A pesar de todas las advertencias y recomendaciones que Steve le había enumerado antes de marcharse, Matthew sabía que lo mejor era negociar con la mujer. Pensaba ofrecerle una cantidad de dinero satisfactoria que le hiciera olvidar cualquier intento de demanda, además correría con todos los gastos médicos. Por su ropa resultaba evidente que era pobre, así que suponía que este gesto sería suficiente para llegar a un acuerdo.
— ¿Señor Matthew Garner? —preguntó un médico de mediana edad, con algunas hebras blancas entre su cabello rubio oscuro.
—Soy yo.
Al acercarse, el doctor empezó a leer una historia médica.
— ¿Usted es el responsable de la señorita Ortega?
— ¿Ortega? —cuestionó.
—Sí, según los documentos que encontramos, la mujer que vino con usted se llama Naia Ortega.
—Ahhh... sí, ella, ¿cómo está?, ¿es grave?
—Bueno, no sé cómo responderle de forma adecuada.
— ¿Por qué?
—Según lo que leo en el ingreso de la paciente, ella fue golpeada levemente por un auto en movimiento, pero al realizar una revisión exhaustiva, ella parece que ha sido víctima de un accidente mucho peor.
— ¿Qué?, a ¿qué se refiere? Fue un golpe leve, lo juro, ni siquiera giró en el aire, y el auto se desvió por lo que fue un impacto ligero —espetó en su defensa.
—Sí, eso es lo que está registrado, pero si no fuera porque los hematomas y fracturas que posee son te antaño creería que el auto pasó sobre ella.
Matthew lo miró sin comprender a qué se refería. Sólo recordaba el momento del accidente pensando en que no había sido un golpe tan fuerte.
—La señorita Ortega sufre un cuadro severo de desnutrición, anemia y ansiedad, además tiene moretones en su pecho, piernas y espalda. Sin embargo, esto no parece ser ocasionado por el reciente accidente.
—No le entiendo, ¿ya estaba lastimada desde antes?
En ese instante Matthew recordó que existía una práctica poco recurrente, pero sobre la cual había leído y se trataba de personas que se hacían atropellar para luego llegar a un acuerdo económico. Se preguntó si este sería su caso y todo había sido una escena teatral... aunque recordó al bebé.
— ¿Y el bebé cómo está?
—El niño se encuentra en perfectas condiciones. Sólo estaba hambriento así que le dimos leche para calmar su hambre. A causa de la desnutrición de la madre es poco el alimento que puede ofrecerle. En realidad quien me preocupa es ella.
—Entiendo... doctor ¿usted cree que tal vez esa mujer se lanzó al auto a propósito?
— ¿Qué?, ¿De qué está hablando?
—Es que supongo que ese puede ser el caso, si ella ya estaba herida, tal vez necesitaba dinero y aprovecho el momento.
El médico lo miró con desaprobación.
—No es algo a lo que pueda responder, pero una mujer en esas condiciones no creo que piense en auto lastimarse para obtener un beneficio económico. Eso es deplorable. Aunque supongo por qué lo piensa.
— ¿Por qué?
—Ser latina en Estados Unidos a veces se relaciona con una gran variedad de prejuicios.
— ¿Es latina? No lo sabía.
—Señor Garner, entiendo que usted firma como responsable de los gastos médicos y al mismo tiempo es la persona que la atropelló, le recomiendo hable con la paciente y aclare cualquier malentendido con ella, si es el caso una enfermera podrá llamar a la policía bien sea para arrestarla a ella o a usted.
Matthew frunció el ceño, no podía creer lo que este hombre le estaba diciendo.
—Hablaré con ella, pero no necesitamos llamar a la policía ni hacer denuncias.
—Bien, siga por este pasillo, la encontrará en la tercera puerta a la izquierda, se despertó por un momento, pero volvió a dormir, si pregunta por su hijo infórmele que está en Pediatría.
Matthew asintió, para luego caminar hasta el lugar indicado, pero antes de abrir la puerta su teléfono sonó. Lo contestó al instante.
— ¿Qué sucede? Dime que llegaron a un acuerdo.
—Sí, y las vacas vuelan —Suspiró Steve al otro lado de la línea—. Quieren hablar contigo, no desean tenerme más como intermediario.
—Estúpid0s, no me interesa hablar con ellos, ahora estoy ocupado, concreta otro día para reunirnos.
—Ya lo hice.
