Matthew rompió el documento que antes Steve llevaba en sus manos, así ratificó su decisión.
—Haz lo que te dije.
—Suponía que lo sabías, pero no puedes meter a un desconocido a tu casa.
— ¿Por qué?
—Porque no la conoces —le dijo con expresión de obviedad— podría ser una asesina en serie, una ladrona o una fugitiva, te podrías meter en problemas.
—Sólo será por un corto tiempo, ella mencionó dos semanas, no creo que pueda ser un gran problema en tan pocos días, además, mírala es una mujer sola con su bebé, lo único que desea es que él esté bien, así que no digas tonterías y ve a hacer lo que te dije.
—No te entiendo, de verdad que no lo hago...
—...
Mientras tanto, en la habitación Naia observaba con dulzura la sonrisa más hermosa que había visto en su vida.
—Mi amor, tú eres mi ángel de la guarda, mi más hermosa rosa que no permite me lastimen las espinas, gracias por existir y por cuidarme, te prometo que yo haré lo mismo por ti. Te cuidaré, te protegeré y jamás permitiré que alguien te lastime. Te amo, eres lo más importante que tengo, ahora somos sólo tú y yo, te lo prometo, sólo tú y yo...
Sin pretenderlo, Mathew alcanzó a escuchar parte de esas palabras que ella dedicaba a su hijo. Esto le permitió saber que estaba haciendo lo correcto, sólo se trataba de una madre que deseaba darle protección a su hijo, en definitiva no podía ser una asesina, una ladrona o una fugitiva así como lo afirmaba Steve, pero sin duda se trataba de una persona que estaba atravesando dificultades económicas y con un alto sentido de lo correcto, por eso no había aceptado sólo el dinero, por lo que pensó que tal vez su amigo veía demasiadas películas que le dañaban el cerebro. Carraspeó para llamar la atención de la mujer, quien de inmediato se puso alerta.
—Steve McGregor es mi abogado —presentó al hombre a su lado.
— ¿Abogado? Por favor no me demande señor, no le pediré nada, sólo me iré de aquí con mi bebé —sollozó.
Una vez más los ojos marrones se llenaron de lágrimas mientras apretaba al bebé entre sus brazos, como si alguien fuera a arrebatárselo.
—Está equivocada... yo.
—Aquí, nadie va a demandar —intervino Steve—, yo estaba con Matthew en el momento del accidente, tal vez no me recuerde porque estaba inconsciente, pero cargué al bebé hasta que llegamos al hospital —afirmó con su mejor sonrisa. Esa misma que le permitía ganar casos—. Es un bebé muy hermoso, la felicito señora Ortega.
—Gracias...
Steve se aproximó a la cama para hacer gestos graciosos mientras el bebé lo miraba. Una sonrisa del pequeño se escuchó resonar en la habitación y esto pareció relajar un poco a la joven mujer. Steve entendió que había cumplido su propósito, por lo cual volvió a hablar.
—Señora Ortega el hospital no ha contactado a alguien sobre su accidente, pero si usted nos da la información de algún familiar podemos llamarle para informarle que usted se encuentra aquí.
— ¡No!
De nuevo la tensión fue sentida, ahora más fuerte que antes.
—Es para que no se preocupen...
—Yo no tengo familia en este país —exclamó antes de dejar que el abogado continuara.
—El padre del bebé —añadió.
Pero, con tan sólo mencionar aquella frase, Naia empezó a temblar de nuevo, incluso se levantó de la cama en busca de sus pocas pertenencias para salir de ahí.
— ¿Dónde está mi ropa y mi maleta? ¡Tengo que irme! —Buscó desesperada por la habitación sin dejar de sostener al pequeño niño.
—Estúpid0— murmuró Matthew antes de pasar al lado de Steve empujándolo con su hombro y darle indicaciones de salir de la habitación, con solo una mirada. Pero éste negó con un movimiento de cabeza. —El abogado redactará el contrato para que usted trabaje para mí. Si sale del hospital sin autorización médica no podré ayudarla con lo que me solicitó. Afuera está haciendo mucho frío y el bebé podría enfermarse, no es un buen clima para la salud de los niños.
