Mis hombres me informaron que el apartamento de Juliana está vacío. Las cámaras de seguridad la captaron saliendo tranquilamente del edificio con tres grandes maletas antes de subirse a un vehículo de alta gama. Recibí el video de uno de mis hombres de confianza en mi laptop y lo observé con incredulidad. Todo parecía ir bien entre nosotros, pero aquí estaba ella, claramente escapando. Juliana no era el amor de mi vida, pero tenía ciertas cualidades aceptables y un cuerpo que compensaba el resto.
—¿Qué quiere que haga, jefe? —preguntó Roberto al otro lado del teléfono.
—Asigna a alguien para rastrear su paradero, pero por ahora no actúen. Te necesito aquí para resolver un problema más urgente.
Retrocedí el video y pausé justo cuando la puerta del vehículo se abrió. No pude ver al hombre que estaba en el asiento trasero, pero sí a quien cargó las maletas en el maletero. La puerta se abrió desde adentro y solo pude distinguir que era un hombre de cabello oscuro, con traje elegante, y que un anillo brillaba en su dedo anular. Voy a necesitar enviar este video a un experto para que lo limpie y pueda obtener más detalles. Mientras tanto, tengo que solucionar el problema inmediato: necesito una esposa.
Estuve tentado a simplemente abrir la puerta de la oficina y elegir a una mujer cualquiera de apariencia decente; al fin y al cabo, en este momento no tiene sentido pensar en que sea una mujer de alta cuna, en que sea reconocida en las altas esferas como trabajadora y exitosa en su campo. Ya ni siquiera tiene que ser una mujer despampanante; solo debe bastar con que se vea lo suficientemente fuerte como para darme un hijo.
Recorrí los pasillos de la empresa y, aunque varias mujeres pudieron ser elegidas, la verdad es que no me sentía cómodo con lo que estaba haciendo, así que simplemente tomé rumbo a la salida y le pedí al chofer que me llevara a un bar. Necesito altas dosis de licor y música fuerte para intentar no escuchar mis propios pensamientos. El vehículo avanza y yo solo atino a aflojar mi corbata y recostar la cabeza en el frío cuero del asiento.
—Hemos llegado, señor —me informa el chofer.
Abro los ojos y miro a un costado para descubrir que estamos en una zona desconocida para mí. Miro el rostro del joven y me doy cuenta de que es nuevo; él no conoce aún mis lugares habituales, y yo tampoco fui claro al darle la indicación.
—¿Por qué elegiste este lugar? —pregunto con curiosidad, al ver que efectivamente estamos en una zona de bares, pero no son ni por asomo tan elegantes como a los que estoy acostumbrado.
El hombre me mira con cierto orgullo antes de contestar:
—Es mi lugar preferido. No solo la música es buena, sino que, al estar cerca de una zona universitaria, casi siempre hay chicas lindas para deleitar la vista.
Observo al hombre y noto que debe ser unos cuatro años menor que yo, así que no podemos estar tan lejos en el concepto de mujeres bonitas.
—Dale a Roberto mi ubicación y dile que lo espero aquí —le digo antes de salir del vehículo e ingresar al lugar recomendado.
El sitio es exactamente lo que mi estado de ánimo necesitaba. Grupos de jóvenes ríen y beben de manera desinhibida mientras están con su pareja o quizás con sus compañeros de clase. Algunos me observan raro al principio porque mi atuendo no combina con la etiqueta del lugar, pero pronto vuelven a ignorarme, a excepción de las chicas, ya que para mi deleite, muchas están pendientes de mi presencia. El chofer tenía razón: el lugar está considerablemente lleno pese a que el sol recién se está ocultando. Hay muchas mujeres jóvenes y bellas circulando casi por doquier.
Una mesera de cabello corto y tatuajes grandes me pregunta qué voy a beber. Observo todas las mesas que puedo y, para mi sorpresa, todos beben solo cerveza. Así que, para no desentonar más, pido una también.
