LVIII Esquizoide

—Gracias por venir, no sabía a quién más llamar —dijo Sara, guiando al hombre hasta la terraza.

—Llamaste a la persona correcta. Los del gobierno no suelen tomar las mejores decisiones en estos casos.

Eso no tenía que decírselo, le bastaba a ella recordar el caso de Iván Reyes y su injustificada muerte a manos de los militares.

Marcos Barra, voluntario del refugio de lobos, se dispuso a abrir el ventanal luego de observar unos instantes al animal. Sara retrocedió. Sus dedos fueron hacia la cadera y rozaron la culata de su pistola.

El hombre se coló por una pequeña apertura y volvió a cerrar. El lobo reaccionó a su presencia elevando las orejas. Lo mismo había hecho cuando Sara, envalentonada tras una hora de vigilarlo, había asomado el brazo para dejarle un pocillo con agua. Fue el momento en que captó que olía a sangre.

Marcos sacó algo de su bolso y se lo ofreció. Eran trozos de carne seca. El lobo olisqueó el aire e, inclinándose hacia él, los comió lentamente. Tras unos cuantos tr
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