Aquellas palabras la hicieron detenerse para observar a Leo. No podía permitirse dormir en la calle y eso era lo único que conseguiría si no lograba encontrar un trabajo temporal para ganar algo de dinero. Siete dólares con cincuenta centavos no eran suficientes para pagar la estadía en un hotel, por lo que la única alternativa sería dormir en la calle.
Suspiró, llevaba mucho tiempo fantaseando con escapar y por fin lo había conseguido, pero no tenía lo suficiente para ofrecerle lo mejor a su hijo. Su plan era ganar dinero para irse a otra ciudad y ahí hacer lo mismo hasta alejarse por completo de Curtis. No sabía cuál sería su destino final, pero cualquier sitio lejos resultaba ser el indicado.
— ¿Me dará trabajo y un lugar para vivir con mi hijo?
Necesitaba confirmación.
—Sí, por eso el abogado realizará el contrato.
—Sin contrato, sólo palabra. Serán unos días. —Se encogió de hombros.
—Es verdad, serán unos días, está bien, que así sea —concedió.
—Pero, Matthew tú no sabes...
—Steve, ya dije que está bien, no es necesario complicarse con un documento para sólo unos días.
El abogado blanqueó los ojos y se frotó el puente de la nariz. Proteger a Matthew era su trabajo desde hace años, pero por más que deseaba hacerlo bien, a veces su amigo no se lo permitía y esto lo exasperaba.
—Está bien, entonces ya que no me necesitan aquí, me marcho. Un gusto señora Ortega, espero que se recupere pronto y que no vaya a hacer algo que haga que mi cliente después se arrepienta de haberla ayudado.
— ¡Steve largo de aquí!
—Sí, sí ya me estoy yendo, mira mis pies se están moviendo mientras ruego a Dios que no te metas en más problemas —suspiró derrotado.
Una vez que estuvieron de nuevo solos en la habitación Naia habló.
—Le prometo que no lo meteré en problemas, yo... no tengo familia y mi hijo no tiene un papá, lo único que quiero es trabajar para protegerlo —aseguró con un tono de voz suave, mientras se forzaba a verlo a los ojos antes de desviar la mirada.
Para Matthew ella era como un cervatillo tembloroso, que se sobresaltaba y temblaba hasta con la más mínima brisa. El miedo que ella exteriorizaba le hizo sentir cierto malestar en su interior que asoció con lástima. Mientras que para Naia él podía ser un peligro, ya había entendido que un rostro atractivo o gestos amables podían ser máscaras que encubrían a seres perversos. Sin embargo, el hombre que estaba frente a ella le daría lo que deseaba, por lo menos durante unos días, ya después vería qué hacer para continuar con su plan de alejarse poco a poco de Detroit y de todo lo malo que se relacionaba con esa ciudad.
Matthew extendió su tarjeta de presentación.
—Contácteme una vez sea dada de alta, llamaré al hospital para confirmar que no salió antes, la recibiré en mi casa para que ayude en las labores domésticas. Estará bajo las instrucciones de la señora Pressly, ella se encargará de usted durante los días en que trabaje para mí.
—Gracias...
Estaba agradeciendo, pero le miraba con desconfianza, mientras los ojos se nublaron por el agua salada de las lágrimas. Por lo menos podía tener un techo y comida para unos días.
—Esperaré su llamada —dijo Matthew para luego extenderle un pañuelo que ella se negó a recibir, por lo que él lo dejó sobre la cama antes de salir de la habitación.
Una extraña sensación subía por el pecho del hombre. No estaba acostumbrado a ver sufrimiento en otras personas, de hecho no solía preocuparse por nadie más que él mismo y sus proyectos, pero por alguna razón que no lograba explicar quería ayudarla, deseaba tenerla cerca para ver si esta mujer tan lamentable por lo menos dejaba de llorar. Suspiró, mientras pensaba que tal vez a sus treinta y cuatro años ya se estaba volviendo viejo y demasiado sensible, pero eso era algo en lo que ahora no podía pensar, sólo esperar para ver qué sucedía con esa mujer.
