Nathan—Dios, no puedo creer que seas tú. ¿Qué haces en Milán? —pronuncié sorprendido. Siempre me pregunté si algún día volvería a verla y cómo me sentiría si sucedía. Pasé mucho tiempo enojado con ella por dejarme como lo hizo. Tenerla delante de mí me produjo una inesperada felicidad. Ella representaba lo mejor de la parte más oscura de mi pasado. Fue mi primer beso, mi primera ilusión, mi primera vez, y también la primera mujer que me rompió el corazón. La única, hasta ese momento.—Mi… mi… marido es el dueño del lugar —balbuceó nerviosa—. Lo siento, Nathan, pero no puedo hacer esto, no puedo hablar contigo. —La detuve sosteniéndola de la muñeca cuando intentó alejarse—. Suéltame, por favor —pidió con un ligero temblor en su voz. Estaba a espaldas de mí, mi mano envolvía su suave y delgada muñeca, que sentía temblar bajo mi tacto.—¿Por qué no puedes?, ¿te lastima?, ¿es peligroso? —Me atreví a preguntar, quería saber porqué huía de mí de esa manera.—¡No! —contestó soltándose de mi
Nathan La lectura del testamento de mi padre tuvo lugar en el despacho de su casa, un par de días luego de nuestra charla. Asistimos su abogado, Collette y yo. Papá leyó el documento anunciando que, después de su muerte, sus bienes serían divididos de manera equitativa entre mi hermana y yo; a Collette, le asignó una suma significativa de dinero, su casa en Milán, tres vehículos, una hacienda, joyas, y un porcentaje de las acciones de Müller Enterprise.Fue un momento emotivo para todos, papá se preparaba para el peor escenario, en víspera de su cirugía; quería dejar todo en orden por si algo salía mal. Por suerte, su operación fue exitosa, los médicos aseguraron que el cáncer se había ido y que podía seguir con su vida normal. Todos podíamos continuar adelante con tranquilidad porque papá estaba fuera de peligro.Dos meses se sumaron al calendario. Samantha, mi secretaria, me recibió a la salida del ascensor con un vaso grande de expresso y caminó a mi lado hasta mi oficina leyéndom
NathanDe vuelta a mi oficina, me centré en el trabajo y estuve ocupado hasta la hora de la entrevista. Eran las cinco en punto cuando Oriana Andreotti cruzó la puerta de mi oficina. Vestía una falda de tubo negra, a la cintura, que se ajustaba a sus curvas y llegaba por debajo de las rodillas; blusa blanca y zapatos de diseñador. Era muy atractiva. Con el cabello recogido y un maquillaje sobrio, la mujer exudaba profesionalismo. Me puse en pie y rodeé el escritorio para saludarla. Nos estrechamos las manos y la invité a tomar asiento en una de las sillas gemelas disponibles. Ella ocupó la de la izquierda, yo la de la derecha.—Gracias por recibirme, señor Müller. Me sorprendió que aceptara la entrevista, nadie lo había conseguido antes —comentó buscando algo dentro de su bolso, fue una forma muy ingeniosa de ocultar una pregunta en una charla «trivial». La mujer era perspicaz, una de las mejores periodistas del país, y sabía que buscaría la forma de hacerme otras preguntas que no est
NathanSimon me recibió en su oficina con una calurosa bienvenida. Era el alemán más extrovertido y bromista que había conocido. No era así todo el tiempo, cuando comenzábamos a hablar de negocios, se comportaba como un profesional en toda regla. —¿Tienes planes para la hora de la comida? Mi hermano quiere conocerte, le he hablado mucho de ti —comentó después de servirme un vaso con whisky en las rocas.—No, ningún plan —respondí indiferente, aunque, me mentiría a mí mismo si dijera que no me había emocionado. ¿Y si ella iba? Tenía muchas ganas de verla, no pensaba en otra cosa desde que abordé el avión. La veía en todas partes. Nunca era ella.—Está decidido entonces —sonrió conforme y, de inmediato, comenzamos a trabajar, había mucho por decidir y poco tiempo para hacerlo. Cerca del mediodía, salimos de la oficina hacia el restaurante en el que nos encontraríamos con su hermano. Mi corazón latía fuerte ante la posibilidad de ver a Evelyn. Nunca había sentido nada igual por nad
