—Por favor, levántese, no está en condiciones de hacer eso, además que es extraño.
Se apresuró a ayudarle a levantarse, pero ella se resistió, unió las palmas de sus manos y las elevó como si le estuviese rezando.
—Señor, mi hijo es lo único que tengo, por favor déjenos ir cuando lo traigan, no quiero hablar con la Policía, ni con otra persona, sólo quiero irme de aquí.
Sus ojos estaban inundados una vez más de lágrimas, pero él no lograba comprender el porqué de esta reacción.
—No lo haré, no llamaré a la policía, ni la acusaré, pero por favor levántese del suelo y escuche lo que tengo que decir.
Ella se dejó ayudar, pero por poco tiempo, porque tan pronto como sintió la cama tras suyo finalizó con cualquier contacto. No deseaba que la tocara, era notorio que establecía distancia. Matthew dio un par de pasos atrás. Por un momento, recordó aquella vez que encontró un animal herido, fue cuando apenas era un niño, y a pesar de querer ayudar al perrito en dificultades, él le rehuía e incluso le mostraba los dientes. En aquella ocasión su padre le dijo que era la reacción de defensa, porque estaba muy asustado creyendo que sería lastimado. No supo por qué recordó aquello, pero empezó a hablar.
—Sería usted quien podría demandarme por haber causado el accidente. No yo a usted, o bueno, eso sólo sería posible si el accidente hubiera sido intencional de su parte.
Ella meneó la cabeza de forma profusa para negarlo.
—No, yo no lo vi.
—Bien, entonces soy yo quien puede ser demandado, no al revés, así que no se preocupe que no tengo intención de llamar a nadie para resolver esta situación. ¿Me entiende?
Ahora movió su cabeza de forma afirmativa.
—Pero yo no quiero demandarlo, no quiero meterme en problemas —dijo mientras lo observaba con esos grandes ojos color marrón claro que brillaban por la humedad reciente de las lágrimas.
—Eso está bien, entonces lleguemos a un acuerdo, yo no la demandaré y usted no me demandará, ¿Entendido?
—Sí.
—Bien, como ya logramos entender ese punto, entonces no debe preocuparse por la cuenta del hospital porque yo cubriré todos los gastos y adicional a eso le daré una compensación económica.
—No.
— ¿No?
—Usted no tiene por qué darme dinero por haberme atropellado, no fue intencional y va a pagar el hospital, no puedo pedirle más.
—Vaya, eso no me lo esperaba— fue sincero—. ¿Está segura que no desea obtener ningún beneficio?, piénselo bien, puedo serle de ayuda.
Matthew era de los que creían que el dinero solucionaba todo, y en este caso luego de dárselo y que ella firmara el documento que Steve traería estaba seguro que todo estaría bien y quedaría en el recuerdo.
Mientras tanto, Naia estaba pensando en qué debía hacer. Ella no deseaba abusar de ese hombre que de alguna forma se estaba comportando amable y le estaba ayudando a pesar de todo. Pero, tampoco sabía en dónde pasaría la noche, ni qué comerían ella y su bebé en los siguientes días. Una idea cruzó su mente y elevó su mirada para hacer una pregunta.
— ¿Puedo pedir cualquier cosa?
—Sí, desde que sea algo razonable.
—De antemano me disculpo con usted si estoy siendo atrevida y pido demasiado, pero sólo hay dos cosas que deseo.
—La escucho.
—Trabajo y un lugar en donde pueda vivir con mi bebé.
— ¿Qué?
—Lo siento, pero por favor, aunque sea unos cuantos días, tal vez un par de semanas.
Esperaba que durante ese tiempo Curtis no lograra llegar a Pittsburg, que nadie la hubiese reconocido ni tampoco supieran cuál bus había abordado. Más que un deseo, era algo que le pedía con fuerza a Dios. Apretó sus manos y sus ojos, mientras clamaba por un milagro.
Matthew exhaló, se rascó la nuca y observó con atención la reacción de la mujer. No era de los que lograba conmoverse con facilidad, pero en esta ocasión, esa mujer lo estaba logrando con destreza.
—No tengo un trabajo que ofrecerle, no conozco sus capacidades, su profesión, nada.
Aquellas palabras fueron como un golpe directo al estómago. El rechazo en cada una de ellas provocó que sus ojos volvieran a inundarse de lágrimas, pero no dejó de insistir.
