Al salir del hospital, Naia esperó regresar al apartamento, por lo cual se sorprendió cuando el automóvil ingresó en la mansión del abuelo de Matthew.— ¿Qué hacemos aquí? —preguntó ella.—Vamos a permanecer una pequeña temporada.— ¿Por qué? ¿Y el apartamento?—No considero que ese lugar sea seguro.—Pero Curtis ya no es una amenaza, ¿verdad?—No lo es, él está bajo detención, y ya ha iniciado su juicio, pronto recibirá su condena. Pero no quiero que regreses a ese lugar, no quiero que algo te recuerde lo que viviste ahí a causa de ese hombre —afirmó Matthew.Ella meneó la cabeza. No lo creía necesario, además, los golpes recibidos ahí habían sido menos que los que había recibido antes en Detroit, creía que era una medida un tanto exagerada, pero calló. Matthew estaba demostrando su lado más sobreprotector.Ambos descendieron del auto, Naia con Leo en los brazos, pero un par de pasos después Matthew fue quien cargó al niño.—No te sobre esfuerces.Naia elevó su ceja, volvió a menear
Naia salió de los tribunales de justicia, en donde acababa de relatar su experiencia traumática mientras convivió con Curtis, además de los acontecimientos ocurridos un mes atrás cuando la raptó junto a su hijo del apartamento. Aquel relato logró que muchas personas la observaran con lástima, que otros miraran con odio a Curtis y a Ashley, pero en especial que Matthew intentara mantener la compostura para no saltar sobre aquel hombre.Ella pudo notarlo, pero lo más extraño sucedió cuando el juez preguntó sobre su actual relación sentimental y ella expresó que estaba comprometida con el papá de su hijo y que tenía dos meses de embarazo de su segundo bebé. Al parecer estas noticias no las conocía la rubia, porque al escucharlas gritó histérica y se lanzó al suelo sin importarle que pudiera lastimar su barriga de embarazada, la cual ya era visible. Algo más que Naia pudo notar es que esa mujer estaba sola, nadie de su familia la acompañaba, sólo uno de los abogados intentó controlarla.
Naia jamás había viajado en un avión privado, menos que alguien le dijera que ahora le pertenecía. Se quedó sorprendida del lujo y comodidad. Aún estas cosas la abrumaban, y le daba vergüenza ordenar, aunque Matthew lo hacía con demasiada naturalidad, a veces parecía como si las otras personas no le interesaran, cómo si sólo ella y sus bebés fueran importantes para él, incluso la Siderúrgica había tomado un segundo lugar, porque cada vez iba menos a trabajar y había escuchado que delegaría a Steve como el nuevo presidente, aunque aún no tenía la certeza de que aquello fuera cierto.Durmió profundamente durante la mayor parte del trayecto que duró alrededor de once horas, mientras Matthew se encargaba de Leo y cuidaba su sueño.Ya tenía alrededor de nueve semanas de embarazo y lo que más sentía con este cambio era mucho sueño, por lo cual había pasado a dormir más de lo acostumbrado. Al principio sentía un poco de vergüenza, pero era Matthew quien la llevaba hasta la cama para que desc
— ¡Naia ayúdame con la natilla! —solicita María del Carmen desde la cocina.— ¡Ya voy mamá! —exclama ella en respuesta antes de entrar en la cocina para lavarse las manos.— ¡Ya están listos los buñuelos! —anuncia la abuela Milagros a todos con una gran sonrisa en los labios mientras los coloca sobre la mesa del comedor.—Mamá ve a sentarse nosotras terminamos —pide su hija, preocupada de que se canse al estar de pie.—No, no, no, descansaré cuando me muera.—Mamá no digas eso.—Abuela no seas ave de mal agüero.—Tonterías, cuando Dios me llame a su lado estaré contenta de ir, porque me ha dado muchas bendiciones.Sonrió más feliz al ver su casa llena de una nueva familia. Ahora tanto ella como su hija vivían en una nueva casa, grande y hermosa situada en uno de los barrios más exclusivos de Manizales, porque por más que el esposo de su nieta las invitara a vivir con ellos en Estados Unidos, esa idea jamás le pareció encantadora. Ella era de las que preferían vivir y morir en su tierr