Lo que ninguno de los dos sabía es que aquel encuentro sería el inicio de algo más que una simple relación laboral por unos cuantos días.
—Señora Ortega, el médico Roberts me ha solicitado venga a hablar con usted. — ¿Para qué? —Soy Trabajadora Social y me gustaría saber si quisiera contarme algo. — ¿Sobre qué? Resultaba evidente que Naia estaba a la defensiva, por lo que la mujer de unos treinta y seis años a su lado exhibió su más amable sonrisa. —Las lesiones que usted presenta podrían indicar algún tipo de abuso, así que si desea hablar conmigo al respecto y hacer la denuncia respectiva, podemos... —No, yo no sé sobre qué está hablando —Se apresuró a responder antes de que la mujer continuara esa línea de ideas—. Mis lesiones son por el accidente —aseveró. —Señora Ortega, sé que es difícil hablar sobre el tema, pero. —Pero nada, no hay nada sobre lo que hablar porque no sé a dónde quiere llegar, yo sólo tengo a mi bebé, no tengo familia en este país, lo único que quiero es salir ya del Hospital. —Tal vez el padre del bebé. —Mi bebé no tiene papá, Leo sólo me tiene a mí, así que por favor váyase, salga de aq
—Ya deja de maldecir, y acepta negociar por lo menos dos puntos de las demandas —expresa Steve entregando los documentos recién impresos a su jefe y amigo.—Es ilógico, ya accedí a sus pretensiones anteriores, pero para ellos nunca es suficiente. Sólo atenderé a un punto y que sea el más razonable.El abogado frotó el puente de su nariz e inspiró aire para llenar sus pulmones como una acción en busca de relajación, aunque le resultaba inútil.—Matthew es una lista bastante larga, por lo menos acceder a dos puntos es algo razonable.—Pero lee, ¿si lo has leído? dicen que quieren contratos por tiempo indefinido y que no sean subcontratados, también habla de no cambiar a los trabajadores, lo cual es imposible, sabes que es necesaria la rotación, también por cuestiones de salud, lo que ellos también están demandando.—Lo sé, pero es George quien los ha ilusionado a pedir todo, para ganar lo que más desean.— ¿Y qué es eso?, ¿Mi cabeza?, porque no la tendrán, George me fastidia más que un
— ¿Señor Garner?— ¿Quién me llama? —preguntó aunque ya sabía la respuesta.—Soy la mujer que atropelló.—La recuerdo, Naia Ortega.Ella apretó los ojos, se suponía de acuerdo con su fantasía de escape que se cambiaría el nombre tan pronto llegara a la nueva ciudad. Sin embargo, no contaba con que su identidad fuese revelada a causa de este hombre.—Sí, señor Garner, soy Naia.—Muy bien señorita Ortega, si me llama es porque supongo que ya le han dado el alta.—Dígame Naia, por favor, sólo Naia.—Está bien, ¿entonces?—Aún no puedo salir del hospital, pero la enfermera acaba de decirme que saldré mañana, por eso lo llamo.—Muy bien, cuando sepa la hora me la envía en un mensaje y alguien irá por usted.—Bueno, vera... —Se sentía incómoda—. No sé si pueda llamarlo de nuevo, no tengo teléfono, éste me lo prestó una de las enfermeras. Si usted me da la dirección de su casa y un número de teléfono yo llegaré ahí por mi cuenta.Naia se mordisqueó los labios esperando le diera aquella infor
—Dijo que era empleado del señor Garner, su jefe —se encogió de hombros y luego salió sin esperar réplica.Naia miró a su bebé antes de darle un beso fuerte que alimentaba su propia alma y le daba fuerza para continuar.—Es hora pequeño Leo, ya podemos irnos de aquí para escondernos unos días... espero sea un buen lugar... de verdad le pido a Dios sea un buen y tranquilo lugar —expresó ansiosa. A ella misma le resultaba increíble, que a pesar de haber logrado escapar de las manos de Curtis su corazón aún latiera temeroso, y con la inmensa angustia de ser atrapada pronto.Una hora después descendía con su bebé de un auto elegante de una marca que no reconocía.—Por aquí señorita Ortega —indicó un hombre demasiado alto, que a su lado la hacía ver del tamaño de un llavero. También era demasiado delgado y le recordaba a un personaje de la familia Adams.No obstante, no fue lo único que llamó su atención, puesto que desde que descendió del automóvil observó asombrada el espléndido lugar,
