—¡Eres injusto! —exclamo con la voz temblorosa, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos—. Me estás arrebatando cualquier oportunidad de socializar y encontrar un marido.Mi tío suspira, visiblemente irritado, y responde con esa mezcla de frustración y autoridad que siempre lo caracteriza:—No digas disparates, María. No estoy impidiendo que te relaciones, pero los Ortega no son buena gente. Son personas turbias, y no quiero verte cerca de ellos.Es mi tío, sí, pero a veces tengo la sensación de que me detesta. Su trabajo nos obliga a mi madre ya mí a cambiar constantemente de pueblo, como hojas arrastradas por el viento. Eso ha hecho imposible que forme amistades duraderas, mucho menos que encuentre un esposo. La frustración me consume. Ya tengo veinte años; el tiempo avanza implacable para mi y, sin embargo, él parece ignorarlo por completo.—Me voy a mi cuarto. —Doy media vuelta con dramatismo, ignorando cualquier otra palabra suya, y me precipito escaleras arriba. Al llegar a
Los informes sobre asesinatos escabrosos se alejan cada vez más de este lugar. Las investigaciones indican que la manada circundante—que ahora sé que pertenece a mi "hermano"—es pacífica, lo que lleva a una conclusión lógica: el asesino es un licántropo desterrado.Si bien no son comunes, existen casos en los que algunos licántropos son condenados al exilio. Ignoro la naturaleza exacta de sus faltas, pero sé que la manada se libra del problema liberándolos al mundo.Las jornadas de trabajo han sido largas y agotadoras, acumulando un peso sobre mis hombros que se suma a mis otras preocupaciones personales.—¿Está seguro de que no necesita nada más, señor Ortega? —pregunta por tercera vez la criada—. Parece que le vendría bien un masaje para relajarse.Capté, por fin, la insinuación oculta en sus palabras. Siempre he sido lento para notar esas cosas, y escuchar la misma oferta en tres ocasiones debió haber sido suficiente para entenderla. La observo con atención por primera vez, pese a
Recuerdo que siempre soñé con regresar a mi hogar a mi patria. Anhelaba los días calurosos y los paisajes que mi mente guardaba como un bello recuerdo infantil. Hoy siendo un hombre observo el mismo cielo y las mismas montañas y la sensación es diferente, todo debería ser igual de bello, pero ahora parece cubierto por una capa de melancolía que a duras penas me permite reconocer el paisaje.El coche avanza y me acerca a un lugar que responderá de manera inequívoca a mis dudas. Mi proceder tras escucharlo marcarán el lado de la balanza en la que estaré ubicado el resto de mi vida.Antes de partir Jaime, tuvimos una conversación significativa. Mi amigo no podía acompañarme más, tiene sus propios problemas que solucionar y una vida por vivir.—No estoy seguro de como va a terminar mi vida. Pero de lo que si estoy seguro es que no me arrepentiré de lo que haga.—¿Cómo puedes estar seguro de eso? Yo estaba contento y seguro de mi decisión de casarme con Marta, pero después… me pesó mucho —
Desde que tengo memoria, me han dicho que estoy comprometida con Iván Felipe Ortega, mi primo. Siempre me he sentido una joven afortunada, pues no solo es un hombre de gran fortuna, sino también increíblemente apuesto, al menos a mis ojos.Cada vez que me encuentro con mi madrina, su madre, me cuenta con una sonrisa que Iván me envía saludos especiales en cada carta que escribe desde Inglaterra. Mi corazón se llena de una calidez suave cada vez que escucho su nombre, como si estuviera cerca, aun estando a miles de kilómetros.Iván Felipe partió siendo apenas un niño, enviado a estudiar al extranjero, pero pronto volverá como todo un hombre. Tomará las riendas de los negocios familiares y, finalmente, estará listo para formar nuestro hogar.Nunca he mirado a otro hombre con interés. ¿Qué sentido tendría hacerlo, si mi destino ha estado atado a él desde siempre?Casi todas las noches abrazo el retrato que le pedí a mi madrina, el cual guardo como un tesoro. Sonrío al imaginar nuestro he