—Señorita, hemos llegado —anuncia con tono suave una anciana.Sin embargo, aquella dulce voz no logra llegar a los oídos de la mujer a quien van dirigidas estas palabras.—No eres nadie, sólo una inútil cuyo único valor está entre sus piernas —espeta la voz masculina en su mente—. ¡Obedece Naia!Naia se sobresalta y abre los ojos tan amplio como le es posible, está nerviosa, desorientada y sus manos tiemblan mientras aferra con fuerza al bebé de cinco meses que lleva entre sus brazos.—Lo siento, no quise asustarla, pero ya todos han descendido del bus y como vi que estaba dormida, decidí despertarla—. Se excusa la mujer de cabellos blanquecinos, de pie al lado de su silla—: Hemos llegado a Pittsburgh.La joven mujer de cabellos negros y ojos marrones asiente sin atreverse a emitir un solo sonido. Lo único que hace es abrir la manta para confirmar que su bebé se encuentra a salvo.—Es un bebé precioso, no lloró en todo el trayecto, a pesar de que pensé que estaría intranquilo, soportó
A pesar de todas las advertencias y recomendaciones que Steve le había enumerado antes de marcharse, Matthew sabía que lo mejor era negociar con la mujer. Pensaba ofrecerle una cantidad de dinero satisfactoria que le hiciera olvidar cualquier intento de demanda, además correría con todos los gastos médicos. Por su ropa resultaba evidente que era pobre, así que suponía que este gesto sería suficiente para llegar a un acuerdo. — ¿Señor Matthew Garner? —preguntó un médico de mediana edad, con algunas hebras blancas entre su cabello rubio oscuro. —Soy yo. Al acercarse, el doctor empezó a leer una historia médica. — ¿Usted es el responsable de la señorita Ortega? — ¿Ortega? —cuestionó. —Sí, según los documentos que encontramos, la mujer que vino con usted se llama Naia Ortega. —Ahhh... sí, ella, ¿cómo está?, ¿es grave? —Bueno, no sé cómo responderle de forma adecuada. — ¿Por qué? —Según lo que leo en el ingreso de la paciente, ella fue golpeada levemente por un auto en movimiento
— ¿Cómo conoce mi nombre?, ¿Quién se lo dijo? —De repente se mostró a la defensiva. Matthew notó que el temblor de sus manos incrementó y ella evidenciaba un miedo que a él le resultaba incomprensible.—El doctor, fue él quien me lo dijo.— ¿Cómo lo supo?, ¿Quién habló con el médico?, ¿Quién tiene a mi bebé? —lo último fue preguntado en un hilo de voz.Matthew exhaló el aire que no sabía estaba conteniendo. Aquella mujer lo había dejado perplejo en menos de un segundo, atrás quedaron sus problemas y posibles demandas. Ahora parecía que era necesario decir algo para calmarla. El orden de prioridades había cambiado sin darse cuenta cómo.—Sus papeles, el médico dijo que encontraron sus documentos. Así fue como supo su nombre, tranquila, por favor.Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas una vez más, al tiempo en que ella intentaba secarlas con las palmas de sus manos. Matthew se quedó estático, intentaba no mover ni un músculo para no alterarla más de lo que ya estaba. Elevó poc
—Por favor, levántese, no está en condiciones de hacer eso, además que es extraño.Se apresuró a ayudarle a levantarse, pero ella se resistió, unió las palmas de sus manos y las elevó como si le estuviese rezando.—Señor, mi hijo es lo único que tengo, por favor déjenos ir cuando lo traigan, no quiero hablar con la Policía, ni con otra persona, sólo quiero irme de aquí.Sus ojos estaban inundados una vez más de lágrimas, pero él no lograba comprender el porqué de esta reacción.—No lo haré, no llamaré a la policía, ni la acusaré, pero por favor levántese del suelo y escuche lo que tengo que decir.Ella se dejó ayudar, pero por poco tiempo, porque tan pronto como sintió la cama tras suyo finalizó con cualquier contacto. No deseaba que la tocara, era notorio que establecía distancia. Matthew dio un par de pasos atrás. Por un momento, recordó aquella vez que encontró un animal herido, fue cuando apenas era un niño, y a pesar de querer ayudar al perrito en dificultades, él le rehuía e inc