Curtis reía mientras ella sentía una angustia infinita, mientras Leo lloraba, pero por más que miraba hacia un lado y otro no lo hallaba.— ¡Leo! —gritaba su nombre con desesperación, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.—Acabaré con él y luego te ataré en el sótano, ya no podrás volver a escapar. Serás mía para siempre.Aquella voz aterradora le provocaba más desespero, mientras su hijo no paraba de llorar.— ¡Leo en dónde estás! —exclamaba sin saber de dónde provenía su delicada voz.De pronto estaba de nuevo en la estación de buses, pero por más que tenía la intensión de huir no podía abordar el autobús porque no tenía a su hijo consigo.Aquel sentimiento de desasosiego la invadió por completo y fue reemplazado por el terror cuando por fin pudo ver a Leo, pero estaba en los brazos de Curtis. Él apuntaba su pistola hacia su pequeña cabeza, desenvainando el gatillo para luego disparar.— ¡No! —gritó hasta sentir que la garganta dolía y el corazón latía demasiado rápido.
Un golpe en la puerta los interrumpió. Luego ingresó el médico a cargo.—Veo que la paciente ya despertó.—Hace un momento —afirmó Matthew.— ¿Cómo se siente? Si presenta dolor...—No estoy llorando por el dolor, sino por la felicidad. Acabo de recibir un regalo, el mejor regalo del mundo —expresó con los ojos húmedos, pero una sonrisa esplendida.—Ya veo, pero quién le informó, ¿una de las enfermeras?El médico estaba un poco sorprendido.—No, fue Matthew, él acaba de decírmelo.— ¿Entonces fue usted? Vaya, en este caso no son los padres los primeros en enterarse.Matthew no estaba comprendiendo el rumbo de la conversación.—Por favor, explique de qué está hablando, porque no creo que sea sobre lo mismo.Desde luego el médico a cargo de Naia no estaba al tanto de la situación con Leo y él.—Del embarazo de la señora Naia Ortega, suponía que no lo sabían, pero al parecer sí.— ¿Qué dijo? —preguntó Matthew.— ¡Embarazo! —exclamó Naia tocando su vientre.—Sí, la señora tiene alrededor d
Naia dormía plácidamente, ya había pasado una semana desde que había sido hospitalizada, y aunque el médico había dicho que sólo permanecería durante dos días, esos se convirtieron rápidamente en siete. Pero no fue por sugerencia médica, sino por seguir las indicaciones de Matthew quien deseaba que Naia recibiera cuidado profesional las veinticuatro horas. Además, eso le daba tiempo de poner sus manos sobre situaciones y asuntos que requerían de su intervención.La diferencia es que ahora Leo dormía en una cuna al lado de su madre, y un pequeño se desarrollaba plenamente dentro de su vientre. Matthew observaba la escena sin dar crédito a que tanto hubiese sucedido en tan poco tiempo. Ahí estaba él, quien había expresado no tener intenciones de ser padre, resguardando el sueño de sus pequeños y el de su hermosa mujer.Ella aún tenía moretones que no habían desaparecido y que ensombrecían algunas zonas de su piel. Él tuvo que contenerse cuando la ayudó a bañarse por primera vez, al ver
Al salir del hospital, Naia esperó regresar al apartamento, por lo cual se sorprendió cuando el automóvil ingresó en la mansión del abuelo de Matthew.— ¿Qué hacemos aquí? —preguntó ella.—Vamos a permanecer una pequeña temporada.— ¿Por qué? ¿Y el apartamento?—No considero que ese lugar sea seguro.—Pero Curtis ya no es una amenaza, ¿verdad?—No lo es, él está bajo detención, y ya ha iniciado su juicio, pronto recibirá su condena. Pero no quiero que regreses a ese lugar, no quiero que algo te recuerde lo que viviste ahí a causa de ese hombre —afirmó Matthew.Ella meneó la cabeza. No lo creía necesario, además, los golpes recibidos ahí habían sido menos que los que había recibido antes en Detroit, creía que era una medida un tanto exagerada, pero calló. Matthew estaba demostrando su lado más sobreprotector.Ambos descendieron del auto, Naia con Leo en los brazos, pero un par de pasos después Matthew fue quien cargó al niño.—No te sobre esfuerces.Naia elevó su ceja, volvió a menear
Naia salió de los tribunales de justicia, en donde acababa de relatar su experiencia traumática mientras convivió con Curtis, además de los acontecimientos ocurridos un mes atrás cuando la raptó junto a su hijo del apartamento. Aquel relato logró que muchas personas la observaran con lástima, que otros miraran con odio a Curtis y a Ashley, pero en especial que Matthew intentara mantener la compostura para no saltar sobre aquel hombre.Ella pudo notarlo, pero lo más extraño sucedió cuando el juez preguntó sobre su actual relación sentimental y ella expresó que estaba comprometida con el papá de su hijo y que tenía dos meses de embarazo de su segundo bebé. Al parecer estas noticias no las conocía la rubia, porque al escucharlas gritó histérica y se lanzó al suelo sin importarle que pudiera lastimar su barriga de embarazada, la cual ya era visible. Algo más que Naia pudo notar es que esa mujer estaba sola, nadie de su familia la acompañaba, sólo uno de los abogados intentó controlarla.
