NathanNueve años despuésViajé a Hamburgo por asuntos de negocios, estábamos a punto de iniciar un proyecto enorme que requería de mi presencia, y no puse objeción cuando papá me pidió que me hiciera cargo. Confiaba en mi criterio, dejó en mis manos cualquier decisión que se debiera tomar. La empresa creció mucho en los últimos años, había sucursales de Müller Enterprise en casi toda Europa. Papá me entregaba cada día más responsabilidades, porque decía que era mi tiempo y que el suyo se estaba agotando. No me gustaba escucharlo hablar así, esperaba que viviera muchos años más.Salía de almorzar de uno de mis restaurantes favoritos de Hamburgo cuando vi a un joven repartiendo unos panfletos, vestía ropa oscura, tenía un brazo cubierto de tatuajes y el cabello peinado en puntas. Me quedé mirándolo y noté algo familiar en su rostro.¿Es posible que sea él? Caminé en su dirección y el chico extendió su brazo hacia mí, sosteniendo una invitación en su mano. La tomé y entrecerré los ojos
NathanJoss me llamó a primera hora de la mañana, me dijo que tenía información importante y que debíamos vernos. Le di el nombre del hotel en el que estaba hospedado y quedó en llegar en una hora.Me vestí y pedí servicio a la habitación. Desayuné en el comedor y esperé ansioso a Joss.Todo estaba sucediendo rápido, no lo había asimilado por completo.Joss fue puntual. Lo invité a pasar y nos reunimos en la sala. Traía en su mano un sobre grande que contenía la información que había encontrado. Me lo entregó diciendo que lamentaba no haber hallado antes a Eliah. Respondí que sabía lo duro que había trabajado buscándolo, que no se sintiera mal.Nos despedimos y se marchó dejándome a solas para tener privacidad.Me serví un trago de whisky y lo bebí antes de abrir el sobre. Dentro, había una carpeta con la información organizada. Lo primero que encontré, fue un informe detallado de Herman Braun: toda su vida resumida en tres páginas. Era un bombero jubilado. Su mujer, Alda Braun, era m
Nathan Salí de la casa, me dirigí al auto y me senté detrás del volante temblando. Por un momento, dejé de ser el hombre de treinta y seis años y volví a ser aquel muchacho de dieciséis que tomó una decisión desesperada.Respiré hondo y dejé escapar el aire en un resoplido lento. Cuando me sentí calmado, llamé a Joss y le pedí que me ayudara a contratar un equipo de vigilancia. No me fiaba de Herman ni de Alda, no correría el riesgo de que desaparecieran una vez más. Le advertí que era urgente, que no me movería del lugar hasta que alguien llegara. Él aseguró que, en menos de una hora, lo tendría resuelto.Justo como prometió, antes de que se cumpliera el plazo, me llamó para decirme que podía irme, que el equipo había llegado. Miré alrededor y vi una furgoneta con vidrios tintados estacionada en la esquina. Encendí el auto y me fui al hotel esperando que Herman se comunicara conmigo como le indiqué. Si no lo hacía, sería razón suficiente para dudar de su palabra.Volví al hotel y pa
NathanNo tardé mucho en encontrarla varios metros adelante, inconsciente y con una pierna rota. Estaba muy golpeada y raspada. Había mucha sangre en el suelo, más de la que vi alguna vez. Me apresuré a tomarle el pulso y sentí un profundo alivio al descubrir que seguía con vida. Esperaba que no muriera, era muy joven y no merecía perder la vida en un jodido accidente por culpa de un desgraciado que debía estar ebrio. El maldito se había dado a la fuga tras el choque, sin importarle una mierda lo que pasara con ellos. Le haría pagar por la muerte de Eliah, lo que hizo no quedaría impune.Las sirenas de la ambulancia se comenzaron a oír en ese instante. En menos de un minuto, llegaron al sitio del accidente. Un paramédico revisaba a Eliah. Otro, fue hacia donde estaba Evelyn. Me preguntaron si la conocía y dije que no, que venía detrás de ellos cuando sucedió el accidente. Un oficial de policía se acercó a la escena y me pidió hablar, quería saber lo que había visto. Le relaté todo lo
