Estoy desesperada. Nadie ha venido a contarme oficialmente que es lo que está pasando. Supongo que don Noé está con Pablo tratando de arreglar esta situación y por eso no ha venido. Ahora sí, oficialmente estamos en boca de todo el pueblo.—Por supuesto que no puedes salir —dice mamá, interponiéndose en la puerta—. Una señorita no debe ir a ese tipo de lugares.La miro incrédula.—Mamá, no soy una señorita. Soy una mujer casada y necesito saber qué está pasando con mi esposo.—Ese hombre ya no es tu esposo, no es nada tuyo entiéndelo, es solo un criminal.No puedo creer lo que escucho. Nunca la había oído expresarse así de alguien y que lo haga preciso del hombre que amo, me duele.—¿Cómo te atreves a decir que después de todo lo vivido con ese hombre no soy su esposa? Si, un apellido cambió, pero recuerdo perfectamente que fue ese hombre al que miré a los ojos en el altar, no importa cuál hubiese sido su apellido.Mamá baja momentáneamente la mirada. Ella sabe que mis palabras son ve
La resistencia de las generaciones jóvenes al cambio ha disminuido, en gran parte porque han descubierto las ventajas del mundo exterior. La posibilidad de explorar nuevos territorios y, sobre todo, de encontrar a sus compañeros, los impulsa a mirar más allá de nuestras fronteras.Pedro ha sido clave en este proceso. Su rol como enlace con el mundo no se limita al trato con los humanos; ha tejido una red de contactos con otras manadas, algo que antes era impensable. Gracias a él, ahora no solo mantenemos comunicación y comercio con ellas, sino que incluso están considerando adoptar nuestro modelo. Sería lo ideal para todos.—He escuchado de algo que hacen los humanos y me parece interesante —dijo Pedro, poco antes de la captura de nuestro Alfa—. Lo llaman feria de pueblo. Durante unos días al año, organiza una celebración para atraer visitantes. Podríamos hacer algo similar, usar la inauguración del pueblo como excusa e invitar a otras manadas. Tal vez así muchos encuentren a sus comp
—La orden viene de arriba, licenciado —dice el oficial al juez Vinazco, cuya expresión se ensombrece con indignación ante mi detención.El juez toma los documentos que le entregan y los revisa con detenimiento. A medida que avanza en su lectura, su rostro se aguanta, volviéndose cada vez más agrio.—Tiene razón, la documentación está en regla. Buen trabajo, oficial —afirma con voz firme. Luego, agrega con un deje de severidad que me hace pensar que quizás don Noé tenía razón respecto a este hombre—: Es momento de visitar a esa familia y recordarles que nadie está por encima de la ley.—Pero, señor juez... ellos son personas de reputación intachable...La mirada fría del magistrado es suficiente para silenciar al oficial. Sin más, se vuelve hacia mí y sentencia con indiferencia:—Por ahora, no hay nada que hacer. Te quedas aquí.Cuando sale, los oficiales me escoltan por una estrecha escalera de piedra que desciende a una especie de sótano. El aire es denso, viciado. Un hedor fétido imp
—¡Eres injusto! —exclamo con la voz temblorosa, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos—. Me estás arrebatando cualquier oportunidad de socializar y encontrar un marido.Mi tío suspira, visiblemente irritado, y responde con esa mezcla de frustración y autoridad que siempre lo caracteriza:—No digas disparates, María. No estoy impidiendo que te relaciones, pero los Ortega no son buena gente. Son personas turbias, y no quiero verte cerca de ellos.Es mi tío, sí, pero a veces tengo la sensación de que me detesta. Su trabajo nos obliga a mi madre ya mí a cambiar constantemente de pueblo, como hojas arrastradas por el viento. Eso ha hecho imposible que forme amistades duraderas, mucho menos que encuentre un esposo. La frustración me consume. Ya tengo veinte años; el tiempo avanza implacable para mi y, sin embargo, él parece ignorarlo por completo.—Me voy a mi cuarto. —Doy media vuelta con dramatismo, ignorando cualquier otra palabra suya, y me precipito escaleras arriba. Al llegar a