—Bien.
— ¿Cómo están la chica y el bebé?
—Bien, supongo, ahora mismo estoy a punto de hablar con ella... Steve, el médico que la atendió me dijo que ella ya estaba lastimada desde antes, y se me ocurrió que tal vez sea de esas personas que se lanzan contra los autos para obtener dinero.
—Im-po-si-ble— deletreó—. ¿Crees que fue enviada por George?
— ¿Por qué por él?
—Para perjudicar tu imagen, obvio, es en el peor momento y ahora que lo recuerdo la mujer cruzó por el lado incorrecto, era la mitad de la calle y no un cruce peatonal...
— ¿Qué piensas?
—No lo sé, tal vez podrías tener razón, aunque...
— ¿Aunque?
—Habla primero con ella, no podemos sacar conclusiones precipitadas, tal vez fuese en realidad un accidente, además tenía a su bebé consigo, una madre no haría algo así.
Matthew frunció los labios.
—Lo mejor será ofrecerle una considerable indemnización para solucionar el problema, redacta un documento para que ella lo firme librándome de cualquier responsabilidad. Naia Ortega, ese es su nombre.
Luego de finalizar la llamada ingresa en la habitación. Ella está recostada sobre una cama, su ropa ha sido cambiada por una bata verde menta y una sábana la cubre hasta el pecho. Se aproxima para observarla. Sus ojos con largas pestañas aún se encuentran cerrados, resulta evidente que aún duerme. Matthew suspira, no puede creer el mes de desgracias que ha tenido que atravesar y con este accidente todo parecería empeorar en vez de mejorar.
De repente los párpados de la mujer se fruncen para luego contraerse, permitiendo ver sus ojos de color marrón claro. Ella se sienta tan rápido cómo le es posible y empieza a mirar a su alrededor como si buscara algo. Lleva las manos a su pecho por lo que él las sigue, para luego desviar de nuevo a esos ojos marrones que ahora se han llenado de lágrimas a punto de ser derramadas.
— ¿En dónde está? —Susurra—, ¡¿en dónde está mi bebé?! —ahora grita desesperada y con un particular acento que inunda sus oídos.
Por alguna razón que él mismo no comprende logra sentir su desesperación, pero sus pies sólo se mueven cuando ve que la joven mujer se levanta de la cama y el cuerpo cede ante el poco peso para caerse. La atrapa antes de que esto suceda.
—Leo, ¿dónde está? ¡Mi bebé! —grita lo último en un idioma poco conocido para él. Español supone.
—Tranquila, su hijo está bien, está en Pediatría —recuerda lo que le dijo el médico antes—. Quédese en cama, aún está débil—. Señala el lugar al cual debe regresar.
Sin embargo, logra sentir a través de la fina tela no sólo el cuerpo delgado de la mujer, sino cómo éste empieza a temblar descontrolado. Sus ojos azules se clavan sobre los marrones de ella, apreciando angustia sincera.
—Yo necesito a mi hijo, mi bebé, necesito tenerlo conmigo —le expresa cada palabra como si se tratara de una súplica.
—Él está bien, fue atendido por los médicos y está bien, pero lo tienen en Pediatría porque es un bebé. Usted fue quien recibió el impacto del choque —explicó aun sosteniéndola para que no se desvaneciera.
— ¿Choque? —indagó ella casi con signos de interrogación plasmados en sus ojos, en un hermoso tono que él no había visto antes.
—Sí, yo fui la persona que accidentalmente la atropelló, pero la traje de inmediato al hospital al igual que a su hijo.
— ¿Qué?, ¿accidente?
—Sí, pero usted está bien, no es necesario llamar a la policía ni interponer demandas —intentó seguir la misma línea de ideas que tenía antes de ingresar en la habitación, aunque le estaban sabiendo amargas al verla tan desesperada.
— ¿Continúo en Pittsburgh?
Aquella pregunta le resultó extraña, pero respondió:
—Sí, aquí es Pittsburgh, ¿no vive en esta ciudad?
Ella no respondió, apretó sus labios y tan sólo se alejó para sentarse sobre la cama terminando así con el contacto.
—Entonces no me han encontrado —murmuró muy bajito como para que él alcanzara a escucharla.
—Deseo llegar a un acuerdo con usted —Ella no lo estaba escuchando, resultaba evidente que continuaba balbuceando algo que él no podía comprender, en especial porque era en un idioma que no dominaba. —Señorita, escúcheme por favor —Ella parece estar reconociendo el lugar en el que se encuentra—. Naia Ortega deseo llegar a un acuerdo.
