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Capítulo 5: Esperaré

Matthew  rompió el documento que antes Steve llevaba en sus manos, así ratificó su decisión.

—Haz lo que te dije.

—Suponía que lo sabías, pero no puedes meter a un desconocido a tu casa.

— ¿Por qué?

—Porque no la conoces —le dijo con expresión de obviedad— podría ser una asesina en serie, una ladrona o una fugitiva, te podrías meter en problemas.

—Sólo será por un corto tiempo, ella mencionó dos semanas, no creo que pueda ser un gran problema en tan pocos días, además, mírala es una mujer sola con su bebé, lo único que desea es que él esté bien, así que no digas tonterías y ve a hacer lo que te dije.

—No te entiendo, de verdad que no lo hago...

—...

Mientras tanto, en la habitación Naia observaba con dulzura la sonrisa más hermosa que había visto en su vida.

—Mi amor, tú eres mi ángel de la guarda, mi más hermosa rosa que no permite me lastimen las espinas, gracias por existir y por cuidarme, te prometo que yo haré lo mismo por ti. Te cuidaré, te protegeré y jamás permitiré que alguien te lastime. Te amo, eres lo más importante que tengo, ahora somos sólo tú y yo, te lo prometo, sólo tú y yo...

Sin pretenderlo, Mathew alcanzó a escuchar parte de esas palabras que ella dedicaba a su hijo. Esto le permitió saber que estaba haciendo lo correcto, sólo se trataba de una madre que deseaba darle protección a su hijo, en definitiva no podía ser una asesina, una ladrona o una fugitiva así como lo afirmaba Steve, pero sin duda se trataba de una persona que estaba atravesando dificultades económicas y con un alto sentido de lo correcto, por eso no había aceptado sólo el dinero, por lo que pensó que tal vez su amigo veía demasiadas películas que le dañaban  el cerebro. Carraspeó para llamar la atención de la mujer, quien de inmediato se puso alerta. 

—Steve McGregor es mi abogado —presentó al hombre a su lado.

— ¿Abogado? Por favor no me demande señor, no le pediré nada, sólo me iré de aquí con mi bebé —sollozó.

Una vez más los ojos marrones se llenaron de lágrimas mientras apretaba al bebé entre sus brazos, como si alguien fuera a arrebatárselo.

—Está equivocada... yo.

—Aquí, nadie va a demandar —intervino Steve—, yo estaba con Matthew en el momento del accidente, tal vez no me recuerde porque estaba inconsciente, pero cargué al bebé hasta que llegamos al hospital —afirmó con su mejor sonrisa. Esa misma que le permitía ganar casos—. Es un bebé muy hermoso, la felicito señora Ortega.

—Gracias...

Steve se aproximó a la cama para hacer gestos graciosos mientras el bebé lo miraba. Una sonrisa del pequeño se escuchó resonar en la habitación y esto pareció relajar un poco a la joven mujer. Steve entendió que había cumplido su propósito, por lo cual volvió a hablar.  

—Señora Ortega el hospital no ha contactado a alguien sobre su accidente, pero si usted nos da la información de algún familiar podemos llamarle para informarle que usted se encuentra aquí.

— ¡No!

De nuevo la tensión fue sentida, ahora más fuerte que antes.

—Es para que no se preocupen...

—Yo no tengo familia en este país —exclamó antes de dejar que el abogado continuara.

—El padre del bebé —añadió.

Pero, con tan sólo mencionar aquella frase, Naia empezó a temblar de nuevo, incluso se levantó de la cama en busca de sus pocas pertenencias para salir de ahí.

— ¿Dónde está mi ropa y mi maleta? ¡Tengo que irme! —Buscó desesperada por la habitación sin dejar de sostener al pequeño niño.

—Estúpid0— murmuró Matthew antes de pasar al lado de Steve empujándolo con su hombro y darle indicaciones de salir de la habitación, con solo una mirada. Pero éste negó con un movimiento de cabeza. —El abogado redactará el contrato para que usted trabaje para mí. Si sale del hospital sin autorización médica no podré ayudarla con lo que me solicitó. Afuera está haciendo mucho frío y el bebé podría enfermarse, no es un buen clima para la salud de los niños.

