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36. UN MATE HUMANO

Es frustrante, tan malditamente frustrante que ya no sé que hacer con esta ira que llena mi pecho. ¿Gritar? ¿Llorar? Ja, no, llorar no, eso es tan poco productivo, no lloraré delante de él, parecería una débil humana. Puedo llorar, pero nunca delante de otra persona, tengo orgullo.

Tomo mi ropa del suelo y corro como loca por algunos metros antes de decidirme a liberar mi parte lobuna. ¡Raquel, muchacha impulsiva! ¡Ya verás como te calmas cuando crezcas! ¡Cuando tengas pareja! Eso es lo que todos dicen. Sandeces, todos dicen sandeces, hasta mi Alfa.

Una lágrima, traidora y silenciosa, se desliza entre mi pelaje miel. No la detengo. Corro hasta que las fuerzas me abandonan, hasta que el cansancio es un alivio y el cielo estrellado me ofrece su consuelo. Esta noche descansaré bajo las estrellas, como en los viejos tiempos, antes de acostumbrarme a las comodidades del caserío. El canto de los grillos y sapos arrulla mi noche, mientras el ulular de un búho me recuerda lo lejos que estoy d
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