14.

MAURICIO

No pude resistirme más. Ella no se levantó como todos, trató de comprender por qué actuaba con mis hermanos de aquella forma y, a su manera, me dijo que no era tan imbécil como ella pensaba.

Gabriela tiene días volviéndome loco, ¡semanas, mejor dicho! Es más, para ser más conciso, desde el día que tropezamos. ¡Joder! Es que no hay nada que a esa mujer la deja callada, siempre refuta ante injusticias y se sabe defender también. La importancia de mi apellido le importa un pepino y… me tiene obsesionado, ¿para qué negarlo?

«Bueno, sí que encontré una forma de hacerla callar» pienso y sonrío. Me levanto de la cama y me doy una ducha fría, todo esto sin dejar de sonreír.

Siento que si relamo mis labios puedo rememorar el momento en que unimos nuestras bocas, como si tomara una máquina del tiempo y regresase al momento exacto del beso y su cara de estupefacción.

Me visto informal, con unos jeans desgastados y una camisa blanca lisa. Me calzo unas botas de cuero marrón y la colonia
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