LVI Muñeca rota

Durante sus años en la academia, Sara había leído sobre el síndrome del miembro fantasma y cómo las víctimas de alguna amputación podían continuar percibiendo dolor o comezón en el miembro que ya no existía. Había una explicación científica relacionada con el sistema nervioso y su funcionamiento y cómo nos permitía tener un mapa mental de todo el cuerpo, que recordaba cada parte, aunque ya no existiera. En eso pensó por unos segundos Sara. A eso se aferró para no derrumbarse, a buscar la explicación de por qué sentía las manos de Misael acariciando su piel mientras las veía aferrando con violencia el malogrado cuerpo de una mujer.

—¡Aléjate de ella! —gritó.

Le apuntaba con su arma hacia los brazos. Allí dispararía si no tenía opción.

Él ni se inmutó con su presencia.

—¡Misael, apártate o dispararé!

Su orden tenía tintes de súplica. Y él no oía. El hombre alzó los puños y los dejó caer con fuerza en el pecho de la mujer. Unas costillas crujieron. Los alzó de nuevo, sus ojos no vieron
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