—Lo que sea, puedo hacer cualquier cosa, puedo limpiar, organizar una casa, cuidar niños, podar árboles, cualquier cosa —dijo mientras una lágrima de desesperación se resbalaba por la mejilla. Esto no pasó inadvertido para los ojos azules que la observaban.
—Bueno, supongo que a la señora Pressly no le vendría mal algo de ayuda.
Aquellas palabras hicieron que ella elevara su rostro para observarle, mientras en su pecho latía un mínimo de esperanza.
La puerta se abrió y por el umbral atravesó una enfermera con un precioso bebé en brazos. Su cabello aún era escaso, pero sus ojos azules brillaban al igual que su sonrisa al ver a su madre. Ella se apresuró a recibirlo para acunarlo entre sus brazos. En ese instante las lágrimas que aún no se habían escapado de las cuencas de sus ojos brotaron mientras lo observaba, revisando estuviera bien y su piel estuviese intacta.
—El bebé está bien de salud. El doctor le dará de alta en el momento en que usted también pueda salir del hospital —afirmó la mujer de uniforme blanco.
—Gracias —fue la única palabra que brotó de los labios de la joven madre. Sin embargo, las lágrimas no pararon de humedecer sus mejillas mientras ella le sonreía a su hijo y le besaba las manos. Todo ante unos ojos azules que no paraban de observar la escena.
Alguien más golpeó en la puerta, para luego ser abierta y por ésta asomarse un hombre de traje y cabello rubio oscuro. Era el abogado.
—No pueden haber tantos visitantes en la habitación —sentenció la enfermera con ojos fruncidos. Al parecer no era de las que se dejaban convencer del atractivo de los hombres.
—Está bien, yo sólo vine como el abogado del señor Garner, necesito hablar con la señora Naia Ortega para firmar un documento que exonera a mi cliente de cualquier responsabilidad por el accidente.
Todos los pares de ojos ahora se concentraron en el abogado. Pero los únicos que preocupó a Matthew fueron los de la mujer que fue nombrada, porque volvieron a llenarse de preocupación, luego de que brillaran por poco tiempo con algo de esperanza.
— ¿Entonces no me dará lo que pedí? —indaga ella con visible desasosiego.
—Lo siento, mi abogado es un poco impertinente y no sabe que primero debe hablar con su jefe antes de hacer algo por su cuenta.
— ¿De qué hablas? Si estoy trayendo el documento que tú mismo...
No pudo decir más, porque Matthew se apresuró a salir de la habitación antes de que terminara la frase que bailaba en su lengua.
Naia observó desconcertada, mientras expresaba angustia en sus facciones.
—Es mejor que descanse, puedo dejar al bebé con usted, pero no podrán abandonar el hospital por el momento, usted necesita se le administren varios sueros intravenosos, también deberá comer algo, su cuerpo no está en buenas condiciones señora —habló la enfermera de cabellos rubios.
—Ok. Gracias. —La observó, pero esquivó rápido la mirada, no podía expresar confianza ante nadie más que su bebé.
— ¿Qué te sucede? —Preguntó Steve— ¿Por qué me sacas de la habitación? Sólo falta que se escriba el valor acordado y que ella firme. Así se solucionará el problema.
—Ese documento ya no es necesario.
—Como tu abogado debo recordarte que los acuerdos verbales no son suficiente ante la corte.
—No iremos a los tribunales de justicia, he llegado a un acuerdo diferente con la señorita Ortega.
— ¿Diferente? Si no se trata de dinero ¿qué puede ser?
—Trabajará en mi casa, ayudará a la señora Pressly con las tareas domésticas.
— ¿De qué estás hablando?, es una broma —forzó una sonrisa.
—No lo es, ve y cambia este documento por un contrato laboral, hazlo por un mes, ¿o tal vez dos? —Se preguntó a sí mismo.
Steve arrugó su entrecejo y meneó la cabeza.
—No entiendo esta broma.
—Ella no desea recibir dinero, dice que tiene la culpa por estar distraída, tampoco me señala como culpable.
—Entonces eso es perfecto, pero ¿por qué la quieres contratar?
—Es lo que ella quiere, trabajo y un lugar para vivir con su bebé.