— ¿Por qué crees que una mujer hable muy poco? —indaga Matthew.— ¿De qué estás hablando? —cuestiona Steve con el ceño fruncido.—Naia, sólo responde lo necesario, incluso parece incómoda frente a otras personas, aunque sí expresó un poco más cuando conoció a la señora Pressly.— ¿Estás hablando de la mujer que atropellaste?—Por supuesto, ¿de quién más podría hablar?—No sé, tal vez de George, de los empleados del Sindicato, de esos que están llamando a más hombres a dejar de trabajar para parar la fábrica porque sienten que no están siendo escuchados... no sé, tal vez de ellos también podrías hablar —enunció en tono irónico.Matthew bufa, incluso sonríe como si le restara importancia.—Ese tipo lo único que quiere es dárselas de importante, debe tener algún tipo de complejo de héroe y quiere quedar bien ante su grupito. No me preocupa.Steve aprieta con fuerza el puente de su nariz mientras asiente.—Está bien, hablemos sobre Naia Ortega, que la fábrica detenga operaciones no es imp
Naia Ortega no salía de su cabeza. Quería hablar con ella, entender qué era lo que sucedía en su mente y porqué clamaba que no la lastimara. Sin embargo, no pudo confrontarla temprano en la mañana y salió antes de que ella mostrara su rostro fuera de la habitación destinada para su uso. Decir que había dormido toda la noche sería mentira, se la pasó volteando, sin poder encontrar acomodo, como si la cama fuese demasiado dura, o demasiado blanda, como si estuviese haciendo mucho frío, o demasiado calor. Pero, la verdad es que el rostro temeroso, lloroso y dolido de aquella mujer había aparecido cada vez que había intentado cerrar los ojos, incluso una frase salió de sus labios, sin saber por qué: “Te protegeré, no importa contra qué, lo prometo” Sólo deseaba que ella ya no se viera tan indefensa, que las lágrimas se convirtieran en sonrisas y por eso quería decirle palabras que la reconfortaran, pero al mismo tiempo que le hicieran sentir bien a él mismo. Aunque, comprendía que deci
Al bajar del auto, el señor Pressly le dio indicaciones sobre el lugar al cual debía dirigirse mientras él estacionaba en el parqueadero del Walmart, incluso le entregó una tarjeta de crédito dispuesta a ser utilizada para pagar las compras en el almacén, de acuerdo con la lista escrita por su esposa. Naia ingresó en el gran supermercado, habían tantos productos y grandes etiquetas de descuento por donde mirara que por un momento se sintió abrumada. Caminó entre los pasillos distrayéndose de lo que éste lugar le ofrecía, pronto pasó por la zona de bebés, observó los pañales, pronto se acabarían los que había empacado para Leo. Él sonrío al ver un juguete de tela con colores vibrantes, así que ella lo tomó entre sus manos mientras él abría y cerraba las manos como si quisiera tenerlo, incluso emitía balbuceos alegres. Pronto cumpliría los seis meses y aquel parecía un bonito regalo. Sin embargo, ella meneó la cabeza, no podía dejar que su bebé se ilusionara con algo que no podría comp
—Espero que esta vez no falte, así como lo hizo hace tres días sin una buena explicación...Matthew no respondió, sabía que si lo hacía su discusión sólo empezaría, por lo cual posó los ojos en la mujer a su lado, quien estaba cabizbaja mientras acariciaba las manos del bebé.—Sabía que aún debías permanecer en casa porque no te has recuperado —farfulló hacia ella—. Está bien George, ya puedes continuar tu camino, yo me haré cargo de ellos.El hombre de cabello negro dio un paso hacia atrás, pero habló en dirección a Naia. —Señora espero no haberla asustado, a veces por mi apariencia y forma de hablar otros logran atemorizarse y no logran entenderme, incluso prefieren no enfrentarme en algo tan simple como una legítima reunión.Matthew casi gru&nti