Naia Ortega no salía de su cabeza. Quería hablar con ella, entender qué era lo que sucedía en su mente y porqué clamaba que no la lastimara. Sin embargo, no pudo confrontarla temprano en la mañana y salió antes de que ella mostrara su rostro fuera de la habitación destinada para su uso. Decir que había dormido toda la noche sería mentira, se la pasó volteando, sin poder encontrar acomodo, como si la cama fuese demasiado dura, o demasiado blanda, como si estuviese haciendo mucho frío, o demasiado calor. Pero, la verdad es que el rostro temeroso, lloroso y dolido de aquella mujer había aparecido cada vez que había intentado cerrar los ojos, incluso una frase salió de sus labios, sin saber por qué: “Te protegeré, no importa contra qué, lo prometo” Sólo deseaba que ella ya no se viera tan indefensa, que las lágrimas se convirtieran en sonrisas y por eso quería decirle palabras que la reconfortaran, pero al mismo tiempo que le hicieran sentir bien a él mismo. Aunque, comprendía que deci
Al bajar del auto, el señor Pressly le dio indicaciones sobre el lugar al cual debía dirigirse mientras él estacionaba en el parqueadero del Walmart, incluso le entregó una tarjeta de crédito dispuesta a ser utilizada para pagar las compras en el almacén, de acuerdo con la lista escrita por su esposa. Naia ingresó en el gran supermercado, habían tantos productos y grandes etiquetas de descuento por donde mirara que por un momento se sintió abrumada. Caminó entre los pasillos distrayéndose de lo que éste lugar le ofrecía, pronto pasó por la zona de bebés, observó los pañales, pronto se acabarían los que había empacado para Leo. Él sonrío al ver un juguete de tela con colores vibrantes, así que ella lo tomó entre sus manos mientras él abría y cerraba las manos como si quisiera tenerlo, incluso emitía balbuceos alegres. Pronto cumpliría los seis meses y aquel parecía un bonito regalo. Sin embargo, ella meneó la cabeza, no podía dejar que su bebé se ilusionara con algo que no podría comp
—Espero que esta vez no falte, así como lo hizo hace tres días sin una buena explicación...Matthew no respondió, sabía que si lo hacía su discusión sólo empezaría, por lo cual posó los ojos en la mujer a su lado, quien estaba cabizbaja mientras acariciaba las manos del bebé.—Sabía que aún debías permanecer en casa porque no te has recuperado —farfulló hacia ella—. Está bien George, ya puedes continuar tu camino, yo me haré cargo de ellos.El hombre de cabello negro dio un paso hacia atrás, pero habló en dirección a Naia. —Señora espero no haberla asustado, a veces por mi apariencia y forma de hablar otros logran atemorizarse y no logran entenderme, incluso prefieren no enfrentarme en algo tan simple como una legítima reunión.Matthew casi gru&nti
Naia acomodó al bebé sobre su regazo. Leo empezó a bostezar anunciando se dormiría, pero sin que ella se hubiera dado cuenta él ya se había apoderado del peluche abrazándolo, incluso una sonrisa parecía explayarse por su rostro, así que acarició la cabecita para ayudarle a conciliar el sueño. Una vez vio que el pequeño había cerrado sus ojos volteó a mirar las compras a su lado, pareciéndole aquella una escena inaudita.Sus ojos se desviaron por la ventanilla contraria recordando lo poco que le había podido conseguir con esfuerzo, lo cual se reducía a pañales, algo de ropa de segunda y un biberón.Habían pasado tres meses de gestación cuando se enteró que estaba en embarazo, la noticia dada por una prueba de embarazo casera proporcionada por Daisey, la hermana de Curtis, le hizo saltar el corazón, pocos d
— ¡Es una ladrona! —gritó la señora Pressly haciendo que Naia se sobresaltara y caminara en dirección a esa voz.—Cálmate Gertrude, no sabemos qué fue lo que sucedió.—Cómo voy a estar tranquila si esa mujer se fugó con la tarjeta de crédito destinada para las compras de la casa. Ahora debe estar sacando dinero para robar al señor Garner, debo informarle sobre esto —dijo muy exaltada.—Esperemos un poco, puedo regresar para buscarla en los alrededores del almacén, tal vez se perdió.— ¿Cómo va a perderse dentro de un almacén?—Tal vez no le expliqué bien hacia dónde debía dirigirse, ella no es de esta ciudad, no conoce el lugar.—No es de esta ciudad, ¡ni de este país!, no entiendo por qué esa gente viene aquí en lugar de quedarse e
— ¿Desde cuándo ser latina es igual a ser ladrona? —refunfuñó Naia antes de acostar a su hijo en la cuna.Aquellas palabras la habían molestado en demasía y lo peor de todo es que no resultaba ser la primera vez que las escuchaba. Desde antes de llegar a Estados Unidos sabía que existía la discriminación, pero jamás imagino al nivel que se enfrentaría en este nuevo país, en el que incluso la señalaban de manera injusta sin conocerla.Se sentó sobre su cama pensando que incluso Curtis, a pesar de decirle que la amaba, desde el principio la obligó a hablar sólo en inglés y la lastimaba cuando decía mal una palabra, o cuando se expresaba en español, porque él no podía comprenderla. Aquella enseñanza acelerada del idioma se podría relacionar con una frase que se utilizaba antaño con los abuelos, “la letra con sangre entra”. A causa de aquella severidad ahora podía hablar y comprender un idioma que en el colegio era una de los cursos que más dificultad le presentaba y del cual en aquella é
Naia intentó observar su propia apariencia, se trataba de un vestido negro, algo holgado y cómodo al cual se le añadía un delantal blanco. Los había visto en televisión y eran los que utilizaban las empleadas domésticas, así que no entendía por qué él lo rechazaba, además, no tenía nada más que vestir, sólo poseía la ropa con la que había llegado a Pittsburgh y no había tenido tiempo de lavarla.—Qué haces, ve a cambiarte, viste ropa normal.— ¡¿Qué?!... pero, es que...— ¿Qué sucede?—Es ropa para trabajar, no veo por qué tendría que cambiarla si estoy trabajando —protestó.Matthew dobló el periódico para dejarlo en una mesa al lado de la silla, se levantó y caminó hacia ella. Al acercarse Naia pudo percibir el agradable aroma que desprendía, era una mezcla de jabón y perfume sutil, pero atrayente. Se obnubiló por un segundo con aquel hombre tan varonil.—Hoy no vas a trabajar, hoy me acompañarás a divertirme.— ¿Qué?La expresión de perplejidad no pudo ser más evidente.—Sí, así que
—No lo sé, piensa que tal vez estoy siendo un hombre responsable, si no hubiera frenado el automóvil a tiempo la situación pudo ser mucho peor. Además, te ofrecí dinero como compensación y no lo aceptaste, entonces piensa que te lo estoy entregando por partes.Ella apretó los labios, aun así sus ojos brillaron por la humedad, pero asintió.En definitiva él era una buena persona, le había dado la mano en el momento en que más lo había necesitado, y poco a poco se estaba convirtiendo en un ángel tanto para ella como para su bebé.—Por favor, no llores, no tienes que llorar por algo como esto, lo que deberías hacer es sonreír —agregó, pero para Naia aquella solicitud resultaba un poco difícil de conceder.Curtis le había quitado muchas cosas, sus sueños, su esperanza, su amor propio y entre todo ello su sonrisa despreocupada y sincera.—Gracias señor Garner, de alguna forma usted me está devolviendo la fe en la humanidad. Él frunció su entrecejo sin comprender.—Señora encontré este ve