— ¿Qué? ¿Y aceptaste? —Matthew se encogió de hombros restando importancia—. ¿Quién eres y en dónde está mi amigo?
Matthew rompió el documento que antes Steve llevaba en sus manos, así ratificó su decisión.—Haz lo que te dije.—Suponía que lo sabías, pero no puedes meter a un desconocido a tu casa.— ¿Por qué?—Porque no la conoces —le dijo con expresión de obviedad— podría ser una asesina en serie, una ladrona o una fugitiva, te podrías meter en problemas.—Sólo será por un corto tiempo, ella mencionó dos semanas, no creo que pueda ser un gran problema en tan pocos días, además, mírala es una mujer sola con su bebé, lo único que desea es que él esté bien, así que no digas tonterías y ve a hacer lo que te dije.—No te entiendo, de verdad que no lo hago...—...Mientras tanto, en la habitación Naia observaba con dulzura la sonrisa más hermosa que había visto en su vida.—Mi amor, tú eres mi ángel de la guarda, mi más hermosa rosa que no permite me lastimen las espinas, gracias por existir y por cuidarme, te prometo que yo haré lo mismo por ti. Te cuidaré, te protegeré y jamás permitiré que alguie
—Señora Ortega, el médico Roberts me ha solicitado venga a hablar con usted. — ¿Para qué? —Soy Trabajadora Social y me gustaría saber si quisiera contarme algo. — ¿Sobre qué? Resultaba evidente que Naia estaba a la defensiva, por lo que la mujer de unos treinta y seis años a su lado exhibió su más amable sonrisa. —Las lesiones que usted presenta podrían indicar algún tipo de abuso, así que si desea hablar conmigo al respecto y hacer la denuncia respectiva, podemos... —No, yo no sé sobre qué está hablando —Se apresuró a responder antes de que la mujer continuara esa línea de ideas—. Mis lesiones son por el accidente —aseveró. —Señora Ortega, sé que es difícil hablar sobre el tema, pero. —Pero nada, no hay nada sobre lo que hablar porque no sé a dónde quiere llegar, yo sólo tengo a mi bebé, no tengo familia en este país, lo único que quiero es salir ya del Hospital. —Tal vez el padre del bebé. —Mi bebé no tiene papá, Leo sólo me tiene a mí, así que por favor váyase, salga de aq
—Ya deja de maldecir, y acepta negociar por lo menos dos puntos de las demandas —expresa Steve entregando los documentos recién impresos a su jefe y amigo.—Es ilógico, ya accedí a sus pretensiones anteriores, pero para ellos nunca es suficiente. Sólo atenderé a un punto y que sea el más razonable.El abogado frotó el puente de su nariz e inspiró aire para llenar sus pulmones como una acción en busca de relajación, aunque le resultaba inútil.—Matthew es una lista bastante larga, por lo menos acceder a dos puntos es algo razonable.—Pero lee, ¿si lo has leído? dicen que quieren contratos por tiempo indefinido y que no sean subcontratados, también habla de no cambiar a los trabajadores, lo cual es imposible, sabes que es necesaria la rotación, también por cuestiones de salud, lo que ellos también están demandando.—Lo sé, pero es George quien los ha ilusionado a pedir todo, para ganar lo que más desean.— ¿Y qué es eso?, ¿Mi cabeza?, porque no la tendrán, George me fastidia más que un
— ¿Señor Garner?— ¿Quién me llama? —preguntó aunque ya sabía la respuesta.—Soy la mujer que atropelló.—La recuerdo, Naia Ortega.Ella apretó los ojos, se suponía de acuerdo con su fantasía de escape que se cambiaría el nombre tan pronto llegara a la nueva ciudad. Sin embargo, no contaba con que su identidad fuese revelada a causa de este hombre.—Sí, señor Garner, soy Naia.—Muy bien señorita Ortega, si me llama es porque supongo que ya le han dado el alta.—Dígame Naia, por favor, sólo Naia.—Está bien, ¿entonces?—Aún no puedo salir del hospital, pero la enfermera acaba de decirme que saldré mañana, por eso lo llamo.—Muy bien, cuando sepa la hora me la envía en un mensaje y alguien irá por usted.—Bueno, vera... —Se sentía incómoda—. No sé si pueda llamarlo de nuevo, no tengo teléfono, éste me lo prestó una de las enfermeras. Si usted me da la dirección de su casa y un número de teléfono yo llegaré ahí por mi cuenta.Naia se mordisqueó los labios esperando le diera aquella infor