Los informes sobre asesinatos escabrosos se alejan cada vez más de este lugar. Las investigaciones indican que la manada circundante—que ahora sé que pertenece a mi "hermano"—es pacífica, lo que lleva a una conclusión lógica: el asesino es un licántropo desterrado.Si bien no son comunes, existen casos en los que algunos licántropos son condenados al exilio. Ignoro la naturaleza exacta de sus faltas, pero sé que la manada se libra del problema liberándolos al mundo.Las jornadas de trabajo han sido largas y agotadoras, acumulando un peso sobre mis hombros que se suma a mis otras preocupaciones personales.—¿Está seguro de que no necesita nada más, señor Ortega? —pregunta por tercera vez la criada—. Parece que le vendría bien un masaje para relajarse.Capté, por fin, la insinuación oculta en sus palabras. Siempre he sido lento para notar esas cosas, y escuchar la misma oferta en tres ocasiones debió haber sido suficiente para entenderla. La observo con atención por primera vez, pese a
Recuerdo que siempre soñé con regresar a mi hogar a mi patria. Anhelaba los días calurosos y los paisajes que mi mente guardaba como un bello recuerdo infantil. Hoy siendo un hombre observo el mismo cielo y las mismas montañas y la sensación es diferente, todo debería ser igual de bello, pero ahora parece cubierto por una capa de melancolía que a duras penas me permite reconocer el paisaje.El coche avanza y me acerca a un lugar que responderá de manera inequívoca a mis dudas. Mi proceder tras escucharlo marcarán el lado de la balanza en la que estaré ubicado el resto de mi vida.Antes de partir Jaime, tuvimos una conversación significativa. Mi amigo no podía acompañarme más, tiene sus propios problemas que solucionar y una vida por vivir.—No estoy seguro de como va a terminar mi vida. Pero de lo que si estoy seguro es que no me arrepentiré de lo que haga.—¿Cómo puedes estar seguro de eso? Yo estaba contento y seguro de mi decisión de casarme con Marta, pero después… me pesó mucho —
Sé que lo que acabo de pensar es una locura, pero la certeza es tan abrumadora que no puedo apartar la mirada de la muchacha. Algo en ella me llama, me ata, me atrapa en un hechizo del que no quiero —ni puedo— escapar.Entonces, su mirada me encuentra. Es solo un instante, pero es suficiente. Una emoción arrolladora me sacudió, una sensación que solo había experimentado una vez en mi vida… cuando conocí a Marta.—Hola, hijo. ¿Qué haces aquí?La voz de mi madre es apenas un murmullo lejano. Todo mi ser sigue anclado a la joven, quien, con delicadeza, me ofrece una leve reverencia antes de apartar la vista. Apenas tiene tiempo de hacerlo cuando un grupo de señoras la rodea con entusiasmo. Conversan animadamente, invitándola a sus casas con una hospitalidad demasiado evidente. Sé lo que traman. En esos hogares hay hombres solteros, y estas mujeres han olfateado una oportunidad.—¿Te ha llamado la atención la señorita María? —pregunta mi madre con una sonrisa velada—. Es una excelente opc
—Estoy tan sorprendido como tú —dice don Noé mientras me pone al tanto de los últimos acontecimientos—. Siempre supe que, en el fondo, Iván Felipe era un buen hombre, pero jamás imaginé que pudiera hacer algo así.— ¿No será alguna especie de trampa? —pregunto con escepticismo.—No lo creo. Esta mañana me pidió que lo acompañara ante el juez Vinazco. Se disculpó por el comportamiento de su madre y firmó los documentos para retirar los cargos en tu contra.Pasa el brazo a través de la reja y apoya su mano en mi hombro antes de continuar:—Pronto estarás libre. Si hubiera querido, podría haber destruido esa carta, y solo Dios sabe cuánto tiempo habrías permanecido aquí.Las palabras resuenan en mi mente. Me cuesta creer lo que escucho. Después de cumplir con el supuesto trabajo con los reos, en unos días podrás salir de este lugar.—Me aguanto solo porque no quiero que esos hombres sigan libres, haciendo de las suyas con los míos. Pero aún no me convence del todo… Sigue interesado en mi