NathanPasaron casi cuatro horas antes de que Evelyn cruzara la puerta y acabara con mi miseria. —Hola, Evelyn —emití en un susurro lastimero. Quería salir del auto, pararme frente a ella y decirle que era la mujer más hermosa que había conocido, que era una hechicera que me tenía atrapado en un embrujo, que pensaba en ella cada día, que se había convertido en mi musa, en la fruta prohibida que me condenaría al infierno si me atrevía a comerla… De nuevo, me quedé en el auto deseándola a la distancia. En ese punto, solo había dos caminos que podía seguir si decidía acercarme a ella: decirle toda la verdad o fingir que era la primera vez que la veía e intentar conquistarla.Mis viajes a Hamburgo se hicieron cada vez más frecuentes, y aunque me excusaba detrás del trabajo, ella era la verdadera razón por la que iba. La seguía como una sombra, tomando cualquier pequeña oportunidad que tuviera de verla. Sabía que hacía mal, que actuaba como un acosador, y aun así, no podía parar. Se convir
NathanMe encontraba en la habitación de seguridad, mirando los monitores que trasmitían las imágenes de las cámaras instaladas en el salón, donde tenía lugar la exposición. America me llamó unas horas antes para decirme que había una posibilidad de que Evelyn asistiera a la exposición de Samuel Brown, que tomara la oportunidad de tener un «encuentro casual con ella». No había renunciado a su intento de juntarme con Evelyn. Sabía que seguía en la ciudad porque, la mañana siguiente, iría con Simon a la construcción. —El problema es que será un evento privado, no podrás entrar sin invitación —comentó con desgano.—Yo me encargo —pronuncié conciso. —¿Eso quiere decir que irás? —Su buen ánimo regresó de manera instantánea. —Sí. —¡Oh, mi Dios! Esta es la mejor noticia que me han dado en mucho tiempo. Espero que Eve asista y hagan clic —enunció emocionada—. Ella quizás no sea receptiva al inicio, no ha terminado de superar lo de Jake, pero sé que sabrás conquistarla. —Ya veremo
NathanMi corazón latía tan duro que pensé que iba a estallar. Había esperado tanto por un momento así, por tenerla frente a mí y que me viera, que me reconociera y supiera que existía. —¿Estás bien? —pregunté apreciativo cuando noté que tenía los ojos llorosos y la nariz enrojecida. ¿Qué la hizo llorar?, ¿por qué corría?Sin pronunciar una palabra, retrocedió rápido y se tropezó con sus pies, perdiendo el equilibrio. Mi reacción fue automática. Alargué la mano y envolví su delicada muñeca con mis dedos, haciendo contacto con su piel por primera vez. Sentí que morí y que volví a la vida, todo a la vez. Jamás sentí nada igual cuando toqué a una mujer, y había estado con muchas... Aquello no era más que un pequeño gesto, sutil, casto, pero contundente. Probaba que mis sentimientos por ella eran reales y no un delirio fabricado por mi mente. Susurré su nombre con voz ronca, cargada de emoción y esperanza. Evelyn arrancó su mano de la mía y huyó despavorida. Fui tras ella odi
Nathan Estuve trabajando todo el día, llegué a casa, me duché y me dormí temprano. Estaba agotado y necesitaba un buen descanso. La alarma se activó a las seis de la mañana, como todos los días. Le di un manotazo al reloj y me levanté de la cama con los ojos entrecerrados. Me metí al baño y me duché. Elegí ropa deportiva y salí a trotar alrededor de la manzana durante una hora. Cuando regresé, vi un auto estacionado frente a mi casa. Era Stella. Me saludó agitando la mano mientras decía mi nombre. La miré ceñudo y negué con la cabeza. —¿A qué has venido? —pregunté molesto. No esperaba que llevara las cosas tan lejos, pensé que había sido claro con ella. —No seas tonto, sabes a qué he venido y lo que puedes tener conmigo —respondió sonriendo. Caminó hacia mí con un andar sensual. Estaba usando un vestido muy ajustado color blanco, de falda corta, y con un profundo escote en forma de V en el busto que enseñaba demasiado. Combinó el vestuario con tacones altos color rojo que hacían