión, yo me quedaré aquí a esperar.
— ¿Estás seguro? Creo que sería mejor que yo me quedara y tú fueras a hablar con los empleados. George no estará muy contento.
—Me importa muy poco lo que piense el líder de ese grupito, además, estoy demasiado alterado como para pensar en ellos, terminaría despidiéndolos para que dejen de molestar.
Steve suspiró para luego asentir, sabía que lo que acababa de escuchar era verdad. Él sería capaz de hacer eso y el resultado sería desastroso.
—Muy bien, iré, habla con la mujer, asegúrale que una demanda no es una buena opción y hay otras formas de arreglar el asunto.
A pesar de todas las advertencias y recomendaciones que Steve le había enumerado antes de marcharse, Matthew sabía que lo mejor era negociar con la mujer. Pensaba ofrecerle una cantidad de dinero satisfactoria que le hiciera olvidar cualquier intento de demanda, además correría con todos los gastos médicos. Por su ropa resultaba evidente que era pobre, así que suponía que este gesto sería suficiente para llegar a un acuerdo. — ¿Señor Matthew Garner? —preguntó un médico de mediana edad, con algunas hebras blancas entre su cabello rubio oscuro. —Soy yo. Al acercarse, el doctor empezó a leer una historia médica. — ¿Usted es el responsable de la señorita Ortega? — ¿Ortega? —cuestionó. —Sí, según los documentos que encontramos, la mujer que vino con usted se llama Naia Ortega. —Ahhh... sí, ella, ¿cómo está?, ¿es grave? —Bueno, no sé cómo responderle de forma adecuada. — ¿Por qué? —Según lo que leo en el ingreso de la paciente, ella fue golpeada levemente por un auto en movimiento
— ¿Cómo conoce mi nombre?, ¿Quién se lo dijo? —De repente se mostró a la defensiva. Matthew notó que el temblor de sus manos incrementó y ella evidenciaba un miedo que a él le resultaba incomprensible.—El doctor, fue él quien me lo dijo.— ¿Cómo lo supo?, ¿Quién habló con el médico?, ¿Quién tiene a mi bebé? —lo último fue preguntado en un hilo de voz.Matthew exhaló el aire que no sabía estaba conteniendo. Aquella mujer lo había dejado perplejo en menos de un segundo, atrás quedaron sus problemas y posibles demandas. Ahora parecía que era necesario decir algo para calmarla. El orden de prioridades había cambiado sin darse cuenta cómo.—Sus papeles, el médico dijo que encontraron sus documentos. Así fue como supo su nombre, tranquila, por favor.Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas una vez más, al tiempo en que ella intentaba secarlas con las palmas de sus manos. Matthew se quedó estático, intentaba no mover ni un músculo para no alterarla más de lo que ya estaba. Elevó poc
—Por favor, levántese, no está en condiciones de hacer eso, además que es extraño.Se apresuró a ayudarle a levantarse, pero ella se resistió, unió las palmas de sus manos y las elevó como si le estuviese rezando.—Señor, mi hijo es lo único que tengo, por favor déjenos ir cuando lo traigan, no quiero hablar con la Policía, ni con otra persona, sólo quiero irme de aquí.Sus ojos estaban inundados una vez más de lágrimas, pero él no lograba comprender el porqué de esta reacción.—No lo haré, no llamaré a la policía, ni la acusaré, pero por favor levántese del suelo y escuche lo que tengo que decir.Ella se dejó ayudar, pero por poco tiempo, porque tan pronto como sintió la cama tras suyo finalizó con cualquier contacto. No deseaba que la tocara, era notorio que establecía distancia. Matthew dio un par de pasos atrás. Por un momento, recordó aquella vez que encontró un animal herido, fue cuando apenas era un niño, y a pesar de querer ayudar al perrito en dificultades, él le rehuía e inc
Matthew rompió el documento que antes Steve llevaba en sus manos, así ratificó su decisión.—Haz lo que te dije.—Suponía que lo sabías, pero no puedes meter a un desconocido a tu casa.— ¿Por qué?—Porque no la conoces —le dijo con expresión de obviedad— podría ser una asesina en serie, una ladrona o una fugitiva, te podrías meter en problemas.—Sólo será por un corto tiempo, ella mencionó dos semanas, no creo que pueda ser un gran problema en tan pocos días, además, mírala es una mujer sola con su bebé, lo único que desea es que él esté bien, así que no digas tonterías y ve a hacer lo que te dije.—No te entiendo, de verdad que no lo hago...—...Mientras tanto, en la habitación Naia observaba con dulzura la sonrisa más hermosa que había visto en su vida.—Mi amor, tú eres mi ángel de la guarda, mi más hermosa rosa que no permite me lastimen las espinas, gracias por existir y por cuidarme, te prometo que yo haré lo mismo por ti. Te cuidaré, te protegeré y jamás permitiré que alguie