—Dijo que era empleado del señor Garner, su jefe —se encogió de hombros y luego salió sin esperar réplica.Naia miró a su bebé antes de darle un beso fuerte que alimentaba su propia alma y le daba fuerza para continuar.—Es hora pequeño Leo, ya podemos irnos de aquí para escondernos unos días... espero sea un buen lugar... de verdad le pido a Dios sea un buen y tranquilo lugar —expresó ansiosa. A ella misma le resultaba increíble, que a pesar de haber logrado escapar de las manos de Curtis su corazón aún latiera temeroso, y con la inmensa angustia de ser atrapada pronto.Una hora después descendía con su bebé de un auto elegante de una marca que no reconocía.—Por aquí señorita Ortega —indicó un hombre demasiado alto, que a su lado la hacía ver del tamaño de un llavero. También era demasiado delgado y le recordaba a un personaje de la familia Adams.No obstante, no fue lo único que llamó su atención, puesto que desde que descendió del automóvil observó asombrada el espléndido lugar,
— ¿Por qué crees que una mujer hable muy poco? —indaga Matthew.— ¿De qué estás hablando? —cuestiona Steve con el ceño fruncido.—Naia, sólo responde lo necesario, incluso parece incómoda frente a otras personas, aunque sí expresó un poco más cuando conoció a la señora Pressly.— ¿Estás hablando de la mujer que atropellaste?—Por supuesto, ¿de quién más podría hablar?—No sé, tal vez de George, de los empleados del Sindicato, de esos que están llamando a más hombres a dejar de trabajar para parar la fábrica porque sienten que no están siendo escuchados... no sé, tal vez de ellos también podrías hablar —enunció en tono irónico.Matthew bufa, incluso sonríe como si le restara importancia.—Ese tipo lo único que quiere es dárselas de importante, debe tener algún tipo de complejo de héroe y quiere quedar bien ante su grupito. No me preocupa.Steve aprieta con fuerza el puente de su nariz mientras asiente.—Está bien, hablemos sobre Naia Ortega, que la fábrica detenga operaciones no es imp
Naia Ortega no salía de su cabeza. Quería hablar con ella, entender qué era lo que sucedía en su mente y porqué clamaba que no la lastimara. Sin embargo, no pudo confrontarla temprano en la mañana y salió antes de que ella mostrara su rostro fuera de la habitación destinada para su uso. Decir que había dormido toda la noche sería mentira, se la pasó volteando, sin poder encontrar acomodo, como si la cama fuese demasiado dura, o demasiado blanda, como si estuviese haciendo mucho frío, o demasiado calor. Pero, la verdad es que el rostro temeroso, lloroso y dolido de aquella mujer había aparecido cada vez que había intentado cerrar los ojos, incluso una frase salió de sus labios, sin saber por qué: “Te protegeré, no importa contra qué, lo prometo” Sólo deseaba que ella ya no se viera tan indefensa, que las lágrimas se convirtieran en sonrisas y por eso quería decirle palabras que la reconfortaran, pero al mismo tiempo que le hicieran sentir bien a él mismo. Aunque, comprendía que deci
Al bajar del auto, el señor Pressly le dio indicaciones sobre el lugar al cual debía dirigirse mientras él estacionaba en el parqueadero del Walmart, incluso le entregó una tarjeta de crédito dispuesta a ser utilizada para pagar las compras en el almacén, de acuerdo con la lista escrita por su esposa. Naia ingresó en el gran supermercado, habían tantos productos y grandes etiquetas de descuento por donde mirara que por un momento se sintió abrumada. Caminó entre los pasillos distrayéndose de lo que éste lugar le ofrecía, pronto pasó por la zona de bebés, observó los pañales, pronto se acabarían los que había empacado para Leo. Él sonrío al ver un juguete de tela con colores vibrantes, así que ella lo tomó entre sus manos mientras él abría y cerraba las manos como si quisiera tenerlo, incluso emitía balbuceos alegres. Pronto cumpliría los seis meses y aquel parecía un bonito regalo. Sin embargo, ella meneó la cabeza, no podía dejar que su bebé se ilusionara con algo que no podría comp