—Dijo que era empleado del señor Garner, su jefe —se encogió de hombros y luego salió sin esperar réplica.Naia miró a su bebé antes de darle un beso fuerte que alimentaba su propia alma y le daba fuerza para continuar.—Es hora pequeño Leo, ya podemos irnos de aquí para escondernos unos días... espero sea un buen lugar... de verdad le pido a Dios sea un buen y tranquilo lugar —expresó ansiosa. A ella misma le resultaba increíble, que a pesar de haber logrado escapar de las manos de Curtis su corazón aún latiera temeroso, y con la inmensa angustia de ser atrapada pronto.Una hora después descendía con su bebé de un auto elegante de una marca que no reconocía.—Por aquí señorita Ortega —indicó un hombre demasiado alto, que a su lado la hacía ver del tamaño de un llavero. También era demasiado delgado y le recordaba a un personaje de la familia Adams.No obstante, no fue lo único que llamó su atención, puesto que desde que descendió del automóvil observó asombrada el espléndido lugar,
— ¿Por qué crees que una mujer hable muy poco? —indaga Matthew.— ¿De qué estás hablando? —cuestiona Steve con el ceño fruncido.—Naia, sólo responde lo necesario, incluso parece incómoda frente a otras personas, aunque sí expresó un poco más cuando conoció a la señora Pressly.— ¿Estás hablando de la mujer que atropellaste?—Por supuesto, ¿de quién más podría hablar?—No sé, tal vez de George, de los empleados del Sindicato, de esos que están llamando a más hombres a dejar de trabajar para parar la fábrica porque sienten que no están siendo escuchados... no sé, tal vez de ellos también podrías hablar —enunció en tono irónico.Matthew bufa, incluso sonríe como si le restara importancia.—Ese tipo lo único que quiere es dárselas de importante, debe tener algún tipo de complejo de héroe y quiere quedar bien ante su grupito. No me preocupa.Steve aprieta con fuerza el puente de su nariz mientras asiente.—Está bien, hablemos sobre Naia Ortega, que la fábrica detenga operaciones no es imp
Naia Ortega no salía de su cabeza. Quería hablar con ella, entender qué era lo que sucedía en su mente y porqué clamaba que no la lastimara. Sin embargo, no pudo confrontarla temprano en la mañana y salió antes de que ella mostrara su rostro fuera de la habitación destinada para su uso. Decir que había dormido toda la noche sería mentira, se la pasó volteando, sin poder encontrar acomodo, como si la cama fuese demasiado dura, o demasiado blanda, como si estuviese haciendo mucho frío, o demasiado calor. Pero, la verdad es que el rostro temeroso, lloroso y dolido de aquella mujer había aparecido cada vez que había intentado cerrar los ojos, incluso una frase salió de sus labios, sin saber por qué: “Te protegeré, no importa contra qué, lo prometo” Sólo deseaba que ella ya no se viera tan indefensa, que las lágrimas se convirtieran en sonrisas y por eso quería decirle palabras que la reconfortaran, pero al mismo tiempo que le hicieran sentir bien a él mismo. Aunque, comprendía que deci
Al bajar del auto, el señor Pressly le dio indicaciones sobre el lugar al cual debía dirigirse mientras él estacionaba en el parqueadero del Walmart, incluso le entregó una tarjeta de crédito dispuesta a ser utilizada para pagar las compras en el almacén, de acuerdo con la lista escrita por su esposa. Naia ingresó en el gran supermercado, habían tantos productos y grandes etiquetas de descuento por donde mirara que por un momento se sintió abrumada. Caminó entre los pasillos distrayéndose de lo que éste lugar le ofrecía, pronto pasó por la zona de bebés, observó los pañales, pronto se acabarían los que había empacado para Leo. Él sonrío al ver un juguete de tela con colores vibrantes, así que ella lo tomó entre sus manos mientras él abría y cerraba las manos como si quisiera tenerlo, incluso emitía balbuceos alegres. Pronto cumpliría los seis meses y aquel parecía un bonito regalo. Sin embargo, ella meneó la cabeza, no podía dejar que su bebé se ilusionara con algo que no podría comp
—Espero que esta vez no falte, así como lo hizo hace tres días sin una buena explicación...Matthew no respondió, sabía que si lo hacía su discusión sólo empezaría, por lo cual posó los ojos en la mujer a su lado, quien estaba cabizbaja mientras acariciaba las manos del bebé.—Sabía que aún debías permanecer en casa porque no te has recuperado —farfulló hacia ella—. Está bien George, ya puedes continuar tu camino, yo me haré cargo de ellos.El hombre de cabello negro dio un paso hacia atrás, pero habló en dirección a Naia. —Señora espero no haberla asustado, a veces por mi apariencia y forma de hablar otros logran atemorizarse y no logran entenderme, incluso prefieren no enfrentarme en algo tan simple como una legítima reunión.Matthew casi gru&nti
Naia acomodó al bebé sobre su regazo. Leo empezó a bostezar anunciando se dormiría, pero sin que ella se hubiera dado cuenta él ya se había apoderado del peluche abrazándolo, incluso una sonrisa parecía explayarse por su rostro, así que acarició la cabecita para ayudarle a conciliar el sueño. Una vez vio que el pequeño había cerrado sus ojos volteó a mirar las compras a su lado, pareciéndole aquella una escena inaudita.Sus ojos se desviaron por la ventanilla contraria recordando lo poco que le había podido conseguir con esfuerzo, lo cual se reducía a pañales, algo de ropa de segunda y un biberón.Habían pasado tres meses de gestación cuando se enteró que estaba en embarazo, la noticia dada por una prueba de embarazo casera proporcionada por Daisey, la hermana de Curtis, le hizo saltar el corazón, pocos d
— ¡Es una ladrona! —gritó la señora Pressly haciendo que Naia se sobresaltara y caminara en dirección a esa voz.—Cálmate Gertrude, no sabemos qué fue lo que sucedió.—Cómo voy a estar tranquila si esa mujer se fugó con la tarjeta de crédito destinada para las compras de la casa. Ahora debe estar sacando dinero para robar al señor Garner, debo informarle sobre esto —dijo muy exaltada.—Esperemos un poco, puedo regresar para buscarla en los alrededores del almacén, tal vez se perdió.— ¿Cómo va a perderse dentro de un almacén?—Tal vez no le expliqué bien hacia dónde debía dirigirse, ella no es de esta ciudad, no conoce el lugar.—No es de esta ciudad, ¡ni de este país!, no entiendo por qué esa gente viene aquí en lugar de quedarse e
— ¿Desde cuándo ser latina es igual a ser ladrona? —refunfuñó Naia antes de acostar a su hijo en la cuna.Aquellas palabras la habían molestado en demasía y lo peor de todo es que no resultaba ser la primera vez que las escuchaba. Desde antes de llegar a Estados Unidos sabía que existía la discriminación, pero jamás imagino al nivel que se enfrentaría en este nuevo país, en el que incluso la señalaban de manera injusta sin conocerla.Se sentó sobre su cama pensando que incluso Curtis, a pesar de decirle que la amaba, desde el principio la obligó a hablar sólo en inglés y la lastimaba cuando decía mal una palabra, o cuando se expresaba en español, porque él no podía comprenderla. Aquella enseñanza acelerada del idioma se podría relacionar con una frase que se utilizaba antaño con los abuelos, “la letra con sangre entra”. A causa de aquella severidad ahora podía hablar y comprender un idioma que en el colegio era una de los cursos que más dificultad le presentaba y del cual en aquella é