NathanUna vez que llegué de nuevo al cementerio, me bajé del auto y me acerqué a la tumba de mi hermano. Un hermoso arreglo floral muy colorido ocupaba un jarrón de bronce junto a la lápida, las había dejado Evelyn.—Todavía espero despertar y que todo sea mentira. —Le hablaba como si pudiera escucharme. Aunque sabía que no, había tanto que no pude decirle que necesitaba sacarlo de algún modo—. No se suponía que sería así. Quería que me contaras todo de ti, quería decirte todo de mí, pero la vida no las volvió a jugar, nos separó de nuevo y, esta vez, para siempre. —Mis ojos escocían, mas no derramé ni una lágrima. No había vuelto a llorar desde la tarde que hablé con papá—. Me equivoqué al no acercarme a ti, debí decirte quién era desde el momento que supe que eras tú, Debí… ¡Joder! Lo lamentaré el resto de mi puta vida.El mes siguiente, cuando volví al cementerio, esperé a que Evelyn llegara y la observé a la distancia como la primera vez. De nuevo, estuve tentado a acercarme y de
Nathan—Dios, no puedo creer que seas tú. ¿Qué haces en Milán? —pronuncié sorprendido. Siempre me pregunté si algún día volvería a verla y cómo me sentiría si sucedía. Pasé mucho tiempo enojado con ella por dejarme como lo hizo. Tenerla delante de mí me produjo una inesperada felicidad. Ella representaba lo mejor de la parte más oscura de mi pasado. Fue mi primer beso, mi primera ilusión, mi primera vez, y también la primera mujer que me rompió el corazón. La única, hasta ese momento.—Mi… mi… marido es el dueño del lugar —balbuceó nerviosa—. Lo siento, Nathan, pero no puedo hacer esto, no puedo hablar contigo. —La detuve sosteniéndola de la muñeca cuando intentó alejarse—. Suéltame, por favor —pidió con un ligero temblor en su voz. Estaba a espaldas de mí, mi mano envolvía su suave y delgada muñeca, que sentía temblar bajo mi tacto.—¿Por qué no puedes?, ¿te lastima?, ¿es peligroso? —Me atreví a preguntar, quería saber porqué huía de mí de esa manera.—¡No! —contestó soltándose de mi
Nathan La lectura del testamento de mi padre tuvo lugar en el despacho de su casa, un par de días luego de nuestra charla. Asistimos su abogado, Collette y yo. Papá leyó el documento anunciando que, después de su muerte, sus bienes serían divididos de manera equitativa entre mi hermana y yo; a Collette, le asignó una suma significativa de dinero, su casa en Milán, tres vehículos, una hacienda, joyas, y un porcentaje de las acciones de Müller Enterprise.Fue un momento emotivo para todos, papá se preparaba para el peor escenario, en víspera de su cirugía; quería dejar todo en orden por si algo salía mal. Por suerte, su operación fue exitosa, los médicos aseguraron que el cáncer se había ido y que podía seguir con su vida normal. Todos podíamos continuar adelante con tranquilidad porque papá estaba fuera de peligro.Dos meses se sumaron al calendario. Samantha, mi secretaria, me recibió a la salida del ascensor con un vaso grande de expresso y caminó a mi lado hasta mi oficina leyéndom
NathanDe vuelta a mi oficina, me centré en el trabajo y estuve ocupado hasta la hora de la entrevista. Eran las cinco en punto cuando Oriana Andreotti cruzó la puerta de mi oficina. Vestía una falda de tubo negra, a la cintura, que se ajustaba a sus curvas y llegaba por debajo de las rodillas; blusa blanca y zapatos de diseñador. Era muy atractiva. Con el cabello recogido y un maquillaje sobrio, la mujer exudaba profesionalismo. Me puse en pie y rodeé el escritorio para saludarla. Nos estrechamos las manos y la invité a tomar asiento en una de las sillas gemelas disponibles. Ella ocupó la de la izquierda, yo la de la derecha.—Gracias por recibirme, señor Müller. Me sorprendió que aceptara la entrevista, nadie lo había conseguido antes —comentó buscando algo dentro de su bolso, fue una forma muy ingeniosa de ocultar una pregunta en una charla «trivial». La mujer era perspicaz, una de las mejores periodistas del país, y sabía que buscaría la forma de hacerme otras preguntas que no est