Luego de escuchar su nombre, la expresión de la mujer pasó de la confusión al terror.
— ¿Cómo conoce mi nombre?, ¿Quién se lo dijo? —De repente se mostró a la defensiva. Matthew notó que el temblor de sus manos incrementó y ella evidenciaba un miedo que a él le resultaba incomprensible.—El doctor, fue él quien me lo dijo.— ¿Cómo lo supo?, ¿Quién habló con el médico?, ¿Quién tiene a mi bebé? —lo último fue preguntado en un hilo de voz.Matthew exhaló el aire que no sabía estaba conteniendo. Aquella mujer lo había dejado perplejo en menos de un segundo, atrás quedaron sus problemas y posibles demandas. Ahora parecía que era necesario decir algo para calmarla. El orden de prioridades había cambiado sin darse cuenta cómo.—Sus papeles, el médico dijo que encontraron sus documentos. Así fue como supo su nombre, tranquila, por favor.Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas una vez más, al tiempo en que ella intentaba secarlas con las palmas de sus manos. Matthew se quedó estático, intentaba no mover ni un músculo para no alterarla más de lo que ya estaba. Elevó poc
—Por favor, levántese, no está en condiciones de hacer eso, además que es extraño.Se apresuró a ayudarle a levantarse, pero ella se resistió, unió las palmas de sus manos y las elevó como si le estuviese rezando.—Señor, mi hijo es lo único que tengo, por favor déjenos ir cuando lo traigan, no quiero hablar con la Policía, ni con otra persona, sólo quiero irme de aquí.Sus ojos estaban inundados una vez más de lágrimas, pero él no lograba comprender el porqué de esta reacción.—No lo haré, no llamaré a la policía, ni la acusaré, pero por favor levántese del suelo y escuche lo que tengo que decir.Ella se dejó ayudar, pero por poco tiempo, porque tan pronto como sintió la cama tras suyo finalizó con cualquier contacto. No deseaba que la tocara, era notorio que establecía distancia. Matthew dio un par de pasos atrás. Por un momento, recordó aquella vez que encontró un animal herido, fue cuando apenas era un niño, y a pesar de querer ayudar al perrito en dificultades, él le rehuía e inc
Matthew rompió el documento que antes Steve llevaba en sus manos, así ratificó su decisión.—Haz lo que te dije.—Suponía que lo sabías, pero no puedes meter a un desconocido a tu casa.— ¿Por qué?—Porque no la conoces —le dijo con expresión de obviedad— podría ser una asesina en serie, una ladrona o una fugitiva, te podrías meter en problemas.—Sólo será por un corto tiempo, ella mencionó dos semanas, no creo que pueda ser un gran problema en tan pocos días, además, mírala es una mujer sola con su bebé, lo único que desea es que él esté bien, así que no digas tonterías y ve a hacer lo que te dije.—No te entiendo, de verdad que no lo hago...—...Mientras tanto, en la habitación Naia observaba con dulzura la sonrisa más hermosa que había visto en su vida.—Mi amor, tú eres mi ángel de la guarda, mi más hermosa rosa que no permite me lastimen las espinas, gracias por existir y por cuidarme, te prometo que yo haré lo mismo por ti. Te cuidaré, te protegeré y jamás permitiré que alguie
—Señora Ortega, el médico Roberts me ha solicitado venga a hablar con usted. — ¿Para qué? —Soy Trabajadora Social y me gustaría saber si quisiera contarme algo. — ¿Sobre qué? Resultaba evidente que Naia estaba a la defensiva, por lo que la mujer de unos treinta y seis años a su lado exhibió su más amable sonrisa. —Las lesiones que usted presenta podrían indicar algún tipo de abuso, así que si desea hablar conmigo al respecto y hacer la denuncia respectiva, podemos... —No, yo no sé sobre qué está hablando —Se apresuró a responder antes de que la mujer continuara esa línea de ideas—. Mis lesiones son por el accidente —aseveró. —Señora Ortega, sé que es difícil hablar sobre el tema, pero. —Pero nada, no hay nada sobre lo que hablar porque no sé a dónde quiere llegar, yo sólo tengo a mi bebé, no tengo familia en este país, lo único que quiero es salir ya del Hospital. —Tal vez el padre del bebé. —Mi bebé no tiene papá, Leo sólo me tiene a mí, así que por favor váyase, salga de aq