Naia jamás había viajado en un avión privado, menos que alguien le dijera que ahora le pertenecía. Se quedó sorprendida del lujo y comodidad. Aún estas cosas la abrumaban, y le daba vergüenza ordenar, aunque Matthew lo hacía con demasiada naturalidad, a veces parecía como si las otras personas no le interesaran, cómo si sólo ella y sus bebés fueran importantes para él, incluso la Siderúrgica había tomado un segundo lugar, porque cada vez iba menos a trabajar y había escuchado que delegaría a Steve como el nuevo presidente, aunque aún no tenía la certeza de que aquello fuera cierto.Durmió profundamente durante la mayor parte del trayecto que duró alrededor de once horas, mientras Matthew se encargaba de Leo y cuidaba su sueño.Ya tenía alrededor de nueve semanas de embarazo y lo que más sentía con este cambio era mucho sueño, por lo cual había pasado a dormir más de lo acostumbrado. Al principio sentía un poco de vergüenza, pero era Matthew quien la llevaba hasta la cama para que desc
— ¡Naia ayúdame con la natilla! —solicita María del Carmen desde la cocina.— ¡Ya voy mamá! —exclama ella en respuesta antes de entrar en la cocina para lavarse las manos.— ¡Ya están listos los buñuelos! —anuncia la abuela Milagros a todos con una gran sonrisa en los labios mientras los coloca sobre la mesa del comedor.—Mamá ve a sentarse nosotras terminamos —pide su hija, preocupada de que se canse al estar de pie.—No, no, no, descansaré cuando me muera.—Mamá no digas eso.—Abuela no seas ave de mal agüero.—Tonterías, cuando Dios me llame a su lado estaré contenta de ir, porque me ha dado muchas bendiciones.Sonrió más feliz al ver su casa llena de una nueva familia. Ahora tanto ella como su hija vivían en una nueva casa, grande y hermosa situada en uno de los barrios más exclusivos de Manizales, porque por más que el esposo de su nieta las invitara a vivir con ellos en Estados Unidos, esa idea jamás le pareció encantadora. Ella era de las que preferían vivir y morir en su tierr
—Señorita, hemos llegado —anuncia con tono suave una anciana.Sin embargo, aquella dulce voz no logra llegar a los oídos de la mujer a quien van dirigidas estas palabras.—No eres nadie, sólo una inútil cuyo único valor está entre sus piernas —espeta la voz masculina en su mente—. ¡Obedece Naia!Naia se sobresalta y abre los ojos tan amplio como le es posible, está nerviosa, desorientada y sus manos tiemblan mientras aferra con fuerza al bebé de cinco meses que lleva entre sus brazos.—Lo siento, no quise asustarla, pero ya todos han descendido del bus y como vi que estaba dormida, decidí despertarla—. Se excusa la mujer de cabellos blanquecinos, de pie al lado de su silla—: Hemos llegado a Pittsburgh.La joven mujer de cabellos negros y ojos marrones asiente sin atreverse a emitir un solo sonido. Lo único que hace es abrir la manta para confirmar que su bebé se encuentra a salvo.—Es un bebé precioso, no lloró en todo el trayecto, a pesar de que pensé que estaría intranquilo, soportó