Amo la capital. Es un lugar tan entretenido: la cultura, las fiestas, la moda... Desde que comprendí el futuro monótono que me aguardaba, decidí aferrarme a todo eso. Si tenía la oportunidad de cambiar mi destino, sería aquí, en la capital, el lugar donde residen las mejores clases sociales del país.Soy la condesa Martha Isabel Gaona, y lo que tengo para ofrecer es mi título de nobleza, mi belleza, mi habilidad para entretener y, por supuesto, aquello que todas las mujeres tenemos: la capacidad de traer hijos al mundo. Sin embargo, las mujeres necesitamos más que eso para garantizar un futuro decente. En esta sociedad moderna, no solo es importantes procrear; sino pertenecer a una familia influyente que te pueda proveer de una dote para asegurar la consecución de un marido decente... o siquiera, un marido.Desgraciadamente, ese no es mi caso, y he tenido que enfrentarme a esa cruda realidad muchas veces. He sido blanco de innumerables galanteos acompañados de miradas cálidas que, tra
Hoy he llegado a la capital, donde permanecerá unos días mientras me presento ante mi comandante y recojo la documentación necesaria para regresar a mi hogar. Han pasado muchos años desde la última vez que puse pie en mi tierra natal. Aunque Inglaterra tiene paisajes bellísimos, ningún lugar se compara con la hermosura de mi patria. Fui recibido por un sol radiante y el alegre gorjeo de las aves, como si cantaran para celebrar mi regreso. He enviado un recado a un antiguo conocido para encontrarnos frente a la plaza principal de la ciudad. Hoy tengo el día libre, y, sin mucho que hacer, espero con paciencia en una de las pocas fuentes de refresco que comienzan a hacerse populares en este lugar. A mi alrededor, familias pasean de la mano, y grupos de jovencitas ríen con curiosidad mientras me observan, quizás atraídas por mi nuevo uniforme de oficial. Confiado, les devuelvo una inclinación de cabeza y una sonrisa.Mi amigo se está demorando, por lo que sin afán paseo la vista por uno
Ha llegado el momento de despedirme de la capital. Mi educación ha concluido y, aunque la tía Ruth sugirió a mi madre que podía quedarme un tiempo más para buscar pretendiente, ella insiste en que me quiere de vuelta en el pueblo.No tengo más opción que regresar como una mujer derrotada. Volver a ese pequeño y polvoriento lugar, sin una sortija en mi mano ni siquiera una promesa de matrimonio, es peor de lo que había imaginado. Sé que seré la comidilla del pueblo, porque allí nunca pasa nada interesante. Tal vez lo seré hasta el día que muera.Antes de partir, lloré desconsoladamente en brazos de la tía Ruth y mi prima, esperando que algún milagro me detuviera. Pero el milagro no llegó, y resignada inició mi viaje junto a mi tío. Tras horas de una incómoda y polvorienta travesía por las irregulares vías provincianas, llegamos a casa. Me ilusioné con la idea de que el cansancio me dejaría dormir, pero la inquietud me mantiene despierta.Luego de saludar a mamá e instalarme en pleno en
Ha sido un día de trabajo arduo, pero hoy algo en el aire me impulsó a hacer algo diferente. Dejé atrás los confines habituales de mi territorio y me aventuré más abajo, siguiendo solo mi instinto. Así fue como terminé en una parte del bosque cercana al pueblo, un lugar al que rara vez nos atrevemos a venir. Pero, para mi sorpresa, este paraje tiene una belleza serena, casi mágica. Los rayos del sol se filtran entre las hojas, pintando destellos dorados sobre el musgo, y el aire huele a tierra húmeda y flores silvestres.Después de tanto correr, siento el cansancio en mi cuerpo. Con un suspiro, dejo que mis huesos se reajusten y mi forma humana vuelva a tomar el control. Es un proceso tan natural para mí como respirar, aunque no deja de maravillarme cómo el vello se retrae y la familiaridad de mi piel queda al descubierto.El sonido de un arroyo cercano me llama invitándome a zambullirme en sus aguas. Sin embargo, justo cuando estoy a punto de rendirme al impulso, me detengo.Este no