Aquellas palabras la hicieron detenerse para observar a Leo. No podía permitirse dormir en la calle y eso era lo único que conseguiría si no lograba encontrar un trabajo temporal para ganar algo de dinero. Siete dólares con cincuenta centavos no eran suficientes para pagar la estadía en un hotel, por lo que la única alternativa sería dormir en la calle.

Suspiró, llevaba mucho tiempo fantaseando con escapar y por fin lo había conseguido, pero no tenía lo suficiente para ofrecerle lo mejor a su hijo. Su plan era ganar dinero para irse a otra ciudad y ahí hacer lo  mismo hasta alejarse por completo de Curtis. No sabía cuál sería su destino final, pero cualquier sitio lejos resultaba ser el indicado.

— ¿Me dará trabajo y un lugar para vivir con mi hijo?

Necesitaba confirmación.

—Sí, por eso el abogado realizará el contrato.

—Sin contrato, sólo palabra. Serán unos días. —Se encogió de hombros.

—Es verdad, serán unos días, está bien, que así sea —concedió.

—Pero, Matthew tú no sabes...

—Steve, ya dije que está bien, no es necesario complicarse con un documento para sólo unos días.

El abogado blanqueó los ojos y se frotó el puente de la nariz. Proteger a Matthew era su trabajo desde hace años, pero por más que deseaba hacerlo bien, a veces su amigo no se lo permitía y esto lo exasperaba.

—Está bien, entonces ya que no me necesitan aquí, me marcho. Un gusto señora Ortega, espero que se recupere pronto y que no vaya a hacer algo que haga que mi cliente después se arrepienta de haberla ayudado.

— ¡Steve largo de aquí!

—Sí, sí ya me estoy yendo, mira mis pies se están moviendo mientras ruego a Dios que no te metas en más problemas —suspiró derrotado.

Una vez que estuvieron de nuevo solos en la habitación Naia habló.

—Le prometo que no lo meteré en problemas, yo... no tengo familia y mi hijo no tiene un papá, lo único que quiero es trabajar para protegerlo —aseguró con un tono de voz suave, mientras se forzaba a verlo a los ojos antes de desviar la mirada.

Para Matthew ella era como un cervatillo tembloroso, que se sobresaltaba y temblaba hasta con la más mínima brisa. El miedo que ella exteriorizaba le hizo sentir cierto malestar en su interior que asoció con lástima. Mientras que para Naia él podía ser un peligro, ya había entendido que un rostro atractivo o gestos amables podían ser máscaras que encubrían a seres perversos. Sin embargo, el hombre que estaba frente a ella le daría lo que deseaba, por lo menos durante unos días, ya después vería qué hacer para continuar con su plan de alejarse poco a poco de Detroit y de todo lo malo que se relacionaba con esa ciudad.

Matthew extendió su tarjeta de presentación.

—Contácteme una vez sea dada de alta, llamaré al hospital para confirmar que no salió antes, la recibiré en mi casa para que ayude en las labores domésticas. Estará bajo las instrucciones de la señora Pressly, ella se encargará de usted durante los días en que trabaje para mí.

—Gracias...

Estaba agradeciendo, pero le miraba con desconfianza, mientras los ojos se nublaron por el agua salada de las lágrimas. Por lo menos podía tener un techo y comida para unos días.

—Esperaré su llamada —dijo Matthew para luego extenderle un pañuelo que ella se negó a recibir, por lo que él lo dejó sobre la cama antes de salir de la habitación.

Una extraña sensación subía por el pecho del hombre. No estaba acostumbrado a ver sufrimiento en otras personas, de hecho no solía preocuparse por nadie más que él mismo y sus proyectos, pero por alguna razón que no lograba explicar quería ayudarla, deseaba tenerla cerca para ver si esta mujer tan lamentable por lo menos dejaba de llorar. Suspiró, mientras pensaba que tal vez a sus treinta y cuatro años ya se estaba volviendo viejo y demasiado sensible, pero eso era algo en lo que ahora no podía pensar, sólo esperar para ver qué sucedía con esa mujer.

Lo que ninguno de los dos sabía es que aquel encuentro sería el inicio de algo más que una simple relación laboral por unos cuantos días.

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