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AMOR CAÓTICO
AMOR CAÓTICO
Por: DarkLove
Capítulo 1: Confrontando al vecino

Camila:

Rara vez llegaba a casa a dormir. Mi semana se basaba en estar al pendiente de la distribución de mercancía en sus respectivos puntos, por lo que tenía que estar hospedándome en diferentes hoteles cada día. Mi trabajo es sumamente demandante, por lo que se me exige salir de la ciudad para llevarlo a cabo.

Mis únicos días libres son los fines de semana, y cuando llego a casa los viernes por la noche lo único que deseo es descansar. ¿Cuál es el impedimento? Mi vecino y sus insoportables fiestas cada maldito fin de semana.

Desde los 3 meses que llevo viviendo en este condominio porque supuestamente es demasiado tranquilo, jamás me he topado con ese personaje que me hace mis días libres tan miserables.

Usualmente cuando llego a casa sus fiestas apenas van a iniciar, por lo que desde que cruzo la puerta de mi hogar, sé lo que me espera toda la noche, poniéndome así de mal humor

Esas fiestas suyas inician a las 8 pm y terminan hasta el amanecer, con música en vivo a un volumen insano, demasiadas personas gritando y sin mencionar el olor a hierba que se cuela por la ventana.

Está noche, por el tráfico me ha tocado llegar más tarde a mí hogar. Desde que estoy entrando al condominio, logro escuchar la música a todo volumen, puesto que mi ventana viene abierta.

Ruedo los ojos y bufo, aprieto con fuerza el volante haciendo que mis nudillos se vuelvan blancos por la presión. Está será una larga noche.

El día de hoy había sido demasiado estresante. Me fue difícil cerrar un trato con una organización importante solo por el hecho de ser mujer. Todos a mi alrededor eran gorilas gigantes, mientras yo era la única dama en el despacho. Intentaron humillarme, pero resultó siendo viceversa.

Por esa misma razón, estoy ahora mismo como una bomba de tiempo. Cualquier mínima cosa me hará estallar y destruir todo a mi paso.

Estaciono el auto en la cochera de mi casa. Cuando bajo, siento el golpe del olor a marihuana, lo cual me provoca unas nauseas terribles. La música tan alta es insoportable que hace mi cabeza doler y mis oídos me zumban.

Me adentro lo más rápido posible a mi hogar y me dirijo al minibar para tomar una botella de vino y una copa. Subo a mi habitación y cierro de un portazo.

Abro el vino y vierto un poco en la copa. Un pequeño sorbo es todo lo que necesito para degustar uno de los mejores vinos: "Casillero del diablo."

Me siento al borde de mi cama y suspiro con pesadez.

Los gritos eufóricos en la parte de afuera se sienten como si estuvieran dentro de mi casa y el olor de la marihuana se cuela por la ventana, aunque está misma está cerrada.

Escucho un estruendo en mi ventana y cuando giro al ventanal, observo que está roto y hay una piedra, la misma que lo atravesó.

¡Oh, esta si me la pagan! ¡Alguien va a morir esta noche!

Salgo de mi casa a toda prisa, importándome menos lo que la gente vaya a decir. En este preciso momento estoy más que cabreada.

Al llegar a la puerta de su casa toco el timbre con insistencia. Con tremendo ruido como va a escuchar.

Sigo insistiendo mientras mi paciencia se va disipando cada vez más. Cuando por fin la puerta se abre, logro apreciar un tipo con cara de maleante, cubierto en tatuajes y un cuerpo completamente trabajado.

—Hola, preciosa. ¿Te ha enviado Milena? ¡Joder!, como odio cuando las manda por separado, ¿No es más fácil enviarlas a todas juntas?

Por un momento me siento confundida. ¿De qué carajo está hablando?

—¿Eh? —es lo único que logro formular.

—La madrota te ha enviado, ¿no?

Caigo en cuenta de lo que intenta decir y nuevamente la ira me invade, desapareciendo todo rastro de la confusión que había mostrado anteriormente.

—¡Idiota, no soy una mujerzuela! Soy tu vecina, reverendo estúpido.

—Ah, vecina... Por fin tengo el placer de conocerla. Una disculpa. —dice sonriendo de lado. —Es que vestida de esa manera. —me recorre con la mirada de cabeza a los pies y la incomodidad se apodera de mí. —Pensé que era una de mis mujeres.