Observo con agrado y un poco de nostalgia la agradable botella, cuya condensación es evidente sobre el vidrio y me deja intuir lo helado que está el producto. Hace casi dos años que no tomo cerveza, pues eso no combina con el cierre de multimillonarios contratos y menos se encuentra entre las inversiones que hago para cautivar a una mujer.
Apuro un primer sorbo a mi garganta y debo admitir que se sintió bien el cambio de mis bebidas habituales. Mi vista recorre el bar, examinando a cada una de las mujeres bellas, y poco a poco, casi de manera inconsciente, voy descartando a varias por diversas razones: gustos vulgares para vestir, risas estridentes y exageradas, cirugías muy evidentes, e incluso miradas o ademanes indiscriminadamente tentadores. Estas no son cualidades que esperaría de la esposa de un alto empresario; esas fueron algunas de las razones para descartarlas.
Sonrío amargamente al reconocer que no soy tan descomplicado con las mujeres como creí que era, ya que prácticamente he eliminado de mi lista a todas. Pero entonces una mujer hace su aparición, captando no solo mi atención, sino la de muchos hombres del lugar. Su largo cabello castaño claro, su mirada esmeralda y un cuerpo perfectamente proporcionado bajo aquella ropa sencilla son lo primero que veo.
La observo acercarse, así que preparo mi mejor sonrisa y me dispongo a desplegar mis encantos para explorar el carácter de la belleza desconocida. Para mi sorpresa, la joven pasa por mi lado y me ignora por completo. Su destino es una mesa donde se reúne un grupo grande de jóvenes. Saluda a todos y luego recibe un cuaderno grande y anillado de manos de uno de ellos. Otro chico le arrebata el cuaderno de forma algo brusca e intenta cambiárselo por una cerveza, mientras el resto del grupo se ríe.
Observo con interés la escena, porque el chico le dice algo al oído que evidentemente no le gusta, y es entonces cuando siento que alguien se sienta junto a mí en la barra.
—Una elección muy interesante de lugar —dice Roberto, mientras levanta la mano para hacerle un gesto a la mesera, indicando que le traiga también una cerveza.
—Estás trabajando, no deberías beber —le digo, algo divertido y, en parte, complacido por la escena que estoy observando, ya que mi mirada no se ha despegado de mi futura esposa.
—Solo no le cuentes a mi jefe —resta importancia a mis palabras—. Te creí devastado como la vez pasada, pero te veo completamente en otro cuento. ¿Me vas a contar?
En ese momento veo a mi futura mujer vertiendo toda la cerveza en la cabeza del sujeto. Le arrebata el cuaderno, aprovechando la sorpresa del hombre, y sale corriendo de allí.
—Averíguame todo lo que puedas de la chica que acaba de salir, y no me importa el medio. La quiero dócil y lista para casarse conmigo en dos días —ahora sí volteo a ver a mi amigo, quien me observa como si hubiera perdido el juicio, pero aun así sale tras ella.
—¿Qué hago con esta cerveza? —pregunta la mesera de grandes tatuajes, al encontrar el puesto de Roberto vacío.
—No importa —le digo sonriendo ampliamente a la mujer, y luego levanto la voz para que todos escuchen—: ¡Esta noche, yo pago la cuenta de todos!
Considero que mi equipo de seguridad pocas veces tiene tanto trabajo como el que les di esa noche.
Los gritos de euforia no se hicieron esperar y, de pronto, estaba rodeado de grandes atenciones por parte de todo el personal. Incluso me di el lujo de elegir un par de chicas para tener un trío como despedida de soltero.
—¡Qué gran noche!