—Señora Ortega, el médico Roberts me ha solicitado venga a hablar con usted. — ¿Para qué? —Soy Trabajadora Social y me gustaría saber si quisiera contarme algo. — ¿Sobre qué? Resultaba evidente que Naia estaba a la defensiva, por lo que la mujer de unos treinta y seis años a su lado exhibió su más amable sonrisa. —Las lesiones que usted presenta podrían indicar algún tipo de abuso, así que si desea hablar conmigo al respecto y hacer la denuncia respectiva, podemos... —No, yo no sé sobre qué está hablando —Se apresuró a responder antes de que la mujer continuara esa línea de ideas—. Mis lesiones son por el accidente —aseveró. —Señora Ortega, sé que es difícil hablar sobre el tema, pero. —Pero nada, no hay nada sobre lo que hablar porque no sé a dónde quiere llegar, yo sólo tengo a mi bebé, no tengo familia en este país, lo único que quiero es salir ya del Hospital. —Tal vez el padre del bebé. —Mi bebé no tiene papá, Leo sólo me tiene a mí, así que por favor váyase, salga de aq
—Ya deja de maldecir, y acepta negociar por lo menos dos puntos de las demandas —expresa Steve entregando los documentos recién impresos a su jefe y amigo.—Es ilógico, ya accedí a sus pretensiones anteriores, pero para ellos nunca es suficiente. Sólo atenderé a un punto y que sea el más razonable.El abogado frotó el puente de su nariz e inspiró aire para llenar sus pulmones como una acción en busca de relajación, aunque le resultaba inútil.—Matthew es una lista bastante larga, por lo menos acceder a dos puntos es algo razonable.—Pero lee, ¿si lo has leído? dicen que quieren contratos por tiempo indefinido y que no sean subcontratados, también habla de no cambiar a los trabajadores, lo cual es imposible, sabes que es necesaria la rotación, también por cuestiones de salud, lo que ellos también están demandando.—Lo sé, pero es George quien los ha ilusionado a pedir todo, para ganar lo que más desean.— ¿Y qué es eso?, ¿Mi cabeza?, porque no la tendrán, George me fastidia más que un
— ¿Señor Garner?— ¿Quién me llama? —preguntó aunque ya sabía la respuesta.—Soy la mujer que atropelló.—La recuerdo, Naia Ortega.Ella apretó los ojos, se suponía de acuerdo con su fantasía de escape que se cambiaría el nombre tan pronto llegara a la nueva ciudad. Sin embargo, no contaba con que su identidad fuese revelada a causa de este hombre.—Sí, señor Garner, soy Naia.—Muy bien señorita Ortega, si me llama es porque supongo que ya le han dado el alta.—Dígame Naia, por favor, sólo Naia.—Está bien, ¿entonces?—Aún no puedo salir del hospital, pero la enfermera acaba de decirme que saldré mañana, por eso lo llamo.—Muy bien, cuando sepa la hora me la envía en un mensaje y alguien irá por usted.—Bueno, vera... —Se sentía incómoda—. No sé si pueda llamarlo de nuevo, no tengo teléfono, éste me lo prestó una de las enfermeras. Si usted me da la dirección de su casa y un número de teléfono yo llegaré ahí por mi cuenta.Naia se mordisqueó los labios esperando le diera aquella infor
—Dijo que era empleado del señor Garner, su jefe —se encogió de hombros y luego salió sin esperar réplica.Naia miró a su bebé antes de darle un beso fuerte que alimentaba su propia alma y le daba fuerza para continuar.—Es hora pequeño Leo, ya podemos irnos de aquí para escondernos unos días... espero sea un buen lugar... de verdad le pido a Dios sea un buen y tranquilo lugar —expresó ansiosa. A ella misma le resultaba increíble, que a pesar de haber logrado escapar de las manos de Curtis su corazón aún latiera temeroso, y con la inmensa angustia de ser atrapada pronto.Una hora después descendía con su bebé de un auto elegante de una marca que no reconocía.—Por aquí señorita Ortega —indicó un hombre demasiado alto, que a su lado la hacía ver del tamaño de un llavero. También era demasiado delgado y le recordaba a un personaje de la familia Adams.No obstante, no fue lo único que llamó su atención, puesto que desde que descendió del automóvil observó asombrada el espléndido lugar,