¡Que cínico!

Si las miradas matarán este hombre ya estaría en un charco de sangre.

—¿Disculpa? —digo indignada.

—La disculpo. Pasé por favor. —hace un ademán para que me adentre a su casa.

Que tipo tan pedante.

Me adentro y cierra la puerta.

Logro observar como las personas están como sardinas enlatadas, bailando al son de la música, el patio también está infestado de personas y es donde se encuentra la música.

—¿Ya llegó la última?

Un tipo castaño me toma de la cintura. Él también está infestado de tatuajes y tiene piercings en la nariz, labio y orejas, con un cuerpo trabajado y pinta de ser un cabronazo.

Mi vecino observa la escena divertido.

—Es la vecina. —dice con suma tranquilidad.

El tipo se aparta de inmediato y me pide disculpas. Ruedo los ojos en respuesta.

—Llegó una cómo te gustan, Chase. —aparece una chica rubia.

Ella tiene cabello corto y sus finas facciones están cubiertas de piercings: nariz, labios, cejas y orejas.

Cada vez que me confunden con una mujerzuela me cuestiono más mi fe sobre la humanidad.

—Milena se lució está vez. —un chico rubio hace su aparición.

Me observa de cabeza a los pies y sonríe de lado. Él es el único limpio de tatuajes y piercings.

—Es la vecina. —repite ante el par.

—¡Ay, m****a! Una disculpa. —dice la chica avergonzada.

A este punto ya había olvidado por completo a que había venido principalmente y estaba a punto de armar una escena por la confusión.

—Dígame vecina, ¿Qué la ha traído aquí está noche? —pregunta con toda la tranquilidad del mundo.

Cuando estoy por responder me hace un ademán para que guarde silencio.

—Oh, esperen...Está es mi canción. —dice sonriendo.

"Pesao" de Cartel de Santa suena a todo volumen. Hasta yo sé esa canción en contra de mi voluntad.

Lo observo cantando a gritos junto a sus amigos y por un momento quiero golpearlo.

Siento que todo lo que me estoy conteniendo, va a salir con gran intensidad cuando abra la boca para escupir mi veneno.

Odio que me traten como si fuera una estúpida y eso es justo lo que está haciendo este pedazo de imbécil.

La canción por fin finaliza y vuelve a dirigir su atención hacía mí.

—Una disculpa. Ahora sí, dígame, ¿Qué la ha traído está noche aquí?

Lo observo fijamente a los ojos con intensidad, estoy como una olla de presión.

—¡Uno de tus animales salvajes arrojó una piedra a mi ventana y la rompió! —grito, dejando salir parte de mi enojo.

—¿Sabe quién fue? —pregunta desconcertado.

—¡Si lo supiera ya habría un muerto! —respondo entre gritos.

—La vecina se volvió loca. —comenta el rubio.

—¡No estoy loca! —me giro a encararlo. —No quieres conocer mi locura. —digo amenazante.

Poco a poco voy expulsando toda aquella ira retenida desde temprano en la mañana, hasta ahora.

—No amenaces a mi hermano. —interfiere la rubia.

—Pagaré los daños. ¿Algo más de lo que desee quejarse? —pregunta mi vecino con apatía.

—¿Fiestas cada maldito fin de semana? —digo molesta. —Mis únicos días de descanso tengo que soportar todo esto.

—Bien, pagaré los daños de su ventana y las fiestas serán cada 2 semanas. ¿Está satisfecha con eso?

Lo miro con incredulidad. Siento que solo me está tomando el pelo para que me largue de una vez por todas, aunque si fuese verdad, eso es mejor que nada.

—Me parece un buen trato. —digo resignada.

Extiende su mano y la acepto, cerrando así el pacto.

—Bien, ahora puede retirarse. Sí en algún momento desea venir a una de mis fiestas es completamente bienvenida.

Me acompaña hasta la puerta y antes de abrirla, agrega:

—Pero primero se toma un calmante y después asiste, no quiero más escándalos, loca.

Aprieto los puños con fuerza y al girarme estampo uno en su mejilla, haciendo girar su rostro. Coloca su mano sobre el área afectada y sonríe con malicia.

—Esto es guerra. —amenazo.

—Acepto la guerra. —responde con satisfacción.

Cuando abro la puerta, observo a una chica de espaldas. Cuando se gira me llevo tremenda sorpresa.

—¿Kelly?

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