—Alexander, arriba —Roberto me sacude con energía y yo solo gruño y pongo una almohada sobre mi cabeza para tratar de amortiguar el sonido de su voz—. Son casi las cuatro de la tarde; tenemos que hablar.—No, no tenemos. Tengo sueño —respondo, dispuesto a dormir.Mi despedida de soltero improvisada había terminado temprano en la mañana, y mi escolta se habían encargado de llevar a las chicas a su casa. La apariencia del lugar es un pequeño recordatorio de todo lo que sucedió anoche: ropa y calzado en el piso, una botella por aquí, vasos con licor a medio terminar por allá y un montón de cosas fuera de lugar.—Sí, sí tienes —dice Roberto, subiendo precipitadamente el blackout de mi habitación, lo que me provoca un malestar enorme por el repentino aumento de luz—. Tengo a una mujer hermosa secuestrada y completamente dopada para poder tenerla lista para la boda mañana, así que tal vez te gustaría conocer su nombre y pensarlo un poco.Me caso mañana, es verdad. Así que, pese al agotamien
Ingreso con paso decidido a un lujoso apartamento ubicado en una exclusiva zona de la ciudad. El gran edificio en el que está ubicado, es por mucho la envidia de toda la zona y el Penthouse que compré para darle gusto a Juliana, es el mejor. No me agrada la decoración tan ostentosa que eligió, pero traté de darle gusto a esa mujer en lo que pudiera y ya ven cómo me pagó.El cerrojo se abre solo con mi huella dactilar y la de Roberto en este momento, así que estoy seguro de que así terminará el efecto de la droga en el organismo de mi "nueva prometida", ella no podría escapar de este lugar, todo el El piso es nuestro, nadie podría escucharla. Encuentro a dos mujeres sentadas en la sala, quienes no solo cumplen su función de guardianas, sino que se están encargando de todas las necesidades de la chica.—Le aseguro que no la reconocerá —afirma con voz de orgullo Jessica—. Ella es linda, pero gracias a nosotras, ahora es hermosa.La otra mujer asiste de manera enérgica y sigue el mismo hil
Hoy es el día de mi boda. Mi abuelo insistió en que pasara la noche en su casa para que todos pudiéramos ir juntos a la iglesia como una gran familia. Anoche, incluso hizo que mis primos y tíos también se quedaran a dormir para compartir un momento familiar. Hacía mucho tiempo que no convivía así con ellos y, sinceramente, no me agradó. Nuestra relación es cordial pero distante, y yo ya me había acostumbrado a eso. Sin embargo, mi primo Sebastián intentó acercarse y entablar conversación como si fuéramos amigos íntimos.Sus miradas fueron tan intensas y burlonas que me hizo preguntarme si sabía algo. Sólo mi círculo más cercano tiene conocimiento de lo que ocurrió con Juliana. Algunas preguntas de Sebastián eran tan específicas que activaron todas mis alarmas. ¿Quién, en su sano juicio, pregunta cuántos días llevo sin hablar con mi prometida? Noté que en la mano derecha de Sebastián llevaba un anillo, así que cuando tenga tiempo y el video haya sido revisado, espero poder ampliar la im
La situación ideal en mi cabeza sería cambiarnos de ropa y partir de una vez a disfrutar de nuestra luna de miel, pero desafortunadamente mi matrimonio es tan atípico que esa idea está descartada por completo. Llegamos al penthouse donde viviremos e ingresamos a la habitación. La mirada de Isabella está un poco inquieta, por eso me pregunto:—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —ella mira la puerta del baño y antes de que su respuesta llegue, obviamente ya la conozco. —si necesitas ir al baño, ve —respondo lo evidente.—No puedo —afirma ella con el rostro un poco más ansioso.La miro sin entender el motivo de esa respuesta, por lo que debo seguir preguntando.—¿Por qué no puedes ir al baño, Isabella?—El volumen de este vestido no me lo permite —ya había detallado lo pesado y voluminoso que es, pero no se me había ocurrido pensar en que con ese vestido, ella necesitaría ayuda para poder ir al baño.—¿Cuántas tiempo llevas aguantando las ganas de ir al baño? —pregunto mientras busco en el int