—Ya deja de maldecir, y acepta negociar por lo menos dos puntos de las demandas —expresa Steve entregando los documentos recién impresos a su jefe y amigo.—Es ilógico, ya accedí a sus pretensiones anteriores, pero para ellos nunca es suficiente. Sólo atenderé a un punto y que sea el más razonable.El abogado frotó el puente de su nariz e inspiró aire para llenar sus pulmones como una acción en busca de relajación, aunque le resultaba inútil.—Matthew es una lista bastante larga, por lo menos acceder a dos puntos es algo razonable.—Pero lee, ¿si lo has leído? dicen que quieren contratos por tiempo indefinido y que no sean subcontratados, también habla de no cambiar a los trabajadores, lo cual es imposible, sabes que es necesaria la rotación, también por cuestiones de salud, lo que ellos también están demandando.—Lo sé, pero es George quien los ha ilusionado a pedir todo, para ganar lo que más desean.— ¿Y qué es eso?, ¿Mi cabeza?, porque no la tendrán, George me fastidia más que un
— ¿Señor Garner?— ¿Quién me llama? —preguntó aunque ya sabía la respuesta.—Soy la mujer que atropelló.—La recuerdo, Naia Ortega.Ella apretó los ojos, se suponía de acuerdo con su fantasía de escape que se cambiaría el nombre tan pronto llegara a la nueva ciudad. Sin embargo, no contaba con que su identidad fuese revelada a causa de este hombre.—Sí, señor Garner, soy Naia.—Muy bien señorita Ortega, si me llama es porque supongo que ya le han dado el alta.—Dígame Naia, por favor, sólo Naia.—Está bien, ¿entonces?—Aún no puedo salir del hospital, pero la enfermera acaba de decirme que saldré mañana, por eso lo llamo.—Muy bien, cuando sepa la hora me la envía en un mensaje y alguien irá por usted.—Bueno, vera... —Se sentía incómoda—. No sé si pueda llamarlo de nuevo, no tengo teléfono, éste me lo prestó una de las enfermeras. Si usted me da la dirección de su casa y un número de teléfono yo llegaré ahí por mi cuenta.Naia se mordisqueó los labios esperando le diera aquella infor
—Dijo que era empleado del señor Garner, su jefe —se encogió de hombros y luego salió sin esperar réplica.Naia miró a su bebé antes de darle un beso fuerte que alimentaba su propia alma y le daba fuerza para continuar.—Es hora pequeño Leo, ya podemos irnos de aquí para escondernos unos días... espero sea un buen lugar... de verdad le pido a Dios sea un buen y tranquilo lugar —expresó ansiosa. A ella misma le resultaba increíble, que a pesar de haber logrado escapar de las manos de Curtis su corazón aún latiera temeroso, y con la inmensa angustia de ser atrapada pronto.Una hora después descendía con su bebé de un auto elegante de una marca que no reconocía.—Por aquí señorita Ortega —indicó un hombre demasiado alto, que a su lado la hacía ver del tamaño de un llavero. También era demasiado delgado y le recordaba a un personaje de la familia Adams.No obstante, no fue lo único que llamó su atención, puesto que desde que descendió del automóvil observó asombrada el espléndido lugar,
— ¿Por qué crees que una mujer hable muy poco? —indaga Matthew.— ¿De qué estás hablando? —cuestiona Steve con el ceño fruncido.—Naia, sólo responde lo necesario, incluso parece incómoda frente a otras personas, aunque sí expresó un poco más cuando conoció a la señora Pressly.— ¿Estás hablando de la mujer que atropellaste?—Por supuesto, ¿de quién más podría hablar?—No sé, tal vez de George, de los empleados del Sindicato, de esos que están llamando a más hombres a dejar de trabajar para parar la fábrica porque sienten que no están siendo escuchados... no sé, tal vez de ellos también podrías hablar —enunció en tono irónico.Matthew bufa, incluso sonríe como si le restara importancia.—Ese tipo lo único que quiere es dárselas de importante, debe tener algún tipo de complejo de héroe y quiere quedar bien ante su grupito. No me preocupa.Steve aprieta con fuerza el puente de su nariz mientras asiente.—Está bien, hablemos sobre Naia Ortega, que la fábrica detenga operaciones no es imp