Me acomodé junto a ella en la cama, pero mirando en sentido contrario. No debo verla; Debo tratar, por el momento, de olvidar que tengo a una hermosa mujer en mi misma cama y sin ropa interior. Río sin gracia al darme cuenta de la tontería que mi mente está haciendo. Estoy pensando en no pensar en algo y, por lógica, lo estoy pensando. No me entiendo. Aprieto con fuerza los ojos y ahora me obligo a contar ovejas, imaginando que saltan una pequeña cerca: patético.Logré dormir un rato hasta que sentí el movimiento de su cuerpo hacia mi lado y su brazo se posó sobre mi pecho. Parece que no ha dormido más que un par de horas, pues sigo teniendo mucho sueño. Entreabro los ojos y, tras un rato, mi vista por fin se acostumbra a la oscuridad y puedo apreciar mejor sus rasgos. Tiene las pestañas largas y un rostro inocente. Me habría gustado tocar su rostro, pero temo que eso la despertaría, así que solo acarició sus brazos hasta que finalmente volvió a quedarme dormido.Ya es de día. Un pequ
—Tus deseos son órdenes.En ese momento, lo único que tengo en mente es complacer a la mujer que me torturó toda la noche sin saberlo. Me acerco nuevamente a sus labios, disfrutando esa extraña sensación que genera el tocar y no tocar a la vez, sabiendo, por las deliciosas expresiones en su rostro, que está deseosa de que sí la toque. Me alejo solo un poco para observarla mejor y acomodar bien en sus hombros las finas tiras del corto camisón que lleva puesto.No tardaré en volver a desacomodarlo, pero me gusta la sensación que deja esa tela al tocarla y lo delicada y absurdamente provocativa que la hace ver esta prenda.—Eres jodidamente sexy —digo sintiendo como aumenta el deseo de hacerla mía —estoy ansioso por probarte.Su aliento se mezcla con el mío y mis labios atrapan los gemidos que ahora salen con más frecuencia de los suyos. Si todo sigue así, esta será su primera vez, así que, aunque planeo disfrutar su cuerpo al máximo, también quiero que ella lo recuerde como su mejor vive
No me gusta estar desfogando manualmente mis energías en el baño, pero no me queda de otra más que recurrir a la confiable Manuela, otra vez. Hace mucho tiempo no tenía que masturbarme así, para bajar una erección y mucho menos una tan salvaje como la que me acaba de generar Isabella. Siento como si hubiera llegado a la pubertad, casi haciendo esto al escondido.Soy un hombre adulto con una vida sexual muy activa y es sumamente contradictorio lo que estoy haciendo, pues ahora soy un hombre casado, teóricamente tengo una pareja con la cual debería poder solucionar este tipo de “problemas”, pero aquí estoy tratando de mantener algo de apariencia de autocontrol con esa mujer, pues en medio de todo es mi esposa y se supone que es la única mujer a la que realmente debería respetar, o por lo menos tratar de hacerlo.Estaba tan metido en ese momento íntimo con quien estoy seguro de que pronto podré llamar a mi mujer, que apenas entró al baño fueron prácticamente cinco movimientos de muñeca y
—No soy tu amo, soy tu esposo —contestó manteniendo el tono y mostrándole también mi anillo.Sonrisa de manera sarcástica.—Diferimos en el concepto de lo que es un esposo, en lo que debería ser un matrimonio —me muestra la sortija en su dedo—. Si esto sucedió de verdad, no creo que signifique para ti lo mismo que significa para mí.Estaba listo para preguntar cuando suena una notificación en mi celular. —El video acaba de llegar —le digo de inmediato y me paro para ir a la habitación—vamos para que lo veamos.—¿Por qué en la habitación? —Estoy nerviosa de volver a estar ahí conmigo.—El único televisor de esta casa está ahí, así que lo transmitiré desde mi celular, para que lo podamos ver cómodamente —luego le sonrío coquetamente —claro que si lo que quieres es que lo veamos los dos muy juntitos desde mi celular, no seré yo quien se oponga.Se levanta de esa silla y pasa por mi lado aun con algo de nervios, pero decidida y se sienta en dónde parece, ya es su